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Este documento analiza los hechos económicos relevantes en Nueva España durante el periodo 1810-1820, con enfoque en la definición imprecisa de la deuda pública, la falta de información sobre su composición y monto, y el estancamiento económico causado por la falta de infraestructura y alto índice de violencia. El texto también discute el papel de la minería y las alcabalas en la economía de México y la creación del Ministerio de Fomento en 1853.
Qué aprenderás
Tipo: Resúmenes
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1. ¿Cuáles fueron los hechos que representaron novedades económicas en el periodo de 1810-1820? En primer lugar, el hecho de que no contamos con una definición precisa de cómo conceptualizaba el fisco novohispano la deuda del erario. Un adeudo que iba más allá de los préstamos obtenidos de corporaciones y particulares, al englobar también un volumen importante de deuda por cuenta corriente como resultado del impago de sueldos, aprovisionamientos, pensiones, mercedes y transferencias reguladas, como sucedía con los situados ultramarinos. En segundo lugar, no disponemos de una reconstrucción del stock de deuda pública, así como de su composición, para el periodo 1810-1821.2 Si bien contamos con estimaciones, no siempre coincidentes, del monto de la deuda que reconocía la Tesorería General de Ejército y Real Hacienda, verdadera caja matriz de la Real Hacienda de Nueva España, se desconocen las deudas originadas en otras tesorerías, con excepción del caso yucateco, un hecho fundamental, si tenemos en cuenta que la fragmentación del erario ocasionada por la guerra civil ha sido uno de los fenómenos más enfatizados por la historiografía. Como respuesta, si bien parcial, a este estado historiográfico, nuestro estudio reconstruye las definiciones y caracterizaciones empleadas por los ministros de las oficinas del erario al tratar sobre la deuda pública; asimismo, estima su monto y composición a partir de un espacio institucional específico, la Tesorería General de Ejército y Real Hacienda o de Hacienda pública (según los momentos), en tanto fue la principal oficina del erario en Nueva España. Finalmente, el trabajo se adentra en la temática del servicio de la deuda, partiendo del supuesto de que el pago de intereses y el cumplimiento en los plazos de amortización de capitales son criterios adecuados para la periodización del estado de salud financiera del erario novohispano durante la crítica década de 1810, en el entendido de que la deuda pública, como contraparte financiera de la guerra civil novohispana, fue un espacio de contacto y tensión constante entre las entidades exactoras y los causantes fiscales del virreinato que pesó en los comportamientos y la toma de decisiones de los diversos agentes económicos. Como punto previo es necesario determinar qué se consideraba en la época como una deuda del erario novohispano. Una primera acepción era la que se refería a los adeudos que se originaban por cuenta corriente como resultado de impagos, en especial a militares y empleados de la corona. Aunque hubo ejemplos de este tipo de compromisos en el reino de Nueva España y en las posesiones de la corona en el Gran Caribe y Filipinas, nunca se prolongaron de forma ostensible. Una situación que contrasta, por ejemplo, con los abultados adeudos que se crearon por cuenta corriente en el erario regio español durante el reinado de Felipe V y que se prolongaron hasta el reinado de Carlos III. En Nueva España este tipo de deudas sólo empezó a ser relevante a partir de la primera década del siglo XIX, especialmente en el rubro de los situados al Gran Caribe. Una segunda acepción se refería a las transferencias que ciertos ramos excedentarios del erario realizaban a otros que eran deficitarios. En este caso, adquirían la condición de suplementos "a título de reintegro". Cabe señalar que la Real Hacienda no se estructuraba como un conjunto de ramos fiscales
destinados a conformar un fondo común que atendiese a la totalidad de egresos. Lejos de esta realidad, el diseño fiscal implicaba una segmentación por ramos en la que los déficits en uno de ellos eran cubiertos con los excedentes que se generaban en otros. Finalmente, se hallaba la petición de fondos ajenos o externos al real erario, los cuales representaban una carga adicional para el fisco novohispano en el momento en que se procedía al pago de intereses o a su amortización. Se trataba, como señalaron los oficiales del Tribunal de Cuentas de México en 1751, de "caudal ajeno recibido y devuelto por oficiales reales" que, según los casos, podía implicar el pago de intereses y solía aparecer en la documentación del real erario como préstamos o suplementos de corporaciones y particulares a la Real Hacienda o a la Hacienda pública.
2. ¿Cuáles es la principal dificultad para dar una visión consistente del desempeño de la economía en el periodo 1810-1860? Tras la guerra de Independencia es previsible que la desigualdad disminuye conforme mucha riqueza era destruida y la distribución de factores de producción cambiaba; por ejemplo, con la abolición de la esclavitud o el cambio de tenencia de la tierra. No obstante, seguramente esta disminución fue poco duradera. El comercio permitió que algunas clases sociales, como los mestizos, prosperaran por medio del comercio. A pesar de todo esto, pronto se vivió un estancamiento económico por falta de infraestructura de transporte y por el alto índice de violencia que reinaba en las zonas rurales. En la Nueva España no hubo incentivos económico y tecnológico necesarios que posibilitaran un cambio para una agricultura de mayor productividad. Los diezmos constituían diez por ciento del monto total de lo que se producía en la agricultura y la ganadería. 3. ¿Qué año se considera razonablemente fiable el registro del PIB per cápita en el periodo 1810-1877 y por qué? Desde la segunda mitad del siglo xix y hasta la segunda década del siglo xx, aproximadamente, méxico experimentó un proceso de organización productiva orientado, básicamente, al mercado externo con el fundamento de la especialización primario-exportadora. Este proceso exhibió entre sus características principales la pasividad del estado en el ámbito económico interno y la libre influencia del mercado externo. Las modalidades de la estrategia adoptada vincularon la producción interna con la demanda externa de productos primarios, sin que ello significaba el establecimiento de enlaces dinámicos entre la exportación de tales productos y el resto de la actividad económica local. En este sentido, la vigencia de ese programa no implicó la modificación del carácter de las relaciones comerciales de méxico con el exterior. de hecho, la economía mexicana se integró a la mundial en términos poco desfavorables; esto es, como país exportador de productos primarios en el trayecto de la fase del “crecimiento hacia fuera”, la dinámica de las ventas foráneas de méxico ofreció cierta capacidad de compra para importar bienes industriales de diferente naturaleza para abastecer a los centros urbanos de la nación. Vale la pena agregar, no obstante, que la magnitud de los centros urbanos locales constituyó un estímulo para la producción doméstica de algunas manufacturas. Con todo y sus limitaciones, esta actividad avanzó pese a la ausencia de una política definida de promoción y de protección industriales. En los términos generales de su funcionamiento, el rasgo estructural determinante del esquema del “crecimiento hacia fuera” mostró la disociación entre las estructuras internas de la producción y la demanda; aquélla era simple y dominada
Durante la guerra de independencia se tomaron medidas de emergencia que autorizaron gravámenes extraordinarios a la minería por parte de ambos bandos contendientes, cambios en la infraestructura administrativa y recaudatoria, improvisando fábricas de amonedación locales y otras medidas para contrarrestar el desabasto. Una nueva etapa en la organización minera, interesada en modernizar la minería se empezó a vislumbrar en la mitad del siglo xix. El 22 de abril de 1853 se creó el Ministerio de Fomento, Colonización e Industria que permaneció hasta fines del siglo xix y que tuvo entre sus funciones principales el fomento de las actividades productivas, entre ellas la minería, la agricultura y la industria fabril, además de la promoción del comercio y de nuevas vías de comunicación y de transporte. Una ley de 1854 devolvió temporalmente al gremio minero todo el poder jurisdiccional en la administración de justicia pero fue revocada y anulada después de dos meses para retornar a la legislación de 1842. A través de estos intentos, las diputaciones mineras fueron reduciendo su fuero. En 1856 un decreto del Ministerio de Fomento liberó aún más el acceso de extranjeros a la propiedad minera. La agricultura y la ganadería fueron las actividades económicas más importantes por ser el sustento alimenticio de toda la población. Estas actividades se realizaban en las haciendas casi igual que en la época colonial. Las regiones agrícolas más importantes, se localizaban en el Bajío, Guadalajara, Michoacán y Puebla donde se cultivaban maíz y trigo; el azúcar se producía principalmente en Morelos; el pulque en los valles de Toluca y Chalco; el tabaco, algodón y café en la región de Veracruz. En el sureste se cultivaban los colorantes como el palo de tinte, añil y grana cochinilla, mientras que en los estados norteños, por su vegetación y clima, se criaban ganados. Sin embargo este sector enfrento diversos obstáculos en el desarrollo agrícola; desde las condiciones del país, la concentración de la tierra en pocas manos, la escasa innovación tecnológica, la carencia de medios para el transporte de los frutos de la tierra sin olvidar la cría de animales y el aprovechamiento de sus productos eran prácticamente nulos. En esta época se consideraba que en la medida que la industria y la agricultura se desarrollasen, los impuestos del comercio interior superarían a los ingresos obtenidos por los aranceles; debido a que no se podía confiar permanentemente al comercio exterior expuesto a los cambios del comercio internacional. Se dictaron leyes para fomentar el desarrollo agrícola del país. Se pensó que si se impulsaba este sector se llegaría a producir de tal manera que se obtendrían los recursos necesarios para pagar los efectos procedentes del exterior. En 1823 se concedió exención de alcabala, diezmos, primicias y cualquier otro derecho a los nuevos plantíos de café, cacao, viñas, olivos y a la seda. Algunos otros productos como el algodón y la lana no quedaban del todo libres de impuestos. Sin embargo, la semilla extranjera que mejorara la calidad del algodón que aquí se cultivara sí quedaba libre de alcabala, diezmo y todos los derechos; al igual que el ganado que mejorara las especies que se criaban en México y éste produjera lana de más calidad.
La agricultura y la ganadería continuaron siendo las actividades económicas más importantes por ser el sustento alimenticio de toda la población mexicana. Sin embargo, la situación de la agricultura fue precaria y difícil. Prácticamente toda la agricultura y la ganadería de esos años se realizaba en las haciendas casi igual que en la época colonial. Factor que determinaba la concentración de la tierra en pocas manos y la escasa innovación tecnológica en el campo. Las regiones agrícolas más importantes, donde se cultivaban maíz y trigo, se localizaban en el Bajío, Guadalajara, Michoacán y Puebla; el azúcar se producía principalmente en Morelos; el pulque en los valles de Toluca y Chalco; el tabaco, algodón y café en la región de Veracruz. En el sureste se cultivaban los colorantes como el palo de tinte, añil y grana cochinilla, mientras que en los estados norteños, por su vegetación y clima, se criaban ganados. El predominio de una economía agrícola durante los primeros años del México independiente implicaba que más del 50% de la fuerza de trabajo se refugiara en este sector. Se pensó que si se impulsaba este sector se llegaría a producir de tal manera que se obtendrían los recursos necesarios para pagar los efectos procedentes del exterior. Sin embargo, había otros obstáculos al desarrollo agrícola; por una parte estaban las condiciones del país y por otra, la carencia de medios para el transporte de los frutos de la tierra. A lo anterior, se sumaba el atraso de las técnicas agrícolas. Que continuaban siendo los mismos que se implementaron desde el régimen colonial. La cría de animales y el aprovechamiento de sus productos eran prácticamente nulos. Aunque se dictaron leyes para fomentar el desarrollo agrícola del país, no fue suficiente. En 1823 se concedió exención de alcabala, diezmos, primicias y cualquier otro derecho a los nuevos plantíos de café, cacao, viñas, olivos y a la seda. Algunos otros productos como el algodón y la lana no quedaban del todo libres de impuestos. Sin embargo, la semilla extranjera que mejorara la calidad del algodón que aquí se cultivara sí quedaba libre de alcabala, diezmo y todos los derechos; al igual que el ganado que mejorara las especies que se criaban en México y éste produjera lana de más calidad. SALVUCCI, RICHARD LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA INDEPENDENCIA MEXICANA
6. ¿Cuáles fueron las principales consecuencias económicas que dejó la Independencia de México? Los once años del proceso de independencia, cuya lucha fue violenta destruyeron la economía del país. El ramo de la minería base de la economía virreinal, fue el que más sufrió. Algunas minas habían sido abandonadas y otras habían sido inundadas deliberadamente, con tal de que no se extrajera la plata para mandarla a España. El movimiento popular y revolucionario de Hidalgo provocó que la gente quemara e inundara las minas, y finalmente estas fueron abandonadas. La extracción de minerales se redujo a una tercera parte de lo que se extraía antes de la Independencia. Este ramo se dañó tanto, que pese a los esfuerzos por sobreponerlo, no se pudo recuperar hasta la segunda mitad del siglo XIX y nuevamente alcanzó su apogeo con el Porfiriato.
fin de las guerras napoleónicas en Europa trajo consigo un periodo de expansión comercial e integración en los mercados globales. Esta integración favorece enormemente el avance de la Revolución industrial conforme los costos de transporte tuvieron reducciones dramáticas y puede pensarse como el inicio de la primera era de la globalización. No obstante, la economía mexicana no fue capaz de aprovechar las ventajas de un mundo en proceso de integración. La política económica mercantilista de España con sus colonias no favoreció un gasto importante en infraestructura al interior del país ni el desarrollo de industrias que pudieran participar en la economía atlántica. Peor aún, la economía mexicana no se encontraba integrada a su interior, era complicado mover la producción de bienes tierra adentro, por lo que no se desarrolló un mercado común, un problema que en cierta manera persiste hasta nuestros días. En el proceso para la aprobación de la constitución de 1824, parte de la negociación de los líderes regionales con la naciente república federal fue el control de las alcabalas (especie de aduanas internas donde se cobraban impuestos al comercio entre los estados), sumado a la geografía complicada del país, la falta de ríos navegables y la poca infraestructura en caminos hacia una economía donde los mercados no podían integrarse con facilidad. Las guerras dinásticas en España a lo largo del siglo XVIII y la guerra de Independencia habían puesto a la Nueva España en una situación fiscal delicada. La deuda de las coloniales creció de forma importante. La destrucción de sus actividades económicas durante la guerra y la fragmentación de su sistema de pagos se volvió una carga para el México independiente. México rápidamente descubrió que la debilidad fiscal del país hacía muy difícil el mantener gastos crecientes en defensa, infraestructura y soportar las presiones de sus acreedores en el mundo. Durante la década anterior a la Independencia, la recaudación en Nueva España dependía en un 26 por ciento de la minería y en otro 24 por ciento de las alcabalas, en total los ingresos eran en promedio de 15.3 millones de pesos de plata. Para los primeros años de su independencia, el 60 por ciento de todos los ingresos del México independiente, en promedio 13.6 millones de pesos de plata, dependían de impuestos al comercio. La minería había colapsado en su producción y por lo tanto como fuente de ingresos, en apenas dos décadas los recursos totales del Estado disminuyeron en 12 por ciento. Un estado sin recursos es un estado que no puede proveer los bienes públicos necesarios para crecer. La combinación de deudas con pocos ingresos se transformó en una fuente de debilidad para el Estado que pronto encontró inestabilidad política y conflictos frecuentes como consecuencia (Marichal, 2006). La falta de recursos impidió que el Estado mexicano tuviera capacidad de acción en el desarrollo de su economía que prácticamente pasó un periodo de estancamiento hasta la segunda mitad del siglo XIX. La debilidad fiscal de México y su inestabilidad política generaron condiciones propicias para las invasiones que sufriría y que serían una fuente más de un ciclo de debilidad fiscal por los costos de las guerras, destrucción de infraestructura, industrias, falta de inversión, interrupción del comercio y, con ello, más inestabilidad política. En este contexto algunas iniciativas innovadoras del Estado mexicano, como la creación del Banco del Avío en 1830 o la creación de la Secretaría de Fomento en 1853, serían esfuerzos fútiles, aunque se pueden leer como una anticipación de un país que estaba deseoso de hacer política industrial.
En términos de desigualdad y pobreza la que otrora fuera la colonia más rica del Imperio español se empobreció. La Nueva España en los años previos a la lucha de Independencia tenía una tasa de extracción de la desigualdad de 105 y un índice de Gini de 63, la extracción había llegado hasta el límite de lo que era posible, la desigualdad debía ser enorme. Tras la guerra de Independencia es previsible que la desigualdad disminuye conforme mucha riqueza era destruida y la distribución de factores de producción cambiaba; por ejemplo, con la abolición de la esclavitud o el cambio de tenencia de la tierra. No obstante, seguramente esta disminución fue poco duradera. Dado que las actividades agrícolas como la plantación del azúcar concentraban gran parte de la actividad económica del México recién independizado, la mayor fuente de riqueza era la propiedad de la tierra. Si la tierra estaba distribuida de forma poco equitativa (como sabemos ocurría), es previsible entonces que los niveles de desigualdad volvieran a crecer y se acercaran a los de la Nueva España. Este fenómeno se acrecentaría en la segunda mitad del siglo XIX conforme México participaba más en la economía internacional y los retornos a la tierra eran más grandes y con ellos se producían cambios en la distribución del ingreso. La economía mexicana en los tiempos de la primera transformación se veía mal: mucha desigualdad, pobreza, un Estado fiscalmente débil, esfuerzos de política industrial que aunque innovadores no lograron industrializar al país. Décadas de conflictos hicieron imposible que el país se integrara a las primeras olas de la globalización o que se volviera uno de los países que seguirían y eventualmente superarían a Reino Unido en la segunda Revolución industrial. La geografía y los conflictos nacionales hicieron imposible tener una economía nacional integrada y produjeron patrones de divergencia regional que aún vemos hoy en día. Hasta los tiempos de la segunda transformación el estancamiento daría paso al crecimiento económico, pero manteniendo patrones de desigualdad y problemas estructurales como la debilidad fiscal del Estado y sus recurrentes déficits internos y externos
8. Caracterice la deuda pública y la balanza de pagos como parte del estancamiento de la renta en México. La crisis imperial de 1808 y el estallido de la insurgencia en 1810 agravaron la situación. Del impago parcial y selectivo se fue caminando hacia el impago general de los intereses de la deuda, toda vez que la capacidad para la amortización de capitales fue marginal, con el caso del Tribunal de Minería como único ejemplo relevante. Si en un primer momento la Tesorería General pudo mantener los nuevos compromisos financieros adquiridos, como ocurrió con los suplementos primero y segundo para el pago de los apoyos de Gran Bretaña o la habilitación de navíos de guerra, en los que se iban a trasladar capitales del erario regio a las autoridades españolas ubicadas Cádiz, el retorno de los suplementos sucesivos fue mucho más difícil y accidentado. El punto final se produjo en el crítico bienio de 1812-1813. El impago de intereses prácticamente se generalizó y prolongó hasta 1817. La quiebra financiera de la Tesorería General se hizo realidad. A partir de dicho bienio, el erario del gobierno virreinal quedó abocado al pago, en muchas ocasiones parcial, de la contrainsurgencia y de la administración hacendaria y de justicia, posponiendo cualquier otra obligación, como en el caso del servicio de la deuda pública. El resultado fue la pérdida