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Teoria del Objeto y Teoria del Objeto Teoria del Objeto
Typology: Exercises
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BIOGRAFÍA DE OBJETO. (Fragmento) Sergei Tretiakov En la novela clásica basada en la biografía del héroe individual, las dimensiones relativas de los personajes guardan gran semejanza con las de las pinturas murales egipcias. El faraón, colosal, ocupa el trono en el centro; cerca de él, de un tamaño ligeramente más pequeño, está su esposa; más pequeños aún son los ministros y los jefes militares, y por último, como montones de monedas de cobre sin rostro, se encuentra toda la masa variada de la población: los criados, los soldados, los esclavos. Es el héroe lo que mantiene unido el universo de la novela. El mundo entero es percibido a través de él. Además, el mundo entero es, esencialmente, una mera colección de detalles que son de su pertenencia. La filosofía idealista afirma que “el hombre es la medida de todas las cosas” –”el hombre: ¡qué soberbio suena!”1–; “cuando muere el hombre, muere también el mundo”: esta filosofía idealista domina, soberana, sobre la estructura de la novela. Y es que tales fórmulas no son más que los granos de arena alrededor de los cuales cristaliza el arte burgués: el arte propio de una época de rivalidad declarada y de competencia voraz. Para determinar el poder de este idealismo en la novela basta con considerar la importancia que en ella tiene el mundo objetivo (el mundo de las cosas y de los procesos) en relación con la del mundo subjetivo (el mundo de las emociones y de las experiencias). Los Onieguins, Rudins, Karamazovs y Bezujovs son soles de sistemas planetarios independientes, alrededor de los cuales orbitan sumisamente personajes, ideas, objetos y procesos históricos. Más exactamente, ni siquiera son soles, sino planetas corrientes que se han creído soles y no han encontrado aún a un Copérnico que los ponga en su sitio. Cuando los obedientes estudiantes actuales de la literatura idealista intentan “reflejar sintéticamente la realidad” construyendo sistemas literarios con Samgins, Virineias y Chumalovs ocupando el centro de los mismos, terminan reproduciendo el mismo antiguo sistema ptolemaico de literatura. En la novela, el héroe principal devora y fagocita toda la realidad. El arte de diferentes épocas muestra al individuo desde diferentes perspectivas, o mejor dicho muestra su integración en una variedad de sistemas que pueden ser económicos, políticos, técnico-productivos, cotidianos, biológicos o psicológicos. Al novelista clásico no le interesa la persona como partícipe de un proceso económico. No hay que olvidar que el arte idealista está enraizado en el feudalismo, en el que la figura dominante es la de un rentista ocioso, autoritario y privilegiado. ¿Acaso no es éste el origen del desprecio típico de la novela por la persona trabajadora? Véase, si no, qué poco espacio se da en ella a la especialización técnica y productiva del héroe. En ella aparecen, naturalmente, ingenieros, doctores y financieros heroicos, pero, por regla general, sólo se suele dedicar una cantidad mínima de líneas a lo que hacen y a cómo lo hacen. Eso sí: por supuesto, la novela tiene mucho que decir sobre cómo besan, cómo comen, cómo se divierten, cómo languidecen y cómo mueren. Dado que sus personajes han sido sustraídos a los sistemas de producción y trasladados a los sistemas psicológicos de lo cotidiano, la novela suele transcurrir durante el tiempo libre del héroe. Ello produce resultados particularmente
monstruosos en las novelas contemporáneas obra de “estudiantes de los clásicos” que escriben acerca del “sufrimiento de los Werthers proletarios en sus horas de ocio”. La novela clásica, que apenas llegaba a tratar de la persona activa en su vida profesional, tampoco estaba dispuesta, análogamente, a analizarla en el marco de los sistemas político, social o psicológico. Si recordamos que las normas estéticas de la novela inventaron una enfermedad imaginaria específica para el héroe y para la heroína –la fiebre nerviosa– y que también se aseguraron de que ninguna herida o enfermedad grave afectara nunca al héroe por debajo de la cintura, nos daremos cabalmente cuenta de lo arbitraria que es, en realidad, la fisiología de la novela. Con sus doctrinas de la predeterminación y del destino; con su predominio absoluto de fuerzas elementales, la filosofía idealista se llevó al huerto a la novela, que empezó a interpretar al ser humano desde una perspectiva fatalista. La novela cultivó los rasgos psicofisiológicos genéticos en vez de las enfermedades profesionales características de los grupos sociales. Recuérdense todas las tragedias de los epilépticos, los anormales, los enfermos, los dementes y los tullidos. La novela sólo se interesaba por los reflejos incondicionados. De ahí las tragedias del hambre, del amor y de los celos “como tales”. Los conflictos sociopolíticos únicamente se concebían como quebrantamientos de la ética (engaño y traición) y desde el punto de vista de los trastornos nerviosos que de éstos se derivaban (los remordimientos de la conciencia). Al seguir esta trayectoria, la persona se volvía completamente irracional dentro de la novela. Una hipertrofia emocional de carácter patológico la sustraía a los sistemas sociales e intelectuales. ¿En dónde sino en la novela pueden celebrar los sentimientos una victoria tan absoluta e insolente sobre el entendimiento, sobre el conocimiento, sobre la experiencia técnica y organizativa? Resumiendo: la novela basada en la biografía del héroe humano está fundamentalmente viciada, y constituye, en la actualidad, el mejor método para hacer contrabando de idealismo. Ello también se aplica a los intentos de personificar al héroe empleando diferentes métodos que lo enfocan desde una perspectiva profesional, social y fisiológica. Tan grande es el poder del canon novelístico que todo momento profesional es percibido como una molesta interrupción de la trama habitual de la novela, y toda información fisiológica se considera bien como síntoma de una experiencia psicológica, bien como tediosa desviación de la atención del lector. Me enfrenté a esto en mi propia práctica cuando escribí la entrevista biográfica Den Shi-khua, biografía de una persona real a la que seguí con el mayor grado posible de objetividad. El lector se ve constantemente tentado de caer en las rutinas habituales del psicologismo biográfico, y las cifras y las observaciones objetivas son ya el umbral de la metáfora y de la hipérbole de carácter estético. Pese a haberse incorporado a la narración una cantidad sustancial de objetos y de procesos de producción, la figura del héroe está sobredimensionada, por lo que, en vez de verse condicionada por tales objetos e influencias, es ella misma la que empieza a condicionarlos. Boris Ignatovich, “Bosque de exportación”, en Dayesh [Produzcamos], n.º 4, 1929
Necesitamos con urgencia libros que traten de nuestros recursos económicos, de objetos hechos por personas y de personas que hacen objetos. Nuestra política tiene su origen en la economía, y no hay un solo segundo en la jornada diaria de una persona que no se vea afectado por la economía o por la política. Aún están por escribir libros como El bosque, Pan, Carbón, Hierro, Lino, Algodón, Papel, La locomotora y La fábrica. Los necesitamos, y sólo a través de la “biografía del objeto” podrán ser convenientemente realizados. Además, una vez que hagamos pasar por la cinta transportadora narrativa a un ser humano como si de un objeto se tratara, aparecerá ante nosotros bajo una nueva luz y en todo su valor. Pero esto podrá suceder únicamente cuando hayamos reorientado las prácticas de recepción de los lectores educados en las “bellas letras” hacia una literatura estructurada según el método de la “biografía del objeto”. [Ed. original: Sergei Tretiakov, “Biografiia veshchi”, en Literatura fakta (ed. Nikolai Chuzhak), Moscú, Federatsiia, 1929, pp. 66-70. Traducción al español a partir de la versión en inglés de Devin Fore, “The Biography of the Object”, que apareció en el n.º 118 de October, en otoño de 2006.]