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El documento aborda la definición y clasificación de las virtudes, destacando su importancia en el ámbito profesional. Se explica que las virtudes son hábitos operativos buenos que perfeccionan las potencias del ser humano, permitiéndole obrar de acuerdo con su naturaleza y la ley moral. Se distinguen las virtudes intelectuales, que perfeccionan la razón, de las virtudes morales, que perfeccionan la voluntad y las tendencias sensibles. Dentro de las virtudes morales, se detallan algunas como la honradez, la magnanimidad, el patriotismo, la caridad, la prudencia, el respeto y la justicia, entre otras. El documento resalta la necesidad de las virtudes para lograr un recto obrar y alcanzar la felicidad.
Tipo: Apuntes
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La virtud puede definirse como el hábito operativo bueno, esto quiere decir, que las virtudes son cualidades estables y por eso son hábitos y no meras disposiciones o cualidades transeúntes. Las virtudes perfeccionan las potencias operativas disponiéndolas a las obras que están de acuerdo con la naturaleza del sujeto, las acercan más a su obrar propio, confiriendo a la facultad operativa una mayor perfección. Los vicios, por el contrario, dan a la potencia una disposición hacia las malas obras.
La virtud es el dominio de la parte racional del alma sobre la parte apetitiva (tendencia a lograr un fin sensible) y sobre la parte irascible (tendencia a evitar un daño sensible).
Puesto que se trata de una disposición o capacidad adquirida, por el ejercicio y el aprendizaje, de hacer lo que es moralmente bueno, la virtud es una cualidad de la voluntad que supone un bien para uno mismo o para los demás. Y en esto se distingue una virtud de cualquier otra disposición habitual, como por ejemplo la salud, la fuerza física o la inteligencia: en que "en un hombre virtuoso la voluntad es la que es buena" , fuerza, vigor o valor, poder o potestad de obrar, integridad de ánimo y bondad de vida, hábito y disposición del alma para las acciones conformes a la ley moral.
6.2. ETIMOLOGÍA
La palabra virtud proviene del latín virtus , al igual que su equivalente griego, a reté , significa "cualidad excelente" , "disposición habitual a obrar bien en sentido moral".
La vida es moralmente virtuosa si se tiene el hábito de la virtud, "por el cual el hombre se hace bueno y por el cual ejecuta bien su función propia"; la práctica habitual de las virtudes éticas, que consisten en un justo medio entre dos excesos, hace al hombre moral y lo dispone a la felicidad.
6.3. NECESIDAD DE LA VIRTUD
Para que se dé un acto humano bueno no basta la buena voluntad; es necesaria también la rectitud de las tendencias sensibles y el uso recto de las potencias exteriores. Los apetitos sensibles, por tener un movimiento instintivo propio, pueden rebelarse frente a las potencias superiores y necesitan ser perfeccionados por las virtudes morales. Estas dan a las tendencias sensibles la disposición estable para seguir dócilmente el imperio de la razón.
Se advierte también la necesidad de la virtud al reparar en la deficiencia de la libertad humana. Se ha visto ya que, como secuela de su imperfección, existe un cierto grado de indeterminación en la voluntad y en
la inteligencia con respecto al bien. Por ello, las virtudes son necesarias para perfeccionar la libertad, porque quiebran en buena parte esa cierta indiferencia de la voluntad, que se ve además solicitada por los bienes aparentes que le presentan las pasiones desordenadas. Aunque la libertad esencialmente no puede perderse nunca, disminuye por el pecado y se acrecienta por la virtud.
6.4. CLASIFICACIÓN DE LAS VIRTUDES.
Las virtudes se clasifican:
6.4.1. Infusas y adquiridas: a. Infusas o sobrenaturales, aquellas infundidas por Dios al conferirnos la gracia santificante. b. Adquiridas o naturales, las que se obtienen con las solas fuerzas naturales mediante repetición de actos humanos.
6.4.2. Intelectuales, morales y apetitivas: Perfeccionan la razón para conocer la verdad o robustezcan la voluntad para obedecer a la razón, y así, practicar el bien. Todas las virtudes intelectuales y morales se reducen a las cuatro cardinales: Prudencia Justicia Fortaleza Templanza 6.4.3. Teológicas y morales: Las primeras versan inmediatamente sobre Dios o atributos divinos, tales como la fe que nos indica fuerza indomable para cumplir las operaciones divinas; las otras tienen por objeto inmediato la bondad de las cosas creadas, como la justicia. La fe, la esperanza, la caridad, quienes vivifican e informan todas las virtudes morales, cuyo objeto inmediato es Dios.
6.4.4. Comunes y heroicas: Aquellas se ejercitan según el modo ordinario y general de actuar de las personas, y estas, en forma que exceden en dificultad ese nivel ordinario.
6.5. VIRTUDES MORALES Y SOCIALES.
previa del derecho para realizar la acción de justicia. Es así como se afirma que la justicia sigue al derecho.
6.6. APRECIACIONES DE LAS VIRTUDES
Hasta ahora hemos estudiado bajo diversos aspectos los actos humanos, consideramos ahora los hábitos morales que son la huella que la operación libre deja en el hombre, y que le hacen progresivamente bueno o malo, virtuoso o vicioso.
6.7. LAS VIRTUDES INTELECTUALES
Las virtudes humanas pueden ser intelectuales o morales. Las virtudes intelectuales perfeccionan a la inteligencia especulativa o práctica, las morales perfeccionan a la voluntad y a las tendencias sensibles.
Las virtudes de la inteligencia especulativa son: el hábito de los primeros principios teóricos ( intellectus ) y morales ( sinderesi ), el hábito de considerar las cosas desde la causa última de cada género de cosas, y el hábito de estudiar las causas últimas de cada género de cosas descendiendo desde ellas a las conclusiones (ciencias).
Son hábitos intelectuales que dan la capacidad de obrar bien, pero no aseguran el recto uso de esa facultad; alguien puede utilizar la ciencia o la técnica para hacer el mal. Por eso estos hábitos no cumplen plenamente la razón de virtud, que ha de ser una cualidad que hace moralmente bueno al que la tiene. Se exceptúa la virtud de la prudencia, pues, aunque ser intelectual por su sujeto (la inteligencia, es moral por su objeto y por tener la rectitud de la voluntad como requisito esencial. La misión de la prudencia no es el recto conocer, sino dirigir el recto obrar; su acto principal no es el juicio sobre lo que se ha de hacer, es el imperio, por el que guía a los demás potencias según la ley moral. La prudencia no puede cumplir su tarea si el hombre no quiere comportarse bien.
6.8. LAS VIRTUDES MORALES
Aristóteles define la virtud moral como un hábito electivo que consiste en un término medio relativo a nosotros, y que está regulado por la recta razón en la forma que lo regularía el hombre verdaderamente prudente.
Con el término "electivo", Aristóteles quiere poner de manifiesto que el acto principal de las virtudes morales es la elección recta, la decisión de hacer lo que aquí y ahora es preciso para comportarse bien; con justicia, templanza, fortaleza. Como el bien humano adquiere en el ámbito de las acciones concretas, una multiforme variedad, según las circunstancias, la obra virtuosa requiere el discernimiento y la elección de lo indicado por la prudencia.
El término "electivo" significa dos cosas más. Por una parte, que la obra buena ha de ser querida y elegida como tal; no basta que la acción tenga una conformidad meramente externa con la ley moral, porque esa
adecuación podría tener su causa también en el miedo, la casualidad o el interés egoísta. Por otra, que el acto de las virtudes morales es de índole apetitiva, una elección, y no un conocimiento o la producción de un artefacto, como sucede en las virtudes morales; son propias de las potencias apetitivas; la voluntad (justicia) el apetito concupiscible (templanza) y la tendencia irascible (fortaleza).
Hemos visto, al estudiar la moralidad de los actos humanos, que no es posible una recta elección sino va acompañada de una recta intención; no es lícito hacer algo en sí mismo bueno, en orden a un fin malo. Por eso, Santo Tomás de Aquino afirma que las virtudes morales también hacen recta la intención, determinando las potencias apetitivas hacia los fines de las virtudes. La justicia, por ejemplo, hace que el hombre que la posee tenga las demás. A partir de esa intención, la prudencia determina qué exige la justicia en esta ocasión o en aquella otra, y la virtud actúa nuevamente, facilitando la elección de lo señalado por la prudencia, aunque aquí y ahora exija sacrificios o renuncias.