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Gestión educativa, educación, centro escolar
Tipo: Apuntes
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AQUINO CALVO FREDY ÓSCAR (Oaxaca) SALAZAR BARRIOS AILEÉ (Oaxaca) SEQUEDA SÁNCHEZ KENIA YARED (Veracruz) URIBE ROSALES DULCE DINORA (CDMX) Asesora: Dra. Marcela Teresa Sandoval Ramírez.
Julio 17 de 2021 EL CONTROL DEL CENTRO ESCOLAR 4.1 Teoría General del Control administrativo El control puede definirse como la evaluación de la acción, para detectar posibles desvíos respecto de lo planeado, desvíos que serán corregidos mediante la utilización de un sistema determinado cuando excedan los límites admitidos. También puede definirse como la regulación de actividades de acuerdo con los requisitos de los planes. El objetivo fundamental es asegurar el cumplimiento de los objetivos básicos de la organización. Lo que requiere tener conocimiento de las acciones que se ejecutan, la correlación existente entre estas acciones respecto al objetivo y la eliminación de los obstáculos que puedan trabar el logro de las metas establecidas. Esta evaluación de la acción, o regulación de actividades, el control, en definitiva, adquiere diversos significados si se lo aplica a las Organizaciones, a la Administración, a la Cibernética, o a la Teoría de Sistemas El control para la Administración tiene tres elementos:
respeto a las líneas jerárquicas, la inexistencia de cronogramas que obliguen al cumplimiento de plazos, etc. son problemas que se presentan. Por otra parte, la corriente de información para control no es continua sino alternada, en plazos que el analista de sistemas de control debe establecer con sumo cuidado para que la información necesaria para la toma de decisiones correctivas se pueda tomar dentro de límites tolerables.
C) Debe ser flexible: en caso de cambios en los planes o de circunstancias imprevistas, el control tiene que ser factible de ser modificado. D) Debe reflejar el modelo de organización: Al ser la organización el vehículo fundamental de coordinación entre las personas que forman la estructura de la empresa, los controles deben respetar el modelo estructural vigente. E) Debe ser económico: es decir, cada control debe justificar lo que cuesta implantarlo. Dependerá de la capacidad de quién elija los factores auténticamente estratégicos en las áreas más importantes y diseñe los instrumentos para controlarlos. F) Debe ser comprensible: algunos dispositivos de control, fórmulas matemáticas, gráficos complicados, estadísticas, etc. suelen ser complicados y poco comprensibles para los dirigentes que han de servirse de ellos. G) Debe asegurar una acción correctiva: el control debería indicar el camino para la acción necesaria identificando dónde se produjo el problema, quién es el responsable y qué debe hacerse para corregirlo. Tipos de Control. El margen de discrecionalidad dentro del cual se mueven las acciones de control guarda relación funcional con la ubicación del sujeto de control dentro de la organización y las características de la información a recibir. En función de ello, se pueden distinguir tres tipos de control:
dentro de los límites de tolerancia fijados. Este tipo es realizado por la gerencia media o las jefaturas departamentales que se ubican a continuación de los niveles superiores de la organización.
Se refiere a la situación en cuanto a ganancias y pérdidas, índices de rotación y evolución y determinación de nivel mínimo de actividad, estados de resultados mensuales, anuales, de costos y utilidades por rubros, etc. IV) Posición Financiera: Se incluirán aquí los datos referidos a las disponibilidades monetarias, origen y aplicación de fondos y los índices de liquidez y endeudamiento, presupuestos de caja para distintos períodos, etc. V) Posición Patrimonial: Comprende la información referida a los activos y pasivos de la Organización, los índices de solvencia, inmovilización, balances de períodos intermedios, etc. Finalmente, hay que destacar que dentro de cualquier Organización existen unidades que se dedican a controlar, es decir son predominantemente receptoras de información para ejecutar el control, mientras que hay otras que son predominantemente emisoras de información para control. 4.2 La medición de los resultados en la educación Una de las formas de conocer la eficiencia, equidad y calidad del sistema educativo es a través de información cuantitativa. No obstante, no siempre está disponible y, cuando lo está, se encuentra dispersa, a veces resulta difícil de interpretar o, directamente, comprender. Este tipo de información permite que las discusiones y, tanto o más importante que ello, las decisiones de política, se sustenten sobre bases empíricas. La necesidad de definir y medir las cuestiones relacionadas con el desarrollo, los niveles de vida y las condiciones sociales y económicas promovió la aparición de diversos programas de indicadores sociales elaborados por los países y distintos organismos internacionales. En particular, los educativos, destinados a comparar y juzgar el contexto y el funcionamiento de la enseñanza y sus resultados, han experimentado un gran desarrollo. El proceso de globalización, que propicia las comparaciones, ha provocado la preocupación de los organismos internacionales y nacionales por crear sistemas de
En primer lugar, Jaeger (1978) señala que deben ser denominados indicadores todas las variables que: 1) representen un status agregado o un cambio de cualquier grupo de personas, objetos, instituciones o elementos que se encuentran bajo estudio y, 2) son esenciales para informar sobre ese status o su cambio para comprender sus condiciones. Por eso, se considera que permiten describir y evaluar fenómenos cuantitativamente. Así, un indicador es una medida específica, explícita y objetivamente verificable de los cambios o resultados de una actividad o necesidad. En cuanto a su alcance educativo, Lozano (2001) señala que son los datos que los sistemas escolares emplean para definirse, describirse, analizarse, legitimarse y monitorearse. Otros señalan que una medida estadística sólo es un indicador si puede utilizarse con relación a las políticas públicas (diseño, formulación, etc.). No obstante, hay consenso en señalar que un indicador es una medida estadística que da cuenta de algún tema -en nuestro caso, educativo- y registra su variación a través del tiempo. En otras palabras, los indicadores educativos suelen definirse como medidas estadísticas sobre aspectos que se consideran importantes de los sistemas educativos. Debe recordarse que la inversa no siempre es el caso: no toda medida estadística es un indicador. Por ejemplo, el salario docente es una medida estadística, no un indicador. Pero si se lo compara con el Producto per capita, sí lo es. Entonces, los indicadores, en general, son el resultado de comparar diferentes medidas estadísticas. Éstos son los que se denominan indicadores compuestos (en contraposición a los simples que describen atributos de las variables seleccionadas -v.g. nivel de formación de los docentes, tamaño de la escuela-). Para que una medida estadística pueda constituirse en un indicador (educativo), debe ser comparable: estas comparaciones pueden ser a través del tiempo para un mismo o con otros sistemas educativos. En la medida que un indicador debe dar cuenta del progreso -en rigor, de los cambios- en el desempeño de determinada variable, se deduce que no cumplen sólo una misión informativa: también desempeñan una tarea evaluativa, de emisión de juicios de
valor. Si bien su esencia es la descripción, se espera que su lectura señale si determinado curso de los acontecimientos, constituye una mejora o un deterioro (NZME, s/f). La idea misma de la comparación implica la posibilidad de la evaluación: el contraste tiene su causa y consecuencia en la necesidad de juzgar el sistema educativo en cuestión. Como se sabe, estos juicios son, siempre, subjetivos ya que lo que se diga de los indicadores depende de la interpretación del individuo que los lee y analiza. Otra forma de ver esto es señalando que los indicadores deben servir para el control. Ogawa y Collom (2005) sintetiza las diferentes posiciones respecto de los indicadores señalando que hay cinco componentes esenciales al momento de definir indicadores educativos: a) descripción, b) evaluación, c) monitoreo, d) juicios de valor y, e) relevancia política. Ninguno de esos aspectos es mutuamente excluyente y, en rigor, uno lleva al otro. Por eso, los autores, ofrecen su propia síntesis señalando que “son medidas estadísticas que describen aspectos esenciales de la escolarización que permiten el monitoreo y evaluación de las escuelas, programas y estudiantes. Los indicadores deben proveer información en contexto, permitir el análisis de tendencias y proyectar situaciones futuras. En tal sentido, los indicadores educativos tienen que transmitir algo sobre un sistema informando algunos de sus aspectos. Por ejemplo, el número de estudiantes de determinado nivel educativo o de todo el sistema es algo muy importante pero no nos dice mucho sobre cómo funciona el sistema educativo. Sin embargo, los estudiantes que completan sus estudios o que tienen éxito en pruebas de aprendizaje, sí. Algo similar se puede decir de cada dato y magnitud vinculados a la educación. Por ejemplo, los recursos que se asignan al sector son una preocupación casi permanente de los funcionarios responsables de la gestión educativa. Sin embargo, la cifra del gasto educativo no informa mucho por sí misma, salvo a quien esté muy consustanciado con esa variable. Y, aun así, si le transmite algo se debe a que, con seguridad, el analista en cuestión tiene en mente o presente, como referencia, estándares
El empleo de indicadores Para que mejoren la calidad educativa y los resultados del aprendizaje, las personas encargadas de su planificación necesitan acceder a análisis basados en pruebas empíricas sobre la situación actual, sobre las tendencias a lo largo del tiempo y tener información sobre las fortalezas y debilidades de un sistema y sus causas. Un sistema de evaluación y monitoreo potente, que observe los indicadores relevantes, puede proporcionar esas pruebas. Los indicadores pueden ayudar a seguir el progreso de las estrategias y de los programas dentro de un plan sectorial de educación. Los indicadores de calidad de la educación pueden tener unas implicaciones políticas muy profundas, porque permiten hacer comparaciones a lo largo del tiempo, o entre diferentes lugares o contextos, o contrastar los resultados particulares con los criterios globales o con los marcadores de evaluación comparativa, como el objetivo de desarrollo sostenible. Más específicamente, los indicadores posibilitan que quienes planifican la enseñanza y quienes toman las decisiones: Monitoreen los cambios en áreas como la calidad de la enseñanza, el currículo y el desempeño estudiantil. Esos cambios pueden alertar a quienes legislen estas cuestiones sobre los problemas más acuciantes. Midan el impacto de las reformas educativas. Incentiven la mejora de un sistema educativo mediante la comparación de este sistema, o de partes de este, con otros países o sistemas. Se concentren sobre los subsistemas educativos que puedan necesitar una mejora como, por ejemplo, distritos o niveles educativos concretos. Centrar la atención sobre los indicadores clave de la equidad, como el desempeño de grupos diferentes, como las niñas, el alumnado que vive en la pobreza o el alumnado con discapacidades.(Adaptado de Kaagan y Smith, 1985:24).
Indicadores para monitorear la calidad de la educación Los sistemas educativos suelen analizarse en términos de contexto, de insumos específicos, de procesos sociales o institucionales y en términos de resultados. Se pueden desarrollar indicadores que midan las cuestiones que se incluyen bajo cada una de esas categorías: Indicadores de contexto. Proporcionan información sobre los factores contextuales que afectan al aprendizaje, por ejemplo, sobre las características del alumnado, las condiciones socio económicas, los aspectos culturales, el estatus profesional del profesorado y los temas concretos de las comunidades locales. Los indicadores de contexto a menudo suponen un desafío a la hora de desarrollarlos y medirlos, pues afectan a temas cualitativos. Las herramientas más habituales de recogida de datos para estos indicadores incluyen encuestas, observación en el aula, informes de inspección y auto evaluaciones. Indicadores de insumos. Principalmente miden el reparto y el uso de recursos que faciliten el aprendizaje. Revelan si los recursos financieros, materiales y humanos adjudicados se están entregando en las cantidades previstas, en todos los niveles del sistema. La información sobre los indicadores de insumo es relativamente sencilla de obtener, porque estos insumos son habitualmente 'contables' por naturaleza y porque los procesos de su gestión implican la contabilidad automática de muchos de ellos. Una dificultad puede ser las diferencias entre la producción de insumos y el garantizar que estén disponibles en su lugar de destino. Por ejemplo, la ratio libros de texto/estudiantes puede medirse en términos del número de libros de texto que se reparten o mediante el número de libros de texto que se usan en las escuelas. En algunos casos, podría haber una discrepancia entre las dos cifras. Indicadores de procesos. Miden cómo se han llevado a cabo las actividades del programa educativo, es decir, si se ejecutaron o no según los criterios de calidad
término griego “órgano”, y en latín equivale a “ordenación” “ordinatio”; por lo que ya se intuye que organización tiene un sentido de ordenación de los diferentes elementos que intervienen para la consecución de unos objetivos. Por lo tanto, de acuerdo con Gairín (1996, 76) citado por (Díez Gutiérrez, 2016) define organizar como “disponer y relacionar de acuerdo a una finalidad los diferentes elementos de una realidad para conseguir un mejor funcionamiento” y considera que toda organización tiene entre sus componentes esenciales al menos los siguientes:
espacios, para su eficaz funcionamiento requieren de ciertas normatividades que se encuentran descritas mediante procesos, que también van cambiando dependiendo del contexto, como por ejemplo, los insumos de trabajo, la tecnología, las demandas de los mismos gobiernos y de sus habitantes, estos mismos cambios generan que los procesos en las normatividades vayan teniendo modificaciones y lo mismo sucede en el ámbito escolar, pues es bien sabido que requiere de un control de la información, no un control que domine o que ate, sino uno que mantenga un orden justamente con la intención de eficientar los procesos y apoyar a los usuarios, llámese comunidad educativa (estudiantes, personal docente, personal administrativo, personal de servicios generales y familia) para que puedan ir escalando y avanzando en su historial académico. En este sentido, de acuerdo con (Fuentes-Sordo, 2015) La organización escolar se refiere a la interrelación de todos los elementos y factores, incluidos de manera especial los humanos, proporcionando normas para armonizar ambientes, locales, instrumentos, materiales y personas en un proceso secuencial y congruente a fin de que la orientación pedagógica y didáctica sean eficaces. Y regularmente estas normas son brindadas por los ministerios o las secretarías de educación de cada país, enfocadas a cada nivel educativo dependiendo del sistema educativo que se desarrolle, sin embargo, cada institución que dependa de éste sistema, utiliza y acciona la norma de manera interna de acuerdo a las necesidades especiales del contexto, pues no toda acción educativa se encuentra dentro de un ámbito formal, sino también no formal (por que el informal no requiere de un control escolar propiamente). Como lo menciona (Díez Gutiérrez, 2016) La escuela es muy influenciable por los cambios del ambiente participando del influjo que la realidad cultural social, política o económica imponga, especialmente por las reformas educativas que se desarrollen a nivel político. Su autonomía también es limitada en cuanto a la dependencia de la Administración educativa respecto a los recursos económicos y materiales para su
Se trata entonces de establecer normatividades dentro del contexto escolar, que a través de acciones fluidas y funcionales, puedan aportar de manera positiva en la toma de decisiones acertadas y tendientes a la mejora al interior de la institución pero también que esta fluidez se vea reflejada en aquellas instancias que requieren trabajar esta primer información para la emisión de documentos que justamente tengan la validez a través de las instituciones de gobierno, llámese ministerios de educación o bien secretarías de educación, documentos como certificados de primaria, secundaria, bachillerato, universidad, títulos y cédulas que acrediten lo que las personas dominan sobre un área del conocimiento determinada. Cuando existe esta fluidez funcional en la organización escolar se refleja de alguna manera en todas las áreas que interactúan en una institución educativa, en este sentido, de acuerdo con (Fuentes-Sordo, 2015) el éxito del trabajo de dirección de la institución educativa está determinado por el grado de organización alcanzado en él. La organización constituye el aspecto más visible del proceso de dirección. Una adecuada planificación, organización, ejecución y control de las actividades de la institución resulta esencial para la formación y desarrollo de habilidades, hábitos, actitudes, valores y sentimientos. Se trata de un sistema de “engranajes” que requiere de movimientos armónicos definidos por tiempos establecidos por las instituciones educativas pero también por las instancias superiores, de tal forma que al cumplirse un periodo de tiempo en un calendario escolar, los estudiantes se vean también beneficiados de periodos vacacionales que les permitan hacer una pausa de sus labores académicas pero también para otro sector estudiantil, sea un tiempo que les permita prepararse para un cambio hacia otra institución o bien hacia otro nivel educativo. Por lo tanto, de acuerdo con (Díez Gutiérrez, 2016) es clave en el proceso educativo saber gestionar el funcionamiento de una organización escolar que facilite la comunicación, la convivencia, la participación democrática, así como un clima y una
cultura de compromiso con un proyecto conjunto con la comunidad educativa que permita avanzar hacia la construcción de auténticas comunidades de aprendizaje democráticas y participativas. Considerando siempre el contexto de la institución escolar y de las personas que ella interactúan. 4.5 Retroalimentación y toma de decisiones La retroalimentación o feedback entre docentes y estudiantes es fundamental para promover en ellos una actitud de “soy capaz de lograr esto”. Sin embargo, cuando no se cuenta con las técnicas adecuadas los estudiantes pueden percibir a la retroalimentación como una instancia negativa y sentirse frustrados cuando finaliza la clase. (Ramaprasad, 2021) “Retroalimentar es acortar las distancias entre la situación actual en la que se encuentra el estudiante y la situación ideal a la que debe llegar. De esta manera, la retroalimentación es información que permite al estudiante cerrar la brecha entre el desempeño actual y el deseado.” La retroalimentación consiste en dar al alumnado, de forma regular, información precisa y clara sobre su aprendizaje a fin de ayudarlo a mejorar mediante la Meta cognición, entendida esta como la habilidad para reflexionar sobre cada uno de los pasos que lo llevaron a una situación dada. La retroalimentación en la educación La retroalimentación o feedback es compartir observaciones y opiniones sobre el desempeño de otra persona, aplicado para el ámbito educativo se sustenta en procesos fundados sobre la base del aprendizaje, los aciertos y errores, fortalezas y debilidades de los estudiantes con el fin de que mejoren su retención de conocimientos.