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Tipo: Monografías, Ensayos
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La reflexión sobre mis experiencias como alumna, mi propia personalidad docente y las interrelaciones entre mi estilo de aprendizaje y mi estilo de enseñanza
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“La capacidad de tener la actitud del investigador hacia su propia actividad práctica y hacia sí mismo como su sujeto, basada en capacidades reflexivas de la consciencia humana, puede ser un criterio en la evaluación de la profesionalidad del profesor” (Бизяева А.А)
Resumen Cuando la reflexión sobre su propia actividad docente y el auto análisis de su propia experiencia como alumno son procesos paralelos en la conciencia del profesor, la comparación de los resultados de estos procesos puede aclararle muchos aspectos que caracterizan su estilo de enseñanza, revelar las interrelaciones entre su metodología predominante y su estilo de aprendizaje, ayudarle a darse cuenta de los posibles fallos o lagunas en esta metodología e indicar caminos hacia su mejora. Esta comparación entre la experiencia como docente y la experiencia como estudiante, dos perfiles opuestos pero estrechamente vinculados, aporta mucho al profesor y enriquece considerablemente su reflexión profesional, que en este caso se hace mucho más amplia, profunda y beneficiosa. Palabras clave : Estilo de aprendizaje, estilo de enseñanza, estrategias de enseñanza, auto-reflexión, aprendizaje de lenguas
Abstract When reflecting about his/her teaching activity and self-analysing his/her learning experience as two parallel processes, the teacher can compare the results and use them to clarify many aspects of his/her teaching, i.e. present teaching style, interrelations between predominant methodology and own learning styles. It can also help him/her understand possible errors and gaps and show the way to improve. The comparison of two opposite but closely interlinked experiences (current teaching experience and past learning experience), provides the teacher plentyt of benefits and enriches his/her professional reflection by broadening it and making it deeper and wholesome. Key words : Learning styles, teaching style, teaching strategies, self-reflection, language learning
Las capacidades reflexivas de la consciencia del hombre le permiten reflejar el mundo interior de los demás, ser consciente de los movimientos de su ánimo, entender las causas de su comportamiento, darse cuenta de la impresión que causa en los demás, y controlar y valorar su propia conducta en diversas situaciones. Todas estas capacidades tienen varios grados de importancia en las distintas profesiones (actor, médico, detective, gerente, político, psicólogo etc.), y son todas extremadamente importantes para el docente. Ser profesor significa saber
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cambiar la situación presente de tal manera que otra persona reciba un impulso al desarrollo, se haga más inteligente, más valiente o, simplemente, mejor. La reflexión profesional del profesor es su capacidad de reflejar la visión del mundo interior del alumnado. El panorama de esta reflexión no sólo consiste en las circunstancias que condicionan su interacción con el alumno, de sus sentimientos y emociones que acompañan el proceso de esta interacción, sino también de la reflexión y análisis de su propia experiencia como aprendiz.
Experiencia familiar
Este trabajo presenta la reflexión sobre mi propia experiencia como alumna en el aprendizaje de lenguas extranjeras durante mis estudios escolares y universitarios, y su influencia en mi actividad docente. Antes de empezar este análisis, me gustaría decir algunas palabras sobre mi experiencia preescolar/familiar, muy importante en la formación de mi futuro estilo de aprendizaje.
Existen muchas definiciones y varios tipos de clasificaciones de los estilos de aprendizaje, entre las cuales uno de las más conocidas es la de Richard M. Felder y Barbara A. Soloman. No me voy a detener demasiado exponiendo los muchos enfoques de la cuestión; utilizaré la definición de Rebecca Oxford que considera los estilos de aprendizaje como enfoques generales – globales o analíticos, verbales o visuales,- que usan los alumnos y a los que dan la preferencia a la hora de aprender un idioma extranjero o cualquier otra materia. Regresando, entonces a mi experiencia familiar durante la infancia, querría subrayar que ya en esta época, gracias a mis padres, mi propio estilo de aprendizaje se fue formando como un estilo mixto, es decir, si lo analizamos según la clasificación general propuesta por los autores antes mencionados, no soy ni visual ni verbal, ni sensorial ni intuitiva, ni activa ni reflexiva, ni secuencial ni global, ni inductiva ni deductiva. Esto se debe a la variedad de juegos, tareas y actividades que realizaba con mis padres (desde luego intuitivamente, inconscientes de enfoques teóricos), asegurándome en el futuro una posición intermedia entre el continuum de todos estos estilos. Por ejemplo, en lo que se refiere a los opuestos visual-verbal, puedo explicarlo de la manera siguiente: siendo muy pequeña, mi madre me leía muchos cuentos y libros de poesía y me cantaba canciones; después me dejaba los libros, y yo, sin saber leer todavía y teniendo ganas de reconocer el cuento, debía deducir el contenido, ayudada por las imágenes. Algo parecido me ocurrió con otros estilos de aprendizaje, lo que me facilitó bastante el aprendizaje durante mi vida escolar. Por un lado, podría decir que este equilibrio de estilos era una ventaja porque me ha permitido adaptarme con facilidad al estilo de enseñanza de casi cualquier profesor, pero, por otro lado, me supone una dificultad cuando enseño porque a veces me siento cómoda con un tipo de actividad o un método de explicación, sin percibir la necesidad de tener en cuenta los distintos estilos de aprendizaje de mis alumnos.
Para concluir esta parte dedicada a la experiencia familiar, quisiera añadir que mis padres también crearon en mi la idea de que el conocimiento es siempre positivo, que nunca sobra, que es lo único que siempre queda contigo y nadie te puede quitar; me enseñaron a preguntar porque preguntar es siempre mejor que quedarse sin saber. Todas estas cosas básicas, de sentido común, se convirtieron después en una fuente de motivación, que a veces ni siquiera es objetivamente explicable, pero que me ha ayudado a seguir estudiando y aprendiendo hasta el día de hoy.
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fue la solución que tomaron en las escuelas tras darse cuenta que en el grupo inglés tenía 25 alumnos y los otros dos grupos tenían 5 cada uno? Conceder el derecho de aprender inglés según el mérito. En otras palabras, todos los alumnos sobresalientes y buenos iban al grupo de inglés, y el resto se dividió al azar entre francés y alemán. ¿Qué tenía que ver esto con la metodología, didáctica, la investigación y la motivación? Desgraciadamente, nada en absoluto. Había que conservar los puestos de trabajo. Podemos imaginar el ambiente en las clases de francés y alemán y los esfuerzos titánicos del profesorado para llevar a cabo el proceso de enseñanza. En nuestro grupo de inglés, en cambio, había niños que soñaban con el francés pero irónicamente les tocó “lo mejor” por ser buenos estudiantes. Y ahora, concretando todavía más, me acerco a las clases de inglés. Debo confesar que en la escuela no aprendí casi nada de este idioma, visto que las clases consistían en leer textos y hacer los ejercicios del libro de los años sesenta. Además de este libro - el material didáctico no existía - se contaba tan sólo con un par de libritos de cuentos de hadas que teníamos en la biblioteca. El libro de por sí no era malo, y la profesora trataba de hacer lo que podía, pero en aquel contexto conseguir buenos resultados era casi imposible. No avanzamos más allá de memorizar reglas, poesías y palabras. De hecho, en la escuela mi materia preferida era química, porque allí había que reflexionar, experimentar, intuir, deducir, prever, memorizar, escuchar, ver, y trabajar en grupo e individualmente.
Por esta razón, otra de las personas que se quedó en mi memoria como profesora ideal fue mi profesora de química. Sus clases eran divertidas e interesantes, sabía explicar y hacer fáciles las cosas difíciles. El segundo principio que aprendí le pertenece a ella: lo difícil ya es lo suficientemente difícil para complicarlo todavía más. La actitud del profesor hacia el material cambia mucho la percepción del mismo por los alumnos. Ahora, en mis clases, muchas veces me doy cuenta que tiendo a explicar en términos rebuscados y científicos (consecuencia de múltiples estudios), cuando siempre existe una manera de esquematizar, de simplificar, “bajar un par de peldaños” si es necesario, para adaptar el lenguaje al auditorio. Aquí me parece apropiado hacer referencia a uno de los artículos de Josefina Cantos Rodríguez que trata del concepto del lenguaje del profesor. En este artículo ella dice que la motivación del alumno “depende no sólo de sus éxitos y fracasos anteriores en las tareas de aprendizaje, y del hecho de que los contenidos que se les ofrezcan posean significado lógico y sean funcionales para aquéllos, sino del lenguaje que utiliza el profesor” (1998). Estoy absolutamente de acuerdo con esta conclusión. Saber explicar es un arte, sobre todo cuando se trata de explicaciones dirigidas a un auditorio numeroso y variado. Con “variado” me refiero a la gran diversidad de comportamientos del alumnado en relación con su estilo de aprendizaje:
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quizás simplemente trataba de usar todos los recursos como “llaves para la cerradura”, sabiendo que en cualquier caso alguno funcionaría. Cuando explicaba, utilizaba gestos, dibujaba en la pizarra, nos pedía dibujar los elementos y las sustancias en forma de personajes, creaba cuentos de los procesos químicos. Fueron mis clases favoritas hasta el último día de escuela.
Para concluir este apartado, me gustaría decir lo siguiente: durante los 10 años de escuela, mi perfil de alumna cambió notablemente. Seguía estando dentro del tipo “mixto”, pero empezaba a sentir que me inclinaba hacia uno u otro extremo, influida por los diez años de aprendizaje dentro de un sistema de enseñanza que se caracterizaba por ser un enfoque tradicional: regla - ejercicio - examen (me viene a la memoria la famosa consigna de la enseñanza soviética: “si no sabes te enseñamos, si no quieres te obligamos”). En ningún caso me gustaría que esta última frase se interpretase como actitud negativa o crítica, porque a pesar de la preferencia que se da unánimemente a las metodologías modernas, innovadoras y, desde luego, valiosas, le tengo mucho aprecio y respeto al sistema que me educó y me proporcionó gran parte de los conocimientos que poseo ahora.
Experiencia universitaria
Mi carrera universitaria se denomina “Lingüística y comunicación intercultural” en la especialidad de traducción. Esto significa que los 5 años siguientes los pasé estudiando idiomas y todo lo relacionado con ellos. El 80% de mis profesores durante este período eran especialistas en la enseñanza de lengua en sus aspectos más prácticos, o más teóricos. Esto quiere decir que he tenido un cuadro bastante amplio de estilos de enseñanza, metodologías y estrategias, además de bastante material para poder comparar, analizar y llegar a conclusiones, aunque de manera inconsciente en la mayoría de los casos. Creo que lo más fácil para organizar mi pensamiento sería dividir el análisis en este capítulo por idiomas.
Aprendizaje del español
Comienzo con el español, porque ha sido el primer idioma que empecé a estudiar. Curiosamente mi primera profesora de español en la universidad se parecía mucho a mi primera maestra de primaria. Se trataba de una persona con mucha experiencia y con mucha autoridad. En sus clases no existía democracia. Era muy severa y exigente. Lo que nos enseñó durante el primer semestre del primer curso quedó con nosotros para toda la vida: conocimientos básicos y fonética impecable. El trabajo con ella fue duro y psicológicamente muy estresante, pero los estudiantes hablábamos español sólo después de 4 meses (todos empezamos de cero). Aunque nunca me inspiró el deseo de parecerme a ella o de imitar sus métodos - siempre he sospechado que el respeto no tiene por qué codearse con el miedo - considero, no obstante, que lo que aprendí en sus clases me ha sido de gran utilidad. No sólo aprendí una buena pronunciación, sino también los principios generales de la enseñanza de la fonética, su aspecto práctico (trabajo con un espejo, con los trabalenguas, con los nombres propios, gradación de los sonidos etc.), aspectos que yo misma aplico ahora en mis clases y funcionan perfectamente. De hecho, después de 5 años de estudiar español conservo y siempre llevo conmigo a todos mis viajes dos cuadernos: el de sus clases y el de las clases de la profesora que impartía prácticas gramaticales. Creo que la mitad de todos los éxitos relacionados con el español en mi vida se deben a estas dos profesoras. Al decir esto, no quiero de ninguna manera menospreciar a los demás docentes de la cátedra que nos enseñaron distintos aspectos de la lengua
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Recuerdo que, a pesar de que todos los alumnos estábamos muy cansados (la mayoría estudiaba por la mañana y por vivir lejos se quedaba en la Universidad haciendo deberes hasta las 17.30 cuando se impartía el italiano), el tiempo de la clase pasaba volando y lográbamos aprender mucho. Creo que, en aquellas circunstancias, hacernos aprender fue un logro personal de las profesoras.
Acercándonos al terreno particular, me gustaría poner aquí un par de ejemplos de las técnicas que usaban estas dos profesoras, técnicas que he adoptado yo misma en mis propias clases. Una de las cosas que decían siempre era que no se puede aprender un idioma alejados de su cultura, su historia, sus tradiciones y la actualidad del pueblo o de los pueblos que la utilizan. La lengua es un fenómeno social y, desarraigado de su “socium”, queda sin vida, sin que podamos observar y aprender su funcionamiento, es como si quisiéramos estudiar el comportamiento natural de un animal en el laboratorio, es decir en un ambiente artificial. Por lo tanto, a lo largo de todo el curso, trataban de acercarnos como podían (por medio de fotos, literatura, a veces incluso a través de relatos de sus propios viajes y experiencias) al ambiente en el que “vive y se desarrolla” la lengua italiana. Decían también que normalmente nadie aprende un idioma sólo por aprenderlo, lo aprende porque lo quiere como un instrumento de comunicación, lo aprende para usarlo; si le contamos al alumno todos sus detalles y elementos, todas sus posibilidades pero no le enseñamos a usarlo, a aplicarlo a situaciones concretas, al final no le servirá. Decían que “el alumno prevenido vale por dos”, lo que significaba que los alumnos teníamos que estar preparados para otra realidad social y conocer las características y las peculiaridades de esta realidad tanto desde el punto de vista lingüístico, como desde el punto de vista cultural. Para conseguir todo esto utilizaban en sus clases juegos del rol, viajes imaginarios, “programas de noticias” etc., conectando constantemente el sistema con el uso del idioma.
Antes de pasar a las conclusiones, querría comentar mi primer viaje a Europa que resultó un choque en muchos sentidos, pero, sobre todo, en relación con el sistema educativo. Cuando realizaba el tercer año en la universidad gané una beca para el primer semestre del cuarto año y fui enviada a “L’Università degli Studi di Trieste”, en Italia. Como he dicho ya, esta experiencia supuso un gran choque, porque, aparte de tener que acostumbrarme a un mundo, a una vida, a una cultura completamente distinta (menos mal que conocía ya muchas cosas gracias a nuestras profesoras), me veía totalmente incapaz de estudiar bajo las condiciones del nuevo sistema. Lo más desconcertante de este sistema fueron para mi, curiosamente, la libertad y la variabilidad, es decir, estando acostumbrada a encontrar el primero de septiembre todos los horarios, la lista de las pruebas y exámenes para cada semestre sin posibilidad de sustituir, aplazar o cambiar nada, me encontré ante una difícil situación cuando fui informada de que tenía que confeccionar yo misma mi propio horario, elegir los cursos, contar los créditos y ponerme en contacto con los profesores. Me habían educado para ser responsable de mis estudios, mis clases y deberes; nos controlaban la asistencia y nos mandaban tareas para las vacaciones, pero no habíamos aprendido a ser responsables del proceso de aprendizaje, de cómo organizarlo, adaptarlo y de cómo adaptarnos, de cómo combinar, sustituir y buscar; las tareas concretas eran para mí mucho más sencillas que las abstractas. El alumno que es sobresaliente en un ambiente de “órdenes” concretas y claras, de pautas establecidas y contadas, se confunde y se pierde en el ambiente de libre razonamiento, de libre elección, de otro tipo de responsabilidades. En otras palabras, la tarea que me veía obligada a abordar, era aprender a pensar en un contexto mucho menos limitado, es decir a emplear de la manera estratégica las capacidades cognitivas, técnicas
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y procedimientos de estudio, adaptándolos a la situación de aprendizaje concreta. Sin embargo, una vez superada esta dificultad y organizado el proceso, el estudio no me pareció difícil, es más, algunas clases me parecían demasiado fáciles y lentas; había desarrollado de sobra “la costumbre de estudiar”. Con todo esto lo que quiero decir es que cada sistema educativo y cada metodología tiene tanto ventajas como desventajas. Por un lado, durante los cinco años que estuve en la universidad logré aprender tres idiomas, que domino de forma desigual aunque todos ellos con buen nivel; por otro lado, en 15 años en total de aprendizaje dentro de los límites de un sistema basado en la disciplina estricta, en el proceso de “regla – ejercicio – examen”, en la repetición y memorización, me fue difícil la adaptación a la enseñanza dentro del sistema europeo donde en este momento realizo mi actividad profesional.
En relación con el proceso de mi formación actual, teniendo en cuenta la reflexión que acabo de concluir, puedo comentar que aprender dentro del sistema europeo ya no me resulta tan complicado, gracias a varias experiencias de estudio dentro de este sistema. Sin embargo, he de confesar, como decía anteriormente, que la adaptación a las condiciones nuevas no ha sido fácil y dentro de esta adaptación he aprendido y sigo aprendiendo cosas indudablemente útiles para mi actividad docente. Me refiero a la continua comparación entre dos sistemas no exactamente opuestos pero muy distintos en su esencia, planteamiento y orientación; a la necesidad de la continua reflexión y a los intentos de “reconciliar”, con la ayuda de distintas técnicas, las divergencias entre los hábitos ya adquiridos y desarrollados durante mi aprendizaje individual, y los nuevos que me cuesta desarrollar porque este desarrollo implica el cambio de punto de vista. ¿Cuál es el problema principal que plantea dicho cambio? Me atrevería a decir que es la propia resistencia al cambio que, a veces inconscientemente, le encierra a uno dentro de lo que sabe hacer y le obliga a buscar la solución dentro de lo que tiene a su disposición, sin permitirle enfrentarse con lo nuevo, lo desconocido, lo difícil que no es necesariamente negativo. En otras palabras nuestro lado conservador nos impide ver el cambio como algo positivo, y, a nivel psicológico, se crea el rechazo. Con todo esto quiero decir que durante mis estudios dentro de un sistema educativo distinto, la mayor dificultad para mí consistió en dejar de aferrarme ciegamente a mis métodos anteriores, “abrir los ojos” y observar objetivamente lo nuevo, anotar las ventajas y las desventajas de ambos y tratar de sacar provecho de las muchas posibilidades que ofrece el nuevo sistema.
Primero intenté observar cómo funcionaba el proceso de aprendizaje de mis compañeros (les hacía preguntas sobre cómo trabajaban en casa, me fijaba en su manera de tomar apuntes, de organizar el material, de buscar la información y de estructurar su tiempo), qué tipo de “infraestructura” ofrecía la Universidad para los alumnos (fuentes de información, horarios, accesibilidad y disponibilidad de los profesores). El segundo paso consistió en aceptar que las estrategias que funcionaban perfectamente en otro contexto no eran tan eficaces en el nuevo y necesitaban ser modificadas o directamente sustituidas por otras. El tercero fue aprender a usar y aplicar los conocimientos y los métodos que ya poseía al contexto europeo, que se caracterizaba por una metodología comunicativa e innovadora. Al subir a este grado metacognitivo de mis estudios, empecé a sentirme más libre y más tranquila, y, a su vez, más consecuente en mi evolución como docente. Una vez aclarada mi orientación como alumna, mi personalidad docente se hizo más precisa en su orientación. Mi descubrimiento personal consistió en que aprendí a considerar mi autobiografía como una ventaja, es decir, a apreciar mi experiencia personal y la posibilidad que tengo de comparar dos realidades distintas desde el punto de vista del alumno y del
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veces, soy demasiado detallista o más bien perfeccionista en ciertas tareas. Esto se debe a mi experiencia escolar y al aprendizaje del español. Desde luego estas características mías se reflejan en mi actividad docente, y, según mi opinión, se reflejan de un modo positivo. En mis clases hay casi siempre oportunidad para que el alumno sea creativo, construir proposiciones, buscar soluciones de un problema sin “pistas” previas, aunque nunca me puedo permitir perder de vista el enfoque gramatical u ortográfico, la orientación hacia “la corrección al hablar”. Hago mucho uso del principio lúdico en la planificación de mis clases, dando preferencia a los juegos que conllevan no sólo practicar un fenómeno gramatical dado, o un bloque de vocabulario en cuestión, sino también la toma de decisiones, saber reaccionar ante situaciones comunicativas complicadas (ahora que lo pienso, de repente me doy cuenta que lo que enseñan estos juegos, entre otras cosas, son estrategias para pensar), sin conformarme con respuestas aproximadas y sin apartarme demasiado de los objetivos principales de una actividad.
En lo que se refiere a los opuestos visual-verbal, me inclino ligeramente hacia el estilo verbal. Ya desde mi infancia prefería escuchar los cuentos a ver los dibujos; más tarde, en la escuela, a veces necesitaba leer el material en voz alta para entenderlo. Durante el proceso de estudio posterior creo que se equilibraron estos polos, y ahora, para aprender algo valoro de igual manera el material visual y el verbal, aunque para enseñar, tengo que reconocer que “hablo” mucho más que “dibujo”, es decir, uso más las explicaciones y aclaraciones verbales que las imágenes, esquemas, diagramas etc.
En el caso del par secuencial-global , sigo justo en el medio. Y tengo que decirlo, este hecho me causa distintas dificultades en mi práctica docente. Hay ocasiones en que me centro demasiado en los detalles, en problemas gramaticales concretos, o me dedico a trabajar en el enfoque situacional para un material de léxico y pierdo de vista la unidad como un todo, en otras palabras, la interrelación entre el material léxico, gramatical, sintáctico y extralingüístico que forma parte de toda unidad orientada hacia la obtención de determinados objetivos y, que a su vez, forma parte de un curso. Otras veces, preocupándome demasiado por el objetivo general, o por un tema general que me entusiasma o me interesa mucho, descuido detalles importantes y no planifico bien los pasos, las etapas del proceso de aprendizaje. Supongo que la culpa no está precisamente en el “equilibrio” entre los dos polos, sino en no saber bien todavía como manejar dicho equilibrio y en como sacarle provecho.
Basándome en el análisis de los cambios en mi estilo del aprendizaje y en la reflexión sobre la repercusión de estos cambios en mi modelo docente, continuaré con el análisis de este modelo centrándome ahora en los aspectos que necesitan ser mejorados y en los métodos cuya aplicación podría llevar hacia la mejora. Para ello, me gustaría comenzar con los problemas más particulares para después ir ascendiendo hasta los más globales que no se refieren a estrategias de enseñanza concretas sino a la característica del modelo en general.
El primer problema que observo es mi tendencia a ofrecer abundantes explicaciones verbales y el uso bastante limitado del material visual en las clases. Para tratar de mantener el equilibrio entre la presentación verbal y no verbal, y no ir hacia ningún extremo, propongo el siguiente plan:
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El segundo problema se subdivide en dos dificultades que a veces se me presentan durante el proceso de enseñanza:
Para evitar las dos posibles situaciones he elaborado la siguiente estrategia: