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Un radicalismo exitoso en la Argentina de los treinta, resúmen, Apuntes de Historia

El caso del Sabattinismo cordobés

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 22/10/2019

veracruz
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Boletín Americanista, Año LVII, nº57, Barcelona, 2007, pp. 133-156, ISSN: 0520-4100
UN RADICALISMO EXITOSO EN LA
ARGENTINA DE LOS TREINTA.
EL CASO DEL SABATTINISMO CORDOBÉS
César Tcach
CONICET/Universidad Nacional de Córdoba
RESUMEN: Durante largo tiempo, el período 1930-1943 fue considerado como
una época “infame” y negra para la democracia y los partidos políticos en
Argentina. Este artículo reconstruye las relaciónes entre conservadores, radi-
cales y partidos de izquierda. En su análisis, el eje se focaliza en la primera
experiencia de voto directo en el interior del partido Radical y su victoria en las
elecciones gubernamentales que tuvieron lugar en Córdoba en 1935. En nexo,
se estudia la derrota del conservadurismo y el tema de la democracia interna
en los partidos políticos.
PALABRAS CLAVE: Political parties, Radical Party, internal democracy
ABSTRACT: For a long time, the 1930-1943 period was considered a black
and infamous age for the democracy and the political parties in Argentina. This
article reconstructs the relations between conservators, radicals and leftis par-
ties. In this analysis, the axis is the first experience of direct vote in the radical
party and their victory in the government elections taken place in Córdoba in
1935. In connection studies the defeat of the conservadorismo and the topic of
the internal democracy in the political parties.
KEY WORDS: Political parties, Radical Party, internal democracy.
Introducción
Cuando en España comenzaba la guerra civil, en julio de 1936, en Buenos
Aires se editó un gigantesco mapa de la República Argentina titulado “Tierra
Prometida, Tierra del Porvenir”. En su interior, podían observarse minas de
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UN RADICALISMO EXITOSO EN LA

ARGENTINA DE LOS TREINTA.

EL CASO DEL SABATTINISMO CORDOBÉS

César Tcach CONICET/Universidad Nacional de Córdoba

RESUMEN: Durante largo tiempo, el período 1930-1943 fue considerado como una época “infame” y negra para la democracia y los partidos políticos en Argentina. Este artículo reconstruye las relaciónes entre conservadores, radi- cales y partidos de izquierda. En su análisis, el eje se focaliza en la primera experiencia de voto directo en el interior del partido Radical y su victoria en las elecciones gubernamentales que tuvieron lugar en Córdoba en 1935. En nexo, se estudia la derrota del conservadurismo y el tema de la democracia interna en los partidos políticos.

PALABRAS CLAVE: Political parties, Radical Party, internal democracy

ABSTRACT: For a long time, the 1930-1943 period was considered a black and infamous age for the democracy and the political parties in Argentina. This article reconstructs the relations between conservators, radicals and leftis par- ties. In this analysis, the axis is the first experience of direct vote in the radical party and their victory in the government elections taken place in Córdoba in

  1. In connection studies the defeat of the conservadorismo and the topic of the internal democracy in the political parties.

KEY WORDS: Political parties, Radical Party, internal democracy.

Introducción

Cuando en España comenzaba la guerra civil, en julio de 1936, en Buenos Aires se editó un gigantesco mapa de la República Argentina titulado “Tierra Prometida, Tierra del Porvenir”. En su interior, podían observarse minas de

plata al norte, de hierro y cobre al sur, explotaciones petrolíferas, bosques, ganado, azúcar, manzanas de exportación... Se hacía constar, asimismo, que el país poseía 12.340.000 habitantes, de los cuales 2.400.000, eran extran- jeros. El venturoso futuro que se anunciaba sin timidez, se correspondía con el imaginario social construido en las primeras décadas del siglo XX, al amparo de importantes cotas de desarrollo económico. Dejaba en un cono de som- bra, empero, los efectos recesivos de la crisis de 1929 como el derrumbe del régimen de democracia representativa generado a partir el golpe militar del general Uriburu, que en septiembre de 1930 derrocó al gobierno radical de Hipólito Irigoyen. Constituye un lugar común, afirmar que la década del ’30 estuvo signada por el auge de los nacionalismos. La Argentina no fue una excepción. Pero en contraste con los totalitarismos europeos, la opción fascista o corporativista no dejó de ser nunca una alternativa de muy dudosa viabilidad. El peso de la tradición liberal y la vecindad entre conservadorismo y nacionalismo, con- dicionó los medios para alcanzar sus objetivos. Un ejemplo es ilustrativo al respecto: el intento a la postre frustrado del presidente Uriburu, de convocar a una reforma constitucional –llamando a elecciones primero, y obteniendo los dos tercios de los votos del parlamento después, a fin de aprobar la necesidad de la reforma- para allanar el camino a un régimen corporativista: “es difícil imaginar un fascismo procediendo por estas vías a la reforma del Estado liberal” (Devoto, 2002: 256-257). Como contrapartida, la Unión Cívica Radical respondió a la nueva situación política recurriendo a dos armas que ponía de relieve, en alguna medida, una ambigüedad simétrica a la de sus adversarios. Por una parte sostuvo la necesi- dad de abstenerse de participar en las elecciones convocadas por los nuevos gobernantes, a quienes se acusaba –no sin razones- de practicar sistemática- mente el fraude electoral. La abstención electoral, lejos de ser una herramienta de resistencia pasiva, era concebida como parte de una estrategia más amplia orientada a lograr una “revolución radical”, merced a un levantamiento violento, cívico militar. Sin embargo, esa estrategia como veremos en este artículo, nunca rendiría sus frutos en virtud de las propias características organizativas y políticas de la UCR. El radicalismo fue un ineficaz partido de conspiradores porque en rigor, en las décadas precedentes se había configurado para ser un buen partido electoral. Este último aspecto, implicaba la capacidad de ofrecer a sus militantes y simpatizantes, incentivos selectivos, y por consiguiente, la esperanza de algún tipo de participación en la distribución de los recursos institucionales del Estado (Panebianco,1990: 61-81). La reconstrucción historiográfica que se ofrece en este trabajo centra su interés en el radicalismo de la provincia de Córdoba, situada en el centro de la Republica Argentina, a unos 700 Km. de Buenos Aires. Mas precisamente, se analizará el proceso de construcción de poder por parte su principal líder, Amadeo Sabattini, desde la lucha clandestina hasta su asunción como gober- nador en 1936.

de los comicios que en abril de ese año habían otorgado el triunfo a Honorio Pueyrredón como candidato a gobernador de Bs.As. y el veto gubernamental a la fórmula Alvear – Guemes, aprobada por la Convención Nacional de septiem- bre para competir en las futuras elecciones presidenciales. Los hechos parecían dar la razón a quienes tempranamente habían elegido el camino de la “revolución radical”. En los años siguientes, el sabattinismo cordobés no vaciló en participar o respaldar todos y cada uno de los intentos revolucionarios. Pero esta orientación coexistía –y en cierto modo entraba en tensión- con otra destinada a promover la democratización de la vida interna partidaria.

2. Democracia interna y renovación partidaria

En sus orígenes, a fines del siglo XIX, el radicalismo de Córdoba estuvo dominado por sectores vinculados a la Iglesia Católica y el patriciado local. En las décadas siguientes, sin embargo, el crecimiento de la inmigración italiana –liberal y garibaldina- en el sur de la provincia (conocida como la “pampa grin- ga"), y la expansión de los sectores medios urbanos crearon las bases sociales que harían posible la renovación de la UCR cordobesa. Amadeo Sabattini, - un medico ilustrado de valores laicos y humanistas, hijo de inmigrantes italianos- encarnó esa renovación. Ciertamente, el paso clave para desplazar a los viejos dirigentes del partido, considerados conservadores por los jóvenes renovadores, residía en cambiar las reglas del juego interno partidario. Hasta entonces, las autoridades partida- rias y los candidatos a cargos electivos eran elegidos indirectamente a través de convenciones. De lo que se trataba, entonces, era de reemplazar ese siste- ma por el del voto directo. En su congreso de julio de 1931, la UCR cordobesa fue la primera de todo el país en sancionar la reglamentación del voto directo para la elección de todos los cargos electivos y partidarios. Amadeo Sabattini, promotor de la iniciativa, pudo regresar de Uruguay y participar en el congreso partidario dado que el tribunal militar no había encontrado méritos para privarlo de su libertad. Fue electo delegado al comité nacional. El congreso dio mandato a sus delegados al comité nacional para exigir que se incorporase el nuevo procedimiento a la carta orgánica nacional (Persello, 2003: 243). La convención nacional de sep- tiembre incorporó la innovación. Ciertamente, la temprana democratización del radicalismo cordobés puede ser interpretada como la última expresión de la oleada renovadora que emergió con la Reforma Universitaria de 1918. También como reflejo tardío del universo ideológico progresista del radicalismo “rojo” (identificado así, por su progresis- mo social) del sur de la provincia de Córdoba de la segunda década del siglo. Asimismo, incidió el ejemplo de los partidos socialistas, como reconocía un importante dirigente de la Juventud Radical, Raúl Fernández, en un congreso celebrado en 1931:

“... hemos ido a buscar fuentes en los partidos de izquierda (aplausos). Hemos leído los estatu- tos que sirven al partido socialista, a los centros proletarios y obreros del riel en la Fraternidad Ferroviaria. Con este proyecto se pretende democratizar, y por eso se incorporan nuevas insti- tuciones, como la ley del voto directo de los afiliados para la elección de los gobernantes.(.....) Se establece antigüedad: 7 años para gobernador, 5 para senadores y 3 para los otros cargos. Estas iniciativas tienden a terminar con prácticas defectuosas –gente que entraba en víspera de elecciones y eran favorecidas para cualquier cargo. Personas que no estaban vinculadas al par- tido porque no habían contribuido a su construcción, no conocían sus orientaciones, muchas veces defraudaban las esperanzas en ellas depositadas” (Cabezas,1991: 143).

Las nuevas tendencias en el campo de la cultura política confluían con el fruto de una voluntad pragmática empeñada en desplazar –mediante la puesta en práctica de nuevas reglas- a la élite moderada que tradicionalmente había gobernado al partido. Por cierto, el clima político distaba de ser favorable para la implementación de mecanismos democráticos de atribución de la sobera- nía interna. Tras la finalización del congreso partidario cordobés, Sabattini fue detenido nuevamente y enviado a la cárcel de Caseros. Tras cuatro meses de detención, se exilió nuevamente en Uruguay (Tcach, 1999: 26). Pero el impulso democratizador no cejó. En septiembre de 1932, Amadeo Sabattini –quien había regresado a Córdoba pocos meses atrás- fue electo mediante el voto directo presidente del comité provincial, y su amigo Santiago del Castillo presidente del comité capital. El significado era dual: se inauguraba la práctica del voto directo en Argentina, y el sabattinismo asumía orgánicamente la con- ducción de la UCR cordobesa. Su triunfo en elecciones internas democráticas no debe disimular, empero, el contexto represivo en el que debía desenvolver su accionar. Personal de la brigada de investigaciones seguía sin disimulo y de modo permanente a Sabattini. Fue el prefacio de su detención domiciliaria, ordenada a raíz de sus vinculación con el intento revolucionario del yrigoye- nista teniente coronel Atilio Cattáneo, en diciembre de 1932. No duró mucho en esa condición, dado que aprovechando un descuido de la vigilancia policial se fugó nuevamente rumbo a Uruguay. En mayo del año siguiente, lo detu- vieron al intentar ingresar al país por el puerto de Buenos Aires. La falta de pruebas en su contra le permitió recuperar la libertad. Al retornar a Córdoba exigió la renuncia del presidente Justo y ratificó la necesidad de la abstención. Pero en diciembre, un nuevo intento revolucionario en el que estaba involu- crado –abortado en Paso de los Libres y Santo Tomé- le costó un nuevo exilio en Uruguay.

3. Votos y revólveres: un mal matrimonio

¿Cómo construir simultáneamente un partido democrático y un partido de conspiradores? La aspiración democratizadora implicaba la puesta en práctica de nuevas reglas de juego en el interior del partido, principalmente el ejercicio del voto directo para la elección de autoridades y candidatos. El intento de construir una organización de conspiradores empeñada en promover levan- tamientos armados –cívico militares- implicaba por el contrario, el imperio del

“Estos últimos tres años constituyen una magna epopeya del radicalismo; sus cuadros dirigen- tes se organizan y jerarquizan, se recibe la adhesión espontánea de militares dignos y capaces (...) y la vieja abstención cívica, el arma tradicional del partido, jaquea al gobierno, que para enervar sus efectos, encarcela, confina y destierra sistemáticamente a los dirigentes del parti- do” (Cabezas, 1991: 231).

Como puede apreciarse, la abstención era concebida como un instrumento de combate –“el arma tradicional del partido”- contra el capitalismo autoritario, los intelectuales que estaban a su servicio –la experiencia gubernamental de Ibarguren había dejado su huella- y las bandas fascistas: el asesinato del diputado socialista cordobés, José Guevara, por el grupo paramilitar denominado Legión Cívica en 1933, había permitido constatar que su predisposición a la violencia no era mera- mente retórica. Pero la abstención, como el mismo Sabattini admitía, generó una mayor represión al partido radical y la “adhesión espontánea de militares dignos” que él exaltaba había sido impotente para desencadenar una “revolución radical”. Pese al balance positivo formulado por el líder de Villa María, era imposi- ble soslayar las consecuencias de los sucesivos fracasos y de la represión: el camino revolucionario estaba agotado y corría el riesgo de convertirse en sólo una expresión de deseos. Arturo Armella, presidente del comité de la juventud radical, al pronunciarse a favor del levantamiento de la abstención electoral, era claro al respecto: su fin era “una consecuencia del fracaso de cinco complots revolucionarios, despuntes de verdaderas revoluciones convertidos en conatos, una veces por obra del gobierno y otras por la intervención de factores no aten- didos”. Desde esta perspectiva, poner punto final a la abstención revolucionaria significaba sacar al partido del terreno de las declaraciones y colocarlo en el de los hechos^1. En el mismo sentido, Agustín Garzón Agulla –el más importante líder del sector moderado de la UCR- señalaba: “los partidos políticos no deben permanecer nunca en perpetua inactividad”^2. Ciertamente, a la fuerza de los factores endógenos al partido, debe añadirse la presión de los factores externos. Para los sabattinistas, la Iglesia Católica presio- naba a favor del fin de la abstención electoral del radicalismo; más aún, sostuvie- ron que en el Congreso Eucarístico se había señalado el peligro del crecimiento de las representaciones legislativas socialistas, circunstancia que habría influido sobre los dirigentes cordobeses Garzón Agulla, Carlos Rodríguez y Gregorio Martínez. Ciertamente, no eran impermeables a esas consideraciones. El propio Gregorio Martínez lo reconocía en forma elíptica. Adujo que la “normalización”, es decir, la concurrencia a las urnas, era reclamada “imperativamente” por “los banqueros, la industria, el comercio y los obreros en general”^3. Al comenzar enero de 1935, en vísperas de la celebración de la Convención Nacional de la UCR que debía tratar el tema, Amadeo Sabattini viajó a Buenos Aires con el fin de nuclear a las representaciones abstencionistas del interior

  1. Diario Córdoba, 3.01.1935.
  2. Ibid.
  3. Ibid.

del país. Junto con Adolfo Guemes y Ricardo Rojas formaron el “triunvirato abstencionista”. Sabattini llegó al extremo de intentar imponer mediante man- dato imperativo, el voto favorable al mantenimiento de la abstención. Más aún, “el mandato iba consignado en el propio texto del diploma que acreditaba su delegación”^4. Pero una parte de los delegados cordobeses hizo caso omiso a la disciplina partidaria y votó a favor de la vuelta a las urnas. De este modo, acom- pañaron el triunfo de los concurrencistas, quienes prácticamente duplicaron el número de votos obtenidos por los abstencionistas 5. Como consecuencia de la resolución adoptada, Sabattini renunció a la pre- sidencia del comité provincial. En el texto de su renuncia señalaba: “Al empe- ñarnos en la acción abstencionista, realizada en esta provincia y como garantía de la misma, había hecho formal promesa de alejarme de la dirección del par- tido, inmediatamente que fuera levantada la abstención. Quiero dejar expresa constancia que esta obligación que emana del cumplimiento de la palabra empeñada, no significa la más leve protesta en contra de las resoluciones san- cionadas por la última Convención Nacional, las que no sólo acato plenamente, sino que estoy dispuesta a servirlas por entero en las luchas políticas que se avecinan”^6. En rigor, la renuncia de Sabattini fue un gesto menos heroico del que sus apologistas suelen atribuirle. Una semana antes, agasajado con una “comida criolla” en una quinta cercana a la ciudad, alrededor de 150 dirigentes y mili- tantes radicales le habían solicitado que fuese el candidato a gobernador 7. En este aspecto cabe recordar que la carta orgánica provincial establecía en su artículo 60 –relativo a las incompatibilidades- que “no podrán ejercer cargos en los cuerpos directivos del partido los funcionarios o empleados públicos a excepción de los que ejerzan la docencia únicamente”^8. Era complementado por el art. 61 que consideraba incompatible ser miembro del comité central y, simultáneamente, legislador provincial. La fuerza de sus convicciones, pues, no estaban disociadas del cálculo político.

4. Lucha interna con nuevas reglas

En contraste con sus rivales conservadores -aglutinados en el Partido Demócrata Nacional- incapaces o desinteresados de avanzar hacia su demo- cratización organizativa interna, el radicalismo debía afrontar un triple desafío: poner en práctica el voto directo, redefinir el perfil organizativo –del perfil cons-

  1. Ibid.
  2. Los ocho convencionales cordobeses que se mantuvieron fieles a la postura de Sabattini, fueron: Juan Mas, Salvador Grenci, Mario Zinny, Filemón Gómez, Manuel Sáenz, Alfredo Torres, Ramón Serrezuela y Filemón Gómez.
  3. Diario Córdoba, 13.01.1935.
  4. Ibid. 7.01.1935.
  5. Unión Cívica Radical. Carta Orgánica. Programa. Reglamentos. Córdoba, Publicación de “La Peña” del Comité de la Capital, 1934, pp.26-27.

trado pre candidato a gobernador en 1931, Horacio Ahumada, y al influyente caudillo de la seccional 3ª Pedro Vivas. La propuesta del núcleo Irigoyen (cuyo uso del nombre del ex presidente era más instrumental que ideológico) consistía en forma un “frente único antisabatti- nista” mediante la constitución de una alianza con el sector orientado por Agustín Garzón Agulla^11. ¿Era viable la alianza entre rodriguismo y garzonismo? El primero reivindicaba a Yrigoyen, el segundo al antipersonalismo. Ambos, sin embargo, se ubicaban en la derecha del espectro político y compartían un objetivo común: frenar el liderazgo ascendente de Amadeo Sabattini. El sábado 16 de febrero de 1935, se iniciaron las negociaciones entre ambas fracciones en la casa que Garzón Agulla tenía en la calle Caseros. Ambas debían realizar concesiones. Rodríguez debe resignar su propias aspiraciones para apoyar a Garzón Agulla como candidato a gobernador. Este, a su vez, debía convencerse y convencer a sus partidarios de la necesidad de incluir a Rodríguez como candidato a vice- gobernador. Desde el propio comité nacional, el alvearismo sugería a sus pares cordobeses la necesidad de “buscar un vice liberal”^12. Al respecto, el garzonista Ernesto Peña razonaba: “No nos pueden obligar a que el Dr. Garzón Agulla lleve como vice al Dr. Rodríguez, y no podemos permitir que nuestro amigo sea senta- do sobre una barrica de dinamita rodeada por fósforos”^13. La metáfora de la dina- mita y de los fósforos era por demás elocuente. Finalmente, los 5 ases del antisa- battinismo -Carlos Rodríguez, Garzón Agulla, José Antonio Ceballos, Benito Soria y Gregorio Martínez- acordaron autodisolver sus propias fracciones internas para formar el Núcleo Pro Fusión. En la convención provincial antisabattinista realizada a fines de marzo de 1935 se propuso votar por aclamación “la fórmula de hierro”: Garzón Agulla gobernador – Carlos Rodríguez vicegobernador. Una estruendosa aclamación coronó la propuesta, pero una vez acallados los aplausos, Rodríguez ofreció su renuncia a la candidatura. Entonces, la asamblea de pie, insistió en sus aplausos hasta que la renuncia fue retirada^14. La maniobra de Rodríguez, puede entenderse como un uso –casi de manual- de la amenaza de dimisión como recurso del poder organizativo. Su legitimidad fue reforzada. Mientras la coalición antisabattinista experimentaba un proceso no exento de tensiones internas, el sabattinismo – que no tenía problemas de liderazgo por resolver- se presentaba como una opción más coherente y homogénea. El médico Gabriel Oddone, secretario del comité provincial, retrataba la situación interna partidaria: “Las líneas están definidas, de un lado los “ases” o generales del partido, y del otro, la masa radical (...) Aquellos, agrupados merced a las combinaciones o pactos transitorios, nosotros, luchando con nuestra orienta- ción claramente definida por el doctor Amadeo Sabattini”^15. La identificación del

  1. Diario Córdoba, 23.02.1935.
  2. Diario Córdoba, 28.03.1935.
  3. Ibid. 26.03.1935.
  4. Ibid. 3.03.1935, 10.03.1935, 31.03.1935.
  5. Diario Córdoba, 9.03.1935.

sabattinismo con lo más avanzado y renovador era explícito en su análisis: “(...) esta lucha se definirá en los grandes centros de población, que son, precisa- mente, los que en realidad sostienen la candidatura del Dr. Sabattini” 16. Los centros radicales pro candidatura de Amadeo Sabattini se multiplicaron. La personalización de la campaña fue uno de sus rasgos centrales. Así, por ejemplo, los jóvenes de barrio Firpo (seccional 8ª) al formar el centro de acción que llevaba su nombre, destacaban su “figura ilustre de radical sin tacha que ejercita e interpreta fielmente las prédicas del gran Maestro”, en obvia referencia a Yrigoyen^17. Para los diseñadores de la campaña sabattinista, se trataba de formar un bloque férreo en torno a su candidatura: “todo el esfuerzo debe tender a robustecer la personalidad del precandidato, excluyendo sistemáticamente la interferencia de cualquier otro fac- tor”^18. Se organizó el proselitismo reproduciendo el organigrama partidario: se formó una junta central de carácter provincial, juntas departamentales y juntas de circuito. La fracción sabattinista no sólo tenía un mayor grado de organización y homo- geneidad. También, había iniciado antes la campaña electoral interna. Mientras sus adversarios aún no habían definido sus candidatos, Sabattini ya hacía –a par- tir del 10 de marzo de 1935- giras proselitistas por el interior de la provincia^19. El 4 de julio, en el acto de cierre de la campaña interna celebrado en el teatro La Comedia, Sabattini, su discurso puso de manifiesto que las diferencias eran también de orden ideológico. Su esfuerzo por asociar la ciudadanía política con la ciudadanía social revelaba una visión de la democracia más sofisticada y compleja que la de sus adversarios: “Aspiramos a una democracia integral, fundamentada en la libertad política, y que necesariamente debe ser completa- da con la liberación económica de las masas desheredadas, y la emancipación cultural de las multitudes argentinas, sumidas maliciosamente en la ignorancia por aquellos que las prefieren así, para acallar todas sus rebeldías y sus más justicieras exigencias”. La elección del método para realizar el cambio social se asociaba a una advertencia: “Vamos a realizar esta obra por la ruta del orden y de la paz social, mediante el imperio de la ley y la vigencia de las instituciones democráticas; pero si la libertad política es negada, si el comicio es clausurado o bastardeado (...) estamos listos a emprender nuevamente el camino de la rebelión y de las armas”. Advirtió, asimismo, la necesidad de “eliminar las mili- cias armadas que atentan y menoscaban la soberanía misma de la nación” en clara referencia a bandas fascistas y/o nacionalistas de sesgo paramilitar 20. Por cierto, no estuvieron ausentes en su discurso tres temas que los sec- tores moderados de la UCR y las élites cordobesas intentaban desplazar de la agenda partidaria. Uno era de orden económico y aludía a la necesidad de eliminar el latifundio en beneficio de “la multitud desheredada”; otro era

  1. Ibid.
  2. Ibid. 7.03.1935.
  3. Ibid. 27.03.1935.
  4. Ibid. 11.03.1935.
  5. Los Principios, 5.07.1935.

Los indicadores de la participación electoral fueron altos. En la ciudad de Córdoba votó el 63,02% de los afiliados, mientras que en el total provincial sufragó el 52,56%. Pero la evaluación del acto comicial tuvo ecos disímiles en la prensa. Mientras La Voz del Interior lo exaltaba como un hecho histórico dado que “por primera vez en la larga y gloriosa trayectoria” de la UCR se ejercía el voto directo para designar a los candidatos, y cabía “al radicalismo de Córdoba el honor de este primer ensayo”, al que elogiaba como “un gran espectáculo de civismo y la más cabal expresión de su arraigo popular”^24 ; el diario católico Los Principios tendía a desacreditarlo. Desde su punto de vista, con la aplica- ción del voto directo, “antes eran los candidatos los que surgían de cabildeos de dirigentes y caudillos, ahora son los precandidatos los que surgen de ese modo”; esta critica enlazaba con una visión que ponía en duda las virtudes del régimen democrático en Argentina: “El sufragio universal, tal como esta estable- cido, es una verdadera aberración democrática. Tan grande que traduce por lo general, lo contrario: triunfa la voluntad de la minoría. Y se decreta el mal para la mayoría. La organización democrática requiere otras instituciones, que traduz- can el verdadero anhelo nacional, llevando al poder a hombres representativos y capacitados”^25. Por cierto, en esta nota editorial quedaba pendiente como un acertijo, la identificación de las instituciones a través de las cuales podrían alcanzar el poder los hombres capaces.

4.1. Significado político de los resultados de la elección interna

Los comicios del 7 de julio de 1935 pusieron de manifiesto la viabilidad del voto directo como mecanismo de atribución de la soberanía interna, y su efi- cacia como instrumento de legitimación de los equipos dirigentes. Dado que la fórmula incluía también la representación de las minorías, su reconocimiento con un espacio propio en las listas de candidatos, suponía poner límites al lide- razgo carismático y las tentaciones hegemónicas^26. La coincidencia en torno a estas reglas, permite explicar la pronta autodisolución de todos los organismos construidos por las fracciones sabattinista y antisabattinista. En su documento póstumo del 13 de julio, la fracción antisabatttinista –el Núcleo Pro Fusión- justificaba su autodisolución en estos términos: “Un ele- mental concepto de disciplina partidaria, y uno muy superior de orden demo- crático, obligan a todos los afiliados a la Unión Cívica Radical a acatar el vere- dicto de las urnas, y más aún, a hacer suyos con decisión, entusiasmo y celo patriótico, los candidatos que merecieron la mayoría de los sufragios” 27. Cabe

  1. Diario La Voz del Interior, 7.07.1935.
  2. Editorial del diario Los Principios, 7.07.1935.
  3. En el caso de las candidaturas a diputados nacionales, fueron electos dos garzonistas (Grego- rio Martínez y Benito Soria) y cuatro sabattinistas (Américo Aguilera, Eloy Illanes, Néstor Pizarro y Teobaldo Zavala Ortiz).
  4. Ibid. 14.07.1935.

añadir que el propio Garzón Agulla había reconocido su derrota el mismo día de la elección, aún antes de conocerse los resultados definitivos 28. No se trataba de datos menores. Ponían al desnudo el interés compartido por construir un partido democrático dotado de un alto nivel de institucionaliza- ción. Ese interés se correlacionaba con un universo ideológico democratizador, pero también con la necesidad de ganar eficacia en la competencia electoral, marcando un vivo contraste con el Partido Demócrata. A diferencia de Sabattini, Aguirre Cámara, lider del sector renovador del conservador Partido Demócrata Nacional de Córdoba, construyó su candidatura pactando con los viejos caudi- llos, es decir, renunciando a innovar en las prácticas internas. Para el sabattinismo, el voto directo era un arma para renovar a la UCR. Pero los comicios internos tuvieron además un significado adicional. Su triunfo sobre el sector tradicional –a contragusto de las predilecciones del presidente del partido en el orden nacional, Marcelo T. de Alvear- lo situaban como incipiente alterna- tiva en el interior del partido. En su sentido político más práctico e inmediato, la experiencia cordobesa de voto directo, significaba un doble contrapunto: frente a Alvear en el plano nacional y al Partido Demócrata en el orden provincial.

5. Camino a la Casa de Gobierno

El inicio de las campañas electorales de radicales y demócratas estuvo marcado por un alto grado de confrontación y desconfianza mutua. El 18 de julio fue detenido mientras caminaba por la céntrica calle San Martín, el can- didato a diputado sabattinista más votado en la ciudad de Córdoba, Américo Aguilera: un discurso suyo en la campaña electoral interna había desembocado en un proceso por “desacato” al presidente Justo^29. El propio Marcelo T. de Alvear se solidarizó públicamente con Aguilera, mientras que Amadeo Sabattini sostuvo que su detención obedecía a un “plan preconcebido” para “acallar a los oradores radicales”^30. El eco de solidaridades se extendió a la Federación Universitaria de Córdoba (FUC), cuyo repudio se extendió también a situaciones análogas que “por la ideología de los detenidos permanecen ocultos a la opi- nión pública”, en una clara referencia a la represión sobre los militantes comu- nistas^31. Como contrapartida, la junta de propaganda del Partido Demócrata, aludió en un ambiguo comunicado a los “excesos verbales” y el “libertinaje oratorio” de sus adversarios radicales^32.

  1. A las doce de la noche del 7 de julio, felicitó a sus adversarios y añadió: “Los que tenemos de verdad, amor a la democracia, no podemos sentir la más insignificante molestia, si la opinión de la mayoría no nos favorece. En todos los casos, ella merece nuestro respeto”. La Voz del Interior, 8.07.1935.
  2. Antonio de la Rúa intervino como abogado defensor. La Voz del Interior, 19.07.1935 y 20.07.1935.
  3. Ibid. 21.07.1935.
  4. Ibid.
  5. Ibid. 22.07.1935.

Sabattini aclaró que no era el momento oportuno^40. Como puede apreciarse, el principismo no estaba reñido con cierto pragmatismo electoral. Sin embargo, para la Iglesia Católica no había dudas en cuanto a la definición del adversario: en algunas casas de patricias familias católicas se celebraron “novenas” con la esperanza de impedir el triunfo electoral de Amadeo Sabattini^41. La actividad proselitista fue febril. A efectos de la campaña electoral, se crearon cuatro comisiones o juntas: electoral central (que incluía a los can- didatos a gobernador y vice), prensa, propaganda y publicidad, y hacienda. Curiosamente, en esta última sus principales integrantes provenían del sector moderado del partido^42. La multiplicación de agrupaciones y centros de abo- gados radicales, ingenieros radicales, contadores públicos radicales y consul- torios de asistencia médica del partido, etc. reflejaban tanto la intensidad de la campaña como la vitalidad de su inserción en la sociedad 43. Mientras Sabattini recorría toda la provincia con el lema “agua para el norte, caminos para el sur y escuelas para toda la provincia”, cierto aspecto plebeyo de su campaña –es decir, ajeno a los modales de la “aristocracia de toga”- se constataba en ciertos respaldos, como el del centro radical de obreros tranviarios, o, en la más folcló- rica intervención como oradora de una mujer de costumbres ligeras, conocida como “Margot”, en Cruz del Eje^44. El 19 de octubre, Marcelo T. de Alvear, en su condición de presidente del Comité Nacional, arribó a Córdoba para participar en el acto de cierre de la campaña electoral. El recibimiento fue apoteósico. De acuerdo a las crónicas y fotografías de la época, la gente se agolpaba a lo largo de las avenidas Argentina (hoy Hipólito Yrigoyen), Chacabuco y Lugones, invadiendo parte del Parque Sarmiento. El auto en el que viajaban Alvear, Sabattini y Gallardo fue el centro de todas las miradas, al tiempo que se coreaban y repetían las consig- nas, “Pasaremos”, “Democracia Si, Dictadura No” y “Sa-ba-ttini”. Se destacaba un afiche en el que figuraba un as de espadas de un naipe cuya cabeza era la del candidato a gobernador, que tenía como leyenda: “El as de triunfo” 45.

  1. Ibid. También, La Voz del Interior, 25.08.1935.
  2. Entrevista del autor con Ileana Sabattini, (Córdoba, 29.06.1996).
  3. Era integrada por Agustín Garzón Agulla, Benito Soria, Henoch Aguiar, los ingenieros Guillermo Fuchs y Adolfo Suárez, y don Tristán Paz Casas. Ibid. 2.08.1935. Al parecer, Sabattini contó también con el apoyo económico del escritor y millonario, Raúl Barón Biza, quien ese mismo año se casó con su hija Clotilde.
  4. La Voz del Interior, 31.08.1935; El País, 10.09.1935; Los Principios, 9.10.1935.
  5. Por cierto, muchos radicales presuntuosos de su pureza moral, lo consideraron un “episodio vergonzoso”. El País, 26.09.1935.
  6. Una buena postal de esos momentos es ofrecida por el diario clerical Los Principios, insospe- chado de filo-radicalismo. Desde las 15 hrs. se inició la concentración en la Av. Argentina, “debien- do los madrugadores soportar los rigores del calor que (...) se hizo sentir en toda su plenitud prima- veral, no siendo pocos los que llegaron hasta el parque a buscar un fresco refugio para la espera”; al paso de coche en que viajaban Alvear y los candidatos, “la gente que se había apostado a lo largo de la avenida Argentina rompió la doble fila que se había organizado y desobedeciendo todas las consignas, llegó hasta el coche del jefe del radicalismo”. Los Principios, 20.10.1935.

En su discurso, Alvear advirtió que la violencia y los atentados amparados por los conservadores podían “hacer perder al pueblo argentino la fe en el comicio”, y destacó las virtudes del radicalismo de Córdoba, que “después de una lucha interna democrática e intensa”, exhibía una “unidad indestructible” en aras del triunfo de Sabattini y Gallardo, “quienes pese a su juventud, repre- sentan ya una tradición de civismo” por sus “largos servicios prestados a la causa popular”. Como contraste, fustigó duramente al PDNC: “Del otro lado, están esos titulados demócratas nacionales, solidarios, sin embargo, con los conservadores de la provincia de Buenos Aires (...) cuyos representantes en el Congreso Nacional, con inconciencia inconcebible, han votado en serie leyes liberticidas que afrentan la soberanía de la nación y avasallan la autonomía de una gran provincia”^46. Este último recordatorio aludía al apoyo cómplice prestado por los cordobeses a la intervención a Santa Fe, gobernada por los demócrata progresistas desde 1932 (Piazzesi,1997: 105) 47. El discurso de Sabattini fue aún más contundente. Sostuvo que “la libertad civil y política está vulnerada y virtualmente pronta a desparecer”, y que “la libertad electoral es apenas un simulacro”. Cito como ejemplos, la modificación de la ley electoral en Buenos Aires y la intervención a Santa Fe, a la que definió como un “atropello sin precedentes”. En ese marco, contrapuso al radicalismo –“único partido nacional de la República- con los conglomerados conservado- res que habían entregado el país al “predominio creciente de los imperialismos extranjeros”. El eje nacionalista se asociaba al de la defensa de los trabajado- res, sometidos a “una creciente servidumbre y explotación económica”^48. Las aguas pre-electorales parecían más turbulentas que las de los ríos cor- dobeses. La UCR denunció el secuestro de libretas de afiliados radicales en las secciones 1º,2ª, 4ª, 5ª,6ª,8ª,9ª, 10 y 11. Se sostenía que “la actuación de las policías va siendo más densa, tanto en la ciudad como en la campaña”, y se aclaraba que “el procedimiento más común empleado por la policía consiste en detener a los ciudadanos bajo cualquier pretexto y una vez encarcelado, exigir- les a cambio de su libertad, la entrega del documento cívico”^49. Estas prácticas, contradecían las garantías ofrecidas, en reiteradas oportunidades, por el gober- nador Pedro J. Frías y el jefe de policía, M. Villada Achaval. Las arbitrariedades parecen haber sido mayores en el interior de la provincia, dado que “la caza de libretas” fue acompañada de hechos de violencia, como la clausura del comité

  1. Discurso de Alvear. Ibid.
  2. De acuerdo con Susana Piazzesi, “con la intervención justista se clausura una experiencia gu- bernamental cifrada en el intento de consolidar la armonía entre liberalismo y democracia como meseta de la relación Estado- sociedad”.
  3. Discurso de Sabattini. Los Principios 20.10.1935. El discurso del candidato a vicegobernador, Alejandro Gallardo, sintonizaba perfectamente con el de Sabattini. Denunció que el Estado protege al monopolio y al capital extranjero contra la libre competencia. Y añadió: “Que sean nuestras, como la bandera y el himno, las tierras fiscales, las fuentes milenarias del subsuelo, las caídas de agua, la energía eléctrica, el trabajo industrializado, la colonia y la fábrica, la estancia y el frigorífico”. Ibid.
  4. Ibid. 22 y 23.10.1935.

“Luchar contra el monstruoso proceso a Navarro es luchar contra el terror legal de un gobierno impopular y tambaleante que, para mantenerse, da carta blanca a las bandas legionarias y asesinas, y responde con la inquisición y el carcelazo a las justas demandas de los oprimidos.// Ganar esta lucha, es salvar de la ilegalidad a las organizaciones obreras y estudiantiles, es para un nuevo golpe de la reacción, es clavar firme un jalón en el camino de las reivindicaciones populares. Los que firmamos, estudiantes, periodistas e intelectuales de Córdoba, dirigimos un fervoroso y urgente llamado a los obreros, estudiantes, periodistas, intelectuales, para apretar filas y ganar esta batalla contra la reacción” 53.

Ciertamente, la presencia de una cultura de izquierda que superaba los límites de los partidos y que tenía como común denominador la gesta de 1918, comenzaba a hacerse sentir en el escenario político. En marzo de 1935, figuras provenientes de distintas extracciones como Gregorio Bermann –emi- nente psiquiatra, poco después voluntario en las filas republicanas durante la guerra civil española-, Arturo Orgaz, Raúl Orgaz, Ceferino Garzón Maceda y Juan Zanetti, formaron el Centro de Estudios Sociales 54. En julio, Deodoro Roca, Enrique Barros, Bermann y Garzón Maceda formaron el “Comité Pro Paz de América” a efectos de impulsar un “frente democrático nacional” con “todas las fuerzas populares, organizadas o no en partidos políticos”. Los intelectuales aclaraban: “ampliamos el horizonte de nuestra acción y lo enca- minamos hacia la senda política” 55. El compromiso de la cultura con la política no podía ser más explícito. También, el carácter supra-partidario de la lucha antifascista. Ese mismo mes, el PC celebró su convención provincial, poniendo en marcha su política de acercamiento a la UCR 56. En octubre, llamó a votar la fórmula gubernamental Sabattini-Gallardo, a los socialistas para legisladores y “al compañero José Manzanelli como concejal en la lista comunista municipal”. Ciertamente, la posición de los comunistas cordobeses estaba en sintonía con la nueva orientación legitimada en el VII Congreso de la Komintern: la cons- trucción de frentes populares. Pero obedecía también a factores específicos derivados de las peculiaridades del radicalismo sabattinista de Córdoba. Un documento del PC explicaba:

“Frente a la candidatura reaccionaria de los “lomos negros”, solo la candidatura de la UCR tiene posibilidades de triunfo. No desconocemos los antecedentes de la UCR y el carác- ter de clase de sus dirigentes. Pero sabemos que las masas populares que acompañan al radicalismo, son consecuentemente democráticas, antifascistas y antiimperialistas.// Conocemos las declaraciones de Sabattini de que, desde el gobierno, perseguirá a las legiones, dará libertad al movimiento obrero y al Partido Comunista, combatirá al imperia- lismo y el latifundio” 57.

  1. Ibid. 3.03.1935.
  2. Ibid. 26.03.1935.
  3. Diario La Voz del Interior, 30.07.1935.
  4. La convención provincial del PC se celebró en la sede de la Sociedad Francesa, en calle La Rioja
  5. Ibid. 28.07.1935.
  6. Diario Los Principios, 27.10.1935.

El documento se esmeraba, además, en diferenciar las ideas de Sabattini, de “las declaraciones ampulosas y vagas de Alvear”. Estas motivaciones eran reforzadas por razones pragmáticas:”ante la imposibilidad del triunfo de nues- tra candidatura, ni de la socialista, en las próximas elecciones apoyaremos a Sabattini”^58. Paradójicamente, la consecuencia más inmediata de la postura electoral del PC, fue el aumento de la represión: la jefatura de policía (enca- bezada por el clerical M. Villada Achaval) prohibió todos sus actos públicos 59. El diario Los Principios, criticó con dureza el acuerdo radical comunista, y un sector minúsculo de la UCR se escindió para formar un nuevo partido –deno- minado UCR de Córdoba- liderado por Luis J. Ossés^60.

6. La campaña conservadora

Su condición de partido de gobierno, marcó de modo indisimulable la campa- ña electoral del PDNC: su candidato a gobernador había sido hasta hace poco el ministro de hacienda provincial, y parte importante de sus candidatos eran legisla- dores que se presentaban a la re-elección^61. El propio presidente del partido, José Heriberto Martínez, era senador nacional. De hecho gran parte de la campaña reca- yó sobre los hombros de los legisladores provinciales y nacionales del PDNC^62. Un segundo rasgo, íntimamente vinculado a la relación partido-gobierno- Estado, se relacionaba con el uso clientelar de los recursos institucionales. Buena muestra de ello fue el terrorífico panfleto distribuido por los demócratas en las ofici- nas públicas de la provincia. Conviene a mi argumentación reproducir un extracto:

“Al empleado público, para que lo lea y proceda en consecuencia, desde el Jefe de Policía hasta el agente, el ordenanza y el peón. No olvide que el triunfo del Partido Demócrata asegura su estabilidad en el puesto que desempeña. Que contribuir a ese triunfo es ASEGURAR EL PAN para Ud. Su esposa, sus hijos, sus padres. No sea ingenuo. No crea que con mantenerse equidistante sin desarrollar acción a favor del partido, tiene alguna posibilidad de SEGUIR en su cargo en caso de TRIUNFAR EL RADICALISMO. No olvide que hay cien candidatos para reemplazarlo (...)// Dedique UNA HORA diaria para atraer algún voto para el partido; en esa forma prepara su propia defensa, asegura su PAN” 63.

Como puede apreciarse, la imbricación del PDNC con el Estado y el uso de incentivos selectivos de tipo clientelar para estimular – y casi coaccio-

  1. Ibid.
  2. Ibid.
  3. Ibid. 2 y 8.08.1935; 30 y 31.10.1935; 3 y 25.09.1935. Osses denunció que Yrigoyen estaba sien- do reemplazado por Lenin y que la UCR no podía hablar –como los marxistas- de clases oprimidas y clases opresoras porque eso significaba ignorar “el amplio y luminoso horizonte de la patria”.
  4. Electos en noviembre de 1931, se presentaban a la re-elección los siguientes diputados provin- ciales del PDNC: Octavio Capdevila, Clodomiro Carranza, Pedro Echarte, Salvador Moyano Escale- ra, E. Vázquez Cuestas y Emilio Villoz. Diario La Nación, 1.11.1935.
  5. Los Principios, 3.08.1935 y 12.08.1935.
  6. La Voz del Interior, 13.07.1935. Las mayúsculas están en el original. Este periódico lo reprodujo en facsímil y lo tildo de ser “un documento fascista, fruto de la pluma del candidato a gobernador”.