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Este ensayo explora la relación entre el cristianismo y la política, analizando la postura de jesús frente a la intervención del estado y la vida social. Se discute la dicotomía izquierda-derecha en el contexto del cristianismo, examinando las diferentes perspectivas y argumentos de ambos lados. El documento destaca la importancia de la participación cristiana en la política, sin limitarse a una posición específica, y enfatiza la necesidad de buscar la verdad en las escrituras.
Typology: Essays (university)
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poseemos doble ciudadanía. Aspiramos a ser algún día ciudadanos del reino de los cielos, pero ya somos ciudadanos de esta tierra. Compartimos igualdad de derechos y deberes ante el estado como todos los demás. Ni más ni menos. Poseemos el derecho y el deber de participar en los procesos que nos afectan. Eso incluye la política, la del estado y colectividades. Tenemos el derecho de manifestar nuestras convicciones y que seamos escuchados con el mismo respeto con que escuchan a otros. No sólo esperamos que se nos escuche sino que exigimos que se tome en cuenta lo que expresamos, particularmente a la hora de la creación de proyectos de ley. De lo contrario seremos ciudadanos de segunda clase, obligados a sostener un estado, que a su vez atente contra nosotros. Ante un contexto político tan turbulento y convulso como el actual, además de las guerras y conflictos, surge la interrogativa de que postura debería asumir el sector cristiano al momento de ejercer su derecho al voto ¿debe votar por un partido de izquierda o derecha? ¿Que nos dice las escrituras acerca de estas corrientes ideológicas? ¿Cómo surgieron?. Para comprender el origen de esta distinción es necesario remontarnos al período de la Revolución Francesa en el siglo XVIII. En ese momento, la asamblea nacional constituyente se reunía para redactar una nueva constitución para Francia. Durante las discusiones y debates, los diputados comenzaron a agruparse según sus posturas políticas y se ubicaban en diferentes lugares del salón de sesiones. Aquellos que apoyaban la monarquía y las instituciones tradicionales se sentaban a la derecha del presidente de la asamblea, mientras que aquellos que abogaban por cambios radicales y una mayor igualdad social se ubicaban a la izquierda. Esta división inicial entre derecha e izquierda se basaba en las posturas políticas y sociales de la época. Los conservadores y aristócratas se alineaban con la derecha, defendiendo la propiedad privada, la
jerarquía social y la monarquía. Por otro lado, los revolucionarios y defensores de los derechos del pueblo se agrupaban en la izquierda, luchando por la igualdad, dependencia del estado y la democratización del poder. Durante el siglo XX, con el ascenso de los regímenes totalitarios de izquierda y derecha, como el comunismo en la Unión Soviética y el fascismo en Italia , la distinción política entre izquierdas y derechas adquirió nuevas dimensiones. La Guerra Fría polarizó aún más esta división, con el mundo dividido entre bloques capitalistas liderados por Estados Unidos y bloques comunistas liderados por la Unión Soviética. A medida que avanzaba el siglo XX, la distinción entre izquierdas y derechas se volvió más compleja y diversa. Surgieron nuevas ideologías políticas que desafiaban la tradicional división binaria, como el progresismo, el feminismo y el populismo. A su vez, el neoliberalismo y la globalización económica influyeron en la reconfiguración de las posturas políticas y la aparición de nuevos movimientos. Los cristianos, en cuanto al pensamiento político, pueden ser presa del efecto del péndulo. Consiste en excederse de los extremos o mantenernos en uno de estos, llegando a pensar que toda la política mundial cabe en dos términos; izquierda o derecha. La izquerda suele defender una mayor intervención del estado en la economía y en la vida social, promover políticas redistributivas y progresistas. Por otro lado la derecha tiende a defender una menor intervención del estado, promover la libre empresa, la propiedad privada, reducción de impuestos, así como defender los valores tradicionales y seguridad nacional. Estas descripciones son generales pues la realidad política es mucho más compleja. Es importante señalar que existen corrientes que se ubican en un espectro intermedio, con cierta inclinación hacia alguno de los lados, o que promulgan visiones distintas sobre el papel del estado en la economía, derechos individuales, igualdad social y otros temas. Los cristianos han de participar en política como parte de la dimensión social de su fe. No pueden ser neutrales, porque la neutralidad no existe. No hacerlo es falta de compromiso con el destino de la sociedad. Esto no implica que toda persona ha de militar en un partido político, pero no puede ser ajena a discernir a quien escoger en cada contienda electoral. Pero aquí surge la interrogante que encabeza esta reflexión: los cristianos han de ser ¿de
le llama semillas de la razón: “Porque todos los escritores pudieron ver por la semilla de la razón, íntimamente inherente a los mismos, la verdad, pero con alguna oscuridad. Tanto la izquierda como la derecha tienen políticas que apuntan a la verdad. Al ser sistemas concebidos por hombres, son sistemas falibles, sujetos a una revisión, pero no una revisión política, sino una revisión a luz de las escrituras. Porque debe ser la norma de fe la que informe cómo hacer la política, no la política la que informe cómo hacer norma de fe. Es razonable que los cristianos tengan preferencias políticas y económicas, son muchos los factores que pueden influir para inclinar la balanza hacia una lado en particular. Pero encima de eso, debe prevalecer las escrituras, llegando a los tuétanos, informando a ambos lados, sacándolos de la confrontación y los extremos. Porque no importa qué tan distantes estén los extremos, no lo serán tanto para que Dios no pueda alcanzarlos con su gracia. Jesús tuvo como discípulos a Mateo, un burócrata, recaudador de impuestos para las romanos y por otro lado a Simón, un zelote, según algunos académicos, fue miembro del grupo revolucionario, político-nacionalista que buscaba derrocar a los romanos. Jesús reconcilia lo irreconciliable, nos reconcilia con el Padre trazando un camino que es Él mismo. Nos hizo ministros de reconciliación. En el grupo de los doce dicípulos se econtraban pescadores, artesanos, un zelote y un publicano. Cristo no es exclusivo de una etnia, de una denominación, mucho menos de un partido o posición política, la multiforme gracia de Dios es capaz de hacer de todos uno. Un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. La iglesia se enfrenta a grandes retos en cuanto al progresismo y su agenda de igualdad de género, el matrimonio igualitario, el aborto, la eutansia, el transhumanismo, la legalización de las drogas y la disolución de fronteras. Debemos unirnos en las doctrinas primarias para presentar defensa del evangelio contra agendas que intentan socavar la verdad de Dios. Los cristianos podemos diferir en cuanto a quién se sienta en la silla ejecutiva o presidencial, pero no en cuanto a quién está sentado en el trono eterno. La cosmovisión cristiana no es blanco y negro, tiene matices pero todos los tonos apuntan a la luz admirable. Seamos de izquierda, centro, derecha o apáticos a la política, debemos oponernos a la corrupción, las dictaduras, las injusticias
y el abuso de los más vulnerables, no importando de qué lado del espectro surjan. Nuestra defensa es hacia la verdad del evangelio, no hacia un candidato político, partido o ideología en particular. Nuestra lealtad debe ser exclusiva al Rey de reyes. Pablo, el apóstol, escribe en su carta a la iglesia de Colosas lo siguiente: “Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Coloquen la mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes también serán manifestados con Él en gloria.” (Col 3:1- 4 ). Los colosenses estaban confundidos en cuanto a quién era Jesús, los falsos maestros de la época promovían su propia cuota de judaísmo, gnosticismo o paganismo, según a quién se escuchara. Pablo invita a los creyentes a fijar su mirada no en lo que ofrecen los extremos o las ideologías de la época, sino en lo que proviene de arriba, en quién vino, volvió y regresará. El texto aplica a nosotros en colocar nuestra mirada no en quien está sentado en el hemiciclo, congreso o ejecutivo, sino en quien está sentado a la diestra del Padre, en el lugar de máximo honor. Cristo volverá y no importa quién esté gobernando, toda lengua confesará que Jesús es el Señor. El rey justo volverá y allí descansa nuestra esperanza.