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"Política e Instituciones del Siglo IX en el Imperio Franco", Resúmenes de Historia antigua

Este documento ofrece una descripción detallada de la estructura política y las instituciones del Imperio Franco de Carlos el Grande y su hijo Ludovico el Piadoso, que abarcó Francia, Alemania, los Países Bajos, Italia, Cataluña y Austria. Se abordan temas como la falta de conciencia de los reyes y élites carolingias sobre lo que estaban haciendo, la coronación de Pipino III por el papa Esteban II, las rebeliones aristocráticas y la obtención de beneficios por parte de los aristócratas. Además, se discute la importancia de la educación y la existencia de representantes del rey llamados missi.

Tipo: Resúmenes

2020/2021

Subido el 16/12/2021

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Capítulo 4
EL EXPERIMENTO CAROLINGIO, 750-1000
La ambición de los carolingios; reorganización de la política que habría de conocerse en toda la
Edad Media. Estructuras de grandes dimensiones el imperio franco de Carlos el Grande, es decir, de
Carlomagno (768-814) y su hijo Ludovico el Piadoso (814-840), fue sustancialmente mayor que el
de cualquier otro sistema político de la Europa medieval, puesto que abarcaba lo que hoy es
Francia, Alemania y los Países Bajos, extendiéndose asimismo por el norte de Italia, Cataluña y
Austria. innovadoras instituciones públicas de las ciudades septentrionales italianas del siglo XIII,
los reyes y las élites carolingias tampoco eran plenamente conscientes de lo que estaban haciendo.
Ellos consideraban que la misión que llevaban a cabo era en gran medida de naturaleza moral, e
incluso teológica, (el modelo que ellos mismos confesaban seguir era el del Israel bíblico y el del
imperio romano tras su conversión al cristianismo). La comprensión del mundo carolingio resulta
crucial, ya que en realidad estaban tratando de hacer algo nuevo —aunque no se dieran cuenta—, y
sobre unas bases que se revelarían diferentes a las de cualquier otro sistema político posterior. El
período carolingio, que terminó en 887. Vamos a empezar con un breve relato sobre la política de
los siglos VIII y IX. Después examinaremos la forma en que gobernaron los carolingios. Carlos
Martel, el maior que se hizo con las riendas del reino de los francos en la década de 710, inició la
serie de conquistas llamadas a marcar el siglo VII. La dinastía entera desciende de este primer
Carlos. Carlos Martel siguió gobernando en nombre de los reyes merovingios, pero por esas fechas
los monarcas de esa familia se hallaban ya totalmente desprovistos de poder, tanto es así que entre
el año 737 y el de su fallecimiento (ocurrido en 741), ni siquiera se tomó la molestia de nombrar a
un nuevo soberano. Sus dos hijos, Pipino III y Carlomán I, sí que designaron a un rey al sucederle,
pero en 751, Pipino, que para esa fecha gobernaba ya en solitario, juzgó posible limitarse a tomar el
poder sin más, convirtiéndose él mismo en monarca. El gesto de Pipino al tomar las riendas del
reino había constituido un golpe de mano. Pipino y sus herederos dedicaron tiempo y energías a
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Capítulo 4 EL EXPERIMENTO CAROLINGIO, 750- La ambición de los carolingios; reorganización de la política que habría de conocerse en toda la Edad Media. Estructuras de grandes dimensiones el imperio franco de Carlos el Grande, es decir, de Carlomagno (768-814) y su hijo Ludovico el Piadoso (814-840), fue sustancialmente mayor que el de cualquier otro sistema político de la Europa medieval, puesto que abarcaba lo que hoy es Francia, Alemania y los Países Bajos, extendiéndose asimismo por el norte de Italia, Cataluña y Austria. innovadoras instituciones públicas de las ciudades septentrionales italianas del siglo XIII, los reyes y las élites carolingias tampoco eran plenamente conscientes de lo que estaban haciendo. Ellos consideraban que la misión que llevaban a cabo era en gran medida de naturaleza moral, e incluso teológica, (el modelo que ellos mismos confesaban seguir era el del Israel bíblico y el del imperio romano tras su conversión al cristianismo). La comprensión del mundo carolingio resulta crucial, ya que en realidad estaban tratando de hacer algo nuevo —aunque no se dieran cuenta—, y sobre unas bases que se revelarían diferentes a las de cualquier otro sistema político posterior. El período carolingio, que terminó en 887. Vamos a empezar con un breve relato sobre la política de los siglos VIII y IX. Después examinaremos la forma en que gobernaron los carolingios. Carlos Martel, el maior que se hizo con las riendas del reino de los francos en la década de 710, inició la serie de conquistas llamadas a marcar el siglo VII. La dinastía entera desciende de este primer Carlos. Carlos Martel siguió gobernando en nombre de los reyes merovingios, pero por esas fechas los monarcas de esa familia se hallaban ya totalmente desprovistos de poder, tanto es así que entre el año 737 y el de su fallecimiento (ocurrido en 741), ni siquiera se tomó la molestia de nombrar a un nuevo soberano. Sus dos hijos, Pipino III y Carlomán I, sí que designaron a un rey al sucederle, pero en 751, Pipino, que para esa fecha gobernaba ya en solitario, juzgó posible limitarse a tomar el poder sin más, convirtiéndose él mismo en monarca. El gesto de Pipino al tomar las riendas del reino había constituido un golpe de mano. Pipino y sus herederos dedicaron tiempo y energías a

ocultar este hecho, y lo mismo harían sus historiadores: ellos dijeron que el propio papa accediera por adelantado a su perpetración y que la aristocracia se aviniera a que Pipino fuese ungido por el arzobispo Bonifacio de Maguncia, declaraciones difíciles de probar. Sin embargo, de lo que no hay duda es de que el papa Esteban II (752-757), que viajó al reino de los francos en 754 para solicitar ayuda a Pipino frente al ataque de los lombardos (era la primera vez que un papa visitaba las regiones situadas al norte de los Alpes), vertió personalmente los óleos sagrados para coronar rey a Pipino. Este acto habría de marcar de manera permanente la pauta de todas las acciones políticas posteriores de los carolingios, ya que sin el apoyo de la Iglesia no pasaban de ser una familia aristocrática más, por mucho que se tratase, de lejos, de la más prominente de todo el reino de los francos. 740 Pipino y Carlomán ya habían empezado a organizar concilios de la Iglesia, en los años cincuenta de ese mismo siglo se celebrarían más. Carlos Martel había tenido a un ejército en campaña prácticamente todos los años de su reinado, y sus hijos harían lo mismo, de modo que al morir Pipino habían conquistado ya, en su mayor parte, las principales regiones independientes que un día gobernaran los merovingios. Carlomagno, hijo de Pipino, y dirigente único a partir de 771, pondría el broche de oro a la expansión. Entre los años 773 y 774 se apoderó rápidamente del reino lombardo de Italia. En su frontera septentrional combatió a los sajones, necesitó el período que va de 772 a 804 para someterlos y obligarlos a convertirse al cristianismo; una vez vencida esa fecha, se las arregló para conservar sus posesiones. La lucha contra esas tribus permitió que los francos de la época mantuvieran constantemente a punto su entrenamiento militar.) En 787, Carlomagno invadió Baviera, la última región de cuantas habían pertenecido antiguamente a los merovingios, tomándola sin una sola escaramuza. Después, las incursiones de los ejércitos francos continuaron internándose más profundamente aún en las regiones del este de Europa, atacando la capital ávara, en la actual Hungría, entre 795 y 796. Esta penetración concedió a los francos un botín integrado por riquezas inauditas. Carlomagno también puso sus miras en España. en el año 801, la región situada en los alrededores de Barcelona quedó establemente sometida a la dominación franca. Acabaría duplicando el de las regiones gobernadas por Carlos Martel, con el añadido de que, en lo sucesivo, las fronteras habrían de mantenerse firmes. Lo conseguido por Carlomagno era ya un imperio, no un reino.

prácticamente ininterrumpida). Carlos no tuvo tiempo para emprender siquiera esa tarea, ya que fue derrocado en 887 como consecuencia de un golpe de mano orquestado por su sobrino Arnulfo de Carinthia, que, irónicamente, era hijo ilegítimo.5 Los diferentes reinos emprendieron entonces caminos separados. ya hacía algún tiempo que avanzaban de forma independiente. Italia fue el reino que se vio sujeto a una gobernación más estricta, sobre todo en tiempos de Ludovico II (840-875), hijo de Lotario. Se trataba de un territorio relativamente pequeño. La más difícil de gobernar fue la Francia Oriental, carecía casi por completo de influencia romana. En términos militares era también la región más poderosa de todas, ya que Ludovico el Germánico había mantenido bien entrenados a sus ejércitos a causa de las guerras fronterizas, destaca la librada contra el poderoso, aunque reciente, reino de Moravia, en lo que hoy es la República Checa. Proyecto político de Carlos era particularmente ambicioso. No obstante, desde el punto de vista militar era la que menos éxitos había cosechado de las tres, puesto que se trataba también de la más expuesta a los ataques de los vikingos escandinavos, cuyas incursiones marítimas de carácter pirático, iniciadas en la década de

  1. Las divisiones establecidas en el tratado de Verdún de 843 no pretendían tener un carácter más permanente que el de otras anteriores, y de hecho la sucesión de Carlos el Gordo así lo muestra entre los diferentes hermanos y primos del reino hubo poca cooperación. ocasional declaración de alguna que otra guerra. Ludovico el Germánico tratara de apoderarse de la Francia Occidental en 858, o al atacar Carlos el Calvo a la porción oriental del imperio en 876. Después del año 887, los reinos sucesores no tendrían ya reyes carolingios, al menos en la mayoría de los casos, y por consiguiente las divisiones adquirieron un carácter más permanente. La lealtad de las aristocracias al rey disminuía si no se conseguían éxitos militares de forma constante. Las rebeliones aristocráticas contra Carlomagno son características de las décadas de 780 y 790, y los personajes que encabezaron las luchas contrarias a Ludovico el Piadoso y a sus herederos fueron casi exclusivamente hermanos o hijos de monarcas. Las aristocracias del mundo franco, sobre todo en el

caso de las antiguas familias terratenientes radicadas en el territorio central de los reyes, lo que hoy es el norte de Francia, Bélgica y el oeste de Alemania, obtuvieron unos beneficios tan inmensos de la esplendidez de los monarcas, tanto durante el siglo de las conquistas como después, que su lealtad a los carolingios, al menos en términos generales, quedaba fuera de toda duda. Todo aquel que gozara del favor del rey podía esperar dádivas tanto en forma de tierras como de cargos, es decir, se hacía acreedor a recibir honores (entre esos honores se contaba la concesión de tierras de los monasterios, no solo del rey, el otorgamiento de potestades sobre los monasterios). Los fieles al monarca podían abrigar, la esperanza de transmitir las tierras recibidas en donación a sus hijos, o legar, a sus descendientes los cargos locales obtenidos, las familias aristocráticas se caracterizaron por un radio de difusión muy amplio. Guidoni, década de 840 contaba con condes y con duques. Tanto el rey como la aristocracia, ya fuera laica o eclesiástica, poseían grandes extensiones de tierras, como ya había sucedido en el período merovingio, pero ahora ese patrimonio inmueble era todavía mayor. Habrá de desarrollarse también la considerable actividad económica de las tierras francas, particularmente en las regiones septentrionales situadas entre el Rin y el Sena, es decir, en el corazón mismo del reino de los francos. Siglo IX es el período en el que empiezan a crecer, siquiera lentamente, las cifras demográficas del conjunto de Europa, incremento se debió a otro también: el de la intensidad de la explotación agraria. El siglo IX fue una época en la que algunos grandes terratenientes (sobre todo los monasterios del norte) se mostraron particularmente activos en la gestión de sus propiedades, un dinamismo documentado en catastros de tierras y rentas que reciben el nombre de polípticos. Los propietarios de las iglesias también los reyes, no solo se esforzaban en extraer recursos de sus propiedades sino que trataban de hacerlo de la manera más sistemática posible. También vendían los excedentes, siglo IX había una red de mercados en el reino de los francos. En el Rin, las ciudades como Colonia conservaron su condición de centros. La red de puertos de la costa franca alcanzó su apogeo en esta época, nos indica la actividad económica es fundamentalmente el sesgo de las demandas de las élites, lo que a su vez implica que las clases

a sus tierras operar como una fuente de poder autónoma. el foco de la acción política de los aristócratas podía desplazarse, ya que un individuo que gozara del favor del soberano podía sumar tierras a su peculio en zonas inesperadas —y de hecho porque también podía perder las que tuviera en otro lugar. decidieron apoyar a Carlos, perdiendo así los honores de que gozaban en la Francia Oriental, produciéndose en consecuencia la escisión del linaje. Todos los aristócratas contaban con un séquito militar formado por hombres que habían jurado lealtad al noble dominante, al que consideraban su señor (senior). Los ejércitos carolingios estaban fundamentalmente compuestos por este tipo de cortejos armados de carácter privado. Las relaciones de dependencia personal desempeñaban un papel básico. todos los varones libres se hallaban igualmente ligados al rey por un juramento de lealtad —en el año 802 Carlomagno incrementaría la complejidad ritual de esos juramentos—, y de hecho el soberano consideraba que esos hombres eran partidarios suyos, tanto o más unidos a él de lo que lo estaban a su señor personal los integrantes de su séquito. Además, los individuos de rango militar —que eran los hombres libres más prósperos de cualquier localidad— podían tener un amplio abanico de patronos diferentes. La multa que acostumbraba a imponerse a quienes se desentendieran del servicio militar. Este tipo de redes multinodales era habitual en los territorios francos, y de hecho todos los señores encontraban en ellas un importante freno a sus deseos de organizar una base local de poder. Cabe añadir que el sistema de los tribunales de justicia públicos encontró continuidad en el mundo carolingio, un sistema al que incluso los campesinos podían apelar, al menos hasta cierto punto. Llegaron a enfrentarse a los señores, hasta podían llegar a ganar el pleito.17 Esta actividad pública local también dificultaba el ejercicio de la autoridad privada. Regiones del universo carolingio e inmediatamente poscarolingio nos muestran que existían sociedades locales cuya práctica social era de una complejidad considerable, comunidades que los señores aislados no alcanzaban a dominar fácilmente. nos estamos refiriendo es a los aristócratas militarizados y se aplica por tanto a unos individuos considerablemente implicados en acciones violentas y opresivas realizadas en su propio interés. Los grandes terratenientes, tanto

laicos como eclesiásticos, habían logrado ampliar sus propiedades de forma más que notable, y muchas veces de forma ilegal y a expensas del campesinado propietario. En el siglo VII, este proceso era ya de carácter general, y llegaría a su culminación en el IX. la desposesión y el sometimiento de los campesinos es la de Sajonia, en cuyas tierras, tras la conquista franca, tanto los aristócratas sajones como los recién llegados señores francos, laicos o eclesiásticos, aprovecharán la coyuntura para ampliar su poder de coacción sobre los campesinos minifundistas de buena parte de la zona. Guerras civiles de 841 a 842, la revuelta de los Stellinga, la más importante rebelión, campesina. Un gran número de zonas en las que los aristócratas lograban imponer individualmente su voluntad de manera habitual. Eran individuos que necesitaban el apoyo de la corte de los soberanos, y eso los convertía en gentes perfectamente dispuestas a cooperar con las estrategias políticas de los reyes. Será en tiempos de Carlomagno cuando encontremos las primeras pruebas fehacientes de los sistemas que empleaban los reyes francos para mantener bajo control, en términos prácticos, su vasto imperio se incrementa en tiempos de Ludovico Piadoso. Uniformidad flexible: todas las comarcas contaban con un conde, es decir, con un aristócrata, venido de algún otro lugar, que se ocupaba de impartir justicia y de dirigir el ejército. Las marcas, que eran territorios más militarizados, se hallaban en las zonas fronterizas. Las audiencias judiciales locales (Plácita) contaban en con unos encargados llamados scabini, pertenecientes a las élites locales, que regían los tribunales en nombre del conde. Condes se los consideraba agentes del poder regio. También los obispos ejercían de figuras judiciales y de autoridades capaces de contrarrestar las medidas de los condes. Además, en tiempos de Carlomagno y de sus sucesores se recurrió asimismo, de forma habitual, a unos representantes del rey llamados missi —por regla general un conde y un obispo organizados, que actuaban como autoridades legales itinerantes y que no solo se encargaban de juzgar los pleitos interpuestos contra los condes de las diversas localidades, sino que también estaban facultados para entender de los casos que se les presentaran en una audiencia

del rey sino que van dirigidas a la totalidad de la nación. los gobernantes de la Roma oriental (más tarde Bizancio) consideraban que para llevar a cabo su misión era fundamental que su fe y su práctica cristianas se desarrollaran de forma correcta, y también hemos señalado que los visigodos compartían la misma opinión. No hay una sola organización política posterior (salvo quizá la Francia de Luis IX, junto con la Bohemia husita) en donde la cuestión de la reforma moral. Todo el mundo, o al menos la totalidad de los miembros de las élites del imperio, debía colaborar en ella. Esa urgencia era promovida más por el rey que por la Iglesia. Solo con el paso del tiempo, en el siglo IX, terminarían comprendiendo algunos de esos papas —como Nicolás I (858-867) y Juan VIII (872-882)— que el interés que sentían los francos por la legitimidad religiosa podía permitirles intervenir en la política que se desarrollaba al norte de los Alpes. todo aquel que desee complacer a Dios (y también al rey) ha de ver en la educación un elemento esencial de ese objetivo. los colegios: en particular se alude a la existencia de una escuela palaciega para aristócratas en Aquisgrán, y a algunos monasterios reales que tuvieron un papel especialmente activo no solo en la educación de monjes sino también en la formación de aristócratas laicos. Esta es una de las principales razones que determinaban que los reyes pudieran dar por supuesto que los condes y los missi tuvieran que ser capaces de leer sus instrucciones y sus leyes. los monasterios también consiguieron crear bibliotecas: este programa educativo vendría a sumársele otra nueva característica de la corte de Carlomagno y más tarde de la de sus herederos: la del considerable espacio que los reyes concedían a los intelectuales. atraídos tanto por la remuneración que les ofrecían los soberanos (hasta el punto de que la mayoría de ellos acabaron siendo individuos notablemente acaudalados) como por el simple hecho de formar parte de un proyecto de tan vasto alcance. Consejero de Carlos el Calvo, es decir, el arzobispo Hincmaro de Reims, el teólogo irlandés Juan Escoto Erígena, y un grupo de importantes aristócratas francos. Todos ellos actuaron como asesores del rey, y en muchas ocasiones revelarían ser también unos notables actores políticos. Se esperaba que esos intelectuales no se limitaran únicamente a aconsejar a los reyes, sino también que los «amonestaran». Uno de los puntos clave en este sentido es el de que este programa no fuera un asunto exclusivamente reservado a los hombres de Iglesia. Ludovico el Piadoso estaba totalmente consagrado a él, igual que sus hermanas. había al menos unos cuantos aristócratas que estaban tan comprometidos con el proyecto carolingio como deseaban Carlomagno, Ludovico y sus teóricos religiosos. el tono general de la política carolingia, en cuya práctica se observa que todas las gestiones públicas vienen expresadas, sobre todo a partir de la década de 810, en los términos de un discurso de carácter rotundamente religioso y moral. figuras políticas debían de conocer muy bien la Biblia. Así vemos, por ejemplo, que en 827, la sucesión de dos derrotas militares en España se resolvió con la destitución de dos condes. pero estos fracasos bélicos eran también juzgados en Aquisgrán como señal de una grave desaprobación divina y generaban un pánico moral. En el verano de 828, Ludovico no solo dejó de convocar un placitum generale, sino que a finales de ese mismo año llegó incluso a abandonar la práctica de la caza. Asesores de Ludovico hicieron planes para convocar en 829 cuatro grandes concilios eclesiásticos de vocación penitencial, y en ellos hubo al menos dos de los más encumbrados fideles del rey. Tanto Wala como Eginardo pensaban que las razones de la crisis hundían sus raíces en el pecado, es decir, en casos de perjurio, de soberbia, de odio, de falta de observancia del domingo como día de descanso, y de la usurpación de las propiedades de la Iglesia. Era preciso realizar una penitencia colectiva, y que en ella participaran todas las capas sociales. Propia corte real, que era el epicentro moral del universo franco. Esta tensión religiosa ofrecería también el marco propicio para el estallido de las dos revueltas de los hijos de Ludovico. Graves cargos que

desembocaron en otros tantos procesos judiciales, expuestas a denuncias sexuales de este tipo. Ludovico hizo frente a sus hijos en 830, pero al no conseguir una verdadera reconciliación volvieron a rebelarse en 833, y en esta ocasión salieron victoriosos. las tropas de Ludovico se dispersaron y optaron por pasarse al bando contrario. El emperador fue enviado a prisión y su hijo Lotario le sustituyó en el trono. Ludovico no solo había sido derrocado, sino que debía realizar además una penitencia pública por sus malas acciones. Obispos. ¿se trataba de una penitencia voluntaria, y por consiguiente justa —que Ludovico efectuaría poco después en Soissons—, o de un castigo de obligado cumplimiento y por tanto inválido, pese a resultar vergonzoso?. Al año siguiente, al enfrentarse entre sí los hijos de Ludovico y permitir así que el depuesto emperador recuperase el poder, se hizo mucho hincapié, como es obvio, en la falta de validez de la penitencia, y las asambleas de los años 834 y 835 no dejarían de resaltarlo de la forma más vehemente. Para entonces se había decidido ya que la totalidad del período de los levantamientos había sido simplemente obra del diablo. grupo de actores políticos de menor entidad, integrado a un tiempo por condes y obispos, que había perdido el favor del rey y terminado por pasarse al bando de Lotario. es evidente que ese fue también uno de los contextos clave de los acontecimientos ocurridos en esa fecha, lo que significa que el elemento crucial en este caso es el egoísmo personal de los implicados. En la alta política carolingia todo se hallaba ahora tan estrechamente vinculado con la validación del beneplácito divino que la totalidad de los actores juzgaban ya que la resolución de los problemas políticos mediante la escenificación de actos públicos de contrición. La ambición del universo político carolingio superaba los niveles habituales, dado que sus actores daban por supuesto que todo cuanto realizaban, incluso aquello que pudieran hacer mal, resultaba decisivo para los planes de Dios. Década de 870, Carlos el Gordo asumió un menor compromiso con sus principios. De todas formas, ese mismo Carlos tenía un notable interés en el legado carolingio, lo que explica que solicitara los servicios de Notker de San Galo, este escribiera, entre los años 885 y 887, su Gesta Karoli Magni. El hecho de que la imagen de Carlomagno, hubiera quedado reducida. El sistema imperial carolingio descansaba en el conocimiento y la comunicación, así como en la creencia de que el emperador tenía la capacidad potencial de verlo todo. Y en este sentido, la vigilante supervisión a que Dios sometía las acciones palaciegas e imperiales era igualmente completa. Desde luego, en el 887 las cosas cambiaron por completo. El golpe de mano de Arnulfo no le permitió dominar más que la Francia Oriental, y en 911, tras su temprana muerte y la de sus hijos, los potentados francos orientales se vieron obligados a elegir como soberano a Conrado I, un duque de de la Alemania entral que no pertenecía a la dinastía carolingia, y en 919 a elegir a Enrique I, otro aristócrata de características similares. Berengario I (888- 924), marqués de Friuli, en el noreste de la península itálica, consiguió finalmente sobrevivir a cinco rivales, llegando incluso a ser coronado emperador en 915, porqué en esta época solo los reyes de Italia pudieron acceder a ese título.En el valle del Ródano se delimitaron las fronteras de dos reinos independientes, los de Borgoña y la Provenza, y se eligieron como soberanos a otros antiguos aristócratas. a lo largo del siglo inmediatamente posterior al año 887, nueve familias aristocráticas francas adquirirían la condición de reyes de una u otra región del desaparecido imperio franco. Algunas de ellas tenían ascendientes carolingios por vía materna, pero la mayoría no guardaban ya relación con los sucesores de Carlos Martel. Reguli "Reyezuelos". pequeño reino de Borgoña, en torno al lago de Ginebra, ya que en ella habría de sostenerse largo tiempo una misma dinastía. no es de extrañar que el proyecto moral y político de los carolingios se fuera desdibujando a lo largo de ese mismo período. La familia de Enrique I, a la que daremos el nombre de dinastía de los otónidas o sucesores de Otón I (su

poseían asimismo un gran patrimonio, ya que tenían acceso a los antiguos territorios regios que habían disfrutado los carolingios en los alrededores de Aquisgrán y Fráncfort. Los otónidas tenían por tanto la capacidad necesaria para conseguir lealtades y servicios, y no se privaron de hacerlo. Sin embargo, su gobernación no se basó en un tejido jurídico y moral tan tupido como el de los reyes carolingios. A fin de cuentas, se hallaban radicados en la antigua Francia Oriental. En tiempos de los otónidas, el núcleo carolingio situado en las inmediaciones de Aquisgrán era simplemente un ducado más. Resulta significativo que los otónidas necesitaran recorrer sus territorios mucho más que los carolingios, y que fuera además por la sencilla razón de que querían hacer notar de forma directa su presencia. los otónidas cambiaron mucho menos de ubicación a sus aristócratas, salvo por lo que hace a los miembros de la propia dinastía. Por esto, ahora, las sociedades locales de los grandes ducados de Italia y Francia contaban con un número de vínculos relativamente escaso. Los otónidas no reactivaron del todo el proyecto moral carolingio. Concedieron su mecenazgo a los intelectuales. Los otónidas apenas promulgaron leyes, aunque sí lo hicieran en cambio sus concilios eclesiásticos. pero no nos ofrecen ningún ejemplo de teología política.36 Este dato, por sí solo, resulta muy significativo, ya que explica que los otónidas merezcan ocupar un lugar respetable en la historia de la cultura intelectual. Con todo, una cosa al menos se mantenía intacta en el siglo X: la cultura política pública. En la Francia Oriental e Italia apenas existían territorios definidos sometidos a la autoridad de un señorío local basado en lazos personales de lealtad y dependencia, y en la Francia Occidental acababan apenas de empezar a organizarse. Aunque es indudable que la Francia Oriental estaba descentralizada, la política otónida iba a operar, como en siglos pasados, tanto en función de las asambleas —ya fuesen de ámbito nacional, regional o local— como de las maniobras que esas mismas reuniones posibilitaran. Una apariencia de concordia mediante la formalización del comportamiento público, una estrategia que tenía la doble virtud de resolver las discrepancias y de ocultarlas en caso de que se mantuvieran. ya que señala una diferencia fundamental entre los sistemas políticos de la Alta Edad Media y los de siglos posteriores, que no solo exigían recrear la esfera pública, sino que coexistirían invariablemente con una estructura celular de poderes radicados en el ámbito local. La percepción de lo público se fue debilitando en el mundo franco. Los señoríos locales adquirieran una importancia mucho mayor. Muchas veces se ha señalado que las décadas a caballo del año 1000 representan en este caso el punto de inflexión. en el siglo XI, serán muchos los que consideren que el universo político del X (y no digamos los planteamientos de los carolingios) era poco menos que un sinsentido, dada la gran velocidad con la que se había producido el cambio de los parámetros políticos. Aunque los debates teológicos carolingios se recordaran y se reutilizaran, la cuestión es que el contexto político que les había dado carta de naturaleza se había perdido.38 El Italia, los señoríos locales también empezaron a dar sus primeros pasos en torno al año 1000, pero la cultura de lo público consiguió sobrevivir mucho mejor en las redes urbanas, donde todavía se siguieron celebrando vastas y bien organizadas asambleas hasta el brusco estallido de la crisis de las guerras civiles de finales del siglo XI. En la Francia Oriental, las asambleas y los compromisos colectivos prosiguieron durante largo tiempo, aunque únicamente en aquellas regiones en que los reyes lograron conservar un poder sustancial. No obstante, en esta región, el universo público contó también con el respaldo de la constante y relativa incoherencia de las estructuras locales de poder. Con la transición del siglo XI al XII. Alguno de ellos hundía, sus raíces en el propio experimento carolingio, ya que los reyes de esta dinastía mostraron un notable interés en establecer reglas para todo, y hemos de tener en cuenta que el delimitado carácter de las sociedades locales sujetas al control de los señores (un

proceso que podemos considerar, en general, más característico del siglo XI). El fin de la legitimidad pública y colectiva que tanto los merovingios como los carolingios y los otónidas dieron por supuesta, con su apremiante búsqueda de vastas soluciones morales.