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Este documento discute sobre cómo jesús desplazó el punto de encuentro con dios desde el religioso y lo puso en la vida cotidiana. El autor, docente de cristología en la universidad católica de oriente, explica cómo dios se identifica con lo ético y cómo se puede encontrar en las realidades temporales a través de las bienaventuranzas y el juicio escatológico. Se abordan preguntas sobre la laicidad del evangelio, la naturaleza del cristianismo y la presencia de dios en las personas no religiosas.
Qué aprenderás
Tipo: Monografías, Ensayos
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Trabajo grupal Desde hace 3 años he estado como docente en la Universidad Católica de Oriente impartiendo la asignatura de Cristología, materia que hace parte de la ruta humanística y que todos los estudiantes matriculados en la UCO deben cursar. Y en los distintos grupos con quienes he compartido la asignatura me he encontrado con estudiantes creyentes, poco creyentes, y no creyentes, lo que implica ofrecer unos buenos contenidos incluyentes y propositivos de modo que puedan ser comprendidos, valorados y de este modo, respondan a los anhelos, ilusiones y deseos personales y profesionales. Lo primero que debemos decir es que el Dios que nos dio a conocer Jesús no es un ser alejado, apartado, que hace distención de personas o un Dios encerrado en los templos, en el culto, en las leyes religiosas, distante de las realidades temporales. Ni es dentro de una religión el único lugar donde lo podemos conocer y encontrar. Los evangelios nos enseñan que Jesús desplazó el punto de encuentro con Dios. Lo sacó de la religión, de los ritos, del templo y lo puso en la calle, en lo laico, en la vida, en el centro de la humanidad. Jesús tampoco explicó la esencia y existencia de Dios con conceptos metafísicos, filosóficos ni teológicos, o mediante enseñanzas sublimes y nuevas, sino poniendo en práctica su bondad con los que más sufren en la vida: los enfermos, los pobres, los maltratados y los excluidos. El Dios de Jesús es el Padre que hace salir el sol y caer la lluvia sobre buenos y malos, sobre justos e injusto, es el Dios compasivo que quiere misericordia y no sacrificios, y que ama sus hijos no tanto por sus méritos, o porque son fieles a unos códigos legales, morales o formales, sino porque es Padre de todos. Así fue como Jesús nos reveló a Dios. Ese Dios anunciado por Jesús es amigo de la humanidad y habita en todos los lugares donde se desarrolla la vida en todas sus dimensiones. Ese Dios que no solo está en lo religioso y sublime es el que debemos anunciar en el contexto actual. De hecho hay dos relatos que nos ayudan a comprender que el Dios de Jesucristo está más allá de las creencias, ritos y prácticas de piedad religiosa. Uno de esos relatos son las Bienaventuranzas y el otro, el Juicio Escatológico. Estos textos evangélicos nos permiten comprender que a Dios se le puede encontrar en las realidades temporales, en la vida cotidiana, en los distintos escenarios donde se mueve el ser humano sin restricción alguna. Con respecto a las Bienaventuranzas es importante notar que en las dos versiones tanto la de Mateo como la de Lucas, Jesús no menciona ningún término religioso, ni alude a situación alguna relacionada con la religión. No dice nada de cumplir fielmente con ritos sagrados, prácticas sacramentales o devociones populares. En las bienaventuranzas Dios se identifica con los pobres, los que sufren, las personas que viven con mansedumbre, los que tienen hambre y sed de justicia, los que tienen misericordia, los que tienen un corazón limpio, los que sufren persecución por defender la dignidad humana y la justicia social, los que son insultados y calumniados por defender lo que es justo, honrado y verdadero. Sin lugar a dudas, “la fuerza de las bienaventuranzas no está en su religiosidad, sino en su bondad”.
En cuanto al relato del “juicio final” o juicio de las naciones (Mt 25,31-46) que para Jesús es lo decisivo, lo que determina nuestro destino final, el momento culminante de enjuiciar nuestra vida, en dicho relato no aparecen acciones que tenga que ver directamente con prácticas rituales. Se trata de situaciones que no se remedian con la religión sino con la bondad tales como la acogida al desplazado e inmigrante, la solidaridad con el enfermo, con el que pasa hambre, sed, el que no tiene donde dormir, ni tiene que ponerse, la situación dura de los que están en los centros de reclusión… Además, en el texto Jesús no menciona a gente creyente o no creyente, sino a gente necesitada de ayuda, afecto o respeto, sea cual sea su cualificación religiosa. En esta misma perspectiva cuando Jesús narra las pequeñas historias o parábolas para explicar cómo debe entenderse el Reino de Dios, no escogió episodios relacionados con la religión o las prácticas religiosas, sino con las costumbres y tradiciones de la vida cotidiana. La vida en la que pasamos nuestros días todos los seres humanos: los trabajos del campo y el mar, la pobreza o la riqueza, la comida y los banquetes, las relaciones de la familia, los amigos, las cosechas, los negocios, las desgracias que nos preocupan e incluso nos agobian y desaniman con frecuencia, etc. Con lo anterior comprendemos que Jesús no quiso fundar una religión más, sino una manera distinta de ser y de vivir. Por tanto, cuando el cristianismo se ofrece como una propuesta llena de sentido entonces la asignatura de Cristología deja de ser un relleno ya que los estudiantes que se han alejado de las prácticas religiosas por diversos motivos o sencillamente no se identifican con ninguna religión, van a descubrir que en el amor al prójimo, en la práctica de la justicia y la solidaridad, en el cuidado del medio ambiente, en los proyectos personales y profesionales, en el anhelo de vida y felicidad, se están encontrando con el mismo Jesús que les ama y se hace compañero de camino. Preguntas