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Este texto reflexiona sobre cómo la sociedad ha abordado el tema de la salud mental durante la pandemia, y cómo se ha transformado en una rama más de la salud, en lugar de una comprensión real. Se analiza cómo las expectativas y las percepciones sociales han influido en cómo se percibe a las personas con problemas mentales, y cómo se ha industrializado el bienestar mental. El texto también hace referencia a la poesía 'el ruiseñor y la rosa' para ilustrar cómo las perspectivas individuales sobre un mismo tema pueden ser muy diferentes.
Qué aprenderás
Tipo: Resúmenes
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“Ve a terapia” Independientemente de las consecuencias evidentemente económicas y sociales que dejó la pandemia, probablemente la más paradójica sea respecto a la salud mental; pues conforme avanzaba el tiempo se percibía más y más una sociedad donde se empezaba a normalizar el hablar del tema de una forma más liberal a lo que había sido hasta el momento, pero lo que se consideraba como un “Mejor entendimiento en temas de la salud mental y trastornos”, era realmente una adaptación de los problemas de esta índole a una rama más de la salud, y una individualidad o rechazo a la otredad, que evidenciaba que, de una forma muy cínica, se había facilitado el señalar o juzgar en temas de salud mental, ya sea se tuviera un entendimiento competente del tema o no. Las enfermedades históricamente han representado un desafío para la humanidad, y se puede caer en el concepto erróneo en el cual ésta es capaz de “derrotar” a la enfermedad, cuando, viéndolo de otra perspectiva, son precisamente estos padecimientos los que ponen a su merced al individuo, para poder adaptarse y sobrevivir a él; a su vez la idea de que una enfermedad es algo totalmente indeseable y repulsivo, y el que alguien la posea representa un aislamiento (no literal) de la sociedad y de su cualidad como persona, pues ya no se le percibe como un miembro más en su comunidad, se lo percibe como el enfermo, se lo tiene como aquel que necesita ayuda, e independientemente de que, en la mayoría de casos, se espera que eventualmente mejore, en el lapso de tiempo en el que aún no se encuentra en un estado óptimo, se evade una interacción de la misma forma a si estuviera sano, por ejemplo. El concepto de la salud mental puede remitirse a diversos factores sociales y culturales que pueden alterar e incluso tergiversar esta forma en como se la percibe, pero, la masividad, y particularmente, el sensacionalismo con el que se habla del tema en redes sociales, ha llevado a una deshumanización que puede pasarse muy fácilmente por alto, un punto en el que cada persona puede considerarse un moralista totalmente apto para hablar (y juzgar) a cualquiera que mencione el tema de la salud mental, con lo cual se evidencia una impericia al momento de identificar a un externo como “su propio yo”, con lo cual, a falta de una perspectiva más general, cada persona busca probar un punto, y no por algo que refleje un interés en el tema, o menos aún, en el “otro”, sino que la romantización del discurso de la salud mental, ha llevado a la creencia popular en donde esto puede ser tratado como una enfermedad más, como una infección o un virus que puede ser regulado mediante el tratamiento médico necesario, pero los factores se trasladan a una repulsión a la persona que padece del mal, y no del mal en sí. Las propias expectativas de un individuo, o las que se le pueden imbuir de forma externa llevan a un amasijo de pensamientos ultra optimistas, en donde se establece de manera casi dogmática, que una persona no puede estar triste, que es incorrecto sentirse mal o no cumplir cierta meta emocional, y la obsesión con estos conceptos llevan a la conclusión inmediata de que “Es su culpa por sentirse así”, cada vez es más común el escenario donde se le recomienda a una persona que vaya a terapia tras haber relatado sus problemas, sin tener en cuenta la serie de acontecimientos que lo pudieron haber llevado a ese punto, y en realidad no se habla de terapia mediante psicología o psicoanálisis, se habla de
pseudoterapia motivacional, la cual una vez más percibe a la persona enferma como un “otro”, como aquel que “debe ser curado pues su visión del mundo está limitada y no es capaz de expandir sus horizontes para encontrar la forma de sentirse bien”, el objetivo no está en ayudar a la persona, el objetivo está en continuar con el estilo de vida lineal e inalterable que gran parte de la población prefiere mantener sin intervenir en temas de este tipo, más que un egoísmo, se debe entender como un individualismo extremadamente acentuado, en el cual las necesidades de los demás son existentes, no se trata de generar ganancia propia, se trata de no tener pérdidas, pues la salud mental finalmente se percibe como otra forma de industrializar el bienestar pero más importante, de aislar a la persona enferma para que no interfiera con la cotidianidad inalterable de la mayoría de la población, de que el “otro” que está enfermo no estorbe en la productividad diaria, y si esta persona continúa siendo parte de la población, que no demuestre su deplorable condición, que la logre ocultar para no infectar a las demás, algo que fácilmente explica por qué es tan común que no sean evidentes muchos casos de depresión o de ansiedad, ya que se toman como tabúes sentimientos como la tristeza, el pesimismo, el egoísmo, pero no de la misma forma en cómo se tomaría algo como el covid-19, sino como algo que no encaja en una expectativa colectiva, la ilusión del orden social ha llevado a pensar que la mente sana es aquella que siempre es jovial y alegre, que se muestra afable a cualquier cambio externo, y que todo aquello que demuestre un ápice de diferencia a este pensamiento, es una persona “enferma”, que decide por su cuenta sentirse así y que debe aislarse para no atraer la miseria a sus allegados y a su comunidad. Para terminar de ejemplificar cómo se ha industrializado la salud mental, en la posmodernidad se percibe como algo muy consumista, verbigracia, ideas que proponen retiros de trabajo o viajes a lugares hermosos en el mundo, solo para que el individuo ignore emociones tan elementales en su ser como lo podrían ser el miedo o la incertidumbre, podría decirse que el panorama actual ilustra cómo una característica intrínseca de la sociedad actual es el miedo disfrazado de iniciativa, el creer que se entiende un tema y al tener la mínima de información considerar que es más que suficiente para no indagar más y comenzar a crear modelos para que todas las personas se rijan en base a ellos, pero ignorando (o tal vez no), que aún existe mucho camino por recorrer, que no se tiene total entendimiento de un tema, y más de uno que refleja tantos matices y ambigüedades como lo es la salud mental, si no se realiza una introspección en la cual se busque mayor entendimiento para generar un bienestar común. El ruiseñor y la rosa es un poema que ejemplifica cómo la perspectiva que se tiene de un mismo concepto, varía totalmente de persona a persona, y que para una parte puede resultar imposible el comprender cómo la otra lo percibe a modo de su “propio yo”