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Estrategias imperiales en el imperio azteca: provincias tributarias y fronterizas, Apuntes de Historia

Este artículo analiza la organización de provincias en el imperio azteca. Se emplearon estrategias imperiales para crear provincias tributarias y fronterizas. Los gobernantes de las ciudades-estado asesinaron a señores enemigos y colocaron a sus parientes como nuevos señores en las ciudades vencidas. La Triple Alianza estableció diferentes procedimientos para gobernar estas ciudades-estado debido a la diversidad cultural del imperio. Por ejemplo, la provincia de Tochpan proveía a los señores aztecas de chiles, plumas, trajes de guerrero, textiles, turquesas y piedras verdes.

Qué aprenderás

  • ¿Cómo se gobernaron las provincias tributarias en el imperio azteca?
  • ¿Qué tipos de bienes proveían las provincias tributarias al imperio azteca?
  • ¿Cómo se diferenciaban las provincias tributarias y estratégicas en el imperio azteca?
  • ¿Qué estrategias imperiales empleó el imperio azteca?
  • ¿Qué papel desempeñaron las ciudades-estado en las estrategias imperiales del imperio azteca?

Tipo: Apuntes

2019/2020

Subido el 17/09/2020

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En la periferia del imperio: provincias tributarias
aztecas en la frontera imperial1
Frances F. BERDAN
Department of Anthropology
California State University, San Bernardino
fberdan@csusb.edu
Recibido: 15 de marzo de 2007
Aceptado: 12 de abril de 2007
RESUMEN
Este artículo trata de la organización de provincias conquistadas por el Imperio Azteca. Ha llegado a ser
ampliamente reconocido que el imperio empleó estrategias contrastantes, con el resultado de la formación de
provincias tributarias y estratégicas, tendiendo las últimas generalmente a aislar las primeras de fronteras
potencialmente peligrosas. Por lo tanto es un asunto problemático encontrar varias provincias tributarias esta-
blecidas en los márgenes del imperio, incluso en fronteras hostiles. Las explicaciones para estos procederes
se presentan a partir de un examen que contempla las dimensiones históricas, económicas y militar/adminis-
trativas de la construcción del Imperio Azteca.
Palabras clave: imperio azteca, historia azteca, comercio azteca.
On the fringes of empire: Aztec tributary provinces on the imperial frontier
ABSTRACT
This article deals with the arrangement of conquered provinces in the Azte empire. It has become widely
recognized that the empire employed contrasting imperial strategies resulting in tributary and strategic pro-
vinces, the latter often tending to insulate the former from potentially dangerous frontiers. Therefore, it is
somewhat problematical to find several tributary provinces established on the fringes of the empire and even
along hostile borderlands. Explanations for these arrangements are presented from an examination of histo-
rical, economic, and military/administrative dimensions of Aztec empire-building.
Key Words: Aztec Empire, Aztec History, Aztec commerce.
Sumario: 1. Recurriendo al pasado. 2. Estrategias imperiales aztecas. 3. Una mirada más precisa a las pro-
vincias tributarias fronterizas. 4. Dimensiones de las estrategias imperiales en la frontera. 5. Referencias
bibliográficas.
Hay anomalías en cualquier cultura, y en casi cada esquema ideado por los inves-
tigadores para comprender las culturas. Justo cuando parece que hemos revelado un
patrón o distinguido alguna regularidad en un sistema social o cultural, aparecen las
excepciones e irregularidades, que requieren ser explicadas. Algo así continúa ocu-
rriendo con nuestra comprensión de la estructura y dinámica del Imperio Azteca.
La cuestión particular propuesta en este artículo concierne a la organización de las
provincias conquistadas por el Imperio Azteca. Se ha extendido la aceptación de que
la Triple Alianza azteca empleó distintas estrategias para establecer y mantener su
muy extendido dominio imperial (Berdan et al. 1996). Dos de estas estrategias, “tri-
butaria” y “fronteriza”, han sido contrastadas en términos de los tipos de provincias
incorporados al centro del imperio (Berdan 1996; Smith 1996). La estrategia tribu-
taria incluía el establecimiento de provincias que pagaban a los poderes imperiales
Revista Española de Antropología Americana
2007, vol. 37, núm. 2, 119-138 119 ISSN: 0556-6533
1Traducción del inglés realizada por José Luis de Rojas y revisada por la autora.
Aunque no fueron descritos por los aztecas de esta manera,
había esencialmente dos tipos de provincias: Tributaria y
Estratégica. Las provincias estratégicas eran esencialmente
estados clientes subordinados que proporcionaban tributo o
ayuda al estado azteca bajo "consentimiento mutuo". Las
provincias tributarias, por otro lado, proporcionaban un tributo
regular al imperio; Las obligaciones de las provincias
tributarias eran obligatorias en lugar de consensuales.
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En la periferia del imperio: provincias tributarias

aztecas en la frontera imperial

1

Frances F. B ERDAN Department of Anthropology California State University, San Bernardino fberdan@csusb.edu

Recibido: 15 de marzo de 2007 Aceptado: 12 de abril de 2007

RESUMEN Este artículo trata de la organización de provincias conquistadas por el Imperio Azteca. Ha llegado a ser ampliamente reconocido que el imperio empleó estrategias contrastantes, con el resultado de la formación de provincias tributarias y estratégicas, tendiendo las últimas generalmente a aislar las primeras de fronteras potencialmente peligrosas. Por lo tanto es un asunto problemático encontrar varias provincias tributarias esta- blecidas en los márgenes del imperio, incluso en fronteras hostiles. Las explicaciones para estos procederes se presentan a partir de un examen que contempla las dimensiones históricas, económicas y militar/adminis- trativas de la construcción del Imperio Azteca.

Palabras clave: imperio azteca, historia azteca, comercio azteca.

On the fringes of empire: Aztec tributary provinces on the imperial frontier ABSTRACT This article deals with the arrangement of conquered provinces in the Azte empire. It has become widely recognized that the empire employed contrasting imperial strategies resulting in tributary and strategic pro- vinces, the latter often tending to insulate the former from potentially dangerous frontiers. Therefore, it is somewhat problematical to find several tributary provinces established on the fringes of the empire and even along hostile borderlands. Explanations for these arrangements are presented from an examination of histo- rical, economic, and military/administrative dimensions of Aztec empire-building.

Key Words: Aztec Empire, Aztec History, Aztec commerce.

Sumario: 1. Recurriendo al pasado. 2. Estrategias imperiales aztecas. 3. Una mirada más precisa a las pro- vincias tributarias fronterizas. 4. Dimensiones de las estrategias imperiales en la frontera. 5. Referencias bibliográficas.

Hay anomalías en cualquier cultura, y en casi cada esquema ideado por los inves- tigadores para comprender las culturas. Justo cuando parece que hemos revelado un patrón o distinguido alguna regularidad en un sistema social o cultural, aparecen las excepciones e irregularidades, que requieren ser explicadas. Algo así continúa ocu- rriendo con nuestra comprensión de la estructura y dinámica del Imperio Azteca. La cuestión particular propuesta en este artículo concierne a la organización de las provincias conquistadas por el Imperio Azteca. Se ha extendido la aceptación de que la Triple Alianza azteca empleó distintas estrategias para establecer y mantener su muy extendido dominio imperial (Berdan et al. 1996). Dos de estas estrategias, “tri- butaria” y “fronteriza”, han sido contrastadas en términos de los tipos de provincias incorporados al centro del imperio (Berdan 1996; Smith 1996). La estrategia tribu- taria incluía el establecimiento de provincias que pagaban a los poderes imperiales

Revista Española de Antropología Americana 119 ISSN: 0556-

(^1) Traducción del inglés realizada por José Luis de Rojas y revisada por la autora.

tributos específicos a intervalos regulares de tiempo. La estrategia fronteriza impli- caba el establecimiento de relaciones de clientela entre el señor imperial y las ciu- dades-estado alejadas; estas relaciones daban lugar a “provincias estratégicas” que disfrutaban de relaciones recíprocas con los poderes imperiales. Las ciudades-esta- do de estas provincias estratégicas protegían las fronteras hostiles, los recursos cla- ves y/o rutas de comercio cruciales. Una característica particularmente notable de estos reinos estratégicos fue su localización idónea para proteger las provincias tri- butarias que proveían la mayor parte del soporte material de los poderes imperiales que se expandían. ¿Por qué, entonces, había tantas provincias tributarias estableci- das en la periferia del imperio e incluso a lo largo de las fronteras hostiles?

1. Recurriendo al pasado

El Imperio Azteca se formó en 1428 mediante la alianza política y militar de los mexicas de Tenochtitlan, los acolhuas de Texcoco y los tepanecas de Tlacopan. Esto dio lugar a una Triple Alianza que extendió su dominación militar más allá de los límites geográficos del Valle de México. Incluso antes del inicio de esta Triple Alianza, sus principales miembros habían adquirido considerable experiencia en el mundo de la construcción de imperios. Por ejemplo, cuando los mexicas llegaron al Valle de México, encontraron un sistema político de ciudades-estado cuya estructu- ra y dinámicas emularían en la creación del posterior imperio. Como emigrantes chi- chimecas, anduvieron de ciudad en ciudad antes de fundar la «propia» en 1325. En aquel tiempo, su pequeña ciudad isleña tenía pocos recursos, y los mexicas siguie- ron la tradicional estrategia de servir como mercenarios y vasallos de una ciudad- estado más asentada. En el caso de los mexica, se unieron a la más poderosa ciudad- estado del Valle, Azcapotzalco. En este papel, adquirieron recompensas económicas (sobre todo tributos y algunas tierras) por su participación en las campañas militares de Azcapotzalco, lo que contribuyó a la expansión y a la creciente riqueza de su pro- pia ciudad. También adquirieron reputación de guerreros fieros e implacables (cua- lidades que los convertían en una «mercancía» apreciada en el mercado de los mer- cenarios, y en unos aliados atractivos en tiempos posteriores). En esos tempranos tiempos, los fines básicos de la guerra y la conquista estaban ya en juego: la adquisición de cautivos enemigos para el sacrificio y la exacción de tributos en especie. Las victorias militares aparentemente sólo establecieron un con- trol político débil sobre los vencidos, ya que muchas ciudades-estado aparecen como “vencidas” o “conquistadas” una y otra vez durante este periodo anterior al imperio azteca (Davies 1987: 39; Berdan y Anawalt 1992). Los mexicas y sus aliados conti- nuaron con el establecimiento de estos pactos bastante libres en el desarrollo de su estructura imperial. Más allá de la guerra y la conquista, los pueblos de distintas ciudades-estado del Valle de México participaron en otras estrategias de sobrevivencia y dominio. Además de las conquistas militares, los gobernantes de las ciudades-estado orquestaron los asesinatos de señores enemigos así como la colocación de sus pro- pios parientes como nuevos señores en las ciudades-estado vencidas (ver Carrasco

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para gobernar estas ciudades-estado. Una consecuencia de estos procedimientos fue la formación de provincias tributarias y provincias estratégicas. Las provincias tributarias servían como puntales económicos del imperio. Proveían a las capitales de la Triple Alianza con los bienes utilitarios y de lujo de forma regular y predecible. Los bienes pagados realmente como tributo por una ciu- dad-estado conquistada (o un grupo de ellas) estaban basados tanto en factores inter- nos como externos. Internamente, era usual que las fuerzas conquistadoras deman- daran bienes y productos que podían ser obtenidos fácil y habitualmente por los pue- blos conquistados. Estos podían ser materias primas nativas del área, manufacturas tradicionales, o bienes que se sabía que llegaban a través del comercio y los merca- dos. Por ejemplo, la provincia de Tochpan, situada en el noreste, proveía a los seño- res supremos aztecas de chiles y plumas que se conseguían allí, trajes de guerrero y textiles elaborados de producción local y turquesas y piedras verdes importadas (Berdan y Anawalt 1992, vol. 3: folio 52r). Los factores externos también tenían peso en la determinación de las demandas de tributo. Especialmente importantes eran los cambios en los patrones de consumo en las capitales de la Triple Alianza. Conforme estas poblaciones (especialmente la de Tenochtitlan) crecían en tamaño, la demanda de alimentos, materiales de cons- trucción y otros bienes utilitarios y de subsistencia crecía de la misma forma. Algunas de estas demandas fueron cubiertas con los tributos asignados a provincias conquistadas, particularmente las situadas relativamente cerca del corazón del impe- rio. Además, incluso en la breve historia de 91 años del imperio, la escena política y social azteca experimentó considerables cambios. Aunque fueran principalmente cambios de cantidades, tuvieron un notable impacto en los patrones de imposición de tributos. Además del crecimiento de la población, la estructura política se hizo más centra- lizada y burocratizada, el sistema social más intensamente jerárquico y dependiente de manifestaciones suntuarias, las frecuentes ceremonias religiosas más aparatosas y caras (Berdan s.f.). Un énfasis mayor en las asignaciones de tributos de productos de lujo fue una de las respuestas obvias a estas crecientes demandas; las expedicio- nes de comerciantes patrocinadas por el estado fueron otra opción. Las dos parecen haber sido organizadas por los poderes de la Triple Alianza, especialmente durante la última mitad de la experiencia imperial. Conforme el imperio se expandía hacia regiones más y más distantes, las demandas de tributo en esas provincias conquista- das se basaron en más productos de lujo y menos productos utilitarios^2. Este cambio en las demandas fue facilitado por el hecho conveniente de que esos bienes se obte- nían fácilmente en esas áreas (lo que puede haber motivado que los aztecas pusieran

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(^2) Hay una lógica adicional aquí. Los alimentos, los materiales de construcción y otros bienes utilitarios tienden a ser pesados y voluminosos; los bienes de lujo como las plumas, las piedras preciosas y el oro, tien- den a ser más ligeros y más pequeños. La Triple Alianza emplazó las demandas de los objetos utilitarios más pesados en las provincias próximas a las capitales imperiales: estas provincias tenían capacidad para proveer estos bienes, y tenían que cubrir menos distancia en su transporte. Sin embargo, hay algunas anomalías: la distante Coyolapan pagaba parte de su tributo en voluminosos alimentos, y algunas provincias distantes lle- vaban abultados fardos de algodón y pesadas cargas de cacao (que se producían en esas regiones específica- mente).

sus ojos en esas regiones en primer lugar). Xoconochco, por ejemplo, es ampliamen- te reconocido como una región productora del valioso cacao, y considerado por los cercanos quiché, cakchiquel, tzutuhil y pipil (Miles 1965: 279) tanto como los más distantes aztecas. Así pues, las conquistas más lejanas (y tardías) del imperio pusie- ron un fuerte énfasis en los productos de elite, tales como las cuentas de piedras ver- des, las plumas, los ornamentos hechos de pluma, el cacao, textiles con decoración elaborada, las pieles de jaguar, las turquesas e incluso el oro. Incluso los frecuente- mente tributados trajes de guerrero hechos con plumas, estaban ligados al status, ya que eran normalmente regalados por los gobernantes a guerreros especialmente valientes —una acción que servía tanto para mejorar la posición militar del guerre- ro como para consolidar la lealtad del mismo y sus simbólicos lazos con su gober- nante—. Era esencial para el imperio, pues, controlar una constelación de provincias con- quistadas en las que se confiaba que proporcionaran sustento para su población y ofrecieran objetos suntuarios a su elite. En las áreas más alejadas del dominio impe- rial, especialmente a lo largo de fronteras hostiles, el imperio encaraba serios desafí- os para mantener los pagos de los tributos. Ya que el sistema político seguía estan- do débilmente estructurado, estas provincias distantes afrontaban pocos cambios generales en su política causados por el imperio; los gobernantes locales solían rete- ner su liderazgo local en las provincias distantes.^3 Una estrategia adicional usada por el imperio, particularmente a lo largo de las fronteras hostiles, fue establecer una serie de estados clientes que recuerdan a los del Imperio Romano (ver Luttwak 1976). Su ubicación geográfica sugiere que una importante función de estos estados clientes (o “provincias estratégicas”) era prote- ger las provincias tributarias de los vecinos hostiles o potencialmente hostiles; en esencia, aislarlos de esas amenazas reales o imaginarias.^4 Esta ordenación es espe- cialmente obvia a lo largo de la frontera entre aztecas y tarascos, donde los estados clientes aztecas se sucedían a lo largo de la línea en una casi ininterrumpida proce- sión. Las volátiles tierras de la frontera de Tlaxcala, por otro lado, exhibían un patrón muy diferente: este poderoso dominio fue en cambio (y quizás sorprendentemente) rodeado de provincias tributarias. En el noroeste, el enemigo Meztitlan y una peque- ña parte del reino tarasco estaban también limitados, al menos parcialmente, por pro- vincias tributarias, y otras provincias tributarias en el noreste, sur, sureste y la Costa del Pacífico estaban situadas en los confines del imperio (al menos en 1519), enfren- tándose a reinos sin conquistar aún más distantes. Si los sustanciales y predecibles tributos pagados por estas provincias eran tan esenciales para el mantenimiento del

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(^3) Había algo de intrusión administrativa en las provincias tributarias, tales como el nombramiento de un gobernador, la colocación de fortalezas o guarniciones, o más frecuentemente, la asignación de recaudadores de tributos (que eran, de manera comprensible, bastante uniformemente despreciados por la población y los gobernantes locales). Sin embargo, todo esto fue más intenso en la Cuenca de México (Berdan y Smith 1996). (^4) Las provincias estratégicas también pueden ser localizadas a los largo de rutas de comercio y cerca de recursos clave. Su papel en la protección de rutas de comercio tenía consecuencias: la matanza de comercian- tes aztecas ( pochteca ) en tierras lejanas era considerada frecuentemente una provocación que era seguida por campañas militares y represalias aztecas.

terrestre norte-sur, mientras que las otras tres capitales provinciales disfrutaban de localizaciones estratégicas en vías ribereñas principales que unían el altiplano con las ricas tierras bajas de la costa. Tzicoac y Tochpan, especialmente, no fueron pro- bablemente conquistadas para lograr accesos convenientes a esas tierras bajas, sino que fueron el primer objetivo de las conquistas aztecas en la región. Los aztecas consideraron la Costa del Golfo un área de particular abundancia. En su parte norte, Tochpan especialmente estaba entre las más ricas del dominio impe- rial, suministrando productos de lujo tropicales y semitropicales a las regiones altas carentes de tales recursos naturales. La región en conjunto era conocida por la abun- dancia de algodón y la manufactura de prendas finas de algodón, así como chile, plu- mas preciosas, maderas, liquidámbar y una amplia variedad de productos perecede-

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Figura 1: Mapa de la parte central del imperio azteca. Las elipses son las regiones discutidas por Berdan y los lugares con nombres son los sitios discutidos por Umberger. Regiones: A: noreste; B: sureste; C: la costa Pacífica; D: sur; E: norte-noroeste; F: la frontera con Tlaxcalla. Mapa basado en los planos en Berdan et al. (1996).

ros de la costa. El control de la región también parece haber proporcionado a la Triple Alianza acceso a turquesas, piedras verdes y sal, todo lo cual debía haber lle- gado a este área a través de su activo comercio y de las redes de mercados. Por supuesto, muchos productos y manufacturas tropicales de alto valor eran canaliza- dos a través de los bulliciosos mercados de la región. Obtener el control de estos recursos pudo haber servido como un fuerte acicate para la conquista militar, espe- cialmente desde que el comercio de estos objetos de lujo sufrió un severo revés cuando los comerciantes del Valle de México fueron asesinados en Tzicoac y Tochpan (Durán 1994: 160). Esto fue considerado una provocación suficiente para la guerra y tuvo como consecuencia un mayor grado de dominio de la Triple Alianza sobre estas prósperas tierras y sus ricos recursos. El tributo proporcionó el conduc- to para canalizar estos bienes hacia las capitales imperiales, y sirvió para reorientar algunas de las energías económicas de los habitantes locales hacia el cumplimiento de los fines imperiales. Para esta región, pueden ser detectados dos cambios significativos como resulta- do de este control económico: Tochpan y Tzicoac experimentaron un incremento en las demandas de (1) productos manufacturados, cuando antes había énfasis en el pago de materias primas,^7 y (2) algunos bienes muy valiosos (como piedras verdes y turquesas) originados a alguna distancia de este área costera, aunque el requeri- miento para pagar este tributo suponía que Tochpan, en este caso, necesitaba mante- ner o incrementar el comercio en esos productos lejanos. En esencia, la acción de la conquista de la Triple Alianza estimuló y solidificó aún más las relaciones comer- ciales interregionales. La conquista azteca y el control de esta región, pues, produjo algunos interesantes cambios en la vida provincial. Los poderes de la Triple Alianza consolidaron su control sobre esta rica región imponiendo algunos funcionarios aztecas y estableciendo guarniciones militares. La localización fronteriza de estas provincias tributarias no parece haber interferido con su capacidad para afrontar sus obligaciones tributarias, incluso aunque Tzicoac com- partiera una frontera inestable con Metztitlan, y Oxitipan estuviera en una tierra de incesantes guerras. Quizás esto puede ser atribuido a la presencia política y militar azteca, o (y lo creo más verosímil) a la preeminencia comercial de esta región como un centro focal de comercio y mercado. La Triple Alianza podía permitirse el man- tenimiento de estas provincias tributarias, ya que incluso los vecinos hostiles no que- rrían romper los fuertes lazos comerciales (lo mismo que las vías de transporte aso- ciadas) que ciertamente les beneficiarían también a ellos.

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(^7) El tributo inicial de Tzicoac consistía en textiles, esteras, pieles de venado, chiles, pepitas, loros, plumas blancas, plumas de color y servicio en el palacio (Alva Ixtlilxochitl 1965, vol. 2: 197) en contraste con su pos- terior tributo en textiles, trajes y escudos de guerrero, algodón blanco y chiles secos (Berdan y Anawalt 1992, vol. 3: folio 54r). Tochpan, por su parte, inicialmente pagaba textiles decorados, cuatro tipos de loros y gua- camayos, tintes amarillos, varios tipos de frutas y chiles, papel y plumas blancas para acolchar (Alva Ixtlilxochitl 1965, vol. 2: 197). Este tributo fue transformado en elegantes prendas de algodón, trajes y escu- dos de guerrero, chiles, pequeñas plumas blancas, objetos de turquesas y cuentas de piedras verdes (Berdan y Anawalt 1992, vol.3: folio 52r). Aproximadamente 60 años habían pasado entre los dos registros de tributos, y estas dos provincias exhibieron un incremento en el énfasis sobre productos manufacturados a lo largo de este periodo de tiempo.

Tochtepec fue un bien conocido centro de almacenamiento para los pochteca del Valle de México. Estos comerciantes profesionales fueron reconocidos como empre- sarios privados y como agentes del estado en sus expediciones de larga distancia, y de esta manera, llevaban mensajes políticos junto con su mercancía. Su primera esta- ción de paso en los viajes hacia el sur era Tochtepec, donde mantenían factores y celebraban ceremonias y fiestas específicas de los pochteca (Sahagún 1950-82, Libro 9). Este centro comercial era algo diferente de los mencionados para Tzicoac y Tochpan. En estos últimos, los comerciantes de todas partes convergían en merca- dos para negociar sus diferentes mercancías. Tochtepec, sin embargo, parece haber sido un puerto especial para los comerciantes del Valle de México. Su localización dentro de las fronteras de una provincia conquistada y pacificada parece haber pro- porcionado a los pochteca una mayor sensación de seguridad en su camino hacia territorios frecuentemente hostiles más allá del control imperial. Algunos de los bienes suntuarios que aparecen en la lista del tibuto de Tochtepec pueden haber sido el resultado de las actividades de estos comerciantes. Había considerable competencia por estas ricas tierras. Tlatelolco, con sus fuertes intereses comerciales, llegó pronto a la región. Subsecuentes incursiones militares y políticas hechas por Tenochtitlan y Texcoco fueron incluso más intensas, e incorpo- raron estas provincias al imperio de un modo más completo. Sin embargo, Cuetlaxtlan permaneció inquieta y se rebeló varias veces, atendiendo principalmen- te a los estímulos de Tlaxcala (que también tenía intereses en esta región).^11 Sin embargo, Tochtepec pareció permanecer relativamente tranquila bajo el dominio imperial azteca. Aunque no se rebeló, sus fronteras fueron cualquier cosa menos pacíficas, y a los comerciantes que traspasaban las fronteras de Tochtepec se les ofrecía frecuentemente protección en sus viajes hacia el centro internacional de comercio de Xicalanco. En general, el control de estas provincias pudo ser facilita- do por la presencia de guarniciones militares aztecas en la capital de cada provincia, un gobernador en Tochtepec y posiblemente colonos del Altiplano en los centros costeros de Cuetlaxtlan (García Márquez 2005: 127).

3.3. La Costa del Pacífico: Xoconochco y Cihuatlan

Como en el caso de la región de la Costa del Golfo, es fácil ver por qué los gober- nantes imperiales de las tierras altas estuvieron interesados en la Costa del Pacífico: las ciudades-estado localizadas allí producían y controlaban algunas de las fuentes de prestigio más apreciadas en Mesoamérica. Las dos provincias tributarias en esta frontera, Xoconochco y Cihuatlan (números 17 y 23 en la Figura 1), parecen haber sido conquistadas como un objetivo en sí mismas, más que como etapas de una pos- terior expansión hacia tierras más distantes. Sin embargo, Xoconochco se encuentra

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(^11) Los tlaxcaltecas, como archienemigos de los aztecas, visitaron frecuentemente Cuetlaxtlan, incitándolos a rebelarse y prometiéndoles ayuda contra los señores aztecas. Sin embargo, incumplieron sus promesas repe- tidamente, dejando que Cuetlaxtlan fuera reconquistada por los poderosos aztecas (Berdan y Anawalt 1992, vol. 2: 122-123).

«dentro de un corredor natural importante» entre México y América Central (Gasco 2003: 286) y estaba geográficamente situado entre las poderosas entidades políticas azteca y quiché; las dos competían por las ricas tierras y el potencial comercial del Xoconochco.^12 Por su parte, Cihuatlan se extendía a lo largo de la Costa del Pacífico, fronteriza con los tarascos al noroeste pero algo protegida por provincias estratégi- cas de los enemigos yopes, al este. Ambas provincias estaban espacialmente separa- das de otras provincias del imperio, con algunas provincias estratégicas situadas a lo largo de la costa entre ellas (ver Figura 1). Las dos provincias tributarias eran regiones productoras de cacao de primer orden. Gasco (2003: 293-294) sugiere un incremento en la producción de cacao durante el periodo Postclásico en general, unido a un incremento en la región del Xoconochco de la importación de obsidiana del centro de México y hachas de cobre que funcionaban como moneda. Gasco (2003: 296) también sugiere que esta con- quista azteca puede haber acarreado un mayor control de las riquezas naturales de la región, más que el control de las redes de comercio de larga distancia. En gran parte, las demandas de tributo aztecas al Xoconochco siguen la disponibilidad de recursos locales, con excepción del ámbar, el oro y posiblemente las piedras verdes (Gasco y Voorhies 1989: 61, 68, 75). Estos materiales preciosos podían haber entrado fácil- mente en el Xoconochco a través de las particularmente activas redes de comercio de la región. Cihuatlan dependía de recursos producidos localmente para su tributo imperial: textiles hechos del algodón que allí se cultivaba, algodón pardo en bruto, cacao bermejo y conchas de Spondylus. Es interesante destacar que tres de estos pro- ductos (algodón pardo, cacao bermejo y conchas de Spondylus ) eran únicos en las listas de tributos: de todas las provincias conquistadas, solamente Cihuatlan los entregaba a los poderes aztecas. Esto pudo haberla convertido en un objetivo parti- cular para el control azteca directo. De acuerdo con Voorhies (1989: 44), «...para el pueblo del Soconusco el comer- cio formal y el tributo al Imperio Azteca entraron en escena simultáneamente». Esto probablemente ocurrió hacia 1486, durante el reinado de Ahuitzotl. El agresivo papel en la conquista de esta región de los comerciantes profesionales aztecas está bien documentado en Sahagún (1950-82, Libro 9). La conquista azteca del Xoconochco y las ciudades que lo componían puede haber dado a los pochteca del Valle de México una ventaja empresarial sobre sus rivales mayas. Cihuatlan, por otra parte, no parece haber tenido mucho de meca comercial, y la mayor parte del comer- cio parece haberse centrado en la variedad interregional. Como con el Xoconochco, es posible que los gobernantes imperiales aztecas codiciaran este área más por sus recursos locales que por su potencial mercantil. Dada su distancia a las capitales imperiales, tanto el Xoconochco como Cihuatlan podían esperar el nombramiento de funcionarios imperiales u otros medios de con- trol político y militar. Por supuesto, dos oficiales militares de alto rango (verosímil- mente de origen plebeyo) fueron instalados en el Xoconochco junto con la posibi- lidad de una guarnición militar y colonias militares (Gasco 2003: 287; Carrasco

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(^12) Los principales centros de esta provincia estaban probablemente situados tierra adentro, no en la costa (Gasco y Voorhies 1989: 83).

énfasis en el establecimiento del poder militar mexica en esta región, pero puede muy bien ser atribuido a la falta de documentación relevante (especialmente para Tlapan y Tlachquiauhco). Para la mejor documentada Coayxtlahuacan, hay mención de gobernadores mexicas, guarniciones y una fortificación, y estos establecimientos pueden ser típicos de esta región fronteriza. Aunque algunas ciudades-estado en estas provincias fueron conquistadas más tarde, bajo Motecuhzoma Xocoyotzin, la concentración de recursos especializados (sobre todo oro, cochinilla y plumas de quetzal) puede haber motivado a los señores aztecas a ofrecer alguna protección concentrada a este área.^14

3.5. El Norte/Noroeste: Atotonilco, Axocopan, Xilotepec y Xocotitlan

Estas cuatro provincias tributarias (números 50, 1, 3 y 5 respectivamente, en la Figura 1) esencialmente delimitan la mayor parte de las fronteras norte y noreste del imperio. Dos de las provincias (Atotonilco [el Grande] y Axocopan) hacían cara a la enemiga Metztitlan, Xilotepec tenía frontera con los bastante belicosos territorios chichimecas, mientras que un lado de la provincia de Xocotitlan estaba descubierto ante los poderosos tarascos. Aunque había algunas provincias estratégicas cerca, estas provincias tributarias compartían extensas fronteras con poderosos enemigos imperiales. Por supuesto, Axocopan hacía la guerra a Metztitlan y las relaciones de Atotonilco (el Grande) con el mismo enemigo pueden ser descritas, siquiera, como no amistosas. Xocotitlan mantenía enfrentamientos con sus poderosos enemigos tarascos y la presencia de firmes fortificaciones a lo largo de la frontera norte de Xilotepec sugiere tensas relaciones con los chichimecas de esa región. En contraste con las regiones ya discutidas, los recursos disponibles en estas pro- vincias parecen haber sido más comunes. La producción local se centraba en texti- les, trajes de guerrero y granos para la alimentación.^15 Aunque el material de los tex- tiles no está siempre especificado, lo más probable es que fuera la fibra de maguey que se producía en estas regiones. Aún así, los habitantes de estas provincias debían adquirir fuera (posiblemente a través del comercio) algunos de las plumas largas para su tributo en trajes de guerrero adornados con plumas.^16 En estas provincias las relaciones de comercio eran intensas (aunque hay poca información sobre ello para Xocotitlan). La gente de Xilotepec emprendía activida- des comerciales de larga distancia, vendiendo mercancías locales en los mercados del Valle de México y comerciando en cualquier lugar dentro del dominio imperial y más allá (por ejemplo, Pachuca y «Michoacan») (Berdan et al. 1996: 267). En

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(^14) Hay algunas provincias estratégicas en este área y la vecina provincia de Coyolapan (que también paga- ba oro y cochinilla como tributo) estaba virtualmente rodeada de ellas. Quizás el imperio no había tenido sufi- ciente tiempo, u oportunidades para proteger de manera similar estas tres provincias. (^15) También aparecen como objetos de tributo águilas y miel de maguey (Berdan y Anawalt 1992, vol. 2: 50, 60) (^16) Algunos de los trajes de guerrero de esta región debían ser hechos con plumas “ricas”, mientras que otros eran hechos de plumas menos valiosas. Estas plumas menos valiosas pudieron obtenerse de pájaros de la zona, pero las plumas ricas deben de haber sido importadas.

Axocopan se menciona un mercado y algo de comercio, pero no parece haberse rea- lizado a gran escala (Berdan et al. 1996: 266). Tulancinco, un centro especialmente importante en la provincia de Atotonilco (el Grande) era un centro comercial promi- nente, con un mercado ampliamente conocido. Su conveniente localización junto a una vía de comunicación importante entre el Altiplano y la costa también provocó la atención de los aztecas; lo usaron como una escala en su expediciones militares a la Costa del Golfo (Durán 1994: 162). En esta región, sólo la provincia de Xilotepec estaba razonablemente bien fortifi- cada con una fortaleza y una guarnición de soldados. Su patrón de asentamiento recuerda el de Xocotitlan, con pequeños asentamientos agrupados a lo largo de la frontera, aislados de la capital de la provincia. En la provincia de Atotonilco (el Grande), Tulancinco servía como estación de paso para las tropas de la Triple Alianza que iban en campaña, a pesar de lo cual se involucró en varias rebeliones. A pesar de su localización parcial junto a la inestable frontera de Metztitlan, aparen- temente Axocopan no tenía fortificaciones ni guarniciones aztecas; parece haber sido bastante leal a sus señores, ayudándolos en sus guerras contra Tlaxcala (Berdan et al. 1996: 266). La frontera de Xocotitlan con los tarascos era inestable y el patrón de asentamiento de Xocotitlan refleja el de las provincias estratégicas situadas a lo largo de la misma frontera: pequeñas ciudades sujetas se alineaban junto a las fron- teras hostiles mientras que la capital de la provincia (Xocotitlan) estaba situada bien lejos de la «zona de conflicto» (Berdan et al. 1996: Fig. A4-3). Aquí vemos dos pro- vincias tributarias con una estructura interna que recuerda estrechamente la de las provincias estatégicas situadas en las fronteras hostiles.

3.6. Las fronteras con Tlaxcala: Tlatlauhquitepec, Tlapacoyan, Quauhtochco y Tepeacac

Tlaxcala, el perpetuo enemigo de los aztecas, estaba virtualmente rodeada por provincias tributarias y estratégicas aztecas. Las mayores extensiones de la frontera de Tlaxcala eran compartidas por cuatro provincias tributarias: Tlatlauhquitepec, Tlapacoyan, Quautochco y Tepeacac (números 46, 48, 43 y 39 respectivamente, en la Figura 1). Tlatlauhquitepec y Tlapacoyan miraban a Tlaxcala desde el norte. Aunque estas provincias limitaban directamente con Tlaxcala, parece que la mayor carga de las escaramuzas y la guerra la soportaba la pequeña provincia estratégica de Tetela, emparedada entre estos tres reinos. Quauhtochco marcaba el límite sur de Tlaxcala, quizás con poca eficacia, ya que Tlaxcala superaba esta provincia y repe- tidamente incitaba a la rebelión a la más lejana Cuetlaxtlan (ver supra). Tlaxcala y Tepeacac compartían una frontera particularmente larga y contenciosa. Tlatlauhquitepec y Tlapacoyan, además de estratégicamente situadas junto a Tlaxcala, producían algodón en abundancia, lo que parece haber atraído a la Triple Alianza y haber señalado estas áreas para ser conquistadas. Quauhtochco pagaba su tributo en cacao y una gran cantidad de algodón, aunque hay alguna duda sobre si estos productos se daban en la provincia (García Márquez 2005: 187; Berdan y Anawalt 1992: 121). El algodón en rama lo pagaban sólo otras tres provincias (todas

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cial y potencial militar y estratégico. Esta interacción entre enfoques tributarios y fronterizos se muestra más claramente cuando estos tipos de provincias son exami- nados desde tres ópticas distintas: histórica, económica y militar-administrativa.

4.1. La dimensión de la historia

Vemos generalmente la extensión del Imperio Azteca tal como era en el momen- to de la llegada de los españoles, 91 años después de su comienzo. Cada gobernan- te de la Triple Alianza aprovechó los logros de su predecesor y a su vez, contribuyó al crecimiento del imperio. Así, en diferentes momentos de su historia, las fronteras del imperio las formaron provincias diferentes. Los diferentes gobernantes aztecas parecen haber hecho énfasis en formas distin- tas de construir el imperio. El tlahtoani mexica Motecuhzoma Ilhuicamina, frecuen- temente coaligado con sus aliados de Texcoco y Tlacopan, envió sus poderosas fuer- zas militares más allá del Valle de México. Muchas de estas conquistas tuvieron como resultado la formación de provincias tributarias que estaban aún en las fronte- ras imperiales en 1519. Esto incluye Tzicoac y Tochpan en el noreste; Cuetlaxtlan y Tochtepec en el sureste; Coayxtlahuacan en el sur; Axocopan, Atotonilco (el Grande) y Xilotepec en el norte/noroeste; y las cuatro provincias tributarias de la frontera de Tlaxcala. En otras palabras, más de la mitad de las provincias tributarias fronterizas fueron incorporadas al imperio por este gobernante y sus aliados de la Triple Alianza (especialmente Nezahualcoyotl).^19 A Motecuhzoma Ilhuicamina (reinado: 1440-1468) no parece que le entusiasma- ra construir el imperio con estados clientes; lo mismo se puede decir de su posterior sucesor Ahuitzotl (r. 1486-1502). Este último fue responsable de la conquista de tres de las restantes provincias tributarias fronterizas: Xoconochco, Cihuatlan y Tlapan (aunque de manera cuestionable, Tizoc parece haber estado involucrado en la domi- nación de Tlapan). De las restantes provincias tratadas en este artículo, Xocotitlan fue conquistada por Axayacatl (r. 1468-1481), y Tlachquiauhco por Motecuhzoma Xocoyotzin (r. 1502-1520).^20 En otras palabras, el grueso de estas provincias tribu- tarias fronterizas fue establecido por sólo dos gobernantes, que parecen haber favo- recido el “enfoque provincia tributaria”. Dos regiones importantes donde el enfoque estado-cliente dominó, fueron la inestable frontera con los tarascos y los confines sureños del imperio. El arquitecto de la primera fue Axayacatl; el creador de los esta- dos-clientes en la segunda fue Motecuhzoma Xocoyotzin. Particularmente importante en estas observaciones es la impactante diferencia entre las estrategias aztecas en las fronteras tarasca y tlaxcalteca. Parece que, histó-

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(^19) Algunas de estas provincias (y las ciudades-estado que las componen) aparecen también en las listas de conquistas de otros gobernantes como Axayacatl, Tizoc, Ahuitzotl y Motecuhzoma Xocoyotzin. Esto puede indicar inestabilidad política, rebeliones y reconquistas en estas áreas. Además, no todas las ciudades-estado de una provincia dada fueron necesariamente conquistadas al mismo tiempo (ver Berdan et al. 1996: Apéndice 4). (^20) Las conquistas de Atlan y Oxitipan están sólo vagamente documentadas; no está claro cuando ocurrie- ron.

ricamente, las provincias tributarias que bordeaban Tlaxcala estaban ya establecidas antes de la llegada al poder de Axayacatl, quien concentró sus esfuerzos en el “enfo- que estado-cliente” en la frontera oeste con los tarascos. Aunque partes de Quauhtochco y Tepeacac (a lo largo de las fronteras este y sur con Tlaxcala) fueron subyugadas o reconquistadas por señores posteriores, las relaciones básicas con el imperio fueron sin duda establecidas en tiempos de Motecuhzoma Ilhuicamina. De manera similar, Atotonilco (el Grande) y Tzicoac, que hacían frontera con el enemi- go Metztitlan, fueron conquistadas por el primer Motecuhzoma. En esencia, parece que las fronteras con dos de los principales enemigos aztecas, Tlaxcala y Metztitlan, fueron cubiertas con provincias tributarias antes de que se populariazara la estrate- gia estado-cliente.

4.2. Dimensiones económicas

Una razón de ser fundamental de las provincias tributarias fue el pago formal de riquezas materiales a sus señores imperiales. Una característica común entre las pro- vincias tributarias fronterizas es la provisión de recursos de gran valor y en algunos casos únicos. Todo el cacao, las plumas preciosas tropicales, el algodón en rama, la goma, las conchas marinas y los bezotes fueron pagados por estas provincias, así como la mayoría del oro y las piedras verdes. Una razón para esto, por supuesto, es la disponibilidad de estos recursos y objetos en áreas distantes, frecuentemente en climas tropicales. Sin embargo, la concentración de estos bienes de prestigio en las regiones fronterizas debió haber alentado a los poderes aztecas a estrechar su con- trol sobre estas ciudades-estado y provincias para asegurar la entrega de estos pro- ductos de lujo socialmente relevantes. Mientras que vemos algunas fortalezas esta- blecidas en estados clientes, en muchas de estas provincias tributarias distantes se estableció una mayor variedad de medidas de control para asegurar la paz local y los pagos de tributos: la imposición de gobernadores, fortalezas, guarniciones militares y los omnipresentes recaudadores de tributos. El imperio azteca sostuvo enérgicamente (y dependió de) las actividades de los comerciantes de larga distancia profesionales, y los papeles políticos y económicos de estos empresarios no deben ser subestimados. Estaban especialmente activos en algunas de estas provincias tributarias exteriores (ver supra) y un relativamente firme control sobre estos asuntos hizo mucho para asegurarles el éxito en sus aven- turas comerciales. Esto es especialmente destacable en las importantes situaciones comerciales del Xoconochco (que hacía frente a una persistente competencia con estados vecinos), Tochtepec (que servía como un centro protegido y relativamente estable para los comerciantes profesionales del Valle de México), Tepeacac (a quien se exigió mantener un mercado regular de bienes de lujo por parte de sus conquista- dores aztecas), Coayxtlahuacan (cuyo mercado fue un incentivo para la conquista) y Tochpan (cuyo mercado atraía comerciantes de cerca y de lejos). Todos estos mer- cados y actividades mercantiles satisfacían la importante función de llevar bienes exóticos hacia el interior del imperio. Algunos de ellos se transferían luego al siste- ma tributario y, por lo tanto, a las capitales imperiales. Fue particularmente impor-

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