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El Amor: Desde la Pasión a la Libertad, Assignments of Philosophy

Este texto reflexiona sobre el amor, su significado, la diferencia entre el amor al prójimo y el erótico, y cómo la imaginación humana transforma el sexo en erotismo y el amor en poesía. Se analizan las opiniones de filósofos como schopenhauer y octavio paz.

Typology: Assignments

2019/2020

Uploaded on 09/10/2020

Imario.Roberto
Imario.Roberto 🇬🇧

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Tradicionalmente, los filósofos ensalzan la razón y el desinterés para que sus
reflexiones sean los más objetivos posibles. Es por ello que el amor, que provoca
mucha pasión, no tiene tan buena reputación. Si pides a un filósofo su opinión sobre
el amor, lo más probable es que responda con cierto desprecio o desdén. Pero si
pides su opinión el 14 de febrero es casi imposible que resista la tentación de
volverse totalmente cínico al respecto. En este momento, oigo Schopenhauer
llamando mi nombre desde el librero: “Darin, Darin, baja mi libro del estante, yo te
ayudo hacer tu vídeo”. Es difícil resistir la tentación ya que este día sólo sirve para
poner en relieve la total comercialización e infantilización del amor en nuestra
sociedad. Todos lo sabemos y sería fácil que me quejara de ello, pero . . . no – tengo
otra cosa en mente.
Empiezo con una historia. Me gustan las historias de cómo parejas se
conocieron. En el caso de mis padres, mi abuela paterna vendía productos de
belleza de puerta en puerta. Un día mi padre la acompañó y en cierta casa tocaron la
puerta y contestó una chava que era mi madre. Y el resto, como quien dice, es
historia. Una larga historia, de hecho, llevan 53 años de casados! 53 años. Me
pregunto si eso todavía es posible hoy en día. La verdad, no creo, o al menos es
mucho menos probable. ¿Por qué ha durado tanto el matrimonio de mis padres?
Posiblemente porque son católicos y de acuerdo con su fe el divorcio no es una
opción. Aunque quizá fue por los hijos, o por la inercia, porque ya se habían
acostumbrado el uno al otro. Puede que todas estas razones influyeron un poco,
pero yo quiero creer que fue por el amor, por cursi que suene. ¿Qué entiendo por
amor? Me acerco a una respuesta con el siguiente dato.
Mucha gente que se casan, sea en la iglesia o no, leen en su boda unas
palabras de una epístola que San Pablo escribió a una comunidad de cristianos en
Corintio. Ahí dice: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor
no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor”. Lo que se traduce como “amor” es la palabra griega
“ágape”, lo cual es correcto, pero la palabra “filia” y “eros” se traducen como amor
también, de modo que se pierden matices. Algunas traducciones de la Biblia
traducen ágape, en esa epístola de San Pablo, como “caridad” en vez de “amor”. Eso
me parece muy sugerente. Caridad en este contexto no tiene el sentido
contemporáneo de donar dinero o ropa a los pobres, sino de ocuparse del otro, del
prójimo, de querer el bien para él, de ser compasivo y solidario con el otro.
¿Es ese amor al prójimo, el ágape, lo que conmueve a los novios en la boda?
¿No es más bien el eros, esa intensa atracción loca que uno siente no por cualquiera
sino por alguien en particular? Pues, sí, pero no del todo; es que es más complicado
que el uno o el otro. El ágape y el eros se distinguen en su aplicación o extensión, el
uno capaz de aplicarse a cualquiera y el otro, el eros, a uno solo o a muy pocos. Sin
embargo, al combinar los dos, al tratar con caridad el objeto de atracción erótica,
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Tradicionalmente, los filósofos ensalzan la razón y el desinterés para que sus reflexiones sean los más objetivos posibles. Es por ello que el amor, que provoca mucha pasión, no tiene tan buena reputación. Si pides a un filósofo su opinión sobre el amor, lo más probable es que responda con cierto desprecio o desdén. Pero si pides su opinión el 14 de febrero es casi imposible que resista la tentación de volverse totalmente cínico al respecto. En este momento, oigo Schopenhauer llamando mi nombre desde el librero: “Darin, Darin, baja mi libro del estante, yo te ayudo hacer tu vídeo”. Es difícil resistir la tentación ya que este día sólo sirve para poner en relieve la total comercialización e infantilización del amor en nuestra sociedad. Todos lo sabemos y sería fácil que me quejara de ello, pero... no – tengo otra cosa en mente. Empiezo con una historia. Me gustan las historias de cómo parejas se conocieron. En el caso de mis padres, mi abuela paterna vendía productos de belleza de puerta en puerta. Un día mi padre la acompañó y en cierta casa tocaron la puerta y contestó una chava que era mi madre. Y el resto, como quien dice, es historia. Una larga historia, de hecho, llevan 53 años de casados! 53 años. Me pregunto si eso todavía es posible hoy en día. La verdad, no creo, o al menos es mucho menos probable. ¿Por qué ha durado tanto el matrimonio de mis padres? Posiblemente porque son católicos y de acuerdo con su fe el divorcio no es una opción. Aunque quizá fue por los hijos, o por la inercia, porque ya se habían acostumbrado el uno al otro. Puede que todas estas razones influyeron un poco, pero yo quiero creer que fue por el amor, por cursi que suene. ¿Qué entiendo por amor? Me acerco a una respuesta con el siguiente dato. Mucha gente que se casan, sea en la iglesia o no, leen en su boda unas palabras de una epístola que San Pablo escribió a una comunidad de cristianos en Corintio. Ahí dice: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor”. Lo que se traduce como “amor” es la palabra griega “ágape”, lo cual es correcto, pero la palabra “filia” y “eros” se traducen como amor también, de modo que se pierden matices. Algunas traducciones de la Biblia traducen ágape, en esa epístola de San Pablo, como “caridad” en vez de “amor”. Eso me parece muy sugerente. Caridad en este contexto no tiene el sentido contemporáneo de donar dinero o ropa a los pobres, sino de ocuparse del otro, del prójimo, de querer el bien para él, de ser compasivo y solidario con el otro. ¿Es ese amor al prójimo, el ágape, lo que conmueve a los novios en la boda? ¿No es más bien el eros, esa intensa atracción loca que uno siente no por cualquiera sino por alguien en particular? Pues, sí, pero no del todo; es que es más complicado que el uno o el otro. El ágape y el eros se distinguen en su aplicación o extensión, el uno capaz de aplicarse a cualquiera y el otro, el eros, a uno solo o a muy pocos. Sin embargo, al combinar los dos, al tratar con caridad el objeto de atracción erótica,

nace el amor en su sentido pleno. Al menos, eso es lo que quiero pensar. En su maravilloso libro La llama doble , Octavio Paz, aunque no hable de la caridad, nos enseña cómo sucede esto. Antes de seguir, se me vino a la mente lo que dice Schopenhauer sobre el amor (sí, ¡sigue llamándome desde el estante!), a saber, que en términos generales el amor es un gran ardid de la naturaleza, es decir, que no es más que un medio para juntar a dos personas para propagar la especie. No somos más que juguetes de la famosa Voluntad schopenhaueriana. Puede que pienses que esa Voluntad sea un excesivo producto de la imaginación metafísica de Schopenhauer. Pero no. Una forma de visualizarlo concretamente es pensar en la entropía. 99.9999 quien sabe cuantos nueve por ciento del cosmos está regido por la segunda ley de la termodinámica, es decir, por la pérdida de energía y orden. La flecha de esa dinámica es inexorable, menos en algunas cuantas motas esparcidas en la inmensa oscuridad donde hay vida biológica. En esas remotas y pequeñas islas en el cosmos la flecha va en sentido contrario, hacia la evolución y el desarrollo, la diferenciación y diversificación de organismos y especies. Muchos de esos organismos se reproducen de forma asexual, y algunos - los animales y algunas plantas - lo hacen sexualmente. Como los demás animales, tenemos que reproducirnos para sobrevivir como especie. En ello participamos en el eterno y ciego devenir de la Voluntad, como decía Schopenhauer, sin embargo lo hacemos con un estilo sin paralelo en el cosmos. Lo que en este contexto nos distingue realmente de los demás animales no es la racionalidad, sino la imaginación. Con la imaginación, el hombre transforma el sexo en erotismo. El hombre es un animal erótico. El ser humano utiliza la imaginación no sólo con el sexo sino con toda una gama de fenómenos, transformando algo en estético o artístico. El lenguaje, por ejemplo, al igual que el sexo, se transfigura estéticamente con la imaginación. La finalidad del sexo, biológicamente, es la procreación, y la del lenguaje es la comunicación. Mediante la imaginación, uno se transforma en erotismo y el otro en poesía. Dice Octavio Paz que el erotismo es una poesía del cuerpo, y la poesía un erotismo del lenguaje. Dijimos que la finalidad del sexo como tal es la procreación; la del erotismo es el placer. Al ser mediado por la imaginación, este placer no es simplemente fisiológico, sino estético, proveniente de la dimensión psíquica y entrelazado con lo simbólico y lo cultural. Sin embargo, lo que tienen en común el sexo y el erotismo es el cuerpo. Es en este punto donde el fenómeno del amor surge, formando el ápice del fenómeno humano. Donde la materia del erotismo es el cuerpo, la del amor es el alma. Paz dice que el erotismo es una poesía del cuerpo, pero no extiende el lenguaje metafórico al amor. No dice “el amor es un X del alma”. A lo mejor no se le ocurrió una buena metáfora, no sé. En todo caso, a mí tampoco. No obstante, está

que uno ve ahí? Página tras página de perfiles, de fotos de personas. Uno se para en un perfil, y piensa que está bien, o al menos no está mal, pero luego dicen “a lo mejor el amor de mi vida esté en la siguiente página”, entonces siguen. Lo que está ausente aquí es el aspecto involuntario que menciona Paz. Si uno está en control, la única elección que puede haber es entre diferentes personas, personas que, al menos en el entorno digital, se tratan como objetos. Nuestra forma de entender la elección indica un apetito por la posesión, pero la elección de la que habla Paz transforma ese apetito en una especie de renuncia, en un rendirse ante el otro. Esto es muy parecido a la actitud de fe, de fe en lo absurdo, que comenta Kierkegaard en la esfera religiosa. La posesión del otro niega la libertad de ese otro, reduciéndolo a un objeto. El amor, en cambio, es cuando uno elige libremente el destino que le ha tocado en la forma de esa persona singular, y eso puede suceder si uno rechaza la posesión a favor de una negación de la propia soberanía de uno. Como dice Paz de forma tan bella: “El amor es un accidente que nuestra libertad transforma en una elección”. Y con esto vuelvo a mi reflexión sobre la epístola de San Pablo y la traducción de ágape como caridad. Por un lado, creo que me gusta esa traducción porque la palabra “amor” es tan abusada y sobre cargada de sentido que se presta a entender desde la relación de uno con Dios hasta con el chocolate por el otro extremo. Lo que yo entiendo por amor va muy de la mano con lo que dice Octavio Paz y se hace más explícito con la palabra “caridad”. Sí, caridad o ágape tiene ese sentido de amor al prójimo, de ser solidario y compasivo con el otro, con cualquier otro, pero al aplicarse a esa persona singular con la que te comprometes, sucede algo especial. Recurro a la famosa dialéctica del amo y el esclavo de Hegel para explicar lo que quiero decir. El amo quiere que el otro le reconozca y para ello lo domina, lo posee, convirtiéndolo en esclavo, o siervo más bien. Como famosamente revela la dialéctica, el amo no recibe ese reconocimiento porque al haber rebajado al otro a un nivel inferior, su reconocimiento carece de valor. El siervo, en cambio, al someterse al amo y obedecerlo, encuentra en el trabajo que está obligado a hacer, cierta agencia y autonomía. Es decir, mediante su servidumbre, el siervo cobra una humanidad de la que el amo, por su afán de dominio, ni se da cuenta. El siervo fue obligado a someterse, a negar su soberanía como diría Paz, pero a lo que voy es que en el amor entre dos personas ésa es una actitud que uno puede tomar de forma voluntaria. Para mí, el amor, cuando los dos hacen eso, es como una mutua servidumbre que en vez de rebajar al otro cultiva y posibilita la libertad y autonomía de cada uno. Eso es el verdadero reconocimiento, y ahora veo que en vez de fuerzas sociales o ideologías religiosas, que eso es lo que está detrás un matrimonio de 53 años. Feliz día del amor y la amistad!