



































































Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Prepara tus exámenes con los documentos que comparten otros estudiantes como tú en Docsity
Los mejores documentos en venta realizados por estudiantes que han terminado sus estudios
Estudia con lecciones y exámenes resueltos basados en los programas académicos de las mejores universidades
Responde a preguntas de exámenes reales y pon a prueba tu preparación
Consigue puntos base para descargar
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Comunidad
Pide ayuda a la comunidad y resuelve tus dudas de estudio
Descubre las mejores universidades de tu país según los usuarios de Docsity
Ebooks gratuitos
Descarga nuestras guías gratuitas sobre técnicas de estudio, métodos para controlar la ansiedad y consejos para la tesis preparadas por los tutores de Docsity
Guia acerca de sexologia basica para estudiantes
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
1 / 75
Esta página no es visible en la vista previa
¡No te pierdas las partes importantes!
Depende de las características de la sociedad en que uno se mueva, y de su entorno personal. El "juego sexual" en niños suele aparecer alrededor de los cinco años, y hacia los once, casi la mitad de niñas y niños han tenido alguna experiencia en jugar a médicos, o a papás y mamás. La masturbación es practicada por más del 90 por ciento de varones, en mayor o menor grado, a partir de los 9-10 años. Las mujeres se masturban menos (entre un 65 y 70 por ciento), pero también empiezan a esta edad, por regla general. Las relaciones de pareja, con o sin penetración, empiezan cada vez a más temprana edad. Conviene aleccionar a los jóvenes a partir de los 13 - 14 años, para evitar sorpresas desagradables.
La que marque la edad y las ganas de cada cual. Las mujeres suelen quedar satisfechas con uno o dos orgasmos semanales, en tanto que muchos varones suspiran por más de tres. No hay reglas. Desde un orgasmo o más al día, hasta dos o tres al año, pueden ser suficientes si el protagonista así lo considera. La edad en que el hombre es más potente, y consigue el máximo de orgasmos, viene a estar entre los 15 y los 25 años. Las mujeres empiezan y acaban más tarde: la plenitud de vida sexual en mujeres se acrecienta entre los 35 y los 50 años. Esa es la edad en que las mujeres pueden buscar amantes jóvenes, que encajan mejor con sus renovados arrebatos. En cambio, los hombres de más de 40 años (no digamos de más de 50 y de 60) buscan amantes más jovencitas, que encajarán mejor con su incipiente decrepitud en cuanto a ganas de jaleo (aparte de resultar más vistosas como signos de prestigio social).
No es fácil, y resulta bastante engorroso. Se convierte la relación sexual en una especie de competición gimnástica.
Es posible que haya parejas que sincronicen perfectamente sus orgasmos. Hay gente para todo. Pero en la mayor parte de las parejas resulta un modo de exigencia que puede causar más preocupación que otra cosa. Tenga cada cual su orgasmo, antes o después, y aquí paz y después gloria.
Como dice Pierre Louys en el "Manual de educación para señoritas", dar gracias a Dios por haberlo creado. No eres extraña ni anormal si solamente tienes orgasmos acariciando el clítoris (o cualquier aposento de la plataforma orgásmica). Para esto están.
Digamos que es lo que tiene mejor marketing. Pero, en el fondo, es más difícil para la mujer tener orgasmos con el acto sexual que con cualquier otra fórmula. Y más cansado. Y de más riesgo.
A ti, y a mucha gente. Pero es imprescindible cuando se quieren evitar riesgos. Resignación. Una alternativa: practicar el peeting (sin contactos bucogenitales si lo que se trata es de evitar riesgos de contagio) y la masturbación mutua.
Si la gente se lava bien antes, y no hay riesgo de contagio en cuanto a enfermedades, no hay nada en contra. Hay personas que lo consideran divertido. Otros, una cochinería. Las parejas deben negociar estos contactos, y adaptarse con el máximo respeto a las ideas del otro.
Sobre todo en el varón, pues con la edad aumenta el periodo refractario. Un joven de veinte años puede tener varios orgasmos en un día, con toda tranquilidad. El periodo refractario no excede algunos minutos. A los sesenta años... puede durar varios días. Hay muchas diferencias individuales. Lo importante es mantener una actividad sexual continuada, adaptada a los deseos de ambos miembros de la pareja.
No debería ser impedimento. La excitación sexual de la mujer no depende de la secreción de hormonas femeninas, sino de aspectos psicológicos. En algunas mujeres la menopausia añade tranquilidad (ya no existe riesgo de embarazo). En otras, significa una frustración porque creen que "dejan de ser mujeres". Ello es debido a la sobrevaloración del papel de "maternidad" aplicado a las mujeres en ciertos ambientes sociales. Cuando las niñas tienen la regla se les dice "ya eres mujer" (antes ¿qué eran?). Cuando la regla les abandona pueden pensar que su papel se devalúa.
este grupo. De todas formas, quien sufre una depresión, grave o leve, ya suele estar más bien debilitado en cuanto a sexo. Hay medicamentos para la presión arterial que dificultan la erección o que quitan las ganas. Lo mismo cabe decir de los tranquilizantes. Lo prudente en estos casos, es consultar al médico.
Una pareja llega a mi consulta. Vienen para asesorarse acerca de un problema sexual. A Julia (26 años, cultura media) le es imposible tener orgasmos durante el acto sexual. Se cree frígida. Néstor (28 años, cultura universitaria) también cree que su mujer se ha vuelto frígida. Durante el noviazgo no habían mantenido relaciones sexuales completas, pero sí caricias íntimas. En esa época, la chica alcanzaba el orgasmo, bien por las caricias íntimas, bien apretándose fuertemente contra el cuerpo de su compañero mientras se abrazaban y besaban. Desde que se casaron (hace un año) las relaciones consisten en "hacer el amor", o sea, realizar el acto sexual. Desde entonces Julia no ha conseguido ningún orgasmo durante la introducción del pene. Sí que los consigue, algunas veces, si Néstor le hace caricias íntimas, pero tanto él como ella no consideran normal la ausencia de orgasmo durante el acto sexual, y creen que el orgasmo mediante caricias no es "normal del todo". He aquí un "problema" frecuente en nuestra consulta: una insatisfacción en cuanto a las relaciones sexuales, simplemente por mala información acerca de la realidad sexual. La verdad es que el orgasmo "normal" en la mujer, es el que se consigue mediante caricias en la zona que llamamos "plataforma orgásmica" (clítoris, capuchón del clítoris, labios menores) cuya localización exponemos en las gráficas del capítulo siguiente. El orgasmo mediante el acto sexual es más difícil de conseguir (la vagina no tiene sensibilidad para producir placer), y requiere un aprendizaje o adaptación de la pareja. Lo explicaremos en el capítulo correspondiente. Cuando seguimos hablando con Julia y Néstor, descubrimos que una cosa que les preocupa mucho es que, en las películas eróticas y pornográficas que ven en video, las mujeres parecen gozar (y lo exteriorizan con gritos, sollozos y contorsiones) apenas les tocan la punta del pezón. Y que, durante los actos sexuales, prodigan gemidos, gruñidos y ronroneos, cuando no aullidos, demostrativos de profusión de orgasmos espasmódicos. Los varones, en dichas películas, suelen ostentar penes ampulosos y llamativos, contundentes en cuanto a su firmeza y pródigos en larguezas y contornos. Un fastidio para los pobres espectadores que no pueden evitar la comparación mental con sus propios pertrechos, no siempre tan interesantes de cara a su exposición pública o privada. El español medio hace uso del sabio dicho "pequeña pero juguetona", si bien, en el fondo de sus fondos, no acaba de estar convencido del todo. Las películas eróticas o pornográficas no son un modelo adecuado para obtener ideas realistas acerca del sexo. Los artistas son elegidos entre superdotados (en lo que a penes se refiere) y las artistas simulan más placer del que realmente tienen, porque
Nos referiremos a varones y mujeres en nuestro medio y en nuestra cultura (sociedad española, cultura occidental). El pene es el elemento más aparatoso de los genitales del varón. Está relleno de una tupida red de vasos sanguíneos, los cuales, al llenarse de sangre a presión, provocan la erección: lo que vulgarmente se llama "levantarse" o "empinarse".
A pesar de que suele tratarse de una de las preocupaciones máximas del varón, el tamaño del pene es bastante irrelevante en cuanto a dar u obtener placer. El tamaño del pene en flaccidez (o sea: arrugado) oscila entre 3 y 10 centímetros, según personas. Tan normal es el pene de 3 centímetros como el de 10. Pasa algo así como en la estatura, que puede oscilar entre poco menos de un metro y medio hasta los más de dos metros de los jugadores de baloncesto. El tamaño del pene en erección (o sea, tieso) oscila entre 8 y 25 o más centímetros. La media está alrededor de 13 centímetros. No hay relación entre el tamaño de un pene flácido y el mismo pene enhiesto. Un modesto pene de 3 centímetros en flojedad, puede pasar a veinte centímetros en estado de euforia. De la misma forma que un prometedor pene de 10 centímetros en posición de descanso, puede no sobrepasar los 15 en posición de firmes. Cada cual debe conformarse con lo que tiene, aunque últimamente se anuncian cirujanos plásticos con capacidad para alargar unos tres centímetros cualquier pene poco airoso. La verdad es que no vale la pena. Cualquier tamaño de pene se ajusta bien a cualquier vagina. Como veremos más adelante, la vagina se "aprieta" para adaptarse al tamaño de lo que se le ofrece. Ni un pene grande pasará apuros (recordemos que por ahí debe pasar la cabeza de un niño), en tanto que un pene modesto sentirá como la vagina correspondiente se amolda a sus dimensiones durante la realización del acto sexual. Los seguidores de videos pornográficos habrán podido admirar penes ciclópeos, de hasta 80 centímetros de eslora (según rezan las carátulas). Tales larguezas son espectaculares para su exhibición visual, pero altamente fastidiosas a la hora de ponerlas a trabajar. No digamos, si su
poseedor aqueja alguna que otra erección espontánea. Por ejemplo, con el traqueteo de un trayecto de autobús. Puede ser motivo de perplejidad, cuando no de escándalo, si el desmesurado artilugio se empeña en asomar cabeza por el cuello de la camisa.
El hombre suele tener una respuesta sexual fácil. Sea por naturaleza, o por cultura, siempre ha estado mejor aceptada la respuesta sexual de los hombres ("ya se sabe") que la de las mujeres. En un delicioso libro del Dr. Santiago Dexeus, editado (rigurosamente para médicos) en la década de los sesenta, cuyo título era "La frigidez femenina", aparecía la entrañable frase de una abuela a su nieta, el día de la boda: "A ti esto no te va a gustar. Pero si te gusta... ¡disimula!". Era doctrina habitual adiestrar a nuestras madres acerca de que "el placer sexual solamente lo sienten las mujeres ligeras de cascos, o sea, putas". Con los hombres existía, y existe, una mayor liberalidad. Se admite que un hombre tenga "aventuras", pero se le juzgará como "manso" y "cornudo" si quien las tiene es su esposa (que, por otra parte, será calificada como "pingo" o cosas peores). Si un hombre va de putas con frecuencia, se le etiquetará de "putero", expresión más cariñosa que despreciativa. Algunos presumen de ello. Un personaje de novela (Las Hermanas Coloradas, de García Pavón, premio Nadal) blasonaba con orgullo: "Aquí donde me ve, yo soy muy putero". En los libros sociológicos sobre el sexo aparece el dato de que el 90 por ciento de los varones se masturba, en tanto que es menor el número de mujeres que lo hace (alrededor del 66 por ciento). El hombre reacciona sexualmente con viveza, rapidez, y pocas contemplaciones. No necesita grandes estímulos psicológicos. Prefiere los estímulos claramente sexuales. La visión de una mujer empelotada (para un varón heterosexual) suele ser fuente de excitación, aunque la mujer no sea totalmente de su agrado. Mientras no sea repulsiva, basta. Una mujer, en cambio, necesitaría estímulos psicológicos (lo veremos más adelante). Cuando alguna de mis consultantes me pregunta algo así como "¿Qué puedo hacer para interesar sexualmente a un hombre?" mi respuesta es obvia, y un poco cruda: "Colócate a su lado, mírale con una sonrisa pícara, y coloca tu mano dominante sobre su bragueta. Verás (y tocarás) qué pronto se interesa." Uno de los más brillantes escritores pornográficos de finales del siglo pasado, el belga Pierre Louys escribe en su venenoso "Manual de educación para señoritas": "Si quieres seducir a un hombre, coloca un grano de azúcar en la punta de su pene, y chupa cuidadosamente hasta derretirlo." Pocos hombres se resisten a este tipo de sutilezas. El hombre mejora su estado de ánimo cuando se excita sexualmente. A menos que esté con una grave depresión mejora su humor en el momento en que advierte la posibilidad de un contacto sexual. De ahí que, en la vida de pareja, intente acabar las discusiones y disputas con un lance de cama. Lo cual suele irritar a su oponente femenino, para quien la excitación es imposible si el estado de humor no es perfecto.
Estudiaremos las fases de la respuesta sexual del hombre.
Quienes sufren eyaculación precoz, con menos de 1 minuto de fase de meseta, lo pasan mal en relaciones de pareja, porque después de la eyaculación desciende totalmente la excitación (fase de resolución) y se entra en un periodo (refractario) en el que es imposible la reactivación. El caso contrario, la eyaculación retrasada, también resulta una molestia. En esta situación el hombre tarda y tarda en alcanzar el orgasmo, y, más de una vez, ve disminuir su erección al cabo del tiempo sin haber alcanzado la fase final. Hablaremos de todo ello más adelante. por ahora nos centraremos en esta fase de meseta, en la que aparecen los siguientes cambios corporales: Erección del pezón, sí, del pezón, de la tetilla. Muchos hombres no se dan cuenta de esta circunstancia. Tampoco muchos habrán apreciado otro cambio curioso: aparición de un enrojecimiento corporal, desde los muslos hasta el cuello, que empieza al final de esta fase de meseta y que culmina durante el orgasmo. Muchos músculos (faciales, abdominales, del tórax) se contraen involuntariamente, aunque en algunos momentos el hombre incrementa voluntariamente las contracciones, tensando los músculos para obtener una mayor excitación. Uno de los músculos que normalmente se tensa de forma voluntaria es el esfínter del ano. La velocidad del corazón aumenta con taquicardia de hasta 175 pulsaciones / minuto. La presión arterial sigue subiendo, hasta 8 puntos la máxima y 4 la mínima. Un hombre que estaba a 14 / 8, puede llegar en esta fase de meseta hasta 22 / 12. El pene aumenta el tamaño de su circunferencia en la región de la corona del glande. Los testículos también incrementan su tamaño en un 50 por ciento, así como su elevación.
Cuando se acerca la explosión final, el enrojecimiento del cuerpo, desde los muslos hasta el cuello, está bien desarrollado. El orgasmo va precedido por la sensación de que no es posible parar, y aparecen a continuación las contracciones para expulsar el semen, en tres o cuatro efusiones. Muchos músculos se contraen involuntariamente, y algunos llegan al espasmo. En el recto aparecen también abundantes contracciones El ritmo respiratorio, normalmente de 20 ventilaciones por minuto, puede llegar a doblarse hasta 40. El ritmo cardiaco puede llegar a 180 pulsaciones por minuto, y la presión arterial llegar a un aumento de hasta 10 puntos la máxima y 5 la mínima. El caballero cuya presión arterial era de 14 / 8, puede llegar hasta 24 / 13. En este momento es factible que un hombre con dificultades cardíacas haga una angina de pecho, o incluso un infarto de miocardio. Resulta curioso que, en estos casos, la percepción del dolor provocado por una angina de pecho depende de las emociones que esté deparando la relación sexual. Una angina de pecho es debida al cierre parcial de una arteria coronaria, que deja con poca sangre (y, por tanto, con poco oxígeno) al músculo que mueve el corazón. Si la falta de oxígeno durase el tiempo necesario para que el músculo dejase de funcionar y "muriese", se produciría un infarto. Si el problema dura poco tiempo y, después, la arteria coronaria deja pasar otra vez la sangre necesaria, el dolor de la angina de pecho desaparece y el paciente se recupera. El dolor (de una angina y de un infarto) es terrorífico, y quienes lo han sufrido lo describen como la presión de unas tenazas
inmensas aplastando por completo su pecho, al tiempo que sienten la enloquecedora inminencia de la muerte. Pues bien. Hace poco se descubrió una curiosa situación. En un Hospital de París investigaban a un grupo de pacientes varones, con anginas de pecho en situaciones de esfuerzo. A todos ellos se les colocó un aparato (llamado "holter") que registra el electrocardiograma de forma permanente, las veinticuatro horas del día, y que graba la información en unos disquetes que luego permiten evaluar cómo se ha comportado el corazón en distintas situaciones de esfuerzo. Muchos de ellos padecían anginas de pecho en el momento de realizar el acto sexual, especialmente durante el orgasmo. El "holter" medía la intensidad y la duración de cada angina, de forma totalmente objetiva. Algunos de los pacientes, los más picarones, poseían amante además de esposa, con lo que los actos sexuales quedaban repartidos entre una y otra. Y ahí viene lo curioso: los que sufrían anginas de pecho durante el cumplimiento con sus santas, explicaban unos dolores terribles y la sensación de muerte total. En cambio, si las anginas aparecían durante el alborozo con su querida, las explicaban como irrelevantes y desdeñables. Pero el "holter" decía lo contrario: las anginas conyugales se veían mucho menos graves, en el electrocardiograma, que las acontecidas en situación de infidelidad, las cuales se revelaban como sumamente intensas. En otras palabras: la observancia del débito sexual con la propia esposa suministraba mucha menos excitación que el deleite con la fulana, y, por tanto, era menos peligrosa. Pero... la sensación de dolor y sufrimiento era mucho mayor en las primeras situaciones que en las segundas. De ahí que los cardiólogos recomienden a sus clientes anginosos la castidad, o, como máximo, el moderado esparcimiento que procura la rutina conyugal en la mayoría de las parejas. Las expansiones son más dolorosas, pero mucho menos peligrosas. Las conclusiones son algo decepcionantes en cuanto a la fidelidad. Bien harán las parejas estables en cuidar la variedad y calidad de sus holganzas y apasionamientos, lo que produce más riesgo de anginas, pero menos en cuanto a aburrimientos y adulterios.
El pobre varón queda fuera de combate tras el orgasmo. Así como el orgasmo de la mujer deja a ésta con una sensación de arrobo e inclinación al mimo y a la ternura, el orgasmo masculino deja a su protagonista con la sensación de trabajo bien hecho y merecido descanso. Dicen algunos hombres maliciosos que lo mejor del orgasmo viene después, cuando uno se da la vuelta y duerme. La resolución de la excitación se produce en forma brusca. Cualquier contacto con el pene, antes apetecido, ahora resulta incómodo y moderadamente doloroso. Los pezones se aplanan, el enrojecimiento desaparece, y la respiración deja de ser jadeante para pasar a calmada. Lo mismo cabe decir del acelerón cardíaco y de la subida de presión arterial. El pene baja cabeza, en dos fases. En la primera, de pocos segundos, pierde el 50 por ciento de su tamaño grande. En la segunda, de varios minutos, va disminuyendo su orgullo hasta llegar a la fase de arruga propia de los periodos de tregua. También la piel del escroto vuelve a su textura inicial perdiéndose la congestión y el engrosamiento.
Durante el tiempo necesario
Con los componentes psicológicos oportunos