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Este texto analiza la construcción social de la realidad y cómo se internaliza en el individuo a través del proceso de socialización primaria y secundaria. La realidad no deriva de datos biológicos, sino que es un producto de la actividad humana. La internalización es la base para la comprensión de los semejantes y la aprehensión del mundo como realidad significativa y social. La socialización primaria crea una abstracción progresiva en la conciencia del niño, mientras que la socialización secundaria adquiere conocimiento específico de roles arraigados en la división del trabajo. La sociedad debe desarrollar procedimientos de mantenimiento de la realidad para preservar cierto grado de simetría entre la realidad objetiva y la subjetiva.
Tipo: Resúmenes
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Berger, P. y Luckmann, T. (1976). La construcción social de la realidad; Madrid: Amorrortu. Capítulo III: La sociedad como realidad subjetiva. Pp. 164- RESUMEN DE CÁTEDRA
Es decir, que el mundo social aparece filtrado por la doble selección: la estructura social de sus predecesores y las ideas de los mismos. Así, un niño de clase baja absorbe el mundo social en una perspectiva de su clase y además con la perspectiva que le den sus padres, o quienes estén encargados de su socialización. Dicha internalización sucede tanto por la socialización primaria y la socialización secundaria. La socialización primaria es la primera que recibimos e implica además de lo cognitivo, una carga emocional. Sólo se internaliza si hay identificación : el niño acepta los roles y actitudes de los otros y se apropia de ellos. Y al identificarse con los demás, es capaz de identificarse a él mismo. En este caso el yo del individuo se convierte en una entidad reflejada, refleja las actitudes que inicialmente adoptaron para con él los otros significantes, el individuo llega a ser lo que los otros significantes lo consideran. También se acepta el mundo de los otros, de modo que la identidad se define como ubicación en un mundo determinado. El niño aprende que él es lo que lo llaman. La dialéctica que se presenta cada vez que el individuo se identifica con otros semejantes, resulta como una particularización de la dialéctica que se presenta en la sociedad. La socialización primaria crea en la conciencia del niño una abstracción progresiva que va de los roles y actitudes de otros específicos a los roles y actitudes en general. En la internalización de normas hay una progresión desde “mamá está enojada conmigo ahora” (situación particular) hasta “mamá se enoja conmigo cada vez que derramo la sopa” (generalización de la situación particular) A medida que otros significantes (padre, abuela, hermana, etc) apoyan la actitud negativa de la madre, la generalidad de la norma se extiende subjetivamente. El paso decisivo se da cuando el niño reconoce que todos se oponen a que derrame la sopa, y la norma se generaliza “no se debe derramar la sopa”. Esto es el otro generalizado , su formación dentro de la conciencia significa que ahora el individuo se identifica no solo con otros concretos, sino, con una generalidad de otros, una sociedad. Es la identidad en general y la autoidentificación. La sociedad, la identidad y la realidad se cristalizan subjetivamente en el mismo proceso de internalización. El lenguaje es el instrumento más importante de la socialización. Cuando el otro generalizado se ha cristalizado en la conciencia, se establece una relación simétrica entre la realidad objetiva y la subjetiva. Lo que es real “por fuera” se corresponde con lo que es real “por dentro” y ambos pueden traducirse. La relación entre el individuo y el mundo social objetivo es un acto de equilibrio continuo. Pero hay que aclarar lo siguiente: nadie internaliza la totalidad de lo que se objetiva como realidad en su sociedad (no incorpora todo el “afuera”) y además siempre hay elementos de la realidad subjetiva que no se originan en la socialización, como la conciencia del propio cuerpo (no todo lo de “dentro” viene de “afuera”) En la socialización primaria no existe ningún problema de identificación ya que el niño no interviene en la elección de sus otros significantes, se identifica con ellos casi automáticamente, el niño internaliza el mundo como el único que existe y que se puede
Los roles de la socialización secundaria tienen un alto grado de anonimato, es decir, que se separan fácilmente de los individuos: el mismo conocimiento que enseña un maestro, puede enseñarlo otro. La realidad de la socialización primaria se da casi automáticamente, mientras que en la socialización secundaria hay que usar técnicas específicas. Hay que hacérselo sentir como algo familiar, intensificando la carga afectiva, para que el individuo se comprometa con la realidad que está internalizando. Así, el individuo se compromete con la nueva realidad: se entrega a la música, a la revolución, a la fe, dispuesto a sacrificarse por la causa. Si en una sociedad, la distribución social del conocimiento es sencilla, la misma institución puede pasar de la socialización primaria a la secundaria. En caso de que esa distribución sea más compleja, tendrán que crearse organismos especializados de socialización secundaria. La educación es un ejemplo de socialización secundaria, implicando una declinación de la familia como agente de socialización secundaria. c. Mantenimiento de la realidad Como la socialización nunca se termina y los contenidos que la misma internaliza enfrentan continuas amenazas a la realidad subjetiva, toda sociedad debe desarrollar procedimientos de mantenimiento de la realidad para salvaguardar cierto grado de simetría entre la realidad objetiva y la subjetiva. El carácter más artificial de la socialización secundaria vuelve más vulnerable la realidad subjetiva de sus internalizaciones, porque aquellas están menos arraigadas en la conciencia. Por ejemplo, tanto la prohibición de la desnudez, que afecta al sentido del pudor (internalizado en la socialización primaria), como los cánones de la vestimenta adecuada para diferentes ocasiones sociales (adquiridos en la socialización secundaria), se dan por establecidos en la vida cotidiana. En tanto no se cuestionen socialmente, ninguno de ellos constituye un problema para el individuo. Sin embargo el desafío tendría que ser mucho más fuerte en el primer caso que en el segundo, para que se cristalizara como amenaza para la realidad establecida de las rutinas respectivas. Un cambio pequeño en la definición subjetiva de la realidad puede bastar para que un individuo vaya a la oficina sin corbata, pero para que vaya desnudo y viera esto como “natural” se necesitaría un cambio drástico. Existen dos tipos generales de mantenimiento de la realidad: mantenimiento de rutina y mantenimiento de crisis. El primero está destinado a mantener la realidad internalizada en la vida cotidiana; el segundo en las situaciones de crisis. Es sabido que la realidad de la vida cotidiana se mantiene porque se concreta en rutinas, lo que constituye la esencia de la institucionalización. Además, se reafirma continuamente en la interacción del individuo con los otros; así como la realidad se internaliza originariamente por un proceso social, así también se mantiene en la conciencia por procesos sociales. Es fundamental que la realidad subjetiva guarde relación con la realidad objetiva socialmente definida pues se refiere al proceso social de mantenimiento de la realidad. En dicho proceso consideramos los otros significantes y los otros no significantes. Los otros significantes constituyen para el individuo los agentes principales para el mantenimiento de su realidad subjetiva, los otros menos significantes funcionan como una especie de coro.
La esposa, los hijos y la secretaria ratifican cada día que es un hombre importante o bien un fracasado. Las tías, los cocineros y los ascensoristas apoyan eso en grados variables. Resulta posible que haya desacuerdo entre estas personas. En ese caso el individuo se haya frente a un problema de coherencia, que puede resolver modificando su realidad o sus relaciones para el mantenimiento de ésta. Puede tener la alternativa de aceptar su identidad como fracasado o de despedir a su secretaria o de divorciarse de su esposa. La relación entre los otros significantes y el coro para mantenimiento de la realidad es dialéctica, interactúan unos con otros. Una identificación negativa por parte del ambiente más general, puede llegar a afectar la identificación ofrecida por los otros significantes. El vehículo más importante del mantenimiento de la realidad es el diálogo , que significa que la gente conversa entre sí. Al mismo tiempo que el aparato conversacional mantiene continuamente la realidad, también la modifica de continuo. El hecho fundamental del mantenimiento de la realidad reside en el uso continuo del mismo lenguaje. La mayor parte del mantenimiento de la realidad en el diálogo es implícita, no explícita. El diálogo se efectúa con el trasfondo de un mundo que se da silenciosamente por establecido. Al mismo tiempo que el diálogo mantiene la realidad, también la modifica. Para poder mantener una realidad subjetiva, el aparato conversacional debe ser continuo y coherente. En cuanto se produce un quiebre entre ambas, inmediatamente se convertirá en una amenaza a la realidad. En fin, la realidad subjetiva siempre va a depender de las estructuras sociales específicas, así como de sus procesos de mantenimiento. En situaciones de crisis se usan los mismos procedimientos que para mantenimientos de rutinas, excepto que las confirmaciones de la realidad tienen que ser explícitas e intensivas. Todo lo dicho hasta ahora implica la posibilidad de que la realidad subjetiva pueda transformarse. Vivir en sociedad ya comporta un proceso continuo de modificación de la realidad subjetiva. En particular, la transformación se aprehende subjetivamente como tal, lo que, por supuesto, tiene algo de engañoso. Puesto que la realidad subjetiva nunca se socializa totalmente, no puede transformarse totalmente mediante procesos sociales. El individuo transformado tendrá al menos el mismo cuerpo y vivirá en el mismo universo físico. Con todo, hay ejemplos de transformaciones que parecen totales si se las compara con otras de menor cuantía: las llamaremos alternaciones. La alternación requiere procesos de re-socialización, que se asemejan a la socialización primaria. El prototipo histórico de la alternación es la conversión religiosa. La estructura de plausibilidad debe convertirse en el mundo del individuo, desplazando a todos los demás mundos, especialmente a aquel en que el individuo "habitaba" antes de su alternación. La alternación comporta, por lo tanto, una reorganización del aparato conversacional. El requisito conceptual más importante para la alternación consiste en disponer de un aparato legitimador para toda la serie de transformaciones. Lo que debe legitimarse no solo es la realidad nueva, sino también las etapas por las que ésta se asume y se
versión que pertenece al otro sexo con el alcance que le han mediatizado los otros significantes del sexo opuesto, pero no se identificará con esa versión. Es evidente que una sociedad proporcionará mecanismos terapéuticos para tratar esos casos "anormales". Ejemplo: los niños socializados exitosamente ejercerán, como mínimo, cierta presión sobre los "equivocados". Cuando los mundos agudamente discrepantes se mediatizan en la socialización primaria, al individuo se le presenta una elección entre identidades perfiladas que aprehende como posibilidades biográficas genuinas. Puede convertirse en un hombre como lo concibe la raza A o como lo concibe la raza B. Aquí es donde aparece la posibilidad de una identidad verdaderamente oculta, que no se reconoce fácilmente porque no concuerda con las tipificaciones objetivamente disponibles. En otras palabras, puede existir una asimetría socialmente disimulada entre la biografía "pública" y la "privada". Discrepancias similares se producen entre los procesos de socialización en la familia y en el grupo de pares. Tales situaciones están preñadas de posibilidades de conflictos internos y de culpa. Es de suponer que todos los hombres, una vez socializados, resultan en potencia "traidores a sí mismos". El problema interno de esa "traición" se vuelve mucho más complicado si lleva apareado el problema adicional de cuál de sus "yo" es el traicionado en un momento dado. En cada traición existe una concomitante "traición a sí mismo" en cuanto a que se ha identificado con los dos mundos discrepantes. La alternación sigue constituyendo una amenaza que dura toda la vida. La posibilidad de ''individualismo" (vale decir, de una elección individual entre realidades e identidades discrepantes) se vincula directamente con la posibilidad de socialización deficiente. Una tercera situación de importancia que lleva a la socialización deficiente es la que aparece cuando existen discrepancias entre la socialización primaria y la secundaria. La unidad de la socialización primaria se mantiene, pero en la secundaria las realidades e identidades que se dan como alternativas aparecen como opciones subjetivas. Si en la socialización primaria aparecen mundos discrepantes, el individuo puede optar por identificarse con uno de ellos en oposición a los otros, proceso que, por ocurrir en la socialización primaria, tendrá un alto grado de carga afectiva. La aparición de mundos discrepantes en la socialización secundaria produce una configuración totalmente distinta. En la socialización secundaria, la internalización no tiene por qué ir acompañada de una identificación afectivamente cargada con otros significantes. Se podría hablar de alternación "fría". El individuo internaliza la nueva realidad, pero en lugar de ser ésta su realidad, es una realidad que ha de utilizar con propósitos específicos.
sociales históricas específicas, engendran tipos de identidad, reconocibles en casos individuales. La orientación y el comportamiento en la vida cotidiana dependen de esas tipificaciones. La identidad es un fenómeno que surge de la dialéctica entre el individuo y la sociedad. Por otra parte, los tipos de identidad son productos sociales, elementos relativamente estables de la realidad social objetiva (el grado de estabilidad, a su vez, se determina socialmente, por supuesto). La situación psicológica está relacionada con las definiciones sociales de la realidad en general y. de por sí, se define socialmente. Otra manera de decir que las teorías psicológicas son adecuadas consiste en decir que reflejan la realidad psicológica que pretenden explicar. Puesto que las teorías psicológicas son elementos de la definición social de la realidad, su capacidad de generación de la realidad es una característica que comparten con otras teorías legitimadoras; sin embargo, su potencia realizadora asume grandes dimensiones, en particular porque se realiza por medio de procesos que sirven para la formación de la identidad y que tienen una carga emocional. Las psicologías producen una realidad que a su vez sirve de base a su verificación. En otras palabras, aquí se trata de dialéctica, no de tautología. La teorización sobre la identidad buscará entonces tomar conocimiento de las transformaciones de identidad que han ocurrido de hecho, y ella misma sufrirá transformaciones en este proceso.