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En la determinación de alcalinidad de un agua de rio, se gastaron 3.5 mL de ácido sulfúrico 0.02 N empleando indicador de naranja de metilo y 0.7 mL empleando indicador de fenolftaleína, en un volumen de muestra de 50 mL.Determine la alcalinidad total y las especies presentes.
Tipo: Monografías, Ensayos
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Prof. J. M. Fernández Ábalos Departamento de Microbiología y Genética. Universidad de Salamanca.
Aspectos históricos y comentarios de actualidad. Basado en “Biology of the Prokaryotes” (1999). Lengeler,J.W.; Drews, G. and Schlegel, H.G. Blackwell Science. La definición clásica de la Microbiología como “la ciencia que trata de los organismos cuyo tamaño es demasiado pequeño para ser observados a simple vista” es intelectualmente corta y puramente metodológica, y refleja claramente las limitaciones humanas para desentrañar la realidad natural. La tecnología es a la vez la principal herramienta para el conocimiento y el principal factor limitante, pues los hechos naturales no han sido “diseñados” teleológicamente para que el hombre los comprenda. En otras palabras, y aunque nos pese, la Naturaleza no está construida empleando escalas humanas. Esto se refleja en la falta de homogeneidad estructural de los organismos tradicionalmente estudiados en Microbiología. Toda la Biología podría abordarse tomando a los microorganismos como excusa y esto, aunque sirva para dar importancia al trabajo con microorganismos, impone serias restricciones prácticas para el trabajo diario del microbiólogo. Está claramente demostrado que los microbios sirven de banco de prueba para la elaboración y aplicación de todas las teorías y tecnologías biológicas, y la inmediatez con que puede pasarse de la bioquímica a la biología celular y a la genética utilizando microorganismos es quizás la razón por la cual hay tantos biólogos trabajando y estudiando microorganismos, desde los más diversos puntos de vista. Resulta difícil imaginar que el microbiólogo pueda acumular el conocimiento necesario para saber todo de todos los microorganismos (como representantes de los seres vivos en general), por lo que se impone una aproximación más “humilde” al trabajo con microorganismos, para individualmente aportar pequeñas piezas al puzzle de lo biológico. La tecnología para manipular poblaciones enormes de seres vivos en un espacio controlado por el investigador es, en mi opinión, la gran aportación de la Microbiología a la metodología de investigación biológica en general, y quizás el mejor elemento de cohesión interna de la Microbiología como ciencia. La base teórica, imaginación, intuición, razonamiento práctico, capacidad de comunicación y habilidad manual para llevar a cabo estudios y experimentos no siempre están juntos en la misma persona, por lo cual las aproximaciones multidisciplinares son, en Microbiología, imprescindibles. Muchos descubrimientos importantes son a veces puramente accidentales y tienen lugar cuando se trabaja en áreas muy alejadas de aquella en la que se está investigando. E. Buchner descubrió la fermentación en extractos de levadura cuando, haciendo estudios inmunológicos, añadió azúcar a un extracto para conservarlo. A. Fleming descubrió accidentalmente la penicilina cuando su placa de estafilococos se contaminó con Penicillium. F. Griffith descubrió la transformación cuando trabajaba en la epidemiología de los neumococos. Por tanto, el azar juega también un importante papel en la investigación en general, y en la microbiología en particular. Muchos descubrimientos se llevan a cabo en varios sitios diferentes y no relacionados, y muchos investigadores individuales cooperaron en la
solución de un mismo problema, por lo que la distribución de honores y méritos no deja de ser frecuentemente injusta. Personajes trascendentales como Pasteur, Cohn, Beijerinck, Winogradsky o Koch, contribuyeron a muchos aspectos diferentes del conocimiento microbiológico y se encuentran en la base de la estructura microbiológica actual. Los microbios como problema conceptual. Las enfermedades fueron consideradas durante mucho tiempo un castigo divino, sin causa directamente objetiva. En la Europa renacentista, Girolano Fracastorius (1478-1553), médico y ¡poeta! veronés, llegó a la conclusión de que las infecciones se debían a la transmisión de contagios, cuerpos diminutos que están vivos y siempre producen la misma enfermedad, no sólo en el hombre y los animales sino también en las plantas y, acertadamente, calificó a la sífilis como el “mal francés”. Sus ideas son más llamativas si consideramos que los microorganismos todavía permanecían ocultos y, por tanto, la “Teoría Microbiana de la Enfermedad” se debe a un pensador que nunca había visto un microbio. La Microbiología no comenzaría a desarrollarse hasta que A. van Leeuwenhoek (1632-1723) describiera sus “bestezuelas” y “criaturillas” (“beesjes”, “cleijne schepsels”), empleando sus cuidadosamente construídos microscopios y comunicando sus resultados a la Royal Society de Londres. Pero sus observaciones sólo causaron gran impacto cuando se desarrollaron técnicas microscópicas más avanzadas, más de un siglo después. Las primeras microfotografías fueron presentadas por Robert Koch hacia 1876 y obtenidas con un objetivo de inmersión en agua. Los objetivos de inmersión en aceite fueron introducidos por Ernst Abbe y Carl Zeiss hacia 1878, los microscopios de luz ultravioleta fueron desarrollados por J. E. Barnard en 1919 y la tecnología de contraste de fases desarrollada por F. Zernike no se comercializó hasta 1940. El microscopio electrónico fue desarrollado en Bélgica y Alemania por L. Marton y E. Ruska respectivamente hacia
La repercusión de las observaciones de A. van Leeuwenhoek fue notable en los ambientes del pensamiento teórico. La posibilidad de ver organismos menores que los gusanos y las algas estimuló la investigación enormemente. La aparición de la vida a partir de los materiales inanimados, abiogénesis o generación espontánea , dominaba el pensamiento desde la época de los pensadores griegos, y se aplicaba a todo tipo de organismos, desde peces a gusanos, moscas y sus larvas y finalmente alcanzó a las recién descubiertas y más pequeñas, las bacterias. La transmisión de enfermedades por contacto era una posibilidad sugerida pero no demostrada hasta finales del siglo XIX y muchos eruditos habían planteado experimentos que intentaban soportar o descartar la abiogénesis. Esta búsqueda animó en gran medida el desarrollo de la Microbiología. En 1665, Francesco Redi (1626-1697) demostró que los gusanos que se producían en la carne eran las larvas de moscas, que no aparecían si se protegía la carne con una gasa, lo cual impedía a las moscas depositar allí los huevos. Pero los microorganismos, fundamentalmente bacterias, eran mucho menores y no se podía ver claramente si procedían de otros antecesores o aparecían de la materia inerte. El inglés J.T. Needham (1713-1781) y sus seguidores defendían que las moléculas inertes podían reagruparse per se para dar lugar a la aparición de microorganismos. Lazzaro Spallanzani (1729-1799) era contrario a esta idea y realizó una serie de experimentos, a mitad del siglo XVIII, que demostraron que la presencia de microorganismos en los extractos puede evitarse si se hierven y se mantienen luego herméticamente cerradas. Los trabajos de físicos y químicos como J. Priestley , E. Cavendish y A. Lavoisier establecieron las bases de la química de los gases. Uno de ellos, el oxígeno, era esencial para la vida de los animales. Se propuso entonces que el calentamiento hacía desaparecer el oxígeno de los extractos, y que la entrada de aire nuevo provocaba la aparición de los microorganismos al aportar el oxígeno necesario para el crecimiento, pero no porque llevase microorganismos. F. Schulze y T. Schwann
Las originales actividades de las bacterias vinieron a explicar fenómenos muy llamativos, quizás uno de los más espectaculares fuera el de los famosos milagros de conversión de hostias en sangre, desde que en la Edad Media la Iglesia había introducido estos elementos en el culto. En 1823, una comisión científica de la Universidad de Padua, dirigida por Bartolomé Bizio , determinó que las manchas sanguinolentas observadas en estos “milagros” correspondían a los cuerpos “fúngicos” de un organismo al que denominó entonces Serratia marcescens. Otros describieron situaciones similares producidas por Monas prodigiosa , en realidad la misma bacteria, Serratia. Las pigmentaciones, películas y surgimientos repentinos en hábitats acuáticos habían atraído siempre a los naturalistas. El naturalista alemán C. G. Ehrenberg describió a las actuales Thiospirillum jenense y Chromatium okenii en 1838, después de observar las manchas coloreadas producidas por estos organismos en los ríos cerca de Jena. El mismo autor describió a Gallionella ferruginea , bacteria productora del ocre. El botánico suizo M. Perty describió especies de bacterias purpúreas (rojas), denominación acuñada luego por el danés E. Warming. Entre 1853 y 1877, F. Cohn publicó sus trabajos sobre estructura de las bacterias que sentaron las bases de la morfología bacteriana. Reconoció a la bacterias como grupo especial, asignándolas al reino vegetal, con reproducción por fisión binaria y metabolismo especializado. Adoptó la nomenclatura linneana y desarrolló uno de los primeros esquemas de organización sistemática útiles en bacteriología. Además estudió las endosporas, describiendo Bacillus subtilis , el “bacilo del heno”, y otorgó a la formación de endosporas importancia taxonómica. En aquel tiempo se discutía sobre el carácter pleomórfico o monomórfico de las bacterias, por comparación con los ciclos fúngicos. Las bacterias presentarían características morfológicas variables, y cada estado o forma sería capaz de producir enfermedades diferentes, con metabolismo también diferente. Lister y otros defendían esta postura, mientras que Pasteur, Cohn y Koch propugnaban la estabilidad o monomorfismo de cada especie, con una constancia de caracteres que se revelaba claramente al trabajar con cultivos puros. La aceptación del monomorfismo llevó mucho tiempo, y chocó luego con la observación de mutantes y con el descubrimiento de nuevas especies con ciclos de vida complejos. La estructura celular de las bacterias fue objeto de intensos estudios, descubriéndose las inclusiones citoplásmicas, los flagelos, la pared celular,… y también fenómenos de comportamiento o tactismos de atracción o repulsión a la luz, el oxígeno o las sustancias químicas. Con sus estudios sobre quimiotactismo, W. Pfeffer (1884-
solución hoy común en la práctica clínica: lavarse las manos. En 1855 el médico inglés John Snow , sin conocer el agente causal del cólera, realizó el famoso estudio epidemiológico con el que demostró que la epidemia de cólera en Londres estaba asociada a la distribución de agua de beber por una de las compañías suministradoras. Desde 1850, Louis Pasteur había proporcionado suficientes evidencias sobre la especificidad de las fermentaciones y los organismos causantes, y asumió que las enfermedades debían estar causadas por microorganismos concretos. Aunque no era médico ni veterinario, se dedicó a investigar las causas de diferentes enfermedades, no sólo las “patologías” del vino y la cerveza, sino incluso las de los gusanos de seda y las aves. En su mismo laboratorio, C. Chamberland comenzó a usar el autoclave y la esterilización de soluciones a través de filtros de porcelana. En 1860, Lister, influido por los descubrimientos de Pasteur sobre la omnipresencia de los microorganismos, supuso que éstos podían contaminar las heridas de la misma manera que contaminaban los medios de cultivo e introdujo las técnicas quirúrgicas asépticas (esterilización del instrumental, vendajes, pulverización de desinfectantes), reduciéndose así en gran medida las infecciones postoperatorias. En 1875, experimentos realizados en no más de cinco semanas, permitieron a R. Koch (basándose en experiencias previas de A. Pollender y C. J. Davaine ) aislar e identificar al bacilo Bacillus anthracis , causante del carbunco en animales. Demostró también la transmisibilidad de la enfermedad de animales enfermos a sanos y permitió la formulación de los famosos “Postulados de Koch” , elaborados por E. Klebs y F. Loeffler. Todo este trabajo vino a confirmar a los microorganismos como causantes específicos de enfermedades y a establecer definitivamente la metodología microbiológica, con lo que la ciencia de la Microbiología quedó finalmente forjada. Quedaron además formadas dos poderosas escuelas de investigación en Microbiología. La escuela francesa, alrededor de Pasteur, con Roux , Chamberland , Joubert , Yersin , Metchnikoff y otros, que se dedicó a estudiar experimentalmente los procesos infecciosos y las reacciones de defensa frente a las infecciones, lo que dió origen a la inmunología experimental de la cual el Instituto Pasteur es pionero. La escuela alemana, por su parte, encabezada por Koch, con Behring , Loeffler , Pfeiffer , Kitasato , Welch , Ehrlich , se centró en el aislamiento, cultivo y caracterización de las infecciones en humanos, llegando a descubrir los agentes causales de la tuberculosis ( Koch , 1882), el cólera ( Koch , 1883), la difteria ( Klebs , 1883, Loeffler , 1884), la neumonía ( Fraenckel , 1886), la meningitis ( Weischselbaum , 1887), el tétanos ( Kitasato , 1889) y la peste ( Yersin y Kitasato , 1894). También las enfermedades microbianas de las plantas fueron objeto de estudio. En 1845, M. J. Berkeley había demostrado que el mildiú de la patata estaba causado por un hongo, responsable de la plaga de la patata en Irlanda, una catástrofe que influyó notablemente en la historia irlandesa (y universal). Las royas, cornezuelos, etc. fueron reconocidas desde épocas antiguas. En 1878 el botánico americano T. J. Burril describió una bacteria en los tejidos enfermos de perales con mildiú, a la que denominó Micrococcus amylovorus. En 1888 el también americano Erwin F. Smith (a quien se dedicó el nombre Erwinia ) describió varias bacterias de plantas y se atrevió a generalizar que había tantas infecciones bacterianas en plantas como en animales. Entre otras, describió la bacteria Agrobacterium tumefaciens como causante de las agallas tumorales en dicotiledóneas. Simultáneamente a la identificación de los microorganismos causantes de la enfermedades se inició la lucha contra ellos. Los inicios de la inmunología se remontan a los años finales del siglo XVIII, cuando Edward Jenner “vacunó” contra la viruela utilizando pústulas de viruela bovina. Sería Pasteur quien adoptase el término vacuna en honor a Jenner, para denominar a la protección que la inoculación con bacterias atenuadas confería a las gallinas con las que hacía demostraciones públicas (científicas, quiero decir). Pasteur y sus colaboradores prepararon vacunas contra el cólera aviar, el carbunco o la rabia. Vacunas contra otras enfermedades fueron elaboradas por la escuela de Koch (fiebre tifoidea, cólera). La acción protectora de las vacunas estimuló los estudios sobre los mecanismos inmunológicos, y se descubrió la fagocitosis y la inmunidad celular ( Metchnikoff , 1884),
nódulos de leguminosas y estudió el metabolismo fototrófico, la fijación de nitrógeno, etc., permitieron sentar las bases de la ecología microbiana y la participación de los microorganismos en los ciclos biogeoquímicos. Los estudios metabólicos permitieron conocer muchos detalles sobre la utilización de compuestos o la liberación de productos, lo que permitió acumular evidencias sobre la existencia de las enzimas y, en cierta forma, unificar las ideas vitalistas con las avitalistas: los procesos de conversión de sustancias en la Naturaleza ocurren por la acción de los (micro)organismos por estar dotados de los catalizadores químicos (enzimas) adecuados para ello. Las diferentes fermentaciones y la variedad de procesos impulsaron a Albert J. Kluyver y H. J. L. Donker (1926) a proponer como concepto general la existencia de un gradiente energético que conduce los procesos de oxidación-reducción observados en el metabolismo energético. Los microorganismos, las bacterias y levaduras en particular, sirvieron para elucidar la mayoría de los procesos metabólicos (catabólicos o anabólicos) que ocurren en todos los organismos e iniciar el análisis de mecanismos regulatorios y de transmisión de información, que culminarían posteriormente con el desarrollo de la genética molecular. La regulación metabólica, entendida inicialmente como adaptación a las condiciones del medio de cultivo, fue ya notificada por Pasteur en 1857, cuando demostró que Penicillium glaucum usaba sólo la forma dextrógira y no la levógira del ácido tartárico. También se detectó el hecho de que la producción de enzimas despolimerizantes del almidón desaparecía si el organismo se cultivaba en presencia de glucosa. La represión catabólica estaba ya anunciada cuando los investigadores de la época (W. Pfeffer) se preguntaban qué ocurriría cuando el organismo podía optar por más de una forma de fuente de carbono, nitrógeno u otros elementos. Las adaptaciones observadas al cambiar el medio de cultivo, entendidas de forma un tanto vaga como variaciones de la actividad enzimática, fueron abordadas por H. Karström en Helsinki en 1930 al estudiar la utilización de xilosa en Bacterium aerogenes e hizo la generalización de que las enzimas para el uso de sustratos generales como la glucosa, el ácido pirúvico, el ácido succínico o el ácido láctico eran siempre constitutivas, mientras que las que permitían el uso de azúcares raros eran adaptativas. Se estudiaron muchas actividades enzimáticas, pero el significado de muchos de los resultados obtenidos no llegó a comprenderse hasta que en los años 50-60 se impuso el modelo del operón. Los modelos regulatorios comenzaron a hacerse explícitos con los trabajos de Jacques Monod , que trabajó con protozoos primero y con E. coli y Bacillus después. Monod acuñó el término diauxia para el tipo de crecimiento con dos sustratos alternativos, y después de 1952, junto a M. Cohn , introdujo términos como “enzimas inducibles”, “inductor externo” o “inductor gratuito”. Los modelos de inducción-represión se difundieron en los años 50 basándose en el trabajo de Monod y en los mutantes constitutivos para la utilización de lactosa de G. Cohen-Bazire y H. Jolit. La definición de operón procede de François Jacob (1960) y su grupo que, con fagos lambda atenuados, complementaron los estudios de Monod. La regulación del metabolismo al nivel de la actividad enzimática se descubrió en enzimas de E. coli , que no funcionaban cuando se acumulaban los productos de su actividad; R. Yates y A. B. Pardee dilucidaron los mecanismos de inhibición por retroalimentación cuando estudiaban la síntesis de derivados de pirimidinas (1956). El concepto de la regulación alostérica de la actividad enzimática se debe a Monod , J. Wyman y J. Changeux (1965). Los virus. A finales del siglo XIX, la Microbiología había tomado cuerpo como ciencia de los organismos pequeños, casi invisibles, pero ya había conseguido aislarlos, cultivarlos y verlos al microscopio. Era cuestión de tiempo llegar a identificar al microorganismo causante de cada enfermedad. Pero todavía quedaba por descubrirse un grupo de organismos de gran importancia: los virus. En 1882, Dimitry Ivanowsky descubrió que el jugo de los extractos de plantas de tabaco que padecían la enfermedad del mosaico, era capaz de transmitir la enfermedad a plantas sanas, incluso si
tales jugos se filtraban a través de los filtros de porcelana inventados por C. Chamberland. En 1898, sin conocer exactamente el trabajo de Ivanowsky, M. Beijerinck definió al agente causante de la enfermedad del tabaco como un “contagium vivum fluidum” , diferente de los conocidos hasta entonces y en 1900 demostró que ese agente sólo se replicaba en células vivas. También en 1900, Loeffler y Frosch establecieron que el agente causante de la glosopeda del ganado también era un agente filtrable. Peyton Rous , en 1911, descubrió la capacidad de filtrados acelulares para producir sarcomas en animales, con lo que se inició la relación de la microbiología con el cáncer. Los bacteriófagos fueron descubiertos por F. Twort y Félix d´Herelle , que observó las placas de lisis en céspedes bacterianos. Entre 1929 y 1936, F. M. Burnet describió las fases del ciclo de vida de los bacteriófagos. La lisogenia fue descubierta simultáneamente por J. Bordet , M. Ciuca y E. Gildemeister , en 1921 y otros investigadores ayudaron a definirla como un estado de latencia de la infección viral, que sería definitivamente aclarado por A. Lwoff hacia 1945. En 1951, Esther M. Lederberg descubrió que la cepa más usada de E. coli , la K12, contenía un fago atenuado, al que denominó lambda. La mayoría de las cepas actuales derivadas de K12 han sido curadas del fago. Mientras tanto, los virus habían empezado a cultivarse en huevos embrionados ( Copeman , 1899) o en tejidos celulares ( F. Parker y R. N. Nye , a mediados de los años 20). En 1951, Max Theiller comprobó que pasos sucesivos por embrión de pollo atenuaban al virus de la fiebre amarilla, lo que posibilitó la producción de una vacuna. En 1935, Wendel M. Stanley cristalizó el virus del mosaico del tabaco, comprobando que estaba formado por proteína y desencadenando un debate teórico sobre el carácter de los virus como seres vivos o estructuras inanimadas. Posteriormente se comprobó que el TMV estaba formado también por ARN. Los fagos lambda y P1 sirvieron para descubrir los fenómenos de modificación- restricción ( L. Bertani , J. Weigle , 1953; Werner Arber , 1959-1968), lo que permitiría posteriormente el desarrollo de la ingeniería genética. La virología actual es una ciencia de moda, después de la pandemia de SIDA, y de los estallidos de infecciones como Ébola. El uso de virus desarmados promete ser una herramienta de primer orden en la modificación del genoma y la terapia génica. La genética microbiana. Los microorganismos se han encontrado siempre en primera línea de investigación genética. A principios de siglo H. de Vries , Carl Erich Correns y Erich von Tschermak redescubrieron los trabajos de G. J. Mendel y pusieron a la herencia al frente de la investigación biológica. Charles Darwin había propuesto su teoría evolucionista y de selección natural. Tras unas conferencias de H. de Vries en Amsterdam en 1900, en las que empleó los términos “mutación” y “mutante”, M. Beijerinck propuso que algunas de las formas variables en las que a veces se presentaban las bacterias podían ser consideradas como mutantes y sugirió que los microbios podrían ser útiles en el estudio de las leyes de la herencia, la variabilidad y la competencia entre especies. El carácter de los genes como unidades genéticas básicas fue definiéndose a partir de los trabajos en organismos superiores, y se consideró que las modificaciones o mutaciones podían estar “dirigidas” en beneficio de la especie. Cuando ya F. Griffith , en 1928 había comprobado, mediante experimentos in vivo, la existencia de transformación bacteriana en los neumococos y se habían realizado algunos experimentos de apareamiento en E. coli , Salvador Luria y Max Delbrück realizaron su famoso “experimento de fluctuación” con E. coli y el fago T1 (1943), apoyado por los experimentos de H. Newcombe y los de replica en placa de J. Lederberg , que demostraron que las mutaciones ocurren al azar y la selección ocurre posteriormente, no de forma lamarkiana como algunos opinaban. Estos experimentos supusieron un paso decisivo en la aceptación de las teorías evolutivas. O. T. Avery , C. M. MacLeod y M. McCarty , en 1944, habían demostrado, en sus experimentos de transformación de neumococos, que el material genético es el ADN. A partir de entonces, los estudios de estructura del ADN, los de regulación de la expresión génica, conjugación, lisogenia, la ingeniería genética y su desarrollo posterior han dado a los microorganismos un papel relevante en la creación de la genética molecular que hoy conocemos.
parte de las líneas filogenéticas reúnen a especies fenotípicamente diversas, lo que reafirma la pobreza de los marcadores fenotípicos como marcadores filogenéticos. Los primeros doce Phyla o reinos en el Dominio Bacteria son: Proteobacterias ( Bacterias púrpuras ), con cinco subdivisiones: alfa, beta, gamma, delta y épsilon. Cianobacterias. Bacterias Gram positivas (con grupos de alto y bajo contenido de G+C) Clamidias. Planctomyces y relacionados. Bacteroides/ Cytophaga. Bacterias verdes del azufre. Espiroquetas. Deinococcus y relacionados Bacterias verdes no del azufre o grupo Chloroflexus. Thermotoga. Aquifex /Hydrogenobacter Además de estos doce grupos se han descrito otros siete Phyla de Bacteria ( Lengeler , 1999): Fibrobacter. Fusobacterium. Leptospirillum. Verrucomicrobiales. Sinergistas. Acidobacterium. Thermodesulfobacterium Dentro del Dominio Archaea se incluyen dos reinos o Phyla reales, Euryarchaeota (arqueas metanógenas, halófilas, y termófilas reductoras de azufre) y Crenarchaeota (arqueas termófilas e hipertermófilas que metabolizan compuestos de azufre, y otras recién descubiertas), además de un reino “virtual”, los Korarchaeota que sólo exiten como ARNr 16S huérfanos, ya que pertenecen a organismos que no se han podido aislar. Los virus y viroides quedan fuera de las clasificaciones taxonómicas pues carecen de estructura celular y metabolismo propio aunque, desde luego, se las han arreglado para prosperar a costa de sus hospedadores. Son, probablemente, lo más cercano al famoso y metafísico “gen egoísta” de R. Dawkins. Por conservadora que quiera ser, la Taxonomía permite un constante cambio, en función de los nuevos datos que aparecen o reinterpretaciones de datos anteriores. Una visión pragmática de la clasificación llevó a la publicación del Bergey´s Manual of Systematic Bacteriology , cuya primera edición, iniciada en 1984 y terminada en 1989 contenía, en cuatro volúmenes, un ordenamiento fenotípico de los grupos de Procariotas, atendiendo a caracteres metabólicos, morfológicos y de utilidad práctica (médica, agrícola, tecnológica, etc.). La segunda edición, a punto de aparecer ( Prescott , 1999) estará organizada de acuerdo a las actuales ideas filogenéticas y cambiará bastante la estructura del que se considera de facto el manual de clasificación e identificación de procariotas. La nueva edición constará de cinco volúmenes, y estará organizada en 30 secciones. Por acuerdo internacional se obliga a mantener los nombres de especies válidamente descritas, pero la posición taxonómica exacta de las especies pertenecientes a ciertos géneros muy establecidos puede variar enormemente. La situación de la taxonomía en los otros microorganismos (hongos, algas, protozoos) no es tan dinámica como en los procariotas. Los hongos verdaderos se dividen en cuatro grupos más o menos
reales: los Ascomicetos , Mastigomicetos , Zigomicetos y Basidiomicetos ; los Deuteromicetos son un grupo artificial de hongos cuyo sistema de reproducción sexual no se ha identificado. Los Hongos mucosos ( Acrasiomicetos y Mixomicetos ) están a medio camino entre los hongos y los protozoos. Las algas , tanto macroscópicas como microscópicas suelen estudiarse como componentes de los vegetales. Los protozoos , hasta hace poco tiempo se estudiaban en los cursos de Microbiología, pero son ahora, por su tendencia a vivir como parásitos, objeto de estudio de la Parasitología. Al mencionar los progresos y tendencias de la taxonomía actual, E. Stackebrandt , B. Tindall , W. Ludwig y M. Goodfellow concluyen en “The Biology of the Prokaryotes” (Lengeler, 1999): “Los rangos taxonómicos son sobre todo unidades subjetivas que facilitan la comunicación y permiten elaborar un sistema práctico que sirva a los usuarios. El objetivo final de la sistemática microbiana es poner en relación la taxonomía con la evolución mediante el establecimiento de homologías reales a nivel genómico. Sin embargo, hasta que se consiga alcanzar este objetivo tan ambicioso, las orientaciones y regulaciones no deben ser tan estrictas como para quedar fuera del alcance de la práctica diaria real en los diferentes campos de la microbiología aplicada, como por ejemplo en las instituciones médicas, las agencias medioambientales y las industrias biotecnológicas”. ¿Hasta dónde llega la Microbiología?. El campo de estudio de la Microbiología es, en realidad, toda la Biología. Si los microorganismos pueden presentarse en tantas formas, lugares y metabolismos diferentes, es fácil asumir que los microbiólogos (para pesar de algunos) no tengan reparos en introducirse en cualquier actividad relacionada con las ciencias biológicas. La patogénesis vegetal y animal, la biotecnología, la medicina, el ejército, incluso el mercado de valores, tienen puntos de contacto con los microorganismos. Al fin y al cabo, forman parte de cada una de nuestras células, y nunca nos podremos desentender completamente de ellos. En Norwich, UK, verano de 1999.