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La historia del conurbano, Monografías, Ensayos de Historia

En el siguiente texto podemos aprender sobre el conurbano

Tipo: Monografías, Ensayos

2022/2023

Subido el 15/11/2023

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La idea del Conurbano Bonaerense,
1925 - 1947
Autor: Arq. Horacio E. Caride.
Comentaristas:
Horacio Torres y Jorge Ramos
Abril de 1997
SEMINARIO DE CRITICA – AÑO 1997
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N° 76

“La idea del Conurbano Bonaerense,

Autor: Arq. Horacio E. Caride.

Comentaristas: Horacio Torres y Jorge Ramos

Abril de 1997

SEMINARIO DE CRITICA

AÑO

La idea de Conurbano Bonaerense, 1925-1947 , Horacio Caride, Colección Investigación, Documento de Trabajo Nº 14 , Instituto del Conurbano, Universidad Nacional de General Sarmiento, San Miguel,

  1. 53 pp.. ISBN 987-9300-18-

LA IDEA DEL CONURBANO BONAERENSE, 1925-

Horacio E. Caride, arq.

"La ciudad, más que una localización en el espacio, es un práctica dramática en el tiempo" Patrick Geddes

INTRODUCCION

En el año 1947, el IV Censo General de la Nación introdujo una nueva categoría territorial. Se trataba de "El Gran Buenos Aires", denominación con la que se identificaba al área comprendida por la Capital Federal de la República Argentina y los entonces diecisiete partidos aledaños de la Provincia de Buenos Aires.

En realidad, este "rango oficial" que adquirió la ciudad y su conurbación fue el reconocimiento censal del notable crecimiento físico de una ciudad que se desarrollaba extramuros de la capital, pero también fue una consecuencia del proceso de ideas y propuestas que se venían formulando por lo menos desde las dos décadas anteriores.

Este trabajo tiene por objeto la sistematización e interpretación de parte de esta serie de discursos que, puede considerarse, fueron los aportes intelectuales más significativos en la construcción de una idea de Conurbano. Así, se adelanta como hipótesis operativa, que 1947 podría entenderse como el punto de llegada de todo un caudaloso río de ideas, proyectos o tan siquiera expresiones de deseo, que desembocaron en la categoría incluida en el censo.

Si esta interpretación fuera válida, una segunda hipótesis sería presentar al Conurbano como una idea antes que como una realidad. Es decir, existiría la posibilidad de revisar la historia del Conurbano definiendo un período donde se formularon las interpretaciones que lo “construyeron” como concepto, nominando -y en la operación, redefiniendo- esta realidad que, desde luego existía y caracterizaba a Buenos Aires desde bastante tiempo atrás.^1

(^1) Por ejemplo, desde las primeras décadas del siglo XIX se verificaba cierta continuidad espacial desarrollada

entre el centro de la ciudad (la Plaza de Mayo) y los territorios del sur, en lo que después será el partido de Avellaneda, a la vera de los caminos coloniales. Luego de la federalización en 1880, la definición territorial que finalmente llegó en 1887 desconoció esta realidad, imponiendo para la capital un límite en el Riachuelo. Al respecto, ver Sargent, Charles, p. 5 y Gorelik, Adrián y Graciela Silvestri, p. 99.

  1. Este enunciado conduce a la tercera reflexión, de índole algo más operativa. En la revisión del discurso sobre el Conurbano entre 1925 y 1947, no se ha buscado un análisis localizado en autores diferentes, aunque se los ha reconocido como representativos y probablemente paradigmáticos. Mas bien se ha examinado la particularidad de sus aportes en función de una idea general de Conurbano, con mayor vinculación, si se quiere, a una perspectiva cultural. La definición del "límite" sería el elemento revisado que ha resultado más útil a esta idea. La operación se aproximaría al sentido que Chartier adjudica al concepto de "utillaje mental", cuando señala que "las formas de pensar dependen, ante todo, de instrumentos materiales (las técnicas) o conceptuales (las ciencias) que los hacen posibles".^4

Por último, el trabajo se ha dividido en tres secciones. Antes de avanzar sobre la materia propuesta, las consideraciones de la primera parte del análisis surgen de la necesidad de incluir una breve reseña sobre el origen del concepto "conurbación" en sí mismo. En esta primera sección se incluyó también el contexto de ciertos debates que se vinculan directamente a la idea de Conurbano para la Ciudad de Buenos Aires, formulados en los primeros años del siglo XX. Suponemos que allí se escribió el prólogo del texto donde puede leerse el discurso posterior, principal tema propuesto, al que se dedica la segunda parte. Finalmente la tercera, busca reconstruir algo del clima institucional e intelectual inmediatamente previo y posterior al “nacimiento” del Conurbano, como entidad oficialmente reconocida.

(^4) Chartier, Roger, p. 19. En realidad el autor hace su interpretación a partir del pensamiento de Lucien Febvre, que

contrasta con el de Panofsky y el de Lévy-Bruhl.

1. LA CIUDAD Y SUS LÍMITES

Conurbación: concepto, forma y artificio

Es un hecho conocido que la palabra "conurbación" es la traducción castellana del neologismo inventado por Patrick Geddes a comienzos del siglo XX: conurbation.

En el año 1915 la Oxford University Press publicó Cities in Evolution , libro que recogía varias ideas que Geddes había desarrollado cerca de diez años antes.^5 Hacia fines de la década de 1940, sus hipótesis fueron calificadas como “ pasadas de moda en el momento mismo de la publicación " por alguno de sus exégetas posteriore s.^6 Sin embargo, para esa época el término ya había sido universalmente aceptado, aunque reconocido como poco feliz para definir un fenómeno que se manifestaba crecientemente en algunas de las grandes ciudades del planeta. "La palabra es muy fea y es de esperar que sea sustituida por otra más de acuerdo con el genio del idioma. Pero la idea que expresa con escasa fortuna es magnífica..." , opinaba Henry Hobson en

1948.^7 Sin duda, el término había producido un contundente cambio de interpretación en las concepciones urbanísticas del siglo XX. Tanto que, al parecer, medio siglo después, el "genio del idioma" continúa buscando algún vocablo mejor dentro de su lámpara lingüística.

En sus escritos, Geddes también se preguntó por la validez de las palabras utilizadas hasta el momento, reconociendo las limitaciones y por lo tanto la necesidad de crear otros vocablos (tarea a la que el autor, al parecer, era muy afecto). A principios de siglo, su preocupación y parámetro de referencia era el Gran Londres y las ciudades que el crecimiento de la capital británica había fagocitado. En ese contexto argumentó:

"Para enfocar estos cambios, verdaderas transformaciones de la tradición geográfica de la ciudad y el campo en que se educó, y para expresarlas con más vigor, nos es necesario extender algo nuestro vocabulario; pues cada nueva idea para la que aún no tenemos una palabra, merece una. Hace falta, pues, un nombre para estas regiones urbanas, para estos conjuntos de poblaciones. Constelaciones no podemos llamarlas, conglomerados se acerca en la actualidad más al blanco, por desgracia, pero puede resultar despectivo; ¿por qué no "conurbaciones"? Quizá ésta pueda servir como la palabra necesaria, como una expresión de esta nueva forma de agrupamiento de la población que está desarrollando, por así decirlo, subconscientemente, nuevas formas de agrupación social y también de gobierno y administración".^8

Se habría así el juego teórico a un panorama que relacionaba y homogeneizaba lo territorial con

(^5) Geddes, Patrick, 1960, pp. 45 y ss. De Cities in Evolution se consultó la reedición inglesa, revisada y comentada

(Williams & Norgate, Londres, 1949). Esta versión fue traducida al castellano y publicada por Editorial Infinito en Buenos Aires, 1960, bajo el título Ciudades en Evolución. Para este apartado hemos utilizado esta última edición, cotejada con su original en inglés.

(^6) Tyrwhitt, Jaqueline, "Introducción a Ciudades en Evolución", Geddes, Patrick, 1960, p. 9.

(^7) Hobson, Henry, p. 258.

(^8) Geddes, Patrick, 1960, p. 51.

urbana- pero, en cuanto a herramienta del planificador:

"Es ante todo el croquis seccional esencial de una 'región' de geógrafo listo para ser estudiado, y también es un esquema para el antropólogo y el economista evolutivo. Cuando llegue el momento descenderemos a investigar el aspecto urbano moderno, el económico convencional, el político y otros. Pero ante todo, debemos proceder por el orden natural".^14

El acto de "descender" de la dimensión natural a la urbana también puede interpretarse como una subordinación de dos órdenes. Es a "lo natural" (y aquí creemos que su significado debería entenderse en un sentido muy amplio) a donde debe remitirse el urbanista para comprender y manejar el "artificio" de lo urbano.

Sin embargo, para el territorio argentino e iberoamericano en general la relación campo/ciudad, lejos de verse como armoniosa, presentaba -presenta- antagonismos insuperables_. "Pueden llegar a ser dos mundos con escasos puntos comunes de referencia, pueden llegar a rechazarse; y pueden llegar a enfrentarse"_.^15 Más aún:

"Quizá puedan explicarse los procesos de la sociedad latinoamericana de diversas maneras. Pero si se atiende a la significación de las ideas, especialmente cuando se convierten en ideologías, esta dialéctica entre una ideología urbana y otra rural expresa con bastante fidelidad ciertas tendencias sostenidas en la vida social y cultural: es como un espejo donde se reflejan las tensiones entre campo y ciudad, dos áreas donde el asentamiento humano ha sido muy diferente en Latinoamérica y donde han surgido dos formas de vida y de mentalidad que pueden extrapolarse en dos ideologías en perpetuo conflicto".^16

Las lúcidas interpretaciones de José Luis Romero, contextualizan en nuestro medio buena parte de la utopía geddesiana. No obstante, las consideraciones brevemente reseñadas le valieron a Geddes el reconocimiento mundial de su paternidad -que sin duda compartió con Marcel Poëte y algunos más- sobre las teorías sociales que sustentaron a la "ciudad moderna" y al planeamiento regional en general. Pero, como telón de fondo, sus trabajos retomaban una problemática aún anterior que ya desvelaba a ciertos profesionales de lo urbano. El urbanismo se enfrentaba a una disyuntiva: ¿una ciudad abierta o una ciudad cerrada? Dicho de otra manera ¿en qué lugar la planificación de una ciudad encontraba sus límites?

Un debate para Buenos Aires

Aunque más no sea como hipótesis operativa, podemos suponer que la problemática urbana de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores de las dos primeras décadas de este siglo registró

(^14) Geddes, Patrick, 1968, p. 59. El subrayado es nuestro.

(^15) Romero, José Luis, 1982, p. 87.

(^16) Ibídem, p. 114.

implícitamente el conflicto de una ciudad abierta vs. una ciudad cerrada.^17

En términos de lo "urbano", la dicotomía ciudad-campaña, no es retórica en cuanto a la definición del objeto de estudio. Revisar desde esta perspectiva el caso que nos ocupa puede aportar algunos elementos de análisis. Deliberadamente utilizamos "campaña" en lugar de "suburbio". Esta distinción es importante para contextualizar territorial y temporalmente algunas consideraciones que siguen.

Así, un paso previo a la definición de la idea de Conurbano -tan previo como obvio- es revisar la cuestión de los límites a partir del cual se construye. Siete años después de la federalización de 1880, se incorporaron al antiguo municipio de Buenos Aires los partidos de Flores y Belgrano. Con esas 19.000 hectáreas (la extensión de la actual Ciudad Autónoma), y aunque menos del 10% de esa superficie se consideraba edificada, la capital argentina, dejaba atrás "La Gran Aldea" y se convertía en una de las ciudades más extensas del mundo.^18

No es común encontrar en la bibliografía datos que informen sobre los criterios de adopción de los límites que aparecieron en el Plano del Ensanche, trazado por los ingenieros Pedro Blot (representante de la Nación) y Luis Silveyra (por la Provincia), publicado en 1888 ( Figura 1 ). La poligonal abstracta no coincidía exactamente con los límites de Flores ni de Belgrano, que además incluía la federalización de un territorio que había pertenecido a San Martín.^19 La Capital encontró su frontera en una línea que se materializaría en un boulevard de cien metros de ancho, encerrando "tres ciudades", separadas por zonas de quintas y chacras. En esta operación, se incorporó parte de la zona rural cercana a Buenos Aires.

En la Geografía de la República Argentina escrita por Francisco Latzina en 1889, Belgrano aparece como una ciudad de 15.000 habitantes, jerarquía que pudo establecerse en comparación con otros poblados:

"Así, por ejemplo, se encuentran a lo largo del ferrocarril del Norte los caseríos y pueblos de Núñez, Olivos, Martínez, San Isidro, San Fernando, Tigre y Las Conchas; a lo largo del ferrocarril Oeste, Ramos Mejía, Morón, Merlo; sobre el ferrocarril Buenos Aires a Rosario, San Martín; sobre el ferrocarril Sud, Bandfield, Lomas de Zamora, Temperley y Adrogué; sobre el ferrocarril de la Ensenada, Quilmes".^20

EL párrafo citado, además da cuenta del "molde" básico donde será colada la forma del Conurbano Bonaerense, en cuanto resume una estructura básica dada por los principales ejes de crecimiento vinculados a las vías férreas.^21 Pero fuera de la propia ciudad y de Flores y

(^17) Ver este tratamiento en Novick, Alicia, pp. 10 y ss.

(^18) Cfr. Romero, José Luis, 1983, Tomo II, p. 11.

(^19) Algo más 700 hectáreas del municipio de Flores y unas 150 de Belgrano pasaron a la Provincia. Como

resarcimiento, la Capital se quedó con unas 890 hectáreas de San Martín y 4 de San Isidro. Favier Dubois, Eduardo, p. 27.

(^20) Latzina, Francisco, p. 70.

(^21) Para esta interpretación, Cfr. Sargent, Charles, pp. 93 y ss.

marco de la problemática posterior.

El estudio comparado entre el Plan de Mejoras para Buenos Aires encarado por la Municipalidad en 1898, el Proyecto de Transformación Edilicia propuesto por Enrique Chanourdie en 1906 y el Proyecto de Avenidas y Diagonales formulado en 1911 por Victor Jaeschké aporta otros elementos para la discusión. Ya ha sido desarrollado y trabajado mediante sugerentes hipótesis, que resultan de particular utilidad, sobre todo en la definición para un contexto local la cuestión de los límites urbanos, en los años en que el tema se debatía en el nivel internacional.^26

El Plan de 1898 indicaba que el Camino de Circunvalación (la futura General Paz) junto con el camino ribereño operaría como separación entre la ciudad de Buenos Aires y la provincia homónima

"... y finalmente cerrando este hermoso circuito se tendrá el paseo proyectado a lo largo del Riachuelo que se prolongará hasta Barracas. Así, encerrada en este hermoso marco, con grandes parques y paseos, sus amplias avenidas, sus grandes edificios públicos y privados y su población, que irá siempre en aumento, atraída por este gran centro se puede tener una idea de lo que será la que ya es hoy la primera ciudad de América".^27

A fines del siglo XIX, cuando el territorio de la Capital Federal presentaba importantes vacíos urbanos, su población ya se acercaba a las 700.000 personas que se concentraban básicamente en el antiguo municipio. El territorio del futuro Gran Buenos Aires no superaba los 120. habitantes, y no aparecía contradicción en imaginar una ciudad "encerrada" con una población que "irá siempre en aumento". De hecho no la había. El borde planteado estaba lejos de alcanzarse.

Pocos años después la visión había cambiado, presentando otros matices. La cuadrícula atravesada por diagonales propuesta por Chanourdie planteaba un crecimiento casi ilimitado. El crecimiento de la ciudad era inevitable y "un concepto de previsión elemental nos obliga a mirar más allá del límite Entre Ríos- Callao" , declaraba el autor.^28 La avenida de circunvalación de 1887 era un horizonte algo alejado todavía en 1906. Esta idea se pondría de manifiesto cuando Chanourdie pone la frontera en Callao (lo que casi equivaldría a decir “la Argentina no termina en Callao-Entre Ríos"). Ocho décadas después seguía reconociéndose para la ciudad el límite en la primera avenida de circunvalación que conoció Buenos Aires, trazada en la época de Rivadavia. Flores y Belgrano todavía no eran barrios. El suburbio se encontraba ahora dentro del Distrito Federal. Pero aún otra visión se contrapondría después del Centenario.

Victor Jaeschké reconoció en la gran extensión de Buenos Aires el problema más grave. Y su propuesta era coherente con el planteo teórico: la concentración y la densificación a través de edificios en altura serían la respuesta a un crecimiento ilimitado.^29 Para Jaeschké el espacio de la

(^26) Ver Novick, Alicia, 1995.

(^27) Citado por Novick, Alicia, p. 10.

(^28) Ibídem.

(^29) Cfr. Novick, Alicia, pp. 10 y ss. La crítica de Jaeschké, se entronca con la polémica que había desatado por el plan

Capital era más que suficiente como territorio de planificación. Todo intento de control extramuros era innecesario, y la solución debía concentrarse en un territorio que tenía 4. hectáreas más que la ciudad de París. Como veremos, estos argumentos serán esgrimidos por el autor con mayor pasión durante la década siguiente. Con voces y diferencias de tono para uno y otro bando la reflexión sobre la ciudad de los primeros años del siglo XX, osciló entre proponer o identificar límites para un crecimiento en un carácter cerrado o asumir el desarrollo abierto como situación a controlar por una planificación urbana y regional.

En todo este imaginario, donde sobrevolaron a diferentes alturas las ideas de Howard, Hausmann y Sitte, una concepción estética de la ciudad atravesó el discurso general y se reflejó en muchos proyectos truncos. Este pensamiento de la década de 1910 alcanzó un desarrollo evidente en el Proyecto Orgánico para la Urbanización del Municipio de 1925. En él, tangencialmente hará su irrupción la idea de un Conurbano, a partir de la cual se inaugurará otro discurso. El "urbanismo esteticista", lentamente estaba dejando paso al "urbanismo cientificista".

de Joseph Bouvard de 1907. Sobre esto, puede consultarse Tartarini, Jorge, p. 59 y pp. 64-66.

Sin embargo, el color del cristal que la Comisión utilizaba para mirar fuera de su territorio de acción, seguía siendo la propia Capital y su futuro promisorio. El desarrollo propuesto para las localidades de la provincia no superaba cierta condición satelitaria:

"Avellaneda, Matanza, Lomas de Zamora, San Martín, Haedo, no pueden permanecer ajenos a los propios intereses de Buenos Aires, puesto que, situados a lo largo del cinturón urbano, están llamados a compartir su porvenir y ser en el presente fuentes de abastecimiento y tributarios de los servicios urbanos de la Capital".^33

La Comisión termina su informe proponiendo otra, de carácter permanente para llevar a cabo "El Plano Regulador y de extensión de la ciudad de Buenos Aires". A continuación de este apartado se incluyó como sección separada la "Memoria" de J. C. N. Forestier.

Es posible que el recurso editorial se haya pensado para que las ideas no quedaran tan "pegadas" a las de este profesional, contratado para la ocasión. Aún así, es imposible dejar de ver la mano de Forestier en estas concepciones. Su pensamiento y obra es aludido en todo el trabajo. Pero es él quién directamente cierra el Proyecto.^34

Más de la mitad de las páginas de la Memoria se dedicaron a cuestiones de jardinería, desde un relevamiento de especies vegetales apropiadas hasta la ubicación de viveros. Jean Forestier, que no era un urbanista, contaba entre sus antecedentes el trazado del Parque de María Luisa en Sevilla, obra que conoció Martín Noel (hermano de Carlos), y a partir de la cual se decidió probablemente su contratación.^35

En una "Nota sobre el Plano de Conjunto de los terrenos públicos", el paisajista francés sintetizó algunas sugerencias anteriores. Entendió que a partir de las indicaciones del intendente Noel "...se buscaba no sólo el embellecimiento de los barrios agraciados de la ciudad, sino además el mejoramiento futuro de los barrios excéntricos, cuidando la higiene y las condiciones de vida de la población obrera o de la clase media que vive en ellos". Agregó, además que "...habría sido menester completar esos proyectos de realización lenta con un estudio de los barrios fabriles ubicados fuera del radio del municipio... Mas los límites de mi misión y los documentos de que disponía no permitieron extenderme más allá de la Capital".^36 La Comisión y/o Forestier habían puesto en marcha una idea de Conurbano. Entre el variado espectro de críticas que recibieron, uno de los puntos más polémicos fue justamente éste. Nuevamente el "enemigo Nº 1" del ensanche, Victor Jaeschké hizo sentir su voz, esta vez disparando también sobre las intenciones de los autores. En un artículo que se publicó antes que el Proyecto de la Comisión, cuyo título eximiría de mayores comentarios (se llamó "Inútil

(^33) Ibídem, p. 362.

(^34) Dos décadas después, Bardet reconocerá a la obra de Jean Forestier como entre las "realizaciones notables" del

urbanismo (¿francés?) de aquella época, fuera de Francia. Bardet, Gastón, p. 17

(^35) Cfr. Gutiérrez, Ramón, p. 156. Después de Buenos Aires, Forestier fue contratado por el Ministerio de Obras de

Cuba para la realización de plan general para La Habana; Hardoy, Jorge E., p. 207

(^36) Comisión de Estética Edilicia, p. 423. En páginas anteriores y en el índice de la documentación que anexó a la

Memoria, Forestier evidenció la problemática del ensanche a través de la legislación urbana, operativa en varios países de Europa.

ensanche de la ciudad de Buenos Aires. En su radio actual caben 9 millones de habitantes") culpó a los "...rematadores y especuladores que hace años vienen explotando este negocio lucrativo en perjuicio de la población... Para qué, entonces seguir entregando nuevos barrios y nuevas manzanas a la edificación mísera y antiestética de los suburbios".^37

Casi como contestando esta frase, un escritor poco conocido publicaba en 1925 su primer libro de prosa. El juvenil (y luego autocensurado) Jorge Luis Borges de Inquisiciones hizo públicas algunas de sus primeras imágenes de la ciudad en un ensayo que llamó (de que otra manera sino) "Buenos Aires", donde presentó una suerte de rescate, entre poético e higienista:

"¡Y en los alrededores del crepúsculo! Acontecen gigantescas puestas de sol que sublevan la hondura de la calle y apenas caben en el cielo. Para que nuestros ojos sean flagelados por ellas en su entereza, hay que solicitar los arrabales que oponen su mezquindad a la pampa... Ponientes y visiones de suburbio que están -perdónenme la pedantería- en su aseidad, pues el desinterés estético de los arrabales porteños es patraña divulgadísima entre nosotros".^38

Desde otro ángulo, mostrando un costado cientificista, los urbanistas siguieron criticando la ligereza con que el tema de la extensión de la ciudad fue tomado en la Proyecto de la Comisión de Estética Edilicia. Pero a diferencia de Jaeschké, (la inutilidad del ensanche) aparecieron propuestas que le concedieron indubitable importancia. Quizás en esta clave borgeana de recuperación para "ponientes y visiones del suburbio", también puede ser leída la obra de Carrasco.

Benito Carrasco en plan de turismo

Observando algunos trabajos de Benito Carrasco ( Figura 3 ), se podría convenir en que el romanticismo de las imágenes propuestas para los suburbios se realizaron en sintonía con los trazos generales del Proyecto de la Comisión para la Capital. Sin embargo, la teoría que sustentó su obra puede ser rastreada en el debate clásico sobre el ensanche de las ciudades europeas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. La "ciencia urbana" de Carrasco bebió de estas fuentes, particularmente de las ideales Garden Cities que el inglés Ebenezer Howard había logrado materializar parcialemente en Letchworth y Welwyn, en 1903 y 1919, respectivamente.

En ellas, como en Carrasco, los parques periurbanos operaban como mecanismo "antiespeculativo", regulando el impiadoso crecimiento de la ciudad y dotando al territorio del desahogo higiénico que anteponía el cinturón verde a la ocupación indiscriminada del suelo. Fue la propia Comisión de Estética Edilicia quien dejó por escrito la diferencia, cuando expresó: "Declaramos, ante todo, que el partido por nosotros elegido no corresponde en manera integral al concepto absolutamente científico del urbanismo moderno".^39

(^37) Revista de Arquitectura , Buenos Aires, agosto de 1924. Citado por Gutiérrez, Ramón, p. 155.

(^38) Borges, Jorge Luis, p. 89.

(^39) Comisión de Estética Edilicia, p. 59.

ambos puntos, con tratamientos paisajísticos para algunos enclaves costeros.^44

Pero la integración propuesta se extendía a otros rumbos. En un mapa esquemático, incluido en el artículo en cuestión ( Figura 4 ) aparecen, además del eje norte, un eje oeste, con las localidades Ciudadela, Ramos Mejía, Haedo y Morón, siguiendo las vías del Ferrocarril Oeste. A la vera del Ferrocarril al Pacífico destacaba un tercer eje hacia el noroeste que vinculaba Palomar, Hurlingham, Bella Vista, Muñíz y San Miguel. En esta propuesta, Carrasco no hace demasiadas referencias a jurisdicciones administrativas.La vinculación funcional intentaba generar un circuito turístico "interciudades" -es lo que representa el mapa- para lo cual debían repararse y mantenerse los caminos indicados y además el Estado debía adquirir el "Talar de Pacheco" (según él, como reserva de la poca flora autóctona que quedaba), todo rodeando Campo de Mayo, la principal guarnición militar del país.

Curiosamente, el eje sur no aparece relevado, siendo la primera conurbación de la Capital, a través de una continuidad espacial que se presentaba con mayor contundencia que en los otros puntos cardinales. Sin embargo, la propuesta existió, y es por un contemporáneo, Eduardo Schiaffino, que conocemos algunos detalles. Se trataba de una nueva vinculación desde el Riachuelo hasta Avellaneda, pero que incluía la construcción de viviendas. Schiaffino refiere el proyecto en cuanto a la materialización de una posible "ciudad jardín":

"Este nuevo barrio, en forma de parque agreste, anexo a la Capital, destinado a ser por algún tiempo el más pintoresco e higiénico de todos, estará ligado a la Metrópoli por las líneas de tranvía, de ómnibus y de vaporcitos; y una vez realizada la prolongación del Balneario Municipal, hasta el Riachuelo, se podrá ir caminando desde la ribera hasta la Ciudad-jardín".^45

También resalta la figura de Carrasco -el único autor que cita en su libro- y de quién toma la idea de ciudad jardín:^46

"El plano, debido al Ingeniero autor del proyecto D. Benito Carrasco, así como la fotografía de la costa del río en su estado actual y la del arroyo Sarandí será la frontera sud del Nuevo barrio-jardín".^47

En definitiva, fue Benito Carrasco quién propuso claramente y quizás por primera vez, la idea de una integración de la ciudad con sus alrededores, aunque voluntariosamente sesgada. Su técnica paisajística (fue la mano derecha de Thais) se constituyó en el medio de integración. En él no figuraban argumentaciones históricas, económicas o demográficas. Sus "vínculos" eran la consecuencia natural para una ciudad que había sobrepasado ciertos límites. La "Confederación de Municipios" tendría la facultad de manejar administrativamente un plan que asegurase la armonía de este crecimiento.

(^44) La descripción y documentación de este proyecto se encuentra en Tella, Guillermo, pp. 56-61.

(^45) Schiaffino, Eduardo, p. 198.

(^46) Un análisis de la figura de Schiaffino en relación a la ciudad en Piccioni, Raúl, 1996.

(^47) Schiaffino, Eduardo, pp. 198-199.

Casi en forma simultánea con Carrasco, otro ingeniero -Carlos María della Paolera- presentaba su propuesta de integración, pero los términos y la dimensión serían otros.

Carlos María della Paolera, con la ciencia en la mano

Alguien debía recoger el guante que había arrojado la Comisión de Estética Edilicia, al declarar la necesidad de crear una nueva Comisión Permanente para "El Plano Regulador y de extensión de la ciudad de Buenos Aires". Ciertamente no podemos decir que fuera Carrasco quien asumió el desafío. Más se acercó della Paolera, como claro representante de una generación de técnicos que, en nuestro medio, renovaron la mirada a la ciudad superando las visiones esteticistas de los profesionales actuantes durante las décadas de 1910 y 1920, que habían llegado a una frontera paradigmática en el Proyecto Orgánico para la Urbanización del Municipio.

En este aspecto, su visión estará inseparablemente unida al concepto de "Plan", en cuanto instrumento técnico global para la resolución de la problemática urbano regional que, en varias dimensiones, comenzaba a discutirse con fuerza en aquellos años.

A principios de 1927, durante los últimos meses de una larga residencia en Francia -entre 1921 y 1928- della Paolera formuló el Plan Regulador de la “Aglomeración Bonaerense”, como parte de su tesis de posgrado en el Instituto de Urbanismo de la Universidad de París. Las ideas centrales fueron publicadas por La Razón entre abril y marzo de 1928.

Por esos años, él junto a otros profesionales había logrado "convencer" a los funcionarios y a la opinión pública en general sobre la urgencia de un "Plan", y della Paolera regresa a Buenos Aires con algunos temas resueltos:

"En estos últimos tiempos se oye hablar con frecuencia de la necesidad de formular un plan orgánico y científico que encauce las energías divagantes que no reinan con absolutismo en el desarrollo de nuestra gran metrópoli. Y aún más, parece que la idea se va abriendo camino y comienza ya a interesar hasta en las esferas oficiales".^48

La batalla, aparentemente se había ganado y el "ambiente era favorable" para su desarrollo. En diciembre de 1925, dos artículos de su autoría (que también había publicado en La Razón ) declaraban la existencia de esta aglomeración a la que se debía dotar de un plan. Pero fue quizás en la Exposición Municipal de Urbanismo, organizada por della Paolera a fines de 1932, donde encontró la repercusión necesaria para "su" plan y con él para "su" idea de Conurbano.

La Revista de Arquitectura saludó la exposición con un laudatorio editorial donde se ocupó de aclarar cuál era el verdadero sentido de la ciencia urbana, separándola de la "improvisación irresponsable de aficionados" a los que no identificó, pero que claramente aludió, ya que en la muestra,

(^48) La Razón , 11 y 18 de marzo de 1928, p. 92, el subrayado es nuestro. Esta cita y las que siguen fueron tomadas de

della Paolera, Carlos María, 1977.

Algunos de los planos que formaron parte del Plan ( Figura 5 ), nos devuelven una imagen de la posterior Area Metropolitana de Buenos Aires -un núcleo central, cuatro ejes de crecimiento, caracterización de la vivienda y de los medios de transporte- bastante familiar en la actualidad pero seguramente novedosa para el medio local de finales de la década de 1920.

El objetivo de estos planos estaba muy claro. Della Paolera no habla de pulpos o tentáculos, pero también recurre a la "analogía biológica" para demostrar la subordinación de las localidades cercanas a la Capital, "... que no son más que formaciones parasitarias de la metrópoli de la que constituyen su prolongación natural".^53 Su análisis implícitamente relativizaba la identidad de los pueblos vecinos con respecto a Buenos Aires. Si la metrópoli se había engullido a las localidades circundantes, el plan sería reflejo de la misma situación.

El salto cualitativo de la propuesta de della Paolera con respecto a la producción anterior, también se ubicaba en el estudio de los aspectos administrativos. Justificaba la creación de un ente regional, como prerrequisito básico en la operatividad de cualquier plan para la aglomeración. Consideró "...indispensable un convenio entre la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires para que desde el punto de vista técnico se organice como un solo conjunto a la gigantesca urbe que poseen en condominio".^54

Con Carlos María della Paolera se abre el capítulo de un "urbanismo científico" para Buenos Aires y Argentina en general, donde debería ser consultada su propuesta.^55 Otros continuarán en esta línea, con aportes específicos. Otros, también, plantearán nuevos problemas para los cuales no habrá un remedio a mano.

Algunos aportes más: demógrafos, escritores e historiadores

En el marco de los homenajes por el cuarto centenario de la primera fundación de la Ciudad de Buenos Aires, un conjunto de publicaciones -entre las que figuraron parte de los trabajos de della Paolera- rediscutieron varios aspectos de la ciudad primada, en forma similar a lo que ocurrió después de 1980, cuando en lugar de Pedro de Mendoza, el celebrado fue Juan de Garay. Los textos dirigidos por Horacio Difrieri, Atlas de Buenos Aires (1981) y José Luis y Luis Alberto Romero, Buenos Aires. Historia de cuatro siglos (1983), son ejemplos de ello.

Uno de estos trabajos, de fines de la década de 1930, estuvo a cargo de Nicolás Bessio Moreno, que publicó Buenos Aires, puerto del Río de la Plata, capital de la Argentina. Estudio crítico de su población, 1536-1936. El título ya indica que el enfoque apuntará a la condición portuaria de la ciudad en su dimensión histórica, pero fundamentalmente tratará de cuestiones demográficas. Con esta intensión pasa revista a los avatares de la historia poblacional de la ciudad. Un apartado fue dedicado al "Gran Buenos Aires, 1914-1938".El análisis da cuenta del

(^53) della Paolera, Carlos, pp. 95-96.

(^54) Ibídem, p. 120.

(^55) Véase, al respecto, el estudio de Rigotti, Ana María, pp. 7 y ss.

comportamiento demográfico de la Capital y de quince partidos, integrados total o parcialmente al territorio del Distrito Federal, desde el primer censo nacional de 1869, hasta el censo provincial de 1938. Cada partido fue desagregado en localidades. Así, por ejemplo dentro de General Sarmiento incluyó a San Miguel, Bella Vista, José C. Paz, Muñíz, Villa de Mayo y Polvorines; los tres primeros con registro poblacional desde 1914. Para 1938 indicaba una población total del Gran Buenos Aires superior a los 3.600.000 habitantes, valor que incluía los casi 2.500.000 de la Capital Federal.

Más allá de esta información, Besio Moreno necesitaba definir el territorio, donde se desarrollaba el estudio, al que le adjudicaba una extensión cercana 1.190 kilómetros cuadrados:

"La línea límite del Gran Buenos Aires, es bastante interior a la de los ferrocarriles que parten de la Capital Federal consideran como zona urbana y el criterio con que ha sido trazada es el de tomar los partidos próximos de la provincia, aquellas partes cuya población excede de 300 habitantes por km²".^56

Optando excluyentemente por la densidad poblacional, Besio Moreno estableció un territorio que aparecía con toda seguridad más consistente que la interpretación de "turística" de Carrasco y complementaba las variables explicadas por della Paolera.

Establecía así un área incluida en un radio de aproximadamente 50 kilómetros desde el centro de la Capital ( Figura 6 ), que identificó en detalle:

"Dicha línea, alcanza hasta la descarga en Berazategui de la cloaca máxima del sistema bonaerense y comprende las ciudades de Berazategui, Florencio Varela, Burzaco y Monte Grande por el sur; las de Tapiales, Tablada y morón a Merlo por el oeste; las de Bella Vista, San Miguel y José C. Paz al N.O y las de Tigre y Las Conchas por el norte. Los partidos, en los aledaños de la capital federal*, tienen ya toda la superficie urbanizada y cubierta de edificación; son Avellaneda, Lomas de Zamora, San Martín, Vicente López, San Isidro y San Fernando. Los restantes afectados, poseen urbanizada sólo una parte: son los de Quilmes, Florencio Varela, Almirante Brown, E. Echeverría; Matanza, Merlo, Seis de Septiembre; Sarmiento y Las Conchas, y es dicha parte la que se ha tomado para el Gran Buenos Aires".^57

Besio Moreno era consiente que aún este enorme territorio no se ajustaba a los criterios "más avanzados" en la definición de áreas metropolitanas. Lo expuso claramente cuando comentó que en su plano "...no se comprende como Gran Buenos Aires el límite que aspiraría a otorgarle el moderno urbanismo, el cual procura encerrar dentro de la urbe, la producción de víveres fundamentales para su alimentación y la comarca entera de esparcimiento que tanto beneficia a la higiene de las poblaciones".^58

La referencia al "urbanismo moderno" también puede presentarse en la línea del discurso de

(^56) Besio Moreno, Nicolás, 1939 a, pp. 416-417.

(^57) Ibídem, p. 417. * Minúsculas en el original.

(^58) Ibídem, pp. 417-418.