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Este documento analiza la violencia sexual en diferentes espacios sociales, desde la intimidad del lecho conyugal hasta el conflicto armado. Se examinan las motivaciones subyacentes, la relación entre la ira, la hostilidad y las distorsiones cognitivas, y se distinguen tipos de agresión física y verbal. El texto también aborda la importancia de la impulsividad en la conducta agresiva.
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Typology: Essays (university)
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La violencia ocurre en muy diversos espacios. Toda interacción humana se realiza en un contexto social que debe ser analizado cuidadosamente. Una primera división de espacios sociales se sustenta en la dicotomía público-privado. Por un lado, se recluye a las mujeres - imaginariamente- en el ámbito doméstico y por otro, se excluye éste de la regulación estatal; por ello la presencia de las mujeres fuera de la casa se ve como algo excepcional (aunque esté muy extendida) e incluso como una anomalía (Serret, 2008). Por ello también la violencia en casa no se reconoce como tal (Híjar y Valdez, 2009). En el análisis de la violencia, hay que abordar las características individuales de las personas implicadas, así como el contexto en el que se verifica el episodio. ¿Cuáles son los espacios en los que se produce violencia sexual? ¿Cómo analizar la especificidad de cada uno de ellos? ¿Cuál es el peso de las estructuras y de los discursos culturales en cada lugar concreto? Empecemos ahora por la intimidad del lecho conyugal. El hombre que exige una relación sexual a su esposa actúa en función de un aprendizaje que inició desde la infancia, acorde con los mandatos de determinadas instituciones y desde luego la conformación patriarcal de la sociedad; así, la violación en el matrimonio se define como una prerrogativa del marido (Kaufman, 1999), que la esposa debe cumplir sin cuestionar. Con una cierta variante de grado, también se condona la violación en una cita amorosa, porque se considera otro espacio de privilegio masculino; si la mujer acepta cine y cena, se entiende -en esa lógica patriarcal- que también acepta cama (Brownmiller, 1993). Si la violación ocurre en cualquier otro sitio (la escuela o el trabajo, por ejemplo) y el perpetrador es un conocido, ese sólo hecho sirve para mitigar el acto. El acento se desplaza a la relación previa y a las palabras o actos de las mujeres; además, suele pensarse que hay muchas denuncias falsas, formuladas con el solo propósito de perjudicar a un varón. Si el violador es un desconocido y el acto sucede en la calle o el transporte público, entonces la culpa se desplaza a la mujer por haberse colocado en una situación de riesgo: la calle no es su espacio; si además es de noche, la condena puede formularse sin concesiones^11. Todos estos discursos se reproducen, fortalecidos, en escenarios de conflicto armado.
En síntesis, aunque con notorias variantes de forma y severidad, en todos los espacios del entramado social existe violencia sexual, expresión paradigmática de la desigualdad de género El presente estudio tiene como objetivos específicos: Analizar las relaciones entre la agresión física, verbal, la ira y la hostilidad, y los esquemas cognitivos disfuncionales, las distorsiones cognitivas auto-sirvientes y auto-humillantes y los estilos de afrontamiento. Identificar qué variables predictoras: esquemas cognitivos disfuncionales, las distorsiones cognitivas auto-sirvientes y auto-humillantes y los estilos de afrontamiento; predicen diferencialmente la agresión física, verbal, la ira y la hostilidad. Para llevar a cabo los anteriores objetivos, se parte de la siguiente hipótesis general: Hipótesis: Los distintos tipos de agresión física, verbal, la ira y la hostilidad presentarán modelos predictivos diferentes en función de las variables consideradas. La motivación reactiva o proactiva es la característica subyacente a cualquier manifestación de agresión. proponen distinguir entre agresión proactiva y reactiva. Esta dimensión permite comprender la motivación del agresor, analizar los déficits y mecanismos cognitivos que subyacen a la conducta agresiva. La distinción proactiva-reactiva ha sido denominada de múltiples formas. Como agresión instrumental y hostil. También como agresión impulsiva y/o premeditada y predatoria y afectiva (Vitiello, Behar, Hunt, Stoff y Ricciuti, 1990). Esta tipología con gran valor heurístico es especialmente relevante al facilitar una mayor comprensión sobre la motivación del agresor (Marsee y Frick, 2007), así como también al permitir analizar los déficits y mecanismos cognitivos que subyacen a ambos tipos de conducta agresiva.
Mostraron el rol de la impulsividad, de la hiperactividad y de la búsqueda de sensaciones como predictores de actos violentos en adolescentes. La impulsividad es un concepto multidimensional que envuelve la tendencia a actuar rápido y sin reflexión, envolviendo a distintas emociones, el procesamiento rápido de la información, la búsqueda de sensaciones y la inhabilidad para demorar la recompensa. considera al impulsivo un “hacedor” y no un pensador. Douglas y Parry (1994) lo relacionan con la inhabilidad de sostener la atención, mientras que Lorr y Wunderlich (1985), comprometen dos componentes: a) inhabilidad para resistir los impulsos y b) inhabilidad para planear las acciones. Los psiquiatras consideran la impulsividad como factor que facilita el desarrollo de actos en los que se dañen a sí mismos o a otros. Desde esta perspectiva, sería un aspecto de desórdenes conductuales de diferentes tipos; cleptomanía, piromania, adicciones, perversiones, algunos desórdenes sexuales, bulimia, intentos de suicidio, conductas automultilantes. Se ha reconocido como un proceso general que subyace a algunos problemas sociales importantes como el abuso de drogas, las conductas agresivas y el suicidio. Esto explica porque este rasgo se ha convertido en un aspecto central en el desarrollo de teorías criminológicas que intentan dar cuenta del fenómeno de la violencia. Existen diferentes tipos de impulsividad. La definición operacional ha tomado múltiples formas. Hay un amplio rango de modelos, como el de Ainslie (1975) que describe tres modelos de conducta impulsiva: la gente que obedece a sus impulsos puede ignorar las consecuencias de su conducta; conocer las consecuencias, pero obedecer a un “bajo” principio: o conocer las consecuencias, pero valorarlas y distorsionarlas. Hay diferentes medidas de impulsividad y encontró que se agrupan en dos distintos ejes, una impulsividad conductual que está fuertemente relacionada con las conductas delictivas y un tipo de impulsividad cognitiva, negativamente correlacionada con el coeficiente intelectual. Agresión Física Considerar el comportamiento agresivo según su naturaleza o forma llevó a autores como Buss (1961), a distinguir entre lo que consideran agresión física y verbal. La agresión física ha sido definida como un acto perjudicial intencional que consiste en producir un daño físico a la víctima. Este tipo de agresión se produce por contacto directo con los adversarios, e implica un ataque a un organismo mediante conductas motoras y acciones físicas, lo cual acarrea daños corporales. Los puñetazos y las patadas serían ejemplos claros de este tipo de agresión. La agresión física estaría asociada a sesgos específicos, en, al sesgo atribucional hostil. Este tipo de agresión física se produciría con más frecuencia en hombres. Sí, pues la pareja no tiene derecho a exigir relaciones sexuales contra la voluntad de la mujer. Se estará ante una agresión siempre que no exista consentimiento de la mujer para realizar el acto sexual. La violación entre cónyuges o en la pareja de hecho es punible. En estos casos, el agresor busca perpetuar la posición de dominio, a través del uso de la fuerza, utilizando la violencia como mecanismo de control a sabiendas de que la mujer no va a denunciar, tanto por su situación psicológica como por la presión social.