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Trata de la transferencia de Freud
Tipo: Monografías, Ensayos
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IV. La transferencia
"Toda libido como toda resistencia contra ella es concentrada en la única relación con el médico... * Evitándose una nueva represión elimina el enajenamiento entre yo y libido y se restablece la unidad *** El texto alemán expresa aun con mayor claridad que es el médico quien debe llevar a la libido a concentrarse en la relación con él.** psicológica de la persona..." (las bastardillas son mías). He citado un tanto extensamente estas palabras, que reproducen la idea básica de Freud sobre el mecanismo de curación y que datan del año 1916, porque no raras veces se oye la opinión de que sólo más tarde se ha dado al análisis de la neurosis de transferencia la importancia que tiene. Parece que en la práctica fue efectivamente así, que sólo poco a poco se ha llevado a la realización aquella idea básica de Freud, pero he querido dejar constancia una vez más de que quienes hoy día centran todo el análisis en la transferencia, realizan lo que Freud ya en aquel tiempo había descripto como el curso "idear' del tratamiento . Nuevamente pienso que no hay analista que no suscriba aquellas palabras (exceptuando el hecho de que muchos — siguiendo la evolución de las ideas del mismo Freud— propondrían en lugar de "libido" el término "instintos", y posiblemente todos sustituirían la "represión" por el término "mecanismos de defensa"). Sin embargo, existen diferencias importantes en la aplicación de aquel principio básico, que dependen también aquí de los cuatro factores antes mencionados (Cap. I), y en especial del diferente "punto de fijación" de los distintos analistas (o de las distintas "tendencias") en una u otra de las etapas evolutivas del psicoanálisis. *** "Cuanto más coincidan los acontecimientos del tratamiento con esta descripción ideal —dice Freud después de las palabras ya citadas— tanto mayor será el éxito de la terapia psicoanalítica."*
Lo que Freud señala aquí, es, a mi juicio, la tendencia a repetir inconscientemente ciertos impulsos "en lugar" de hacerlos conscientes. Pero esto no significa que haya una oposición entre hacer consciente un impulso reprimido en la transferencia y hacerlo como recuerdo infantil (con tal de que tanto uno como otro sea vivenciado, es decir que se trate de un verdadero hacer consciente). Más aún, Freud subraya que muchas veces este hacer consciente no puede realizarse a través de los recuerdos infantiles sino sólo a través de la transferencia, siendo esta última forma de hacer consciente equivalente a la otra. Pero parece —y es éste el malentendido al que aludí— que a veces la transferencia en si fuera interpretada como resistencia, en lugar de como resistencia —tal cual lo señaló Freud— sólo lo que de ella penetró en la conciencia. En otras palabras: para Freud se oponían "resistencia" y "hacer consciente lo inconsciente", señalando él como resistencia las ideas transferenciales superficiales, conscientes. Lo otro, opuesto, era el impulso inconsciente, independiente de si éste se refería al analista o al objeto infantil original, ya que, dada "la ausencia de tiempo en el inconsciente" 20 , el analista y el padre (o la madre) son —para el inconsciente— una y la misma persona. Pero creo —como he dicho— que esto no siempre fue interpretado de esta manera, y de ahí, en parte que surgieran dos tendencias técnicas divergentes: una que enfatizaba el recuerdo infantil propiamente dicho (ya que la transferencia en sí fue considerada como resistencia) y otra que enfatizaba la revivencia y conscienciación en la transferencia. En 1920, en "Más allá del principio del placer" aclara Freud lo que en aquel primer trabajo tal vez había quedado aún algo oscuro, señalando que la transferencia es lo resistido y estableciendo la siguiente regla: El médico se pone del lado del ello y de su tendencia a la repetición y lucha contra las resistencias del yo que se opone a la repetición^80_._ Permítaseme ejemplificar los dos aspectos de la transferencia en cuestión. Si un analizado llega en el tratamiento a sus sentimientos femeninos, muy rechazados,
frente al analista-padre, y se defiende con el odio, lo proyecta y surgen desconfianza e ideas paranoicas frente al analista- padre, estas últimas son la resistencia (la "resistencia de transferencia"), y los sentimientos femeninos son lo resistido. Lo que —según las palabras de Freud— "la cura hubiera deseado", habría sido que el analizado recordase sus sentimientos femeninos hacia el padre y no los repitiese con el analista. Pero no es esta repetición lo que es "resistencia" sino que estos impulsos (femeninos) repetidos son expresión del ello resistido. La resistencia (la "resistencia de transferencia") reside en la desconfianza paranoica que es efectivamente "aquella parte del complejo patógeno que penetró en la conciencia" y esto "porque sirve de resistencia". Tengo la impresión —como ya he mencionado— de que estos dos aspectos de la dinámica de la transferencia, enfatizados por Freud en dos etapas distintas, determinan una parte importante de la diferencia entre las diversas técnicas con respecto al análisis de la transferencia. Para un grupo de analistas, la transferencia es, predominantemente, resistencia. Lo esencial del proceso analítico está en "recordar" la infancia reprimida propiamente dicha, en "llenar las lagunas mnémicas", y la transferencia es —según la palabra de Freud—- un instrumento para ello. El peligro de errar está aquí en que el pasado y el presente analítico no sean vistos suficientemente en su identidad . *** Dejo aquí de lado otros "peligros" que este enfoque implica y que han sido ya señalados repetidas veces. Me refiero en especial al peligro de que el recordar encubra el revivir (que los recuerdos sirvan de defensa frente a los conflictos actuales con el analista) y el peligro de que se disocie el pasado y el presente, por ejemplo en los padres (pasados) "malos" y en el analista (presente) "bueno", es decir, que los recuerdos sirvan de vehículo para repetir antiguas disociaciones (siendo éstas a veces aun apoyadas inconscientemente por el analista). Para* otro grupo de analistas, lo esencial en el proceso analítico está en la transferencia misma, o sea en la revivencia, debiendo simultáneamente "impedirse una nueva represión" 28. Extremando algo los términos, puede decirse que para estos analistas la transferencia no es un
aún a dos puntos que quizá no hayan quedado suficientemente aclarados. Al hacerlo no podré evitar algunas repeticiones. a) AI hablar de los dos enfoques técnicos, me referí a dos peligros de errar distintos. En el primer enfoque se trataba del peligro de que el pasado y el presente analíticos no sean vistos suficientemente en su identidad. Me refiero con esto a la errónea idea con la que a veces nos encontramos, de que lo más rechazado sea el recuerdo del pasado (en un sentido histórico), siendo, en realidad, idénticos el pasado y el presente rechazados. El término "recordar" de Freud es aquí —repito— equivalente al "hacer consciente". Por ejemplo, si una analizada desea tener relaciones sexuales con el analista, ella repite este deseo no "para no recordar" su deseo sexual hacia el padre (ya que esto es lo mismo) sino que lo repite en lugar de "recordar", por ejemplo, ciertos aspectos de su situación de "tercera excluida". El deseo sexual "ha penetrado en su conciencia porque sirve de resistencia"; lo resistido puede ser la vivencia de escena primaria con las angustias paranoides y depresivas inherentes. El "enamoramiento" aparece, pues, a veces efectivamente como "resistencia", pero no contra el recuerdo de algo "pasado" sino contra algo que nunca ha llegado a ser "pasado", o sea contra la conscienciación y vivencia "de una parte dolorosa y gravemente reprimida"^28 de la personalidad psicológica y de la vida, que existía y existe en igual forma en el pasado y en el presente. Ilustrando las transferencias que son movilizadas por ser aptas para servir de resistencia, Freud cita los casos que empiezan su tratamiento diciendo que no se les ocurre nada, por ejemplo "mujeres que según el contenido de la historia de su vida están preparadas a una agresión sexual" u "hombres con una homosexualidad excesiva reprimida..." 23. Pienso que el proceso dinámico inherente podría ser, en el caso de la mujer, que —por ejemplo— los deseos edípicos transferenciales fueran rechazados a través de la idea: "no soy yo quien tiene estos deseos sino que es el padre-analista quien quiere violarme". Y en el caso del hombre, por ejemplo: "yo no soy hombre-rival del padre-analista, sino que soy una mujer y deseo el pene del analista". Es decir, las fantasías transferenciales que se prestan a la resistencia son
movilizadas contra las fantasías transferenciales rechazadas (temidas). La transferencia es, pues, resistencia y lo resistido. El otro peligro de errar —en el otro enfoque técnico— era, a mi juicio, el de pasar por alto el carácter resistencial de determinadas situaciones transferenciales, Es sabido, por ejemplo, que la analizada transfiere a veces sobre su analista-hombre la imago materna para defenderse de la transferencia paterna o viceversa; o que ve en el analista un hombre viejo (aunque lo sea) para defenderse de la imago paterna joven y atrayente; o que el analizado ve en su ana- lista-mujer la madre-bruja para defenderse de sus impulsos edípicos hacia ella, etc. Es sabido todo esto y sin embargo, la observación sugiere insistir aún en ello. Llama también la atención cómo —en los últimos tiempos y especialmente en los trabajos de algunos grupos analíticos— el concepto de la transferencia como resistencia y el correspondiente término "resistencia de transferencia" se han vuelto más y más raros. Este hecho tiene cierta similitud y también parentesco interno con un fenómeno que puede observarse (aunque con menor intensidad) en otro campo sumamente importante de la investigación analítica: los sueños. Permítaseme aquí una breve digresión que se justificará por el hecho de que la analogía con el sueño nos ayudará en la elaboración del problema que estamos tratando. Además, señala un punto importante en la técnica interpretativa de los sueños. Me refiero a que, a veces, puede observarse cierta tendencia —y esto a pesar de todas las advertencias de Freud— a contentarse con la interpretación del conflicto contenido (en forma desfigurada) en el sueño manifiesto y a despreocuparse de la dinámica profunda del sueño, es decir, del origen del conflicto manifiesto en un conflicto latente. Tomemos, para aclararlo, el siguiente ejem- plo. Un analizado sueña que entra en una gran librería. Ve allí con sorpresa a su mujer y detrás de ella a un hombre que la abraza por atrás, tomándole los pechos. El analizado siente intensos celos. La interpretación del conflicto contenido (en forma desfigurada) en el sueño manifiesto es la siguiente*: la gran librería es el consultorio del analista, representando los muchos libros la supuesta riqueza en conocimientos del analista. La mujer representa
b) Las diferencias técnicas señaladas se apoyan, creo, en ciertas dudas de Freud mismo, que se expresan en algunas oscilaciones en sus afirmaciones o consejos prácticos. Dice, por ejemplo, por un lado: "La labor terapéutica se divide, pues, en dos fases: en la primera toda la libido es empujada de los síntomas hacia la transferencia y es concentrada en ésta; en la segunda es realizada la lucha por este nuevo objeto y la libido es liberada de él" 2S. Y por otro lado dice: "El médico se ha esforzado en limitar lo más posible el alcance de la neurosis de transferencia, en concentrar el máximo posible en el recuerdo y en admitir el mínimo posible a la repetición" ™ (las bastardillas son mías). Estas oscilaciones tienen posiblemente, en parte, raíces emocionales, sea que Freud deseaba ahorrar al paciente la plena intensidad y violencia de la repetición de la infancia, o sea que un rechazo inconsciente de una intensa carga contratransferencial (la que constituye una respuesta inevitable a una intensa vivencia transferencial) lo haya llevado a la tendencia de limitar la neurosis de transferencia . Además, debemos tener presente la oposición del mundo externo a las transferencias analíticas. Esta oposición tenía que aumentar el sentimiento de culpa edípico de Freud al reproducir "el crimen edípico", especialmente de sus pacientes femeninos, en la transferencia. Podemos, pues, suponer que al no interferir estos factores emocionales y ambientales, la posición de Freud en favor de la centralización del análisis en la neurosis de transferencia (en el "aquí y ahora") se habría expresado en forma aun más inequívoca. *** Compárense las siguientes palabras en "Más allá del principio del placer": "El paciente está forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en lugar de recordarlo como parte del pasado,* como preferiría el médico" Luego habla de "esta reproducción" como aparece con indeseada fidelidad y continúa diciendo: "Por lo general el médico no puede ahorrarle al analizado esta fase del tratamiento.. (las bastardillas son mías)^30. En conexión con esto debe señalarse nuevamente que, en último análisis, también todo "recordar" representa al mismo tiempo una determinada relación transferencial y todo rechazo del recordar representa el rechazo de una
determinada relación transferencial. Tomemos, por ejemplo, el caso de un analizado que recuerda su tendencia a robar las mujeres de otros hombres, o recuerda su masturbación infantil que tiene un contenido análogo. En ambos casos es, en su fantasía latente, al padre-analista a quien ha robado en esta forma, o a quien nuevamente quiere robar. En lugar de admitir esto en su conciencia, fantasea luego conscientemente que el analista quiere sacarle su dinero. Esto es la "resistencia de transferencia" contra aquel "recordar" (es decir, contra la conscienciación del robo desea- do o cometido contra el padre-analista), siendo claramente este "recordar" la otra situación transfe-rencial (la rechazada).
La transferencia es una realidad constante que empieza aun antes de la primera entrevista, es compleja y en parte neurótica desde el primer día. Por lo que algunos grupos de analistas analizan la "neurosis de transferencia" desde el comienzo del tratamiento y con plena continuidad. En grado creciente nos hemos dado cuenta también de que el analizado actúa asociando lj^24 » 57t^65 » 75 , por lo que —para comprender la transferencia— nos interesa siempre más, no sólo lo que dice el analizado, por qué lo dice y cómo lo dice, sino también cuándo y para qué lo dice. He citado antes a una analizada que traía mucho material, "sin interrupción" ("daba mucho" y no quería recibir nada de la analista), para demostrar de esta manera que ella no había robado ni había venido para robar (Cap. II, 2). Esto era el significado inconsciente de lo que hacía asociando, mientras que el contenido inconsciente de sus asociaciones se refería en gran parte a los robos cometidos. Estas eran sus "viejas fantasías" que volvieron a aparecer en la transferencia, siendo usadas para expresar —por medio de la acción: el dar mucho— su "nueva fantasía" transferencial que consistía, ante todo, en no volver a ser ladrona^65. Se ha llegado así a diferenciar en la "transferencia total" diversos aspectos, como por ejemplo los recién citados, o lo que en ella proviene del pasado, de lo actual y lo que es dirigido hacia el futuro^70. Hemos progresado también, creo, en nuestra comprensión con respecto al movimiento mental o la secuencia del material asociativo (además de su contenido inconsciente) y su relación con la transferencia. En la misma línea está el aumento de nuestra atención a los roles que el analizado desea sean aceptados y realizadas por parte del analista, según las imagos que éste representa para el analizado según sus asociaciones latentes y comunicadas, y según las angustias, las necesidades de defensa y los deseos que estas imagos provocan en él. La enseñanza de Freud de que el proceso de curación consiste esencialmente en una transformación de la relación instintiva y afectiva del analizado con el analista ha sido asimilada en grado creciente y las interpretaciones son dirigidas cada vez más a los conflictos transferenciales. Creo que esto es cierto, en términos generales, para todos los analistas, aunque con variantes, según el grupo y el
individuo de que se trate. Siempre aceptamos más que, en el inconsciente, el analista es el centro de todo el amor y odio, angustia y defensa del analizado, y llegamos así a la conclusión de que todas las dificultades del analizado, todos sus sufrimientos y angustias, tienen su base, durante el tratamiento, en la transferencia *. Esto es cierto aun donde el analizado, en sus pensamientos conscientes y sus comunicaciones, nos deja de lado; en tal caso le señalamos este rechazo, sus motivos y mecanismos, hasta que el analizado tome nuevamente contacto con el analista, es decir consigo mismo, con la fuente de su vida, su libido y lo que va unido a ésta, sus objetos primarios.
con una mujer. La situación latente de este sueño era la situación transferencial actual, en la que el analizado estaba angustiado ante sus fantasías homosexuales hacia el analista. Había puesto en el analista su propia parte masculina (en un aspecto se la había cedido, renunciando él a ella por sentimientos de culpa) y se defendía de esta angustia recuperando en el sueño manifiesto su parte masculina y poniendo fuera su parte femenina, en la mujer con la que cohabita per anum. En la transferencia, y bajo la presión de la misma angustia, intentaba a veces colocar su parte femenina en el analista, tratándolo psicológicamente como trataba a la mujer del sueño físicamente. Quisiera aún recalcar que la interpretación de los objetos (analista, objetos externos) como partes del yo ( y ello) no desplaza de ninguna manera la interpretación en términos de objetos y de la realidad externa, sino que la complementa. El énfasis en aquélla se debe a que representa, en ciertos aspectos, una aportación nueva (ante todo de W. R. D. Fairbairn y de M. Klein) a la interpretación de la transferen- cia y de la realidad externa. La interpretación de los objetos como partes del yo incluye, pues, a los objetos reales. Los conflictos con ellos son, en el fondo, conflictos del sujeto consigo mismo. Las relaciones de objeto y con el destino son, en su aspecto psicológico básico, una disociación (normal o patológica) del yo, y la tarea del analista es, bajo este enfoque, mostrarle al analizado que su mundo afuera y su mundo adentro son una misma cosa, tratando asi de unirlo a la vez con sus objetos y consigo mismo 72. Pero también el aspecto inverso, o sea la determinación de las relaciones del sujeto consigo mismo por las relaciones con sus objetos, es de suma importancia. Por ejemplo, la relación del varón con su padre (analista) determinará su relación consigo mismo como hombre; su relación con los padres unidos (en el pasado y en la transferencia) determinará su propia capacidad de unión afectiva y sexual, etc. 51 La cuestión técnica de cuál de los aspectos mencionados de estas interrelaciones debe ser interpretado (primeramente) —por ejemplo, si en una determinada si- tuación transferencial debe interpretarse la correspondiente relación de objeto infantil o la relación con una parte del yo—
se resuelve mediante las reglas técnicas ya establecidas, como la que indica interpretar primero lo que es más próximo a la conciencia y vivencia del analizado, etc. Pero en realidad, estos ya son detalles en cuya discusión no puedo entrar aquí. V. La contratransferencia Me he referido a la contratransferencia en términos generales al hablar de "la posición básica del analista frente al analizado" (Cap. II), y me ocuparé ahora de algunos de sus aspectos específicos. Hubiera querido tratarla junto con la transferencia, puesto que transferencia y contratransferencia representan dos componentes de una unidad dándose vida mutuamente y creando la relación interpersonal de la situación analítica. Sin embargo, razones de exposición aconsejaron ocuparse primero de la transferencia separadamente. Tendré, pues, ahora que decir lo que antes tuve que dejar de lado con respecto a esta interrelación. Debo aún anticipar que trataré este tema en forma un tanto distinta de los anteriores. La causa está en que la contratransferencia como objeto de investigación tiene una historia bastante diferente de los demás temas. Durante casi cuarenta años, desde que Freud mencionó por primera vez la contratransferencia 19 , se había escrito muy poco sobre este tema, por lo que resulta difícil comparar al respecto la "técnica clásica" con las "técnicas actuales". Por otra parte, los trabajos sobre contratransferencia —que en los últimos ocho o diez años se han vuelto frecuentes y profundos— provienen de todos los grupos analíticos actuales, y aunque enfocan diferentes aspectos y hablan un lenguaje un tanto distinto, es por ahora problemático diferenciar nítidamente distintas "tendencias" al respecto. De ahí que la diferencia principal está entre antes y ahora y consiste en un incre- mento más o menos general de toma de contacto con los fenómenos y problemas de la contratransferencia 36>^37 » 39,^ 42, 45, (^58) » 60 ' 62, 66 , (^70) ' 75, 81, (^82). Por lo tanto me limitaré a señalar una serie de progresos que últimamente se han hecho en este campo de investigación.
bloqueado en sus afectos frente al analista. El analista vivencia esto en su contratransferencia como frustración y obtiene de ello su próxima interpretación de la presente relación de objeto transferencial del analizado. Pero la frialdad del analizado fácilmente pudo haber "enfriado" al analista y, en tal caso, también su intepretación será fría, a menos que sepa liberarse del círculo vicioso en el que el bloqueo afectivo del analizado (junto con la propia disposición del analista al bloqueo) amenazan encerrarlo. Sólo en la medida en que el analista esté "libre de represiones" podrá suplir —con la vida de sus propias ocurrencias y el calor de sus sentimientos— lo que el analizado había reprimido o bloqueado. Los dos aspectos de la contratransferencia a los que me he referido son, pues, por un lado, la respuesta contratransferencial a la transferencia manifiesta y actual, y por el otro, la respuesta contratransferencial a la transferencia latente y potencial, pero reprimida o bloqueada. Se ha diferenciado también una parte de la con- tratransferencia que resulta de la identificación del analista con el yo y ello del analizado ("identificación concordante"), y otra parte que resulta de la identificación del analista con los objetos internos del analizado ("identificación complementaria")^70. Es especialmente esta última la que implica el peligro de que el analista entre en el círculo vicioso en el que a veces el impacto de la transferencia amenaza encerrarlo, en especial al provocar la contratransferencia negativa. Lo evita guardando distancia de sí mismo, manteniendo libre y aparte la contratransferencia positiva sublimada, gracias a la comprensión de todo este proceso que se desarrolla entre la transferencia y contra transferencia profundas, y más que nada entre la neurosis de transferencia y la neurosis de contratransferencia. Pero ya me he referido a esta "doble vida" que debe llevar el analista, a esta "disociación sana" y a la regla técnica (análoga a la que rige para el analizado) que le indica al analista dividir su yo en uno vivencial, irracional y en uno racional, observador. Similar a la tendencia de transformar la situación analítica de predominantemente "monólogo" en diálogo, puede observarse, pues, una tendencia de extender la atención del analista, dirigido anteriormente casi con
exclusividad (a juzgar por la bibliografía) a las vivencias del analizado, más y más también a las vivencias del analista, y de considerar el proceso analítico, si se permite esta expresión, no más como "monopatía" sino como "diapatía" o "bipatía". Debe recalcarse, en este contexto, que la percepción de la contratransferencia no sólo puede indicar el conflicto central del analizado en sus relaciones de objeto transferenciales, sino también señalar las reacciones de sus objetos internos, dentro y fuera de él, y en especial las de la imago colocada en el analista, a la que el analizado luego introyecta. La importancia fundamental de la introyección del analista como objeto bueno —"libre de angustia y de enojo"— en el yo y en el superyó ha sido destacado repetidas veces 43,^80. Pero tal introyección sólo puede realizarse si el analista siempre de nuevo reconoce, domina y utiliza su contratransferencia para la comprensión de la transferencia, superando su contratransferencia negativa y sexual, la que, como respuesta espontánea a la transferencia negativa y sexual, es inevitable, en cuanto el analista se identifica realmente —como en parte debe— con el objeto transferido. Con la extensión de la atención a la contratransferencia se ha contribuido a un mayor conocimiento de las relaciones del sujeto con sus objetos internos y externos y de las relaciones de éstos con el sujeto, intensificándose así también el contacto y la comunicación del analista con la realidad interna del analizado.