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sucesos del imperio bizantino, Apuntes de Historia

aquí se describe todo los aspecto mas importante de l imperio bizantino en especial las conquistas realizadas durante su mejor epoca

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 18/07/2019

HISTORIA1900
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Imperio Bizantino
El término “Imperio bizantino”
«Imperio bizantino» es un término moderno que hubiera resultado sumamente extraño
a sus contemporáneos, que se consideraban a sí mismos romanos, y a su Imperio el
Imperio romano. El nombre en griego original era Romania (Ρωμανία) o Basileía
Romaíon (Βασιλεία Ρωμαίων; Imperio romano), traducción directa del nombre en latín,
Imperium Romanorum. Era denominado «Imperio griego» por sus contemporáneos de
Europa occidental (debido al predominio en él del idioma, la cultura y la población
griegas). En el mundo islámico fue conocido como
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3 1 (Rûm, 'tierra de los Romanos')
y sus habitantes como rumis, calificativo que por extensión acabó aplicándose a los
cristianos en general, y en especial a aquellos que se mantuvieron fieles a su fe en los
territorios conquistados por el islam.
Identidad
Bizancio puede ser definido como un Imperio multiétnico que emergió como un Estado
cristiano y se desarrolló durante más de 1000 años como un Estado griego ortodoxo,
adquiriendo un carácter verdaderamente nacional. Los bizantinos se identificaban a
mismos como romanos, y continuaron usando el término cuando se convirtió en
sinónimo de helenos. Prefirieron llamarse a mismos, en griego, romioi” es decir,
“pueblo griego cristiano con ciudadanía romana”, al tiempo que desarrollaban una
conciencia nacional como residentes de Romania.
El patriotismo se reflejaba en la literatura, particularmente en canciones y en poemas
como el Digenis Acritas, en el que las poblaciones fronterizas (de combatientes
llamados akritai) se enorgullecían de defender su país contra los invasores. Con el
tiempo, el patriotismo se volvió local, porque no podía ya descansar en la protección de
los ejércitos imperiales.
Aun cuando los antiguos griegos no fueran cristianos, los bizantinos se enorgullecían de
estos ancestros. Desde el siglo IX se agudizó el proceso de identificación con la antigua
cultura griega.
A medida que avanzó la civilización, en nombre de romioi cambió a helenoi (helenos) o
graekos ('griego'), términos que fueron usados frecuentemente por los bizantinos para
su auto identificación étnica, en especial en los últimos años del Imperio.
La disolución del Estado bizantino en el siglo XV no deshizo inmediatamente la
sociedad bizantina. Durante la ocupación otomana, los griegos continuaron
identificándose como romanos y helenos, identificación que sobrevivió hasta principios
del siglo XX y que aún persiste en la moderna Grecia.
Historia
Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su administración, el
emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno
conocido como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos partes,
gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un
«vice-emperador» y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el sistema
perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año
324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.
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Imperio Bizantino

El término “Imperio bizantino”

«Imperio bizantino» es un término moderno que hubiera resultado sumamente extraño a sus contemporáneos, que se consideraban a sí mismos romanos, y a su Imperio el Imperio romano. El nombre en griego original era Romania (Ρωμανία) o Basileía Romaíon (Βασιλεία Ρωμαίων; Imperio romano ), traducción directa del nombre en latín, Imperium Romanorum. Era denominado «Imperio griego» por sus contemporáneos de Europa occidental (debido al predominio en él del idioma, la cultura y la población griegas). En el mundo islámico fue conocido como 0 64 50 64 80 63 1 ( Rûm , 'tierra de los Romanos') y sus habitantes como rumis , calificativo que por extensión acabó aplicándose a los cristianos en general, y en especial a aquellos que se mantuvieron fieles a su fe en los territorios conquistados por el islam.

Identidad

Bizancio puede ser definido como un Imperio multiétnico que emergió como un Estado cristiano y se desarrolló durante más de 1000 años como un Estado griego ortodoxo, adquiriendo un carácter verdaderamente nacional. Los bizantinos se identificaban a sí mismos como romanos, y continuaron usando el término cuando se convirtió en sinónimo de helenos. Prefirieron llamarse a sí mismos, en griego, “ romioi” es decir, “pueblo griego cristiano con ciudadanía romana”, al tiempo que desarrollaban una conciencia nacional como residentes de Romania.

El patriotismo se reflejaba en la literatura, particularmente en canciones y en poemas como el Digenis Acritas , en el que las poblaciones fronterizas (de combatientes llamados akritai ) se enorgullecían de defender su país contra los invasores. Con el tiempo, el patriotismo se volvió local, porque no podía ya descansar en la protección de los ejércitos imperiales.

Aun cuando los antiguos griegos no fueran cristianos, los bizantinos se enorgullecían de estos ancestros. Desde el siglo IX se agudizó el proceso de identificación con la antigua cultura griega.

A medida que avanzó la civilización, en nombre de romioi cambió a helenoi (helenos) o graekos ('griego'), términos que fueron usados frecuentemente por los bizantinos para su auto identificación étnica, en especial en los últimos años del Imperio.

La disolución del Estado bizantino en el siglo XV no deshizo inmediatamente la sociedad bizantina. Durante la ocupación otomana, los griegos continuaron identificándose como romanos y helenos, identificación que sobrevivió hasta principios del siglo XX y que aún persiste en la moderna Grecia.

Historia

Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su administración, el emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un «vice-emperador» y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.

Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó «Nueva Roma», pero se la conoció popularmente como Constantinopla ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.

Constantino fue también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.

Imperio romano oriental en el 480.

A la muerte del emperador Teodosio I, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Flavio Honorio, su hijo menor, heredó Occidente, con capital en Roma, mientras que a su hijo mayor, Arcadio, le correspondió Oriente, con capital en Constantinopla. Para la mayoría de los autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente la historia del Imperio bizantino. Mientras que la historia del Imperio romano de Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto el joven Rómulo Augusto por el germano (del grupo hérulo) Odoacro, en cambio la historia del Imperio bizantino se prolongó aún, durante casi un milenio.

Historia temprana

E n tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva, los sucesores de

Teodosio fueron capaces de conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450) reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo de ella una ciudad inexpugnable (de hecho, no sería conquistada por tropas extranjeras hasta 1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que se disgregaron y ya no representaron un peligro tras la muerte de Atila, en 453. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del rey ostrogodo Teodorico el Grande, dirigiéndolo hacia Italia, contra el reino establecido por Odoacro.

La unidad religiosa fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad oriental del Imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro

Justiniano en los mosaicos de la iglesia de San Vital en Rávena. La época de Justiniano no sólo destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado, Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de la clausura de la Academia de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533 , una comisión nombrada por el emperador codificó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis , permitiendo así la transmisión a la posteridad de uno de los más importantes legados del mundo antiguo. Otra recopilación legislativa: el Digesto , dirigido por Triboniano, fue publicado en 533. El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en una de las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte, la iglesia de Santa Sofía, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.

Dentro de la capital se quebrantó el poder de los Partidos del Circo, donde las carreras de cuadrigas habían devenido en una diversión popular que levantaba pasiones. De hecho, eran usadas políticamente, expresando el color de cada equipo las divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares usando colores políticos). La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como rey-sacerdote y restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina Sabiduría como signo y símbolo de un esplendor magnífico y majestuoso. Las campañas de Justiniano en Occidente y el coste de estos actos de guerra imperiales dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron al Imperio en una situación de crisis, que llegaría a su punto culminante a comienzos del siglo VII. La necesidad de más financiación permitió que su odiado ministro de hacienda, Juan de Capadocia, impusiera mayores y nuevos impuestos a los ciudadanos de Bizancio. La revuelta de Niká (534) estuvo a punto de provocar la huida del emperador, que evitó la emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es un glorioso sudario. 2 Así mismo, un desastre se cernió sobre el Imperio en el año 543 d.C. Se trataba de la peste se cree provocada

por el bacilo Yersinia pestis. Sin duda fue un elemento clave que contribuyó a agudizar la grave crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la población de Constantinopla pereció por su causa.

El repliegue de Bizancio

Los siglos VII y VIII constituyen en la historia de Bizancio una especie de «Edad Oscura» acerca de la cual se tiene muy escasa información. Es un período de crisis, del cual, a pesar de las tremendas dificultades externas (el hostigamiento del Islam que conquistó las regiones más ricas, los continuos ataques de búlgaros y eslavos desde el norte y el retorno de la lucha contra los persas en el este) e internas (las luchas entre iconoclastas e inconófilos, símbolo de los enfrentamientos internos entre poder temporal y religioso), el Imperio salió transformado y reforzado.

Justino II trató de seguir los pasos de su tío y su misma mente sucumbió bajo el intolerable peso de administrar un Imperio amenazado desde varios frentes. Su sucesor, Tiberio II abandonó la política militar de Justiniano y permitió que Italia cayera bajo el poder de los lombardos y los bárbaros ocuparan el Tiber, y se replegó a África. Mauricio llegó a hacer un tratado favorable con Persia (590), volvió una vez más a la defensa de las fronteras del norte, pero el Ejército se negó a soportar las inclemencias de la campaña y Mauricio perdió con el trono la vida. Con Focas, las invasiones de los persas, de los bárbaros y las luchas internas estuvieron a punto de destruir al Imperio. Sin embargo, la revolución de algunas provincias logró salvarlo.

Amenazas exteriores

Desde África, donde era más fuerte el elemento latino, zarpó Heraclio para rescatar a los últimos restos del Imperio. Este viaje era a sus ojos una empresa religiosa y durante todo su reinado ese interés fue capital. El siglo VII comienza con la crisis provocada por la espectacular ofensiva del monarca persa Cosroes II que, con sus conquistas en Egipto, Siria y Asia Menor, llegó a amenazar la existencia misma del Imperio. Esta situación fue aprovechada por otros enemigos de Bizancio, como los ávaros y eslavos, que pusieron sitio a Constantinopla en 626. El emperador Heraclio fue capaz, tras una guerra larga y agotadora, de conjurar este peligro, repeliendo el asalto de ávaros y eslavos, y derrotando definitivamente a los persas en 628. En su guerra contra los persas, Heraclio fue capaz de replegarlos hasta el corazón de su patria y debilitarlos al punto que no fueron capaces de sobrevivir el ataque árabe sucesivo. En su misión de salvar el Imperio y consolidarlo tuvo un gran respaldo por parte de la Iglesia.

Sin embargo, apenas unos años después, entre 633 y 645, la rápida expansión árabe- musulmana arrebataba para siempre al Imperio, exhausto por la guerra contra Persia, las provincias de Siria, Palestina y Egipto. Pero el Imperio de Heraclio sobrevivió a los ataques árabes (aunque perdiendo casi toda su romanidad y tomando características completamente helenísticas en el área balcánico-anatólica), mientras que los Persas fueron conquistados totalmente por los Árabes.

A mediados del siglo VII, las fronteras se estabilizaron. Los árabes continuaron presionando, llegando incluso a amenazar la capital, pero la superioridad naval bizantina, reforzada por su magníficas fortificaciones y su monopolio del «fuego griego » (un producto químico capaz de arder bajo el agua) salvó al Imperio bizantino de la destrucción.

En la frontera occidental, el Imperio se ve obligado a aceptar desde la época de Constantino IV (668-685) la creación dentro de sus fronteras, en la provincia de Moesia

oriental. A lo largo del siglo IX, los musulmanes arrebataron definitivamente Sicilia al Imperio. Creta ya había sido conquistada por los árabes en 827. El siglo X fue una época de importantes ofensivas contra el Islam, que permitieron recuperar territorios perdidos muchos siglos antes: Nicéforo II Focas (963-969) reconquistó el norte de Siria, incluyendo Antioquía (969), así como Creta (961) y Chipre (965).

Uno de los hechos más decisivos, y de efectos más duraderos, de esta época fue la incorporación de los pueblos eslavos a la órbita cultural y religiosa de Bizancio. En la segunda mitad del siglo IX, los monjes de Tesalónica Cirilo y Metodio fueron enviados a evangelizar Moravia a petición de su monarca, Ratislav I. Para llevar a cabo su tarea crearon, partiendo del dialecto eslavo hablado en Tesalónica, una lengua literaria, el antiguo eslavo eclesiástico o litúrgico, así como un nuevo alfabeto para ponerla por escrito, el alfabeto glagolítico (luego sustituido por el alfabeto cirílico). Aunque la misión en Moravia fracasó, a mediados del siglo X se produjo la conversión de la Rusia de Kiev, quedando así bajo la influencia bizantina un Estado más amplio y extenso que el propio Imperio.

Mapa del Imperio durante el reinado de Basilio II.

Las relaciones con Occidente fueron tensas desde la coronación de Carlomagno (800) y las pretensiones de sus sucesores al título de emperadores romanos y al dominio sobre Italia. Durante toda esta etapa, a pesar de la pérdida de Sicilia, el Imperio siguió teniendo una enorme influencia en el sur de Italia. Las tensiones con Otón I, quien pretendía expulsar a los bizantinos de Italia, se resolvieron mediante el matrimonio de la princesa bizantina Teófano, sobrina del emperador bizantino Juan I Tzimiscés, con Otón II.

Política religiosa

Durante esta época fueron evangelizados los búlgaros. Esta expansión del cristianismo oriental provocó los recelos de Roma, y a mediados del siglo IX estalló una grave crisis entre el patriarca de Constantinopla, Focio y el papa Nicolás I, quienes se excomulgaron mutuamente, produciéndose una primera separación de las iglesias oriental y occidental que se conoce como Cisma de Focio. Además de la rivalidad por la primacía entre las sedes de Roma y Constantinopla, existían algunos desacuerdos doctrinales. El Cisma de Focio fue, sin embargo, breve, y hacia 877 las relaciones entre Oriente y Occidente volvieron a la normalidad.

La ruptura definitiva con Roma se consumó en 1054, con motivo de una disputa sobre el texto del Credo, en el que los teólogos latinos habían incluido la cláusula filioque, significando así, en contra de la tradición de las iglesias orientales, que el Espíritu Santo procedía no sólo del Padre, sino también del Hijo. Existía también desacuerdo en otros muchos temas menores, y subyacía, sobre todo, el enfrentamiento por la primacía entre las dos antiguas capitales del Imperio.

Declive del Imperio (1056-1261)

Tras el período de esplendor que supuso el Renacimiento Macedónico, en la segunda mitad del siglo XI comenzó un período de crisis, marcado por su debilidad ante la aparición de dos poderosos nuevos enemigos: los turcos selyúcidas y los reinos cristianos de Europa occidental; y por la creciente feudalización del Imperio, acentuada al verse forzados los emperadores Comneno a realizar cesiones territoriales (denominadas pronoia ) a la aristocracia y a miembros de su propia familia.^4

En la frontera oriental, los turcos selyúcidas, que hasta el momento habían centrado su interés en derrotar al Egipto fatimí, empezaron a hacer incursiones en Asia Menor, de donde procedía la mayor parte de los soldados bizantinos. Con la inesperada derrota en la batalla de Manzikert (1071) del emperador Romano IV a manos de Alp Arslan, sultán de los turcos selyúcidas, culminando así la hegemonía bizantina en Asia Menor. Los intentos posteriores de los emperadores Comnenos por reconquistar los territorios perdidos serán totalmente infructuosos. Más aún, un siglo después, Manuel I Comneno sufriría otra humillante derrota frente a los selyúcidas en Miriocéfalo en 1176.

En Occidente, los normandos expulsaron de Italia a los bizantinos en unos pocos años (entre 1060 y 1076), y conquistaron Dyrrachium, en Iliria, desde donde pretendían abrirse camino hasta Constantinopla. La muerte de Roberto Guiscardo en 1085 evitó que estos planes se llevasen a efecto. Sin embargo, pocos años después, la Primera Cruzada se convertiría en un quebradero de cabeza para el emperador Alejo I Comneno

. Se discute si fue el propio emperador el que solicitó la ayuda de Occidente para combatir contra los turcos. Aunque teóricamente se habían comprometido a poner bajo la autoridad de Bizancio los territorios sometidos, los cruzados terminaron por establecer varios Estados independientes en Antioquía, Edesa, Trípoli y Jerusalén.

La situación en la primera mitad del siglo XIII.

Tres Estados griegos herederos del Imperio bizantino permanecieron fuera de la órbita del recientemente creado Imperio Latino —el Imperio de Nicea, el Imperio de Trebisonda, y la tiranía del Epiro. El primero, controlado por la Dinastía Paleólogo, reconquistó Constantinopla en 1261 y derrotó al Epiro, revitalizando el Imperio pero prestando demasiada atención a Europa cuando la creciente penetración de los turcos en Asia Menor constituía el principal problema.

El final: el sitio turco

Caída de Constantinopla.

La historia del Imperio bizantino tras la reconquista de la capital por Miguel VIII Paleólogo es la de una prolongada decadencia. En el lado oriental el avance turco redujo casi a la nada los dominios asiáticos del Imperio, convertido en algunas etapas en vasallo de los otomanos, mientras en los Balcanes debió competir con los Estados griegos y latinos que habían surgido a raíz de la conquista de Constantinopla en 1204, y en el Mediterráneo la superioridad naval veneciana dejaba muy pocas opciones a Constantinopla. Además, durante el siglo XIV el Imperio, convertido en uno más de numerosos Estados balcánicos, debió afrontar la terrible revuelta de los almogávares de la Corona de Aragón y dos devastadoras guerras civiles.

Durante un tiempo el Imperio sobrevivió simplemente porque selyúcidas, mongoles y persas safávidas estaban demasiado divididos para poder atacar, pero finalmente los turcos otomanos invadieron todo lo que quedaba de las posesiones bizantinas a excepción de un número de ciudades portuarias. (Los otomanos —núcleo originario del futuro Imperio otomano— procedían de uno de los sultanatos escindidos del Estado selyúcida bajo el mando de un líder llamado Osmán I Gazi, que daría el nombre a la dinastía otomana u osmanlí).

El Imperio bizantino hacia 1400.

El Imperio apeló a Occidente en busca de ayuda, pero los diferentes Estados ponían como condición la reunificación de la iglesia católica y la ortodoxa. La unidad de las iglesias fue considerada, y ocasionalmente llevada a cabo por decreto legal, pero los ciudadanos ortodoxos no aceptarían el catolicismo romano. Algunos combatientes occidentales llegaron en auxilio de Bizancio, pero muchos prefirieron dejar al Imperio sucumbir, y no hicieron nada cuando los otomanos conquistaron los territorios restantes.

Constantinopla fue en un principio desestimada en pos de su conquista debido a sus poderosas defensas, pero con el advenimiento de los cañones, las murallas —que habían sido impenetrables excepto para la Cuarta Cruzada durante más de 1.000 años— ya no ofrecían la protección adecuada frente a los otomanos. La Caída de Constantinopla finalmente se produjo después de un sitio de 2 meses llevado a cabo por Mehmet II el 29 de mayo de 1453. El último emperador bizantino, Constantino XI Paleólogo, fue visto por última vez cuando entraba en combate con las tropas de jenízaros de los sitiadores otomanos, que superaban de manera aplastante a los bizantinos. Mehmet II también conquistó Mistra en 1460 y Trebisonda en 1461.

Generalidades

Economía

Como en el resto del mundo en la Edad Media, la principal actividad económica era la agricultura que estaba organizada en latifundios, en manos de la nobleza y el clero. Cultivaban los cereales, frutos, las hortalizas y otros alimentos vegetales.

La principal industria era la textil, basada en talleres de seda estatales, que empleaban a grandes cantidades de operarios. El Imperio dependía por completo del comercio con Oriente para el abastecimiento de seda, hasta que a mediados del siglo VI unos monjes desconocidos —quizá nestorianos— lograron llevar capullos de gusanos de seda a Justiniano. El Imperio comenzó a producir su propia seda —principalmente en Siria—, y su fabricación fue un secreto celosamente guardado y desconocido en el resto de Europa hasta al menos el siglo XII. Hay que destacar la gran importancia del comercio. Por su situación geográfica, el Imperio bizantino fue un intermediario necesario entre Oriente y el Mediterráneo, al menos hasta el siglo VII, cuando el Islam se apoderó de las provincias meridionales del Imperio. Era especialmente importante la posición de la capital, que controlaba el paso de Europa a Asia, y al dominar el Estrecho del Bósforo, los intercambios entre el Mediterráneo (desde donde se accedía a Europa occidental) y el Mar Negro (que enlazaba con el Norte de Europa y Rusia). Existían 3 rutas principales que enlazaban el Mediterráneo con el Extremo Oriente:

  1. El camino más corto atravesaba Persia, y luego Asia Central (Samarcanda, Bujará). Se conoce como Ruta de la Seda.
  2. Una segunda ruta, mucho más difícil, evitaba Persia, e iba del Mar Negro, a través de los puertos de Crimea, al Caspio, y de ahí a Asia Central. Esta ruta fue abierta en época de Justino II.
  3. Por mar, desde la costa de Egipto, a través del Mar Rojo y del Océano Índico, aprovechando los monzones, hasta Sri Lanka. Esta ruta marítima posibilitaba no sólo el comercio con la India, sino también con el reino de Aksum, en la actual Eritrea. Una pormenorizada relación de las vicisitudes de esta ruta se encuentra en la obra del viajero Cosmas Indicopleustes. El comercio bizantino por esta ruta desapareció cuando en el siglo VII se perdieron las provincias meridionales del Imperio. El comercio bizantino entró en decadencia durante los siglos XI y XII, a causa de las ruinosas concesiones que se hicieron a Venecia, y, en menor medida, a Génova y a Pisa.

Un importante elemento en la economía del Imperio fue su moneda, el sólido bizantino y el besante, de extendido prestigio en el comercio mundial de la época.

Arquitectura y arte

Arquitectura bizantina. La arquitectura bizantina es heredera de la arquitectura romana y la arquitectura paleocristiana. Es una arquitectura esencialmente religiosa, aunque no faltaron los edificios civiles de importancia. Muestra una marcada predilección por el ladrillo como material de construcción (aunque disimulado por lajas de piedra en el exterior y por suntuosos mosaicos en el interior). Aunque utiliza la columna (destaca la sustitución del ábaco por el cimacio), su innovación más característica es el uso sistemático de la cubierta abovedada. Los tipos de bóveda más utilizados son la de cañón y la de arista, pero destaca sobre todo la cúpula, con su característica base sobre pechinas (aunque también se empleó ocasionalmente la cúpula sobre trompas). En cuanto a la planta, la más frecuente en los templos es la de cruz griega, con una cúpula en la intersección de las naves. Es frecuente que los templos, además del cuerpo de nave principal, posean un atrio o narthex , de origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio, llamada así porque sobre este cerramiento calado se colocaban los iconos pintados. En la historia del arte y la arquitectura bizantinos suelen distinguirse tres períodos o «Edades de Oro». La Primera Edad de Oro tiene su momento más representativo en la

Desde el punto de vista comercial, Bizancio era el punto de partida de la Ruta de la Seda, el eje económico que unía Europa con Oriente, importando materias de lujo como seda y especias. La interrupción de esta ruta con motivo de la desaparición del Imperio bizantino provocó la búsqueda de nuevas rutas comerciales, llegando españoles y portugueses a América y África en busca de rutas alternativas. Los portugueses, que acabaron la Reconquista antes y dispusieron de los recursos necesarios con antelación crearon un Imperio atlántico que permitía alcanzar la India al circunnavegar África. Los españoles, posteriormente, patrocinarían a Cristóbal Colón y a los conquistadores, que supondrían la creación de un imperio que transformaría a España en la primera potencia mundial.

Bizancio desempeñó un papel inestimable para la conservación de los textos clásicos, tanto en el mundo islámico como en la Europa occidental, donde sería clave para el Renacimiento. Su tradición historiográfica fue una fuente de información sobre los logros del mundo clásico. Hasta tal punto fue así, que se cree que el resurgir cultural, económico y científico del siglo XV no hubiera sido posible sin las bases establecidas en la Grecia bizantina.

La influencia de Bizancio en asuntos como la teología sería vital para pensadores europeos como Santo Tomás de Aquino. Asimismo se ha de mencionar que el Imperio fue clave en la extensión del cristianismo, que definiría Europa durante siglos. De los cuatro mayores focos de esta religión, tres (Jerusalén, Antioquía y Constantinopla) se hallaban en su territorio y hasta que no aconteció el cisma de Oriente fue su mayor foco espiritual. También fue responsable de la evangelización de los pueblos eslavos gracias

a misioneros tan célebres como Cirilo y Metodio, que evangelizaron a los pueblos eslavos y desarrollaron un sistema de escritura que aún hoy en día se sigue utilizando en muchos países, el alfabeto cirílico. Por último es notable su influencia en las iglesias copta, etíope, y la de armenia.

Predecesor

Imperio Romano

Imperio Bizantino

Sucesor

Imperio Otomano

Bibliografía y fuentes

Autores y comentaristas anteriores al siglo XX.

Wolf, Hieronimus: Corpus Historiae Bizantinae. 1557 (Base de la recopilación del rey

Luis XIV. Francia.)

Ortolan, M.: Explicación histórica de las “Instituciones” del emperador Justiniano.

1847

Sintesis “Instituciones” de Justiniano. Edit. Mesa Redonda, Lima, 1986

Autores y comentaristas del siglo XX

Dihel, Carlos: Grandeza y servidumbre de Bizancio. Espasa Calpe, Bs.As. 1963

Brehier, Louis: Le monde bizantin. Vie et mort de Bizance. Albin Michel, Paris, 1946 y

2ª. Edic. 1969. ( Edición electrónica 2004