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El Imperialismo Ecológico: La Maldición del Capitalismo Extraccionista, Lecture notes of Civil Engineering

El documento analiza el imperialismo ecológico, una forma de expansión capitalista que ha causado daño ambiental y social en países en desarrollo. El autor examina cómo la extracción de recursos naturales, especialmente petróleo y nitratos, ha llevado a la deuda ecológica y la explotación de las vulnerabilidades ecológicas de ciertas sociedades. El texto también discute la importancia de la interacción metabólica entre el campo y la ciudad, y cómo el capitalismo ha intensificado y extendido la escisión metabólica. Se menciona la historia de la guerra por el guano y el nitrato en perú y chile, y cómo estos recursos se convirtieron en una maldición disfrazada de bendición.

Typology: Lecture notes

2018/2019

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IMPERIALISMO ECOLÓGICO:
LA MALDICIÓN DEL CAPITA L I S M O*
JO H N BE L L A M Y FO S T E R YBR E T T CL A R K
En la primavera de 2003, Estados Unidos (EUA),con el apoyo de Gran
Bretaña, invadió Irak, el país con la segunda reserva de petróleo más
grande del mundo.EUA está hoy tratando de expandir la producción de
petróleo iraquí mientras se asegura para sí mismo una posición dominante
en el control mundial de este recurso decisivo para su estrategia geopolíti-
ca y económica más general.Anteriormente,el mismo gobierno de EUA
que invadió Irak se había retirado del Protocolo de Kyoto, que había sido
diseñado para limitar el crecimiento de las emisiones de dióxido de carbo-
no y otros “gases invernadero” responsables del calentamiento global –un
fenómeno que amenaza todas las formas de vida tal como las conocemos.
No es sorprendente entonces que en los últimos años haya aumentado la
preocupación por el imperialismo ecológico,el cual se ha vuelto tan
importante como las formas culturales,políticas y económicas de imperia-
lismo con las que está vinculado.
En 1986,Alfred Crosby publicó un libro titulado Ecological Imperialism:
The Biological Expansion of Europe, 900-1900,en el que describía la des-
trucción –generalmente inadvertida– del medio ambiente indígena a través
de la colonización europea de gran parte del resto del mundo1. La intro-
ducción de la flora y la fauna del Viejo Mundo en el medio ambiente del
* Traducido por Emilia Castorina.
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IMPERIALISMO ECOLÓGICO:

LA MALDICIÓN DEL CAPITA L I S M O*

J O H N B E L L A M Y F O S T E R Y B R E T T C L A R K

E

n la primavera de 2003, Estados Unidos (EUA), con el apoyo de Gran Bretaña, invadió Irak, el país con la segunda reserva de petróleo más grande del mundo. EUA está hoy tratando de expandir la producción de petróleo iraquí mientras se asegura para sí mismo una posición dominante en el control mundial de este recurso decisivo para su estrategia geopolíti- ca y económica más general.Anteriormente, el mismo gobierno de EUA que invadió Irak se había retirado del Protocolo de Kyoto, que había sido diseñado para limitar el crecimiento de las emisiones de dióxido de carbo- no y otros “gases invernadero” responsables del calentamiento global –un fenómeno que amenaza todas las formas de vida tal como las conocemos. No es sorprendente entonces que en los últimos años haya aumentado la preocupación por el imperialismo ecológico, el cual se ha vuelto tan importante como las formas culturales,políticas y económicas de imperia- lismo con las que está vinculado. En 1986,Alfred Crosby publicó un libro titulado Ecological Imperialism: The Biological Expansion of Europe, 900-1900 , en el que describía la des- trucción –generalmente inadvertida– del medio ambiente indígena a través de la colonización europea de gran parte del resto del mundo^1. La intro- ducción de la flora y la fauna del Viejo Mundo en el medio ambiente del

  • Traducido por Emilia Castorina.

Nuevo Mundo produjo explosiones demográficas con efectos negativos sobre las especies nativas. Pero al tratar principalmente la cuestión de la “expansión biológica”sin ninguna vinculación directa con el imperialismo en tanto fenómeno político-económico, el análisis histórico de Crosby no tenía en cuenta el modo específico en que la ecología se relaciona con la dominación del centro de la economía mundial capitalista sobre la perife- ria, o con las rivalidades entre las potencias capitalistas. Como las enferme- dades infecciosas que mataron a decenas de millones de indígenas tras la lle- gada de Colón a América,el imperialismo ecológico funcionaba,en la lec- tura de Crosby, como una fuerza puramente biológica, como si fuera un simple “encuentro” entre regiones del mundo que habían estado hasta entonces separadas geográficamente. Las relaciones sociales de producción estaban fundamentalmente ausentes en esta interpretación histórica. La cuestión ecológica dentro del capitalismo es compleja y requiere de un análisis a nivel global. La degradación ecológica en este nivel universal está íntimamente relacionada con las divisiones dentro del sistema capitalis- ta mundial, lo cual se deduce del hecho de que la economía mundial está dividida en numerosos estados nacionales que compiten entre sí directa- mente y a través de sus corporaciones. El sistema capitalista también está dividido jerárquicamente entre un centro y una periferia de naciones que ocupan posiciones fundamentalmente diferentes en la división internacio- nal del trabajo, y en un sistema mundial de dominación y dependencia. Todo esto hace que el análisis del imperialismo ecológico sea lo sufi- cientemente complicado. Pero también ha dificultado su comprensión la falta de desar rollo de un materialismo ecológico como método de análisis del capitalismo dentro de la teoría marxista como un todo^2 .A pesar de esto, por mucho tiempo ha sido casi una obviedad –como Marx afirmaba en su propia obra– que las transferencias de valor económico están acompañadas de manera compleja por flujos “ecológico-materiales” reales que transfor- man las relaciones entre el campo y la ciudad,y entre las metrópolis globa- les y la periferia^3. El control de dichos flujos es una parte vital de la com- petencia entre centros industriales y financieros rivales. Por lo tanto, el imperialismo ecológico se presenta de diversas maneras,mediante el saqueo de recursos de ciertos países por otros y la consiguiente transformación de ecosistemas enteros de los cuales estados y naciones dependen; movimien- tos masivos de trabajo y población vinculados a la extracción y transferen- cia de recursos; la explotación de las vulnerabilidades ecológicas de ciertas sociedades para promover un mayor control imperialista;la descarga de des- echos ecológicos que amplía la brecha entre centro y periferia; y en con- junto, la creación de una “discontinuidad metabólica”global que caracteri-

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sio– debido a la exportación de comida y fibras a las ciudades. En vez de ser devueltos a la tierra, como en la producción agrícola tradicional, estos nutrientes esenciales eran transportados a cientos e incluso miles de kiló- metros,y terminaban como desechos contaminantes de las ciudades. Para el químico alemán Justus von Liebig, hasta la forma más avanzada de produc- ción agrícola capitalista de entonces,la agricultura británica,basada en tec- nologías más complejas y sofisticadas,no era más que un “sistema de robo”, dados sus efectos sobre la tierra^6. Como buen estudiante de Liebig y otros especialistas, Marx vio este antagonismo entre los hombres y la tierra como un problema fundamental. El capitalismo había creado, según él,una “escisión irreparable”en la “inter- acción metabólica” entre los seres humanos y la tierra.Y si bien era nece- saria una “restauración sistemática” de esta necesaria interacción metabóli- ca como una “ley reguladora de la producción social”, Marx entendía que dentro del capitalismo el crecimiento de la industria agrícola a gran escala y del comercio de larga distancia tendía (y todavía tiende) a intensificar y extender dicha escisión metabólica.Asimismo, la contracara de tanto des- perdicio de los nutrientes de la tierra era la contaminación de las ciudades^7. Marx entendía que tanto la acumulación originaria como la escisión metabólica implicaban aspectos globales fundamentales para comprender el desarrollo del capitalismo como sistema mundial. En sus célebres palabras:

El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruza- da de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la pobla- ción aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en un coto de caza de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de pro- ducción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria^8.

El genocidio de las poblaciones indígenas fue de la mano con la apro- piación de la riqueza del Nuevo Mundo. “Los tesoros capturados fuera de Europa mediante el saqueo no disimulado, la esclavización y los asesinatos, regresaban a la madre-patria y se transformaban allí en capital”. Se amasa- ron grandes fortunas gracias al robo de la riqueza natural de la periferia y la explotación de sus recursos ecológicos.En la India “los monopolios de la sal, del opio, del betel y de otras mercancías eran minas inagotables de riqueza”^9. En su célebre discurso sobre el libre comercio en 1848, Marx observaba:

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“Quizá ustedes crean caballeros, que la producción de café y azúcar es el destino natural de las Indias Occidentales.Dos siglos atrás,la naturaleza,que no se preocupaba por asuntos comerciales, no había plantado ni caña de azúcar ni árboles de café allí”^10.

La creación de dichos monocultivos para la exportación de cultivos comercializables a Europa –y las poblaciones trabajadoras esclavizadas o semi esclavizadas que los trabajaban– era producto del desarrollo de la eco- nomía mundial capitalista, donde se robaba abiertamente a la periferia en beneficio de los países centrales. En los términos de Eduardo Galeano en sus Venas Abiertas de América Latina ,

las plantaciones de monocultivo constituían un tamiz para vaciar la riqueza natural ...Cada región, una vez integrada al mercado mundial,experimen- ta un ciclo dinámico;luego decae por la competencia de productos substi- tutos,el agotamiento de la tierra,o el desarrollo de otras áreas en donde las condiciones son mejores.El impulso productivo inicial se desvanece con el paso de los años y der iva en una cultura de pobreza,subsistencia económi- ca y letargo ...Cuanto más se desea un producto en el mercado mundial, mayor es la miseria que lleva a los pueblos latinoamericanos cuyo sacrificio lo crea^11.

Pero el monocultivo tropical no era la única forma de imperialismo ecológico presente en el siglo XIX. La agricultura británica, basada en tec- nologías más complejas y sofisticadas –o la agricultura tempranamente industrializada– agotó los nutrientes de las tierras inglesas y luego buscó compensar esto robándoles a otros países los medios necesarios para reem- plazarlos. Marx estaba muy consciente de esto. Siguiendo a Liebig, Marx señalaba que la agricultura británica en realidad estaba importando tierra de otros países al transportar los nutrientes y otros fertilizantes naturales desde esos países a Inglaterra. En efecto, la agricultura británica se había vuelto dependiente de la importación de guano. Esto ilustra precisamente la “escisión” en el metabolismo natural que Marx identificó, como observa Jason Moore:

Con la transición al capitalismo tomó forma una nueva división del traba- jo entre el campo y la ciudad –a escala mundial y regional– por medio de la cual los productos del campo (especialmente, pero no sólo en las perife- rias) fluían hacia las ciudades, las cuales no tenían ninguna obligación de retornar los desechos al punto de producción.Así,los nutrientes eran extra- ídos de un ecosistema en la periferia y se transferían a otro en el centro.

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capitalistas industrializados^15. Hacia 1875, la inversión total de Inglaterra en la industria del nitrato en Perú llegó a un millón de libras. Gracias al comercio de guano y las minas de nitrato, la clase dominante peruana se enriqueció enormemente. Sin embargo, excepto por la cons- trucción de ferrocarriles,esta riqueza no se tradujo en desarrollo económi- co. De ahí que para el resto de la población el recurso del nitrato pronto se convirtió en una maldición.Perú se endeudó profundamente con los inver- sores británicos,hipotecando a futuro la exportación de guano. En 1875,en un intento por salir de la trampa de su deuda, impuso un monopolio de estado sobre las zonas de nitrato en Tarapacá y expropió las propiedades de los inversores privados (muchos de los cuales eran extranjeros, particular- mente británicos), a cambio de las cuales ofreció bonos del gobierno. Acto seguido, el gobierno peruano intentó regular la extracción de guano y nitrato para que no compitieran entre sí. Esto condujo a la Guerra del Pacífico (también conocida como la Guerra del Nitrato) que se desató cuatro años después de las expropiacio- nes del gobierno peruano, justo cuando Bolivia,violando un tratado ante- rior, intentó aumentarles a los intermediarios chilenos los impuestos a las exportaciones de su provincia de Atacama. Chile, respaldado por los inver- sores británicos, les declaró la guerra a Bolivia y a su aliado, Perú. Con un ejército mucho más moderno (una flota marítima construida en Inglaterra y una armada entrenada en Francia), Chile logró apoderarse rápidamente de la provincia boliviana de Atacama y el desierto peruano de Tarapacá, de donde nunca se fue.Antes de la guerra,Chile prácticamente no tenía cam- pos de nitrato ni depósitos de guano. Hacia fines de la guerra en 1883 se había apoderado de todas las zonas de nitrato de Bolivia y Perú y de la mayor parte de los depósitos costeros de guano del Perú^16. Antes de la gue- rra,los británicos controlaban el 13% de la industria del nitrato del Tarapacá peruano, e inmediatamente después de la guerra –gracias a la posesión chi- lena de la región– pasó a controlar el 34%, y hacia 1890 el 70%^17. Durante la investigación que hizo el congreso de EUA para esclarecer el rol de dicho país en el conflicto, el ex secretario de estado norteamericano, James G. Blaine, definió a la guerra sobre el guano y el nitrato como “nada más que eso... Una guerra inglesa en Perú, donde Chile fue sólo un instrumento ... Chile nunca hubiera ido a la guerra de no haber sido por el respaldo del capital británico, y nunca nada se exhibió tan descaradamente como cuan- do estos se dividieron el botín y los despojos”^18. Habiendo perdido sus dos fuentes principales de exportación,la econo- mía peruana colapsó inmediatamente después de la guerra.Como observa- ba el gran marxista peruano José Carlos Mariátegui,la derrota en la Guerra

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del Pacífico aumentó la dependencia peruana respecto del capital británi- co. “Poco después de la guerra, el g rupo capitalista que se había formado durante el periodo de producción de guano y nitrato reinició sus activida- des y retornó al poder. El contrato con la firma Grace, que aquél negoció, ratificó la dominación británica en Perú al entregar los ferrocarriles estata- les a los banqueros ingleses que hasta entonces habían financiado la repú- blica y sus extravagancias”^19. Ahora que el gobierno peruano ya no conta- ba con los mismos recursos para explotar, no le quedó otro remedio que pagar la deuda externa que aún lo agobiaba cediendo las vías de ferrocarril a los inversores británicos que habían apoyado clandestinamente la apro- piación de buena parte del territorio peruano y sus recursos naturales más valiosos. Según Bruce Farcau, los depósitos de guano y nitrato en Perú “al igual que el toque de Midas, resultaron ser una maldición disfrazada de ben- dición”, primero al crear una economía estructurada en la deuda, y luego por dar lugar a una guerra y la consiguiente pérdida de esos recursos^20. Como resultado de la apropiación de los territorios de nitrato en la Guerra del Pacífico, Chile habría de quedarse con la maldición del nitrato en las décadas siguientes. Europa todavía necesitaba guano y nitrato en grandes cantidades para mantener su producción agrícola,y pretendía con- trolar este comercio de manera imperialista a fin de beneficiar a sus propios capitalistas, explotando estos recursos ecológicos hasta su límite y transfi- riendo a granel la riqueza económica generada por ellos. En 1888, el pre- sidente de Chile, José Manuel Balmaceda, que había llevado adelante una serie de reformas modernizadoras que incluían obras públicas y subsidios a la educación, anunció que las zonas de nitrato chilenas debían ser naciona- lizadas mediante la formación de empresas chilenas, y así bloqueó la venta de los campos de nitrato estatales a los ingleses.Tres años después estalló una guerra civil en la que los inversores ingleses y extranjeros apoyaron y finan- ciaron a los oponentes de Balmaceda con dinero y armamento. La prensa en Londres caracterizó a Balmaceda (en un tono muy reconocible en nues- tros días) como “un dictador de la peor calaña”. Cuando el derrotado Balmaceda se suicidó en 1891, el embajador británico escribió a la canci- llería:“La comunidad británica no esconde su satisfacción por la caída de Balmaceda, cuya victoria eventual hubiera implicado serios daños a los intereses comerciales británicos”. Luego de la guerra civil,el control estatal de las industrias y la infraestructura económica chilena se extinguió rápida- mente en la medida en que los británicos extendieron sus inversiones. A principios de 1890, Chile entregaba tres cuartos de sus exportaciones totales a Inglaterra mientras que obtenía apenas la mitad de sus importa- ciones de esta,creando así una dependencia comercial con Inglaterra mayor

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mente más impotentes, en un blanco atractivo –política y militarmente– para las naciones dominantes.En el caso del petróleo, las naciones podero- sas no van a arriesgarse a que un recurso tan valioso esté bajo el control de un gobierno independiente, especialmente uno que podría perseguir polí- ticas que no coincidan con los intereses económicos de las grandes corpo- raciones transnacionales. Por lo tanto, gobiernos que exhiben una indepen- dencia excesiva pronto son derrocados,aún cuando sus sucesores sostengan un ambiente de cor rupción e inestabilidad política^23.

Hoy en día, la maldición del petróleo acecha también a los países ricos –su medio ambiente y sus economías– en la forma de calentamiento glo- bal o lo que podríamos llamar una escisión planetaria en la relación del hombre con los espacios comunes globales –la atmósfera y los océanos.Esta escisión ecológica planetaria, que surgió del funcionamiento mismo del sis- tema capitalista y su acompañante necesario el imperialismo, pese a tener resultados diversos en regiones específicas,ha conducido a una degradación ecológica de tal escala que amenaza con destruir todos los ecosistemas y especies existentes (incluyendo la especie humana).

LA DEUDA ECOLÓGICA

La movilización de oposición al imperialismo ecológico está teniendo lugar crecientemente a través del concepto de “deuda ecológica”.Acción Ecológica, la organización ecuatoriana que lidera la campaña referida a la deuda ecológica,la define en términos generales como “la deuda acumula- da por los países industriales del Norte respecto a los países del Tercer Mundo en términos de saqueo de recursos, daños ambientales y la ocupa- ción deliberada de espacios ambientales para depositar desperdicios tales como los “gases invernadero” de los países industriales”^24. Dar cuenta de la deuda ecológica invierte radicalmente la pregunta: “¿quién le debe a quién?” En este punto resulta fundamental analizar cómo el imperialismo ecoló- gico articula las interacciones sociales entre la naturaleza y la sociedad. La historia del saqueo y super-explotación de los pueblos puede ser vista como parte de una deuda ecológica más amplia. El capital sigue siendo el eje cen- tral, ya que los patrones de producción y consumo de los países capitalistas centrales son los responsables del deterioro ecológico del planeta^25. Los crí- ticos del Tercer Mundo sostienen que una amplia gama de actividades con- tribuye a la deuda ecológica: la extracción de recursos naturales; términos de intercambio desiguales; la degradación de la tierra y el suelo para cultivos

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de exportación; otros daños ambientales y contaminación no reconocidos causados por procesos extractivos y productivos; apropiación de conoci- miento ancestral; pérdida de biodiversidad; contaminación de la atmósfera y los océanos; introducción de químicos tóxicos y armas peligrosas; y la des- carga de desperdicios peligrosos en la periferia^26. Dentro de la discusión en torno a la deuda ecológica hay dos dimen- siones principales: (1) la destrucción y explotación socio-ecológica que tiene lugar en las naciones que están bajo influencia del imperialismo eco- lógico;y (2) la apropiación imperialista de los patrimonios globales y el uso desigual (explotación) de la capacidad de absorción de estos patrimonios. En su libro Hungry Planet , publicado por primera vez en 1965, Georg Borgstrom introdujo el concepto de “acres fantasmas” para ilustrar la dependencia británica de comida y materias primas de las zonas coloniales (o neo-coloniales) a fin de sustentar sus operaciones productivas,comercia- les y de consumo. El desarrollo del capital ha aumentado el nivel de deman- das impuestas al mundo entero. La “huella ecológica” de las naciones cen- trales continúa expandiéndose en la medida en que se agotan sus propias reservas materiales y energéticas así como las de otras naciones^27. Los ciclos de la deuda y las intervenciones militares mantienen las desigualdades glo- bales en la medida en que el Sur continúa subsidiando al Norte en térmi- nos de trabajo, bienes y recursos naturales. La extracción de materias pri- mas para la producción de mercancías está organizada en función de dar satisfacción a las demandas de los países del Norte, donde vive aproxima- damente el 25% de la población mundial pero que consume el 75% de los recursos globales^28. Durante siglos,los países centrales dependieron de mate- rias primas y mano de obra baratas de la periferia. El volumen de valor material y económico que se fuga del Sur crece progresivamente (el volu- men de exportaciones de Latinoamérica aumentó un 245% entre 1980 y 1995)^29 y, sin embargo, la deuda financiera de estas naciones crece sin cesar, exacerbadamente, por el aumento arbitrario en las tasas de interés. Al mismo tiempo, el capital monopólico que domina el mercado mundial tiende a sobrevalorar los productos de exportación de alto valor agregado de las industrias del Norte, desequilibrando aún más los términos comer- ciales internacionales^30. Las fuerzas imperialistas imponen regímenes de producción socio-ecoló- gicos en el mundo, profundizando así la división antagónica entre el campo y la ciudad, por un lado, y entre el Norte y el Sur, por otro. Los ecosistemas agrarios (de trabajo y naturaleza) se reestructuran y “reforman sistemática y racionalmente a fin de intensificar no sólo la producción de comida y fibra sino también la acumulación de riqueza” de la burguesía compradora y el

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ce establecido, acumula deuda de carbono, haciendo así un uso despropor- cionado del espacio ambiental que cor responde al patrimonio común para disponer de los desechos de carbono. Al determinar cómo calcular este índice de emisiones debemos tener en cuenta varias cosas.Ya en 1996 se lanzaron a la atmósfera aproximadamen- te 7 mil millones de toneladas métricas de carbono, de las cuales más del 50% corresponde a EUA y Europa.En segundo lugar, las emisiones de car- bono actuales superan la cantidad que el medio ambiente puede absorber. El PICC ha estimado que es necesaria una reducción de por lo menos un 60% en las emisiones de carbono respecto de los niveles de 1990 (hasta 2.800 millones de toneladas métricas) como para estabilizar o reducir el riesgo de cambio climático. Por todas estas razones se deduce que las naciones ricas industrializadas, cuyo producto excede por sí mismo la cantidad aceptable, deberían –desde un punto de vista moral– reducir su índice de emisiones. Como sugerían Agarwal y Narain en 1991, cualquier perspectiva justa y razonable para determinar cuánto carbono puede emitir una nación sin acumular deuda de carbono debe estar basada en un cálculo de emisiones per capita de poblacion^36. Andrew Simms y sus colegas han calculado que “en base al objetivo de estabilización climática de 1990, todos en el mundo tendrían un índice de uso permitido de carbono de 0,4 toneladas por año per capi- ta”^37. Pero en la medida que pasa el tiempo y la emisión y acumulación de gases continúa, ese índice de lo permitido se reduce. A este ritmo, el nivel permitido de uso de carbono será de sólo 0,2 toneladas por año. En este sentido, la inacción crea una situación cada vez más difícil para el futuro. De hecho, si las tendencias actuales continúan, el calentamiento global podría estar fuera de control, amenazando seriamente la sustentabilidad de la vida en la tierra. Una “escisión ecológica” puede ocur rir inesperadamente con soló unos pocos, si es que hubiera alguno, signos de alerta inmediata^38. Si traducimos a dólares el actual exceso de emisiones de carbono de los países del Norte,“tomando en cuenta la estrecha correlación histórica entre índices básicos de la actividad económica, el Producto Nacional Bruto (PNB) y emisiones de carbono”, la deuda ecológica de estos para con el Sur sólo en términos de emisiones de carbono alcanza una estimación de u$s 13 billones por año^39. Se calcula que la deuda ecológica anual que el Norte le debe al Sur, sin contar el impacto acumulativo, es de al menos tres veces la deuda financiera que el Sur actualmente “debe”al Norte. Pagar esta deuda implicaría cancelar todos los préstamos que han agobiado a las nacio- nes del Tercer Mundo, y les permitiría a estas también adoptar tecnologías más eficientes desde el punto de vista del uso de combustible.

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Pero el pago de esta deuda y el uso de nuevas tecnologías no resolverán en sí la crisis del carbono si la producción capitalista en el Sur continúa dándose de la misma forma en que se da en el Norte. Los que proponen esta deuda ecológica defienden, por lo tanto, un proceso de contracción y convergencia. En este escenario, las naciones ricas del Norte reducirían sus emisiones de carbono (y otros gases invernadero) hasta los niveles reco- mendados por el PICC, mientras que las naciones pobres del Sur estarían autorizadas a aumentar gradualmente sus emisiones en función del des- arrollo social y económico.Así,las naciones del mundo convergerían en un “reparto equitativo, aunque menor, per capita”^40. Pueden existir ciertas variaciones en el reparto dadas ciertas diferencias climáticas, pero las emi- siones per capita del mundo entero estarían dentro de estándares aceptables. Evaluar la degradación ecológica y las condiciones de la desigualdad inter- nacional en función del calentamiento global es sólo el primer paso para acceder a la deuda ecológica que se le debe al Sur. El océano, otro patrimo- nio de la humanidad, ha sido por mucho tiempo depositario de tóxicos y des- perdicios peligrosos, y su capacidad para absorber carbono está disminuyen- do. Además, la depredación de especies enteras de peces amenaza con alterar las relaciones metabólicas dentro del ecosistema oceánico. En verdad, es imposible dar cuenta en toda su extensión de los daños causados por el impe- rialismo ecológico, sobre todo si tomamos en consideración el saqueo histó- rico llevado a cabo durante siglos sobre la periferia mundial como resultado de la expansión económica de los estados capitalistas centrales. El movimiento de la deuda ecológica hoy lucha por la restauración y renovación de la naturaleza en términos globales.Y dado que la sustentabi- lidad ecológica es imposible sin un equilibrio social y económico, los acti- vistas de la deuda ecológica se enfrentan cada vez más con las fuerzas de la expansión capitalista y cuestionan la legitimidad del orden global. La con- centración de la riqueza está explícitamente vinculada al empobrecimiento y explotación de los pueblos y la naturaleza a lo largo y ancho del mundo. Un sistema de acumulación incesante y en escala creciente como nunca antes –y de consumo sin límites– bien puede reconocerse como una ten- dencia al suicidio. Detener la destrucción causada por el imperialismo eco- lógico es la única solución para este problema global. Es necesario, enton- ces,transformar las relaciones socio-ecológicas de producción.Los espacios verdes globales,donde los desperdicios deberían ser absorbidos,están sobre- cargados y totalmente desbordados.Para desafiar al imperialismo ecológico, Acción Ecológica insiste en que “es tiempo de cerrar la canilla” para evitar la “fuga de energía, recursos naturales,comida,mano de obra barata y recur- sos financieros desde el Sur hacia el Norte”^41.

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fera– causada desproporcionadamente por los países ricos, le ha dado un nuevo sentido práctico al concepto de imperialismo ecológico. Esta antigua lucha se ha asociado hoy con una forma organizada de resistencia centrada en la necesidad de anteponer la deuda ecológica de los países ricos a la deuda financiera de los países pobres. Más aún, esta lucha inmediata pone al descubierto la maldición ecológica más amplia del capitalismo. El desarrollo económico del capitalismo siempre ha acarreado degradación social y ecológica como su contracara:como afirmaba Marx,la degradación del trabajo va acompañada por la degradación del planeta.Además,el impe- rialismo ecológico ha implicado que las peores formas de destrucción eco- lógica en términos de saqueo de recursos, destrucción de relaciones sus- tentables con la tierra, y descarga de desperdicios, caen mucho más en la periferia que en los países centrales.Esta relación no ha cambiado en lo más mínimo a lo largo de los siglos como lo demuestran las guerras del guano y el nitrato de fines de siglo XIX y las guerras del petróleo (y el poder geo- político a obtener mediante el control del petróleo) de fines del XX y prin- cipios del XXI. Por su propia naturaleza, este proceso tiende a empeorar. El capital de fines del siglo XX y principios del XXI tropieza con barreras ecológicas a nivel de la biosfera que no pueden superarse, como sucedía anteriormente, mediante el “arreglo espacial”de la explotación y expansión geográficas.El imperialismo ecológico –el crecimiento del centro del sistema a tasas insus- tentables mediante la continua degradación ecológica de la periferia– está generando un conjunto de contradicciones ecológicas a escala planetaria que ponen en peligro la biosfera en su totalidad. Sólo una solución social revolucionaria que resuelva la escisión entre las relaciones ecológicas a esca- la mundial y su relación con las estructuras globales del imperialismo y la desigualdad puede ofrecer alguna esperanza genuina de trascender esas con- tradicciones.Hoy más que nunca el mundo necesita aquello por lo que los primeros pensadores socialistas, incluyendo a Marx, luchaban: la organiza- ción racional del metabolismo del hombre con la naturaleza por medio de productores asociados libremente. La maldición fundamental a ser exorci- zada es el capitalismo mismo.

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NOTAS

1 Alfred W. Crosby, Ecological Imperialism: The Biological Expansion of Europe , Cambridge: Cambridge University Press, 1986. 2 La importancia del materialismo ecológico ha sido resaltada en John Bellamy Foster, Marx’s Ecology: Materialism and Nature , New York: Monthly Review Press, 2000. 3 Para un análisis mas detallado de la relación entre los flujos ecológico- materiales (expresados en términos de valores de uso) y los flujos de valor en el análisis de Marx, ver Paul Burkett, Marx and Nature , New York: St. Martin’s Press, 1999. 4 Karl Marx, El Capital , Vol. 1, p. 896; “Malthus to Ricardo” (17/08/1817), en David Ricardo, Works and Correspondence , Cambridge: Cambridge University Press, 1952,Vol. 7, p. 175. 5 Karl Marx, Early Writings , New York:Vintage, 1974, pp. 318-19. 6 Para una mayor elaboración del argumento de Liebig y su influencia sobre Marx, ver John Bellamy Foster,“The Communist Manifesto and the Environment”, Socialist Register 1999 , London: Merlin, 1999, p.

7 En base a estas observaciones,Marx desarrolló la visión de una relación sustentable entre el hombre y la naturaleza (que fuera mas allá de la cuestión de la tierra) –una relación que debía ser gobernada por el principio del mantenimiento (y mejoramiento) del medio ambiente por el bienestar de las generaciones futuras. Así lo expresaba en un famoso pasaje de El Capital. 8 Marx, El Capital , Tomo I, Vol. 3, México: Siglo Veintiuno Editores, 1992, p. 939. 9 Ibíd., pp. 941-942. 10 Karl Marx, The Poverty of Philosophy , New York: International Publishers, 1963, p. 223. 11 Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina , Buenos Aires: Catálogos, 2002. 12 Jason W. Moore, “Environmental Crisis and the Metabolic Rift in World-Historical Perspective”, Organization & Environment , 13(2), 2000, p. 124. 13 Galeano, Las venas abiertas de América Latina , pp. 192- 14 Bruce W. Farcau, The Ten Cents War:Chile, Peru and Bolivia in the War of the Pacific, 1879-1884, Westport, Connecticut: Praeger, 2000,pp. 8-10; William Jefferson Davis, Tacna and Arica , New Heaven:Yale University Press, 1931, pp. 27, 34-37.

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Underdevelopment in Latin America , New York: Monthly Review Press, 1969, pp. 73-93; Evans, Chile and its Relations with United States ; Monteon, Chile in the Nitrate Era ; J.R. McNeil, Something New Under the Sun , New York:W.W. Norton, 2000, pp. 24-25. Durante los even- tos que condujeron a la guerra civil en Chile, la política exterior nor- teamericana, dirigida por Blaine, que era nuevamente secretario de Estado, simpatizaba con Balmaceda, cuyo nacionalismo era visto como una restricción al poder británico. 22 Ver John Bellamy Foster y Fred Magdoff, “Liebig, Marx and the Depletion of Soil Fertility: Relevance for Today’s Agriculture”, en Fred Magdoff, John Bellamy Foster y Frederick H. Buttel, eds., Hungry for Profit , New York: Monthly Review Press, 2000. p. 54; National Public Radio,“The Tragedy of Fritz Haber”(11/07/2002) <www.npr.org/pro- grams/mornings/features/2002/jul/fritzhaber> (acceso 17/06/2003). 23 Michael Perelman, “Myths of the Market: Economics and the Environment”, Organization & Environment , 16(2), 2003, pp. 199-202. 24 Acción Ecológica,“Ecological Debt: South Tells North ‘Time to Pay Up’” (6/03/2003)<www.cosmovisiones.com/DeudaEcologica/ a_time- topay.html> 2003. 25 Aurora Donoso, “Who Owes Who?: Collecting the Ecological Debt” (6/03/ 2003) <www.Brisbane.foe.org.au/eco_debt.htm> 2003. 26 Acción Ecológica,“No More Plunder, They Owe Us the Ecological Debt!” (6/03/2003) <www.cosmovisiones.com/DeudaEcologica/ a_verde78in.html> 1999. 27 Georg Borgstrom, The Hungry Planet , New York: The Macmillan Company, 1965; Mathis Wackernagel y William Rees, Our Ecological Footprint , Gabriola Island, British Columbia: New Society, 1996; Richard York, Eugene A. Rosa y Thomas Dietz, “Footprints on the Earth”, American Sociological Review , 68 (Abril) 2003,pp. 279-300. 28 Donoso, “Who Owes Who?”. 29 Aurora Donoso,“No More Looting!:Third World Owed an Ecological Debt” (06/03/2003) <www.cosmovisiones.com/DeudaEcologica/ a_looting.html> 2000. El aumento es medido en términos de volu- men y no de precio debido a la tendencia decreciente de los precios de los bienes del Sur. 30 Paul A.Baran y Paul Sweezy, Monopoly Capital:An Essay on the American Economic and Social Order , New York: Monthly Review Press, 1966. 31 Donald Wo rs t e r, “Transformations on the Earth: Towards an Agroecological Perspective in History”, The Journal of American History , 76(4), 1990, pp. 1087-1106.

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32 Josue de Castro, The Geography of Hunger , Boston: Little, Brown and Company, 1952, pp. 7, 212. 33 Sobre la discusión en torno a los patrimonios universales y las luchas para preservar el medio ambiente de las intrusiones capitalistas, ver The Ecologist, Whose Common Future? Reclaiming the Commons , Philadelphia: New Society Publishers, 1993. 34 Andrew Simms, Aubrey Meyer y Nick Robins, Who Owes Who? Climate Change, Debt, Equity and Survival (6/03/2003) <www.jubi- l e e 2 0 0 0 u k. o r g / e c o l ogi c a l _ d e b t / R e p o rt s / W h o _ owe s _ w h o. h t m >

35 John Bellamy Foster, Ecology against Capitalism , New York: Monthly Review Press, 2002,pp. 21, 64. 36 Acción Ecológica,“Trade, Climate Change and the Ecological Debt” (6/03/2003) <www.cosmovisiones.com/DeudaEcologica/a_verde- trade.html> 2000;Anil Agarwal y Sunita Narain, Global Warming in the Unequal World:A Case of Environmental Colonialism , New Delhi:Centre for Science and Environment, 1991. Mientras los niveles de eficiencia varían entre los países, aquellos más pobres son los usuarios más efi- cientes de energía en términos de PBI (GDP). Ver Simms, Meyer y Robins, Who Owes Who? y Tom Athanasiou y Paul Baer, Dead Heat: Global Justice and Global Warming , NewYork:Seven Stories Press,2002. 37 Simms, Meyer y Robins, Who Owes Who? 38 Ver Marten Scheffer, Steve Carpenter, Jonathan A. Foley, Carl Folke y Brian Walker, “Catastrophic Shifts in Ecosystems”, Nature , 403, 2001, pp. 591-596 y Roldan Muradian,“Ecological Thresholds: A Sur vey”, Ecological Economic , 38, 2001, pp. 7-24. 39 Se ha establecido una relación tal que u$s 3.000 del PBI producen una promedio de una tonelada de emisiones de carbono.Ver Simms,Meyer y Robins, Who Owes Who? y Acción Ecológica, “Trade, Climate Change and the Ecological Debt”. 40 Athanasiou y Baer, Dead Heat , p. 84.Ver también Andrew Simms, An Environmental War Economy:The Lessons of Ecological Debt and Global Warming , London: New Economic Foundation, 2001 y Acción Ecológica,“Ecological Debt”. 41 Acción Ecológica,“No More Plunder”. 42 <www.globalclimate.org.> (acceso 12/06/2003).