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Principios archivísticos en Archivo General de Simancas: Respeto a procedencia y clasifica, Apuntes de Historia

Cómo los primeros directores del Archivo General de Simancas establecieron los principios archivísticos, respetando la procedencia de los fondos y dividiéndolos en secciones cronológico-metódicas. Troche y Zúñiga y Porras Huidobro fueron los primeros en hablar de la Archivística como ciencia y enseñaron a leer y descifrar la escritura antigua. El texto también discute la importancia de mantener el orden natural de los archivos y la oposición a clasificaciones alfabéticas.

Tipo: Apuntes

2019/2020

Subido el 11/02/2020

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Los
inicios
de
la
archivística
española
y
europea
Francisco
FUSTER
Ruíz
Profesor
Titularde
Universidad
y
miembro
del
Cuerpo
Facultativo
de
Archiveros,
Bibtitecarios
y
Arqueólogos
Departamento
de
Información
y
Documentación
Universidad
de
Murcia
APLICACIONES
PRACTICAS
DEL
PRINCIPIO
DE
PROCEDENCIA
ANTES
DEL
SIGLO
XIX
La
Archivística
científica
nace
desde
el
mismo
momento
en
que
se
formu
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la e
instituye
el
principio
de
procedencia,por
el
cual
los
documentos
han
de
organizarse
según
la
estructura
de
la
institución
de
donde
provienen.
Aunque
la
formulación
científica
del
principio
es
bastante
tardía,
del
siglo xix,
sin
em
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bargo,
se
hanencontrado
antecedentes
muy
antiguos
de
su
aplicación
prácti
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ca.
En
el siglo xiv
hay
ejemplos
prácticosde
su
aplicación
~:El
rey
de
Francia
renuncia
a
Navarra
anteriormente
unida
a
su
Corona
y
ordena
al
guardián
del
«trésor des
chartes»
que
consigne
al
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de
Navarra
los
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de
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reino,
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los
referentes
a
Navarra,
de
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que puede
sacar
copia
a
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interesado.
Según
Lodolini
~, se
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El
presente
trabajo
es
una síntcsis
de
la
investigación
realizada
últimamente
con motivo
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docente
para
concurrir
a
la
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Archivística
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Murcia,
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publicación,
y
que
se
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Archivos
y
Archivística.
Evolución
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Robert-Henri,
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963,
7-120;
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cita
en p.
13.
(En
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lante
Bautier,
1963.)
Lodoiini,
Archivíqica.
Principios
y
problemas.
Traducciónde
Mercedes
Costa
Paretas.
Madrid,
ANABAD,
1993,156
(en
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Lodoiini,
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Reíiser,
General
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Los inicios de la archivística

española y europea

Francisco FUSTER Ruíz Profesor Titular de Universidad y miembro del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibtitecarios y Arqueólogos Departamento de Información y Documentación Universidad de Murcia

APLICACIONES PRACTICAS DEL PRINCIPIO

DE PROCEDENCIA ANTES DEL SIGLO XIX

La Archivística científica nace desde el mismo momento en que se formu- la e instituye el principio de procedencia, por el cual los documentos han de organizarse según la estructura de la institución de donde provienen. Aunque la formulación científica del principio es bastante tardía, del siglo xix, sin em- bargo, se han encontrado antecedentes muy antiguos de su aplicación prácti- ca. En el siglo xiv hay ejemplos prácticos de su aplicación ~:El rey de Francia renuncia a Navarra anteriormente unida a su Corona y ordena al guardián del «trésor des chartes» que consigne al rey de Navarra los documentos proce- dentes de aquel reino, debiendo conservar los referentes a Navarra, de los que puede sacar copia a expensas del interesado. Según Lodolini ~, se trata

El presente trabajo es una síntcsis de la investigación realizada últimamente con motivo del proyecto docente para concurrir a la plaza dc profesor titular de Archivística en la Univer- sidad de Murcia, en vías de publicación, y que se titula Archivos y Archivística. Evolución his- tórica y conceptos. Hautier, Robert-Henri, Rapport géneral, en Direction des Archives de France: Actes de la síxieme conlérenee internationale de ta Table Ronde des Archives. Les Archives dans la vie rn- ternationalle; droit internationale des Archives, coilaboration internationale en matiére d’archi- ves. Les archives des organisations internationales, París, i 963, 7-120; la cita en p. 13. (En ade- lante Bautier, 1963.) Lodoiini, Archivíqica. Principios y problemas. Traducción de Mercedes Costa Paretas. Madrid, ANABAD, 1993,156 (en adel. Lodoiini, i 993).

Reíiser, General de Información y Documentación, Voi. 6-1. Servicio Pubiicaciones t.1.C..M. Madrid, i 996

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de una clara aplicación del principio de procedencia territorial, contra el principio de pertenencia territorial normalmente adoptado todavía durante siglos en los tratados internacionales referentes a los cambios de soberanía territorial. Y en el Archivo General dc Cagliari, instituido por Alfonso IV de Aragón en 1332 sobre el modelo del de Barcelona, se prescribe que los do- cumentos transferidos por cada una de las oficinas de Cerdeña se guarden por separado en un arrnaríum o scriniurn. Es decir, según Lodolini, se pres- cribe lo que más tarde ha de ser denominado «respeto de los jóndos.’>. La instauración del Estado Moderno en la Corona Española, exige una organización administrativa muy burocratizada, el denominado «régimen po- lisinodial>, un modo de gobierno pluripersonal sustentado por diferentes consejos y organismos centrales y que exige, por tanto, archivos eficientes ~. Por ello, Carlos V ordena entre 1540 y 1545 que se transfiera toda la docu- mentación real al castillo de Simancas, disponiendo también la concentra- ción paulatina en este depósito de toda la documentación de Consejos, Au- diencias, Tesorerías, etc. Es el inicio de uno de los más insignes archivos europeos: el Archivo General de Simancas, al que Felipe II dota posterior- mente de una Instrucción en 1588, que está considerada como un «hito fun- damental en la historia archivística española y europea» >. Según Vicenta Cortés 6 los principios archivísticos de Felipe II adopta- dos en el Archivo General de Simancas, «detallan claramente el respeto al ori- gen de los Jóndos y al ordenamiento general dado por las oficinas producto- ras, con cuyos inventarios llegaban al archivo... En las Ordenanzas dc 1588 se van a formular los principios fundamentales de la Archivística moderna: respeto al origen, organización por series, perpetuidad de los documentos, servicio de los mismos para la gobernación, instalación en un lugar seguro y especialmente adecuado, funcionario entendido y de tiempo completo>. Feli- pe II, rey burócrata por excelencia toma muy en serio la idea de la concentra- ción del archivo, obligando a todos los organismos a dar cumplimiento a la entrega de la documentación. Así, lo que al principio es tan sólo Archivo de la Corona de Castilla, se transforma en secuida en Archivo General de la Corona de España. Alvarez Pinedo y Rodríguez de Diego, en el último libio divulgativo del Archivo de Simancas < escriben: «No hay duda de que España fue pionera

Alvarez Pineda. Francisco Javier y Rodriguez de Diego. José Luis. Los Archivos españo- les: Si,na,,cas~ Madrid. 1993. 17; en add. Alvarez Pincdo, 1993, Alvarez Pinedo. 1993, 27. Cortés. V.. «Las Ordenanzas de ,Sinzancas y lo Ad,nir,istració,, castellana», en A etas del IV Sv,npasiurn de Ilkzoria de la Administración, Madrid, i 984, 197-224; en adel. Cortés, 1984; y La escritura vía escrita. J’aleogra/ía y Diplontática en españa y América en los siglos X¡‘1 y XVIi, Madrid. 1986. 54: en adel. Cortés, 1986; «Trans/i’rendas y expurgos». en Archivística: E.si,~di<>s básiry.’s, Sevilla. 1981. t49. Alvarez Pincé». 1993.25.

46 Francisco Fuster Ruiz

no Imperio, según Brenneke 12, tienen una amplia utilización para fines cien- tíficos, el último de ellos por parte de la Escuela de Diplomática de Magun- cia. Aparte de estas y otras aplicaciones prácticas, los inicios de la Archivísti- ca es preciso buscarlos en estudios y tratados de Paleografía y Diplomática que aparecen en Europa con el Humanismo, como consecuencia del análisis de las doctrinas crítico-documentales que se centran sobre los documentos originales. Su promotor es Lorenzo Valía, iniciador del movimiento de la crí- tica histórica. A partir de este momento comienza una serie de estudios que tiene por objeto demostrar la autenticidad o falsedad de los documentos. La tendencia de considerar la organización y descripción de archivos como una parte de los tratados de Diplomática se acentúa a partir de la obra de Jean Mabillón, del 681. Elio Lodolini i3 habla de una «Diplomática práctica» que pone el acento más sobre el documento que sobre el archivo, sobre cada do- cumento individualizado que sobre el conjunto de documentos. Por ello, las primeras doctrinas archivísticas se encuentran en obras de diplomatistas. Son importantes, en la segunda mitad del siglo xvtíi, las obras de Tassin y Tous- tain y Dom de Vaines, donde se abordan temas de archivos y archiveros ~. La independencia total entre Diplomática y Archivística se logrará mucho más tarde, en el siglo xix, cuando se asuma y lleve a la práctica la teoría de que los documentos han de organizarse de acuerdo con la estructura de la institución de donde provienen. Este principio de procedencia se considera la base de la Archivística como ciencia ~ Los primeros avances teóricos de la Archivística surgen en los países del centro de Europa, sobre todo en los del área alemana, al producirse un incre- meato de la burocracia a través de la ampliación de las oficinas administrati- vas. Con ello aumenta considerablemente la documentación y las exigencias de la Cancillería provocan el desarrollo de una doctrina archivística, elabora- da por unos teóricos que, por lo general, proceden de su funcionariado «. Estamos, pues, ante el inicio de una verdadera Archivística teórica, desgajada totalmente de la Diplomática, ya que estos tratadistas de archivos están más preocupados por los aspectos jurídicos y administrativos que por la interpre- tación documental diplomática e histórica. El primer teórico dc la archivística, según Brennecke ‘~, es Jacob von ~2 Brenneke, Adolt, Archivkunde, Fin Beitrag zar Theorie und Geshihie des Furopáisclien Ar- chivwessen Leipzig, t953, 151; en adel. Brennekc, 1953. Lodolini, 1993, 86-87. 14 Hernández Olivera, Luis, Proyecto docente.., Archivística. Universidad de Salaman- ca,l 989, 6 (en adel. Hernández Olivera, ¡989). Menda, Concepción, «El archivo y la Archivística hoy. en Archivística. Madrid, Ed. Sín- tesis, 1995, en prensa (en adet. Mendo, 1995), <6 Hernández Olivera, 1989. ‘7 Rrenneke, 1953,45-46. Cruz Mundet, José Ramón, <Evolución hisiórica de la Archivís- tica», en BILDUMA. 711993, i iB (en adel. Cruz Mundet, 1993). Prácticamente incluido en su

Los inicios de la archivística española y europea 47

Rammingen junior, quien en 1571 inicia la primera ensenanza propiamente archivística, creando una escuela para empleados de las Registraturen de for- macion de tipo jurídico. Aunque fundamenta la enseñanza de la Archivística desde puntos de vista cercanos a Paleografía y Diplomática, trata el archivo como centro importante dentro de la gestión administrativa, comparable a la cancillería y la tesorería, y propone unos principios de organización de archi- yo y clasificación de los documentos según hagan referencia a los asuntos in- ternos, relaciones exteriores o dominio territorial. Distingue además dos cla- ses, según se refieran a documentación de personas u organismos («personalia») o a asuntos generales (<eregalias’) 18, aportando también uno de los primeros manuales de esta materia. Sin embargo, la obra de Rammingen permanece como un caso aislado. En los siglos sucesivos se afirma la Diplo- mática y se lleva a considerar a la Archivística como una parte de aquella. Como concluye Lodolini i9, esta primera Archivística nace como una «Di- plomática práctica», mientras que de «Archivística» ni siquiera se habla. A partir del siglo xvin el concepto de archivo se va desarrollando y la sis- tematización de las técnicas archivísticas comienza a ser significativa. El for- malismo jurídico que ha caracterizado la teoría del siglo xvii no desaparece totalmente en el xvtíí, y, por otro lado, los archiveros perfeccionan las formu- laciones teóricas. El objetivo predominante, según Hernández Olivera 20, es el de encontrar la mejor y universalmente válida clasificación de archivos. Con el progresivo desarrollo de la Administración se hace necesaria la orga- nización de toda una documentación de distintas épocas y diversas proce- dencias, y es básico encontrar ese esquema de clasificación válida para todas las situaciones administrativas, que organice toda la masa heterogénea de do- cumentos. Por tanto, en este período se encuentran en primer plano los estu- dios de organización interna de los fondos. En la Edad Moderna, especialmente en el xvtíí e inicios del xix, aparecen en Europa los llamados feudistas, especialistas en organización de archivos senoríales, que se desplazan de lugar en lugar para inventariar los derechos de la nobleza. Son auténticos archiveros dedicados a archivos particulares y algunos de ellos desarrollan publicaciones con ideas dedicadas a técnicas ar- chivísticas. Hernández Olivera 21 cita como ejemplo la obra de Edme de La Poix de Fréminville Pratique pour la renovation des terriers et des dro its seigne-

Manual de Archivística, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1994, que no citamos para no reiterarnos. » Esta clasificación de las series documentales en asuntos generales y asuntr.’spersonalesde- hió e extenderse y consolidarse por toda Europa. Nosotros la hemos visto aplicada en la docu- mentación del Archivo General de la Marina «Don Alvaro de Bazán><. Lodoiini, 1993, 278. Papritz, ioahanncs, <Die Archivsciiule Marhurg/Lahn<, en Archi- vum, ItI. 1953, 61-75 (en adel. Papritz, 1953). CAY, Pilar: Proyecto docente... Archivística, Universidad dc Zaragoza, 1993,24 (en adel. CAY, 1993).. Hernández Olivera, 1989, Hernández Oiivera, 1989.

Los inicios de la archivística española y europea 49

Para la organización de los archivos Legipont propone una división de los documentos que anuncia el principio de procedencia. Las clases deben estar separadas en «cajones o armarios», cada uno «con el titulo de los dominios, de- rechos, campos, facultades y materias de que se trata en ellos». Así, tanto en un archivo público como en uno privado señorial, al estar de esta forma separa- dos los documentos, cada institución o zona particular de la vida privada de un propietario estará siempre plenamente identificada, sin mezelarse en absoluto con otras. Y este archivo ordenado por instituciones da pie a un consiguiente instrumento de descripción, que también separa las diferentes procedencias orgánicas o funcionales de los documentos: un Indice Material, «repartido se- gún el orden de los principales Dominios y Tradiciones que se contienen en los papeles». Para mayor profundidad de descripción, a éste instrumento seguirá un Indice Universal; colocado por orden cronológico. Según Papritz 24, en las Universidades alemanas se enseña Diplomática y Paleografía principalmente, aunque en el siglo xviii especialmente también aparecen «serios inicios de una formación de los archiveros». Philipp Ernst Spiess, en su notable obra Von Archiven, de 1777. sienta las bases educativas de la profesión de archivero, dando mayor importancia a la práctica sobre la teoría y mostrándose partidario de una formación amplia y no restringida a una materia. Como los archivos deben ser consultables para los estudios his- tóricos, la Archivística tiene que ir más allá de la pura formación jurídica ~que predomina hasta el momento— destacando la importancia de la ense- nanza histórica. Así, el archivero debe tener una preparación científica gene- ral, jurídica, histórica y referente además a la Administración, debiendo estar versado en las ciencias auxiliares de la Historia. Con ello eleva el papel de fuente de información del archivo, considerado más allá de la acumulación de documentos con valor jurídico, asignándole una primordial valoracion histórica. La misión utilitaria de los archivos para la investigación histórica, aunque tan sólo limitada y ocasional, se considera necesaria para evitar las citas erróneas en las publicaciones científicas. Para este papel informativo de los archivos es necesario encontrar la fórmula de organización interna de los fondos y su descripción a través dc sistemas adecuados de clasifícacion. Como indica Hernández Olivera 25, Spies es el primero en indicar, en el pla- no teórico, el servicio que el archivo realiza en la práctica a la investigación científica.Y no hay que olvidar, añadimos, que en esta época ya existe un ar- chivo creado con plena finalidad investigadora: el Archivo de Indias, dc Sevi- lla. Por otro lado, Spiess está considerado también por Brenneke como un precursor del principio de procedencia, al afirmar que el mejor método de ordenación archivística es el que los mismos documentos sugieren 26

24 Papritz, i953. 61-75. 25 Hernández Olivera, 1989. Brenneke, 1953.50.

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A pesar de algunos aciertos, en general el siglo xviít, con la Ilustración, influye negativamente en el campo archivístico, al adoptar los archiveros en- terios antiarchivísticos de clasificación sistemática o de materias, semejantes a los de las bibliotecas, siguiendo el método enciclopedista. Los documentos de un archivo se disponen según la materia tratada, sobre la base de un cua- dro de clasifición formado por el archivero, sin reparar en la procedencia de los documentos de una o de otra oficina. Otras veces el método no es tan traumático, ya que se ordena por materias en el interior de un sólo fondo, sin mezclar entre silos papeles de procedencias diversas. Un tratadista francés, Pierre-Ciamille Le Moine, aparte de considerar la or- ganización y descripción de archivos como una parte de la Diplomática, esta- blece para los archivos una clasificación metódica alfabética por materias y otra sistemática por tipología documental 27• Este método se aplica en la práctica archivística francesa y austríaca y está muy relacionado con el llama- do principio de pertenencia, considerado como antiarchivistico por toda la doctrina archivística posterior. Encuentra su máxima expresión en los cadres de clasement, con los que son clasificados y reorganizados los documentos de los archivos sobre la base de su contenido, sin tener en cuenta la oficina de procedencia. Para Duchein 25, «este procedimiento es relativamente benigno cuando se trata de clasificar los archivos de un solo organismo (es decir, con un mis- mo origen). Pero se convierte en grave mal cuando en los grandes «depósitos de archivo.’.’, que se inician en el siglo xviii, se reunen archivos con diversas procedencias. Es lo que acontece en París, donde la Revolución Francesa concentra en un sólo depósito, bautizado con el nombre de Archives Nationa- les, documentos diversos, como los del Trésor des (?hartes Royal; los archivos del Parlamento de Paris, los de abadías y conventos de la región parisiense, los de los Ministerios, los de los príncipes exiliados..., «a los que bien pronto se suman los documentos provenientes de las nuevas Asambleas y adminis- traciones creadas por la Revolución». Los dos primeros directores de este gran depósito conciben esta gran cantidad de fondos de archivos como un solo conjunto documental, dividido en cinco «secciones» cronológico-metó- dicas: <‘legislativa», para los documentos dc las Asambleas Revolucionarias; «administrativa», para los documentos de los nuevos Ministerios; de «domi- nio público», para los títulos de propiedades del Estado; «jurídica», para los documentos de Tribunales; e <histórica», para una selección de documentos provenientes de otras secciones, que de manera arbitraria son considerados de especial interés. Todos estos documentos de cada sección, a su vez son 22 Mendo, 1995. ‘> Duchein, Michel, «El respeto de los jóndos en Archivísiha, principios teóricos y pro Nemas prácticos », en Cazette des archives, 97. •l 977, 7 1-96. reprodu. y trad. en La Administración Mo- cierna <le Archivos y la gestión de Documentas: El Prontuario RA MP, recop. de Peter Waine, Pa- rís, 1985, <>9-71 (en adei, Duchein. 1985).

52 Ft-ancírco Fuster Ruiz

a unos autores totalmente ignorados de este lado de los Pirineos: Froilán Troche y Zúñiga 32, que publica dos ediciones de su obra en 1828 y 1835, y Facundo Porras Huidobro 33, que publica en 1830. Ambos bastante anterio- res a Natalis de Wailly, de 1841. Antes de explicar sus teorías, es preciso narrar el contexto en que apare- cen las obras de estos autores españoles: A principios del siglo xix, además de la aparición de los Archivos Nacionales, aparece la revalorización de una clase de archivos hasta ahora poco estudiados por la doctrina archivística: los privados, especialmente de la nobleza y de los grandes hacendados territoria- les. La preocupación obedece a motivos políticos y a la convulsión social que sobreviene a raíz de la Revolución Francesa y la instauración de las nuevas ideas liberales, que ponen en peligro los derechos señoriales ancestrales de muchas familias. Surge así una figura de archivero al servicio dc particulares, con mentalidad práctica y jurídica totalmente diferente a la de los archiveros estatales preocupados más por la historia nacional. La extinción de los seño- ríos hace preciso poner en orden las masas documentales de muchas fami- lias, donde un pergamino o un simple papel presentados a tiempo en un juz- gado, pueden ser decisivos para la supervivencia del, poder económico de la familia a través del disfrute de unos bienes, sobre todo territoriales. Como hemos visto, esta preocupación por los archivos particulares ya la había anticipado a mediados del siglo xviii el alemán Legipont ~, aconsejan- do tener bien cuidados los archivos, donde se guardan «las armas legales para defender los derechos, dominios y sus facultades. «¿Pues para qué las ha- ciendas, para qué las riquezas, si no usas de ellas? ¿Y para qué los privilegios y documentos, si cuando importe los ignoras, o no los puedes hacer presen- tes al que los pide?» En España la obra que pone de moda estos archivos de particulares entre 1828 y 1835 es la de Froilán Troche y Zúñiga, dedicada al arreglo de los archivos privados, «útil a los hacendados y poseedores de bie- nes que tienen documentos para conservar sus intereses». La obra coetánea

U Troche y Zúñiga, Froii<in, FI A uhivo cronológico—topogrélicc.’. Instraccion dc Archiveros Método fácil, sencillo y de prco coste, para el arreglo de los archivos particulares, útil a los Iíacenda— cías y poseedores de bienes que tienen documentos ímra cotiservar s,,s intereses. Santiago. Imp. de P. Arza, 1828. (Publicada en la Gacela de 29 de noviembre dc 1828. según Facundo Porras Hui- dobro,) En la 2.” cd.. Coruña, Imp. de lguerreta. 1835. cambia en el titulo “tnstrucei¿n de Ar- chiveros» por «Arte de A rc.hiros» y «de poco coste por «poco costc>so<, añadiendo en el teme el a obra. do n de ¡a mb dii se re lic re a la <írd en acien del are h i ve: «Arreglo interiat y CcOo 0< rl/cc? cíe las rosas, díreccion e maneje.> ecatiomico de elías”, dando ce ti os p mcti ces a les hace i(iii(los. y sobre todo a Ii.>» nebíes q LIC ,d raiz de Li exti ecien cíe íes sen’,ri(>s, veian en pci gro sus casas y haciendas. (La edie. de 1835 se ceeservll en Biblioteca Nacional y Archivo tiistórice Nacio- nal.) (En adel. Troche Zúñiga, i 835.) Perras Huidobro, Facundo de, Disertacióe sola-e arihí <os y reglas dc su coordmacion, útil para todos los qee les tietíen o mane/an Madrid. Imp. cíe clon León A manta. 1 83 tI (erigi cal en ia Bibijoteca dcc Universidad dc Murcia). (Le adel. Perras i iuidebro, i 830.) >‘ i.cgipent, i759.

Los inicios de la archivística española y europea 53

de Facundo Porras Huidobro (1830) camina también por este sentido utilita- rio, ya que en los archivos «se conservan las propiedades y títulos, por los cuales cada uno ha procurado elevarse al grado de distinción a que le han he- cho acreedor sus servicios». En consecuencia, concede el mismo valor jurídi- co, la fe publica, tanto a los archivos públicos como a los particulares. Y en este sentido, el archivero de la Casa Real, el más importante «archivo parti- cular de España», José de Gliemes y Willame ~ pretende en 1876 que su obra sobre Organización del Archivo de la Corona sea también aplicada a los demás archivos particulares. Por lo tanto a principios del siglo xix existen tres clases distintas de ar- chiveros: los públicos de los Archivos Históricos Nacionales o Regionales, los públicos de los Archivos Administrativos, y los privados de Archivos No- biliarios o Familiares. Cada uno con formación y mentalidad totalmente dife- rentes. Porras Huidobro 36 hace un panegírico de la profesión: Los archivos deben confiarse a «sujetos inteligentes destinados a sólo este objeto; y no nos excederíamos en decir que éstos merecían no sólo más recompensa de sus trabajos, sino otras consideraciones de que son bien dignos, porque ¿quién sostiene sus casas? ¿quién pone en claro la defensa de sus derechos? ¿quién en fin más que el Archivero es el que sabe todas las vicisitudes de ella, y el que vive para dar noticia desde sus primeros progenitores? No han faltado al- gunos que han sabido dar aprecio a esta clase tan benemérita como instruida; pero los más la olvidan, y sólo en la necesidad es cuando conocen y se acuer- dan de su mérito y utilidad». A pesar de militar en campos tan utilitarios, ambos autores españoles son también archiveros científicos, que meditan profundamente sobre su profe- sion. Por estas fechas la cuestión palpitante de los archivos es la formulación de principios inalterables de clasificación que den pie a la instauración de la Archivística como ciencia. Hasta ahora la Archivística ha sido considerada como una práctica auxiliar de una ciencia que a su vez se considera auxiliar de la Historia, aunque con una configuración propia: la Diplomática. La in- dependencia total entre Diplomática y Archivística y, por consiguiente la consideración de esta última como auténtica ciencia, se logra al asumirse y llevarse a la práctica la teoría de que los documentos han de organizarse de acuerdo con la estructura de la institución de donde provienen: el principio de procedencia. Ya hemos visto los antecedentes remotos de este principio: su aplicacion práctica en algunos archivos, a veces institucionalizada en Reglamentos (Ar- chivo General de Simancas, Archivo de Indias de Sevilla y otros centros eu- ropeos), e incluso un leve intento de su formulación teórica por algunos au-

(iiiemes y Will Iflie, José.. Organización del Archivo de la (arana aplicada a los Archi,c,s pa rticul aíes. Madrid, Imp. de Aribae y Cl. ¡876 (original en ci AH N Madrid). (En adel. Clic- mes. 187<’.) Porras Huidobro, ¡83 ti, 69.

Los inicios de la archivística española y europea^55

zas. En efecto, es muy notable que habiendo escrito y dado al público artes para todos los oficios conocidos, no se haya acordado de éste» 4O~ Aunque existían anteriormente métodos para arreglo de los archivos, no constituían verdadera ciencia por no estar sujetos a reglas: «Creerán algunos que esta sea una cosa del todo nueva, y les advierto que no es método absolutamente des- conocido, sino imperfecto hasta ahora por falta de reglas.» Estas reglas son el principio fundamental de la Archivística, el respeto a la procedencia de los fondos, y las restantes reglas de coordínacíon o clasificación de los archivos, que propone en su obra. Troche y Zúñiga reprocha esta laguna científica a la multitud de paleó- grafos y diplomatistas anterioí-es, separando la Archivística de su campo pro- fesional: «Ninguno de los infinitos autores que hasta el día tenemos de Anti- cuaria y Diplomacia sistematizaron ni redujeron a preceptos el arte de archiveros. Ellos nos enseñaron a leer y descifrar la escritura antigua de las naciones conocidas, nos han dejado mucho de archivos y algo de los que los manejaron, pero no nos dieron reglas para ordenarlos, no nos dijeron como debíamos coordinarlos ni el método que en ésto se ha seguido en ningún tiempo, ni el que debemos adoptar para sacar del rincón del olvido nuestros monumentos históricos» 4’ Troche y Zúñiga se opone a las clasificaciones alfabéticas, entonces de moda a través de Francia, y propone un método de clasificación de archivos totalmente natural y orgánico: Hasta ahora el trabajo en los archivos «ningu- ~() It) ejecuto bajo reglas fijas, inalterables, porque no las conocía ni las hubo hasta ahora. En el arreglo de papeles, lo mismo que en el de todas las cosas debe seguirse el orden que rnás análogo sea a la naturaleza de las mismas, aun- que metodizado, y este es el único que puede facilitar la ejecución e inteligen- cia de cualquier negocio con ahorro de tiempo y trabajo». Incluso en archivos privados de personas particulares, propone siempre una división orgánica, que impida la mezcla de los documentos. No dudamos que ésta es una for- mulación clarisima del principio de procedencia o de respeto a los fondos, y muy anterior, por supuesto, a la francesa de 1841: «Los archivos son genera- les o particulares. El archivo general lo constituyen los diversos particulares que unidos metódicamente en un local jórman elgeneralde un hacendado que po- see diversos mayorazgos, o de una comunidad que tiene distintos partidos de rentas o bienes, por varios títulos y en diferentes provincias. Nunca conviene formar un archivo general de todos los documentos que tenga una casa con- cerníentes a las diferencias dichas. Aunque el archivo sea general; esta generali- dad no debe constituirla la rnezcla de documentos, sino la reunión de los archi- vos particulares. Los documentos correspondientes a cada mayorazgo, partido

U Troche Zúñiga. ¡835V. “< Troche Zúñiga, i835, y-Vi.

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y distinción deben componer un archivo o deben estar arreglados separadamente de los demás» 42 Y continúa Troche y Zúñiga en su clarisima distinción entre los fondos de un archivo general, formado por la reunión de varios archivos particula- res: <cAsi como los archivos son generalesy particulares, también los documentos de cada uno se dividen en generales y particulares. Los generales son los corres- pondientes a los poseedores de las casas e inherentes a los sujetos y no a los bie- nes que poseen y han poseído en particular, sino en general» «Los docurnentos de nobleza de todos los poseedores y mas familia de la casa>~ deben de ser «colo- cados separadamente los correspondientes a cada individuo» por orden cronoló- giro riguroso ~. Y para poder aplicar rnejor el principio de procedencia, Troche y Zúñiga se adelanta también al resto de la doctrina archivística proponiendo clarísi,namen- te el estudio científico de la institución que produce orgánicamente los papelei liste método es sobre todo imprescindible cuando estén totalmente desorganiza- dos: «Supongamos que se trate de arreglar o jórmar de nuevo un archivo, tuyos papeles están con poco orden colocados o revueltos en baules, estantes o ala ce- nas, y en este estado se le presentan al archivero para que los arregle. Antes de proceder a ello debe pedir al dueño una lista de las provincias, jurisdicciones, pa- rroquias y pueblos en que tenga sus rentas, o formarla por el cobrador o cobra- dores que tenga la casaSe supone también que los documentos de locales parti- culares que no estén en el cobrador o no lo sepa el dueño, se han de separar igualmente bajo la denominación de las parroquias a que corresponden» >-~ «El archivero y el perito agrimensor deben criarse sobre el terreno que se les pone en la mano para gruduarlo; y se puede asegurar que para arreglar con perjécción un archivo, se necesita que el archivero tenga tanto conocimiento de los bienes, te- rrenos y rentas que tratan de los documentos, corno el mismo dueño de ellos» ~ No cabe, pueg mayor perfeccionamiento en la exigencia del estudio de la institu- ción por el archivero. Como colofón de su método archivístico según la procedencia orgánica de los fondos, veamos la diatriba que Troche y Zúñiga aplica a quienes siguen el método contrario, el antiarchivlstico dc la cl~sificáción alfabéticá por ma- terias: «El sistema u orden alfabético es no sólo inútil, sino perjudicial en los archivos de los hacendados... Es tan antiguo como las mismas letras. Es el que casi exclusivamente conocieron y usaron todos los archiveros, y me atrevo a añadir que fue, es, y acaso será, el que causó, causa y causará el ex- traordinario desorden en que se hallan los archivos voluminosos. Repito aquí lo que dije en otro lugar, que en el arreglo de los papeles, lo mismo que en las más cosas, se debe seguir el orden que más análogo sea a la ‘> Troche Zúñiga. 1835. U Troche Zúñiga. ¡835, U Troche Zúñiga, 1835, 21. U Troche Zúñiga, ¡835, 53.

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bro español de Archivística 5i~ Estas reglas las aplica en primer lugar a los ar- chivos administrativos, a «los de las oficinas, que son los que rigorosamente necesitan más pronto remedio». Establece «cuatro reglas esenciales de un Ar- chivo, que son orden, cronología, clasificación y simetría. Orden, porque le guardan los puntos o secciones en que está dividida. Cronologí4 porque todos sus expedientes marchan respectiva y progresivamente del más antiguo al más moderno. Clasificación, porque no admiten mezda unos con otro& Y si- metría, porque ni en el aspecto ni en el bulto de cada legajo, ni en sus distan- cias habrá diferencia. Parece claro que las reglas referentes al orden y clasifi- cación y la explicación que se da de las mismas, lo que están proponiendo es el principio de procedencia, donde el orden de la documentación está guar- dado en las secciones orgánicas en que se divide y la clasiicación de los pape- les no admite en absoluto mezcla de unos con otros. El método archivístico que propone Porras Huidobro es parecido al ger- mano de registro y clasificación dc los documentos desde las mismas oficinas administrativas que los producen: En todas las oficinas y secretarías debe ha- ber un oficial experto, «cuya obligación es llevar el registro de cuantas solici- tudes entran diariamente» §2~ Este registro, bien llevado, sigue la pista de todos los papeles que ingresan o se producen, clasificándolos por sus orga- nísmos y procedencias. El libro registro «da puntual noticia de todos los ex- pedientes y sus progresos», «sirve para dar el parte al público con toda exacti- tud, y además para hacer cargo al Archivo de todo lo ingresado en él». De aquí se desprende que el registro, a pesar de ser una dependencia u oficina administrativa, es también una sección del archivo, en tal grado que, si se lle- vase correctamente, «al Archivero nada le quedaría que hacer, sino poner la cubierta con su sinopsis o extracto a los expedientes, y darles la colocacion y numeración doble». Porras Huidobro se muestra contrario a dividir los regis- tros por materias, según las letras del abecedario, «porque se falta a lo princi- pal, que es llevar el orden de entrada de los expedientes» % Otra clara regla dcl principio de procedencia. Según Porras Huidobro, los expedientes de las oficinas se convertirán en distintas secciones del archivo, una vez clasificados por el archivero, que deberá hacerlo «en las menos divisiones posibles, según los puntos capitales que se versen en ella». De cada expediente se hará «un ligero extracto o sinopsis del contenido, para copiarle en el libro de índice cronológico clasificado» y lo mismo en el expediente original. El libro titulado índice cronológico cla- sificado» se hará por secciones. Otro, titulado «Indice alfabético», contendrá

>‘ Creemos haber desempeñado el sistema de coordinación hasta el punto de claridad de que es susceptible, prescribiendo regias de comodidad y facilidad, que por bien que acaso fin- guno las ignore, hasta abora tampoco nadie las ha publicado, y por pequeñas que en si parezcan las cosas, suelen presentarse en la ejecución (lemasiadí> grandes. Porras Huidobro, 1830. 109. 52 Porras huidobro, tSJO, 85. ~3 Porras Huidobro, 1 83t), 86-87.

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las mismas citas y por el mismo estilo, pero dividido por materias. Los lega- jos sólo tendrán como indicación exterior «el establecimiento a que pertenecen y debajo la sección» y el número de legajo, «de manera que si se trasladasen a otra parte, nunca puedan envolverse ni cambiarse con ningún otro, ni dudar a dónde han pertenecido, ni buscarse por ellas papel ninguno sin los índices». Para la «coordinación» de un archivo que no venga ya clasificado desde la oficina a través del registro, según Porras Huidobro el archivero procederá primero a realizar “el extracto o sinopsis de sus expedientes uno por uno». Una vez realizado esto a través de papeletas, «coordinará» todo el archivo por secciones, materias, fechas, etc., manejando tan sólo las papeletas, “cual si estuviera jugando un solitario en la baraja». Hará, pues, primero, diferentes manojos o legajos con las papeletas, y luego buscará los documentos origina- les por este mismo órden, dividiéndolos en legajos iguales y en simetría, con la numeracion cierta que han de seguir, así como la sección y el legajo. Así estará todo el archivo coordinado. Las mismas papeletas le servirán para co- piarlas en el libro cronológico clasificado. Después, sin mover nunca los pa- peles originales, sino tan sólo las papeletas, que después serán desechadas, «volverá a jugar otro solitario» con las mismas, «reduciéndolas a orden alfa- bético, y se hallará con tantos manojos cuantos son las letras del abecedario». Esta es la única manera de aunar el principio de procedencia, respetando la estructura orgánica del fondo, pero al mismo tiempo, tan sólo con las papele- tas, sacar partido también a la clasificación por materias. No hay duda dc las novedades de la Archivística que aportan Troche Zú- ñiga y Porras Huidobro. La consideración de la Archivística como ciencia (quizás la más importante de las referidas a los documentos dc archivo) es su mayor aportación. Una ciencia teórica y práctica, que el archivero debe conocer a la perfección para desempeñar correctamente su oficio. Pero esta ciencia surge porque tiene unas reglas inalterables, hasta ahora no conocidas. La principal de ellas es seguir, con metodo, el orden que sea más análogo a la naturaleza de los documentos, y no mezclar nunca los diferentes archivos (o fondos) provenientes de organismos diferentes, aunque se trate de archivos particulares de una misma persona y, por tanto, mucho menos en archivos públicos con oficinas y organismos diferentes. Un archivo general está cons- tituido por diversos archivos particulares, unidos metódicamente en un local, pero sin mezcla, arreglados por separado. Para realizar esta tarea es preciso antes el estudio científico de las instituciones que producen orgánicamente los papeles. La clasificación alfabética por materias es antiarchivística, artifi- cial y violenta, pues arrebata los documentos del lugar en que naturalmente deben colocarse. En cada sección del archivo, los papeles deben tener las menos divisiones posibles y debe saberse siempre en los legajos el estableci- miento a que pertenecen, de manera que si se trasladasen a cualquier parte nunca puedan cambiarse con ningún otro ni dudar a dónde han pertenecido. En definitiva: con ambos autores españoles, entre 1828 y 1835, la Archi-

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troducida en algunos Archivos españoles, daneses, italianos, alemanes y ho- landeses.» Como es natural, la glorificación de Natalis de Wailly y la atribución al mismo de la creación del principio de procedencia viene de la misma Fran- cia. Duchein trata ampliamente de este asunto en un artículo de 1977 ~«. Siendo jefe de la Sección Administrativa de los Archivos Departamentales en el Ministerio del Interior de Francia, Natalis de Wailly redacta o inspira la famosa Circular firmada por el ministro Duchatel el 24 de abril de 1841 que, según Duchein, puede ser considerada como el acta de nacimiento de la no- ción de fondos de archivo, de donde, dice, surge el principio de procedencia o de respeto a los fondos, que es la base principal de la Archivística teórica y práctica. Según Duchein ~ Natalis de Wailly explica de esta manera la noción de fondos de archivo: «Reunir los documentos por fondos, es decir, reunir todos los títulos (todos los documentos) que provienen de un cuerpo, de un establecimiento, de una familia o de un individuo, y arreglar estos fondos con sujección a un orden determinado. Los documentos que apenas se relacio- nan con un establecimiento, un cuerpo o una familia, no deben mezcíarse con el fondo de ese establecimiento, de ese cuerpo, de esa familia...» Y más tarde, en otro documento. De Wailly desarrolla así su concepción: «La clasi- ficación general por fondos es la única verdaderamente apropiada para ase- gurar el pronto cumplimiento de un orden regular y uniforme. Si en vez de este método, del cual puede decirse que se funda en la naturaleza de las cosas, se propone un orden teórico, los archivos caeran en un desorden difí- cil de remediar. En cualquier clasificación distinta a ésta se corre el grave riesgo de no saber dónde se encuentra el documento.» (Como vemos, ningu- no de estos planteamientos ideológicos es novedoso: más de diez años antes se encuentra formulado clarísimamente por los españoles Troche Zúñiga y Porras Huidobro.) Duchein se olvida también de hablar del aspecto negativo, ya visto ante- riormente por Lodolini, de la clasificación por materias dentro de cada fon- do. En conclusión: creemos con Lodolini que Natalis de Wailly se pronuncia a favor del principio de procedencia tan sólo con respecto a los fondos. (Por ello a lo largo del siglo xix se denomina el principio como de c<respect des jóndsx9. Pero sigue manteniendo para la ordenación de los documentos den- tro de cada fondo el antiarchivistico principio de clasificación por materias. Da una de cal y otra de arena, y por tanto la glorificación de Natalis de Wailly como fundador de la Archivística moderna parece un tanto injusta. Quizás la verdadera enunciación de la doctrina francesa, más que en Natalis

>“ I)uehein, 1985, 69-92. Duchein, 1985,92. Quizás Duebein tacha a propósito la frase exacta de Natalis de WaiIly: «former collec- tion».

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de Wailly hay que buscarla, unos años más tarde de la famosa Circular, en la obra de Henri Bordier (Les Archives de la France, Paris, 1855), cuya doctrina archivística es comentada en España por el Cuerpo Facultativo de Archive- ros Pero sea quien sea el autor o autores, lo cierto es que el evidente valor teórico del principio, así como su interés práctico para la clasificación de los archivos, hace que se extienda rápidamente por todos los paises europeos, a través de las obras francesas, ya que los modestos libros españoles de Archi- vística no se leerían demasiado en Europa 62 En Alemania recibe el nombre de Pro venienzprinzip. En Inglaterra se traduce la expresión «Jbnds d’archives» por c<archive group» y en Italia y España se traduce «fonds’> por fondo. Du- chein 63 concluye: <Hoy se puede afirmar que, guardados ciertos matices, el principio del respeto de los fondos, o principio de procedencia es admitido universalmente como la base de la Archivística teórica y práctica», y «consti- tuye una adquisición definitiva de la Archivística». Según Duchein 64 este principio «se define en la forma más simple, como la no separación de los documentos provenientes dc un organismo, y como la no mezcla de docu- mentos procedentes de organismos diferentes». No se puede hacer, con estas palabras atribuidas a Natalis de Wailly, una síntesis más exacta de las ideas anteriores en el tiempo de Froilán Troche y Zúñiga, verdadero creador del principio de procedencia y por ello fundador de la Archivística moderna.

CONSOLIDACION DEL PRINCIPIO DE PROCEDENCIA EN ESPAÑA

En el caso de España decimos consolidación y no introducción del princi- pio, porque en nuestro país, afortunadamente, la práctica ha ido siempre por delante de la doctrina archivística, y el principio de procedencia es una norma seguida tradicionalmente, con los ejemplos más notorios en Los Archivos Ge- nerales de Simancas e Indias, desde el inicio de la Edad Moderna. A pesar de la influencia científica y cultural que a partir del siglo xviii viene de Francia, en España no se hace caso a la clasificación por materias 65 Los libros de Froilán Troche y Zúñiga y de Facundo Porras Huidobro, de 1828, 1830 y 1835, son un claro ejemplo de esta primera enunciacion teórica y aplicación práctica del principio de procedencia en España antes de la teoría francesa.

«> Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1.> época, año 1. núm. 2,28. febrero 1871. Pp. 26-28. 62 Quizás tampoco demasiado en España, sobre tc>do porque ambos autores no proceden del campo oficial y académico, siendo posiblemente menospreciados por el futuro Cuerpo I<a- cuitativo de Aíchiveros. “~ Duchein, i985, 72. >~ Duehein. 1985, 83. “« Salvo ce casos rarísimos, como cl que propone Joveilanos, 179<), ya citado.