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Descripción y características del mismo
Tipo: Apuntes
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¡No te pierdas las partes importantes!
Introducción : El tratamiento mismo fue llevado a cabo por el padre del pequeño. Los padres habían acordado no educar a su primer hijo con más compulsión que la requerida a toda costa para mantener las buenas costumbres; y como el niño se iba convirtiendo en un muchacho alegre, despierto y de buena índole, prosiguió con toda felicidad ese ensayo de dejarlo crecer y manifestarse sin amedrentamiento. (fue educado con los mínimos limites posibles).
Las primeras comunicaciones sobre Hans datan del tiempo en que aún no había cumplido tres años. A través de diversos dichos y preguntas, exteriorizaba ya entonces un interés particularmente vivo por la parte de su cuerpo que tenía la costumbre de designar como «hace-pipí» Esta curiosidad, que hacía de Juanito un investigador, según Freud, lo llevaba a observar animales, como así también lo inanimado. Por ejemplo, cuando, le dan, para que juegue, una muñeca, que él desviste. La mira cuidadosamente, y dice: «Pero sí tiene un hace-pipí muy chiquito». Su interés por el hace-pipí no es, sin embargo, meramente teórico; como cabía conjeturar, ese interés lo estimula también a tocarse el miembro. A la edad de 3 ½ años, su madre lo encuentra con la mano en el pene. Ella lo amenaza: «Si haces eso, llamaré al doctor A., que te corte el hace-pipí. Y entonces, ¿con qué harías pipí?».
Hans: «Con la cola (Popo)». El responde todavía sin conciencia de culpa, pero es la ocasión en que adquiere el « complejo de castración ». (no produce efecto aun porque todavía no conoce la diferencia entre los sexos). El gran acontecimiento en la vida de Hans es, empero, el nacimiento de su hermanita Hanna, que se produjo cuando él tenía exactamente 3 ½ años. Su comportamiento en esa ocasión fue anotado enseguida por su padre: Hans se muestra muy celoso con la recién venida, y cuando alguien la alaba, la encuentra linda, etc., dice enseguida, burlón: «Pero si todavía no tiene dientes». En efecto, cuando la vio por primera vez quedó muy sorprendido de que no pudiera hablar, y opinó que no podía hacerlo porque no tenía dientes. Los primeros días, como es lógico, quedó muy relegado, y de pronto contrajo una angina. En medio de la fiebre se le oyó decir: «¡Pero si yo no quiero tener ninguna hermanita!». Pasado medio año, más o menos, quedaron superados los celos, y él se vuelve un hermano tan tierno como consciente de su superioridad. Hans, 4 ¼ años tras el baño, secado y entalcado. Cuando la mamá le entalca el pene, y por cierto con: Hoy a la mañana, como todos los días, Hans es bañado por su mamá y, cuidado para no tocarlo, Hans dice: «¿Por qué no pasas el dedo ahí?».
Mamá: «Porque es una porquería». Hans: «¿Qué es? ¿Una porquería? ¿Y por qué?». Mamá: «Porque es indecente». Hans (riendo): «¡Pero gusta!». Hans (4 ½ años) pregunta: «¿Por qué ríes?». Contesta: «Me río del hace-pipí de Hanna». — «¿Por qué?».: mira de nuevo cómo bañan a su hermanita, y empieza a reír. Se le — «Porque el hace-pipí es muy bonito». La respuesta es, naturalmente, falsa. El hace-pipí se le antoja cómico. Por otra parte, es la primera vez que admite de ese modo, en vez de desmentirla, la diferencia entre genital masculino y femenino. Historial clínico y análisis El padre de Hans asocia las cosas que le ocurren a su hijo con una hiperexcitación sexual por ternura de la madre. El miedo de que un caballo lo muerda por la calle parece entramado de alguna manera con el hecho de que le asusta un pene grande. Hans (4 ¾ años) aparece a la mañana llorando: la mamá le pregunta por qué llora, y él dice: «Cuando dormía he pensado tú estabas lejos y yo no tengo ninguna mami para hacer cumplidos». (expresión de acariciar) Por tanto, un sueño de angustia. 7 de enero : va, como de costumbre, al Stadtpark con la niñera; por la calle empieza a llorar y pide que lo lleven a casa, quiere «hacer cumplidos» con la mami. Cuando en casa le preguntan por qué no quiso seguir y se puso a llorar, no quiere decir nada. A la tarde está alegre como de costumbre; al anochecer tiene visible angustia, llora y no se lo puede separar de la mamá; una y otra vez quiere hacerse cumplidos con ella. Después recobra la alegría y duerme bien.
8 de enero adonde le gusta mucho ir. De nuevo empieza a llorar, no quiere seguir camino, tiene: la madre lo saca de paseo para ver qué pasa con él, y lo lleva a Schonbrunn, miedo. Al fin va, pero por la calle, es visible, siente angustia. En el viaje de regreso de Schonbrunn dice a la madre, tras mucha renuencia: «Tuve miedo de que un caballo me mordiera». (el miedo es tan grande, que cree que el caballo entrara en la pieza)
Ese mismo día, la mamá le pregunta: «¿Te pasas la mano por el hace-pipí?». Y sobre eso, él dice: «Sí, cada anochecer, cuando estoy en la cama». 9 de enero : le previenen, antes de la siesta, que no se pase la mano por el hace-pipí. Preguntado al despertar, dice que se la pasó durante un tatito. Sería ese, el comienzo de la angustia, así como el de la fobia. La perturbación se introduce con unos pensamientos tiernos-angustiados, y luego con un sueño de angustia. Contenido de este último; perder a la madre, de suerte que él ya no pueda hacerse cumplidos con ella. Es fuerza, pues, que la ternura hacia la madre se haya acrecentado enormemente. Es el fenómeno básico de su estado.
queja de no haber visto todavía nunca el hace-pipí de ellos, es probable que lo haga esforzado por la necesidad de comparar. Hans ha observado que los animales grandes tienen un hace-pipí tanto más grande que el suyo; por eso conjetura igual proporción también respecto de sus progenitores, y le gustaría convencerse de que así es. La mamá, opina él, tiene sin duda un hace-pipí «como el de un caballo». Y luego se apresta el consuelo de que el hace-pipí crecerá con él; es como si el deseo del niño de ser grande se volcara sobre el genital. Por tanto, dentro de la constitución sexual del pequeño Hans, la zona genital es, entre las zonas erógenas, la teñida desde el principio con el placer más intenso.
La meta sexual que él buscaba en sus compañeritas de juego, acostarse con ellas, procedía ya de la madre. El muchacho había hallado, por el camino corriente —a partir de su crianza—, la senda del amor de objeto; y una nueva vivencia de placer se había vuelto determinante para él: dormir al lado de la madre. Hans es realmente un pequeño Edipo que querría tener a su padre «fuera», eliminado, para poder estar solo con la bella madre, dormir con ella. Este deseo nació en aquella residencia veraniega, cuando las alternancias de ausencia y presencia del padre le señalaron la condición a la que se ligaba la ansiada intimidad con la madre. Entonces se contentó con la versión de que ojalá el padre «partiera de viaje», a lo cual más tarde, merced a una impresión accidental provocada por otra partida, pudo anudarse de inmediato la angustia de ser mordido por un caballo blanco.
Para el desarrollo psicosexual de nuestro joven revistió la máxima significación el nacimiento de una hermanita cuando él tenía 3 ½ años de edad. Este suceso exacerbó sus vínculos con los padres, propuso a su pensar unas tareas insolubles, y su condición de espectador de los cuidados de la crianza le reanimó, luego, las huellas mnémicas de sus propias vivencias de placer, las más tempranas.
Pocos días después, en medio de un estado febril, deja traslucir cuan poco de acuerdo está con ese aumento de su familia. Aquí lo que precede en el tiempo es la hostilidad, aunque pueda sucederla la ternura, La angustia de que venga un hijo más tiene desde entonces un sitio en su pensar consciente. Es evidente que ha tratado tanto a la hermanita como al padre de igual modo en lo inconsciente porque los dos le quitan a la mami, lo perturban en su estar solo con ella.
Un día, por la calle, Hans enferma de angustia: aún no puede decir de qué tiene miedo, pero al comienzo de su estado de angustia deja traslucir al padre el motivo de su condición de enfermo, la ganancia de la enfermedad.
Pronto se revela que esta angustia ya no puede retraducirse en añoranza: también tiene miedo cuando la madre va con él. Entretanto recogemos indicios de aquello en lo cual se ha fijado la libido devenida angustia. Exterioriza el miedo, totalmente especializado, de que un caballo blanco lo morderá. Llamamos « fobia » a un estado patológico como este.
La fobia de Hans toma como objeto al caballo; en los primeros días exterioriza, en el apogeo del estado de angustia, el temor: «El caballo entrará en la pieza». Para fobias como la del pequeño paciente, sin duda el tipo más común, es la designación «histeria de angustia»: la libido desprendida del material patógeno en virtud de la represión no es convertida, no es aplicada, saliendo de lo anímico, en una inervación corporal, sino que se libera como angustia.
Es sencillo poner de relieve un carácter esencial de las histerias de angustia. Se desarrollan cada vez más como una «fobia» y, al final, el enfermo puede quedar liberado de angustia, pero sólo a costa de unas inhibiciones y limitaciones a que se ha visto forzado a someterse. Para los padres del pequeño paciente fue cosa establecida, desde el comienzo de la enfermedad, que no era lícito burlarse de él ni maltratarlo, sino que se debía buscar el acceso hasta sus deseos reprimidos por un camino psicoanalítico.
de la represión (esfuerzo de desalojo), que con esta oportunidad rebasa sobre componentes diversos de aquellos que penetran. Parece que la neurosis no deja a las pulsiones reprimidas otra dignidad que la de brindar los pretextos para la angustia dentro de la conciencia. Ahora bien, por nítido que sea el triunfo de la desautorización de lo sexual en la fobia, el compromiso que está en la naturaleza de la enfermedad no consiente que lo reprimido quede sin obtener otra cosa. En efecto, la fobia al caballo es también un obstáculo para andar por la calle, y puede servir como medio para permanecer en casa junto a la madre amada Cuando Juanito se resiste a ir al consultorio de Freud los padres le mienten, prometiéndole que si acepta vera a una niña muy linda en casa del profesor. En esta primera y única consulta Freud comprende que dos detalles del animal temido están en relación con los bigotes y anteojos del padre, e interpreta que el miedo de Juanito al caballo surge de su intensa agresión al padre y del temor a que este se vengue, y que estos sentimientos son consecuencia de sus deseos amorosos hacia la madre.