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Ciudadania y nacion: Debates sobre los derechos reproductivos en Puerto Rico, Essays (university) of Human Rights

contraception, sterilization, reproductive rights in Puerto Rico

Typology: Essays (university)

2022/2023

Uploaded on 02/27/2023

ElizabethCrespo
ElizabethCrespo 🇺🇸

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Ciudadanía y naCión: debates sobre los dereChos reproduCtivos en puerto riCo
Ciudadanía y nación:
debates sobre los
derechos
reproductivos en
Puerto Rico1
Elizabeth Crespo Kebler
Departamento de Sociología y Antropología
/
Programa de Estudios de la Mujer /
Centro para el Estudio de la Raza y el Géne-
En este trabajo analizo las maneras en que
las organizaciones feministas en Puerto Rico han articulado sus
reclamos de poder político y un concepto de ciudadanía que inclu-
ya a las mujeres. Examino cómo se incorporaron los conceptos de
nación y ciudadanía a los discursos feministas en torno al aborto
y a la esterilización, así como también las formas en que éstos
reafirmaron y/o desconstruyeron conceptos de poder político
propios del nacionalismo, el colonialismo y el patriarcado.
Los reclamos de ciudadanía se formulan en Puerto Rico des-
de varias perspectivas. Desde el punto de vista de los discursos
nacionalistas, el principal problema de ciudadanía en la sociedad
contemporánea es el status colonial de Puerto Rico como resultado
de la invasión norteamericana a la Isla. Las principales manifes-
taciones de este status colonial en los discursos nacionalistas que
examino aquí son la falta de poderes políticos para la toma de
decisiones en los asuntos locales, así como el genocidio físico y
cultural de los puertorriqueños y las puertorriqueñas.
Las organizaciones feministas presentaron perspectivas
sobre la ciudadanía que los discursos nacionalistas no habían
contemplado. En la década de los setenta, el activismo feminista
incorporó la noción de que la completa e igual participación de
la mujer en la vida pública, no es posible sin tomar en cuenta
Crespo Kebler, Elizabeth. ‘Ciudadanía y nación: debates sobre los derechos reproductivos en Puerto Rico.’
Revista de Ciencias Sociales- Nueva Época 10 (2001): 57-84.
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C iudadanía y naCión : debates sobre los dereChos reproduCtivos en puerto riCo

Ciudadanía y nación:

debates sobre los

derechos

reproductivos en

Puerto Rico

1 Elizabeth Crespo Kebler Departamento de Sociología y Antropología / Programa de Estudios de la Mujer / Centro para el Estudio de la Raza y el Géne-

En este trabajo analizo las maneras en que

las organizaciones feministas en Puerto Rico han articulado sus reclamos de poder político y un concepto de ciudadanía que inclu- ya a las mujeres. Examino cómo se incorporaron los conceptos de nación y ciudadanía a los discursos feministas en torno al aborto y a la esterilización, así como también las formas en que éstos reafirmaron y/o desconstruyeron conceptos de poder político propios del nacionalismo, el colonialismo y el patriarcado. Los reclamos de ciudadanía se formulan en Puerto Rico des- de varias perspectivas. Desde el punto de vista de los discursos nacionalistas, el principal problema de ciudadanía en la sociedad contemporánea es el status colonial de Puerto Rico como resultado de la invasión norteamericana a la Isla. Las principales manifes- taciones de este status colonial en los discursos nacionalistas que examino aquí son la falta de poderes políticos para la toma de decisiones en los asuntos locales, así como el genocidio físico y cultural de los puertorriqueños y las puertorriqueñas. Las organizaciones feministas presentaron perspectivas sobre la ciudadanía que los discursos nacionalistas no habían contemplado. En la década de los setenta, el activismo feminista incorporó la noción de que la completa e igual participación de la mujer en la vida pública, no es posible sin tomar en cuenta Crespo Kebler, Elizabeth. ‘Ciudadanía y nación: debates sobre los derechos reproductivos en Puerto Rico.’ Revista de Ciencias Sociales- Nueva Época 10 (2001): 57-84.

el i z a b e t h C r e s p o K e b l e r asuntos tradicionalmente relegados al espacio doméstico, consi- derados privados y, por lo tanto, ajenos a lo político. A tono con este precepto, las organizaciones feministas llevaron al terreno de los debates políticos asuntos como los derechos reproductivos, la socialización basada en roles diferenciados a partir del género, el trabajo doméstico, la sexualidad y la orientación sexual. Las feministas definieron dichos temas como cruciales para obtener derechos plenos como ciudadanas. Las luchas en torno a estos asuntos afirmaron la existencia de movimientos feministas como nuevos sujetos políticos que buscaban proveer de visibilidad a las relaciones de género. Así, la organización política de las mujeres se planteó como un elemento crítico para obtener poder político y derechos como ciudadanas. A pesar de que las feministas puertorriqueñas de tiempos de la soberanía española y de principios y mediados de siglo 20 dis- cutieron los temas de nación, ciudadanía y organización política de las mujeres, inicio mi discusión a partir de la década de los setenta, la cual marca el surgimiento de una segunda época del feminismo en Puerto Rico. Uno de los sucesos más importantes de esta década fue la formación de grupos feministas autónomos, es decir, organizaciones formadas fuera de los partidos políticos y de las estructuras gubernamentales. Estas organizaciones fue- ron sumamente importantes ya que abrieron un espacio político crítico, por medio del cual las mujeres pudieron transformar la noción de ciudadanía y adquirir mayor acceso al poder político. En este trabajo, examinaré las posturas en torno al aborto y la esterilización de uno de estos grupos, Mujer Intégrate Ahora (MIA),^2 las que compararé con otras perspectivas feministas y algunas posturas nacionalistas. En los debates feministas en torno a los derechos reproduc- tivos que presento en este ensayo, he encontrado tanto rupturas como continuidades con los nacionalismos. Ciertas perspectivas feministas convergen con las de los nacionalismos por tener en común paradigmas y estrategias discursivas. Otras posturas femi- nistas crearon rupturas con los discursos nacionalistas, al situar los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas en un marco de referencia en el que se señalan las desigualdades de acceso al poder no sólo entre Puerto Rico y Estados Unidos, sino también en las relaciones fundamentadas en el género. Pensar el poder político desde una perspectiva de género, idea introducida por el acti-

el i z a b e t h C r e s p o K e b l e r contestatarios crearan otras exclusiones. Las categorías que expresaban relaciones de subordinación vinieron a representar sujetos unitarios. Así, se dio por supuesto que la categoría mujer o colonia representaría experiencias que rebasaban divisiones de clase y género, y, muchas veces, períodos históricos. Los términos autodeterminación y derechos de la mujer los podían usar grupos privilegiados que representaban su realidad parti- cular como universal. Estos discursos compartían un impulso totalizador y universalizante, cuyo efecto era homogeneizar a los grupos y privilegiar a uno como norma o estándar por la que se mediría y categorizaría al grupo representado como “otro”. Esta operación, además de suprimir la heterogeneidad de los grupos, encubría las relaciones entre ellos. Quizás lo más importante sean, sin embargo, las consecuencias políticas de estos marcos de pensamiento universalizantes, al crear relaciones de dominación y subordinación, y excluir sujetos y su capacidad de acción política. De esta manera, los movimientos contestatarios, concebidos con el propósito de eliminar desigualdades, reprodujeron y crearon relaciones de subordinación propias. Chandra Mohanty usa el término colonización para describir los efectos de los paradigmas universalizantes: “La coloniza- ción casi invariablemente implica una relación de dominación estructural y una supresión —frecuentemente violenta— de la heterogeneidad de los sujetos en cuestión” (Mohanty 1991:52; la traducción es mía). Aunque Mohanty examina los efectos de las estrategias discursivas universalizantes producidas por femi- nistas occidentales o del Primer Mundo, yo examino las formas en que estos discursos se han producido dentro de un mismo país del Tercer Mundo. En esta discusión se hace evidente que estos marcos de pensamiento se generan en diferentes contextos, no sólo en grupos tradicionalmente definidos como dominantes, sino también entre los propios grupos subordinados.

Feminismos y nacionalismos: debates sobre el abor-

to

Una de las críticas al feminismo en la década de los setenta por varios sectores sociales tanto de derechas como de izquierdas, fue que el feminismo era el resultado de influencias externas. Esta percepción se articuló enérgicamente cuando la decisión del

C iudadanía y naCión : debates sobre los dereChos reproduCtivos en puerto riCo Tribunal Supremo de los Estados Unidos en Roe v. Wade dejó establecido el derecho al aborto en 1973. Este derecho se extendió a Puerto Rico debido a su relación jurídica con los Estados Unidos. Inmediatamente, varios activistas nacionalistas e independentistas manifestaron su repudio de la decisión, argumentando que era una imposición colonial y otro componente de las políticas poblacio- nales de genocidio contra Puerto Rico. Según apuntó un miembro del Partido Socialista Puertorriqueño, “Nada de extraño hay en ello. Es una imposición más de las tantas que sufre nuestro pueblo. La aplicación indiscriminada y por imposición de las leyes de la metrópoli es consustancial a la relación colonial que sufrimos” (González Cruz 1973:11). En palabras de otro independentista, esta decisión era una forma de colonialismo judicial, a lo que añadía que se trataba de una manifestación de “mimetismo co- lonial”, una adopción indiscriminada de los “falsos valores y los patrones culturales del colonizador” (Parrilla Bonilla 1973:10). Tal fue el tumulto creado por Roe v. Wade, que más de cincuenta miembros del Colegio de Abogados de Puerto Rico firmaron una petición solicitando que se discutiera el asunto en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas ( Claridad 1973:6). La estrategia universalizante empleada aquí estableció una dicotomía entre los valores del país colonizador y los del colo- nizado. Esta dicotomía excluía a las feministas de la comunidad nacional puertorriqueña, representándolas como pervertidoras de los roles tradicionales de la mujer, considerados valores nacionales (Marqués 1967; Partido Socialista Puertorriqueño 1975:41-42; Zayas y Silén 1972:7-15). La familia era la imagen que unía a la nación, y las mujeres tenían a su cargo la tarea de procrear y criar ciudadanos y ciudadanas para la patria. Aquéllas que siguieran los roles tradicionales se podían describir como fuertes, constantes y firmes: el soporte de la nación. Sin embargo, al igual que en otras representaciones duales de la mujer, el nacionalismo creó la antítesis de esta mujer fuerte para señalar y controlar a aquéllas que se desviaran de los roles prescritos. Así, muchos discursos nacionalistas representaban a las mujeres como débiles, maleables y fáciles de engañar. Se las veía como víctimas de la seducción de los hombres de los países imperiales y, por lo mismo, traidores potenciales. Las mujeres no sólo eran vulnerables a los hombres, sino también a la seducción de las ideologías feministas, cuyo origen se atribuía a las mujeres blancas de los Estados Unidos. A

C iudadanía y naCión : debates sobre los dereChos reproduCtivos en puerto riCo los Estados Unidos. Esto ocurría a pesar de la ley puertorriqueña sobre el aborto, la cual penalizaba al doctor con hasta diez años de prisión y a la mujer con hasta cinco años, a menos que el procedi- miento fuera necesario para salvar la vida o la salud de la mujer. Este era un negocio muy lucrativo para las clínicas privadas y los doctores que practicaban abortos fuera del ámbito limitado de esta ley, mientras las autoridades pertinentes se hacían de la vista larga. A la vez, muchas mujeres puertorriqueñas tenían que sufrir abortos inseguros o viajar para hacérselos en otros lugares, porque no podían costear el procedimiento en Puerto Rico. Las clínicas de las Islas Vírgenes eran una alternativa mucho más segura y accesible (Lovler 1974b). Muchas recordamos que cuando una mujer decía que iba para Saint Thomas, la gente suponía que no iba de vacaciones. Cabe señalar que MIA se adelantó en su apreciación legal del derecho de las mujeres al aborto, aun antes de que las cortes federales y la de Puerto Rico se expresaran al respecto. La Corte de Distrito Federal en Puerto Rico declaró que Roe v. Wade era aplicable a Puerto Rico en Acevedo Montalvo v. Hernández Colón (1974). En 1980, el Tribunal Supremo de Puerto Rico, en Pueblo de Puerto Rico v. Pablo Duarte Mendoza, reafirmó el derecho al aborto sin restricciones que tienen las mujeres en Puerto Rico. MIA expresó su pesar de que el aborto no se discutiera en los cuerpos legislativos puertorriqueños sino hasta la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. En 1972, un año antes de Roe v. Wade, MIA había solicitado, sin éxito, que se aprobaran leyes que permitieran los abortos a solicitud ( MIA Informa 1972:5). Con la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, la organización vio una nueva oportunidad de presentar su petición. De tal modo, pidieron la aplicación in- mediata del caso a Puerto Rico porque “la mujer tiene derecho sobre su propio cuerpo y por lo tanto es la única que debe tomar la decisión de abortar o no” ( Avance 1973:17). El aborto legal dio a las mujeres de escasos recursos económicos el derecho que hasta ese momento se les había negado. A pesar de que, a la luz de Roe v. Wade, en 1974 se declaró inconstitucional en la Isla el estatuto local que establecía prohibiciones al aborto (Acevedo Montalvo v. Hernández Colón 1974), el gobierno de Puerto Rico no aceptó inmediatamente las disposiciones que lo legalizaron. Los hospitales públicos bloquearon la implantación de las políticas

el i z a b e t h C r e s p o K e b l e r que otorgaba el caso, alegando que todos los médicos del hospi- tal tenían objeciones morales al aborto y que, por lo tanto, no se les podía requerir legalmente que practicaran abortos. También insistieron en que los hospitales no contaban con los fondos para el equipo y personal necesarios (Lovler 1974a). No fue ésta la primera vez en que chocaban las nociones pa- triarcales de ciudadanía con las feministas. Tampoco fue la primera vez en que la discusión en torno a los derechos de la mujer y los reclamos de ciudadanía se representaban como un problema de autonomía nacional frente al poder de la metrópoli. La postura nacionalista concerniente al aborto en 1973 hace recordar la to- mada a principios del siglo 20 por la Legislatura de Puerto Rico a propósito del sufragio femenino. La Ley Jones había extendido la ciudadanía estadounidense tanto a los hombres como a las mu- jeres de Puerto Rico. No obstante, algunos conceptos inherentes al ejercicio de la ciudadanía no se interpretaban igualmente para las mujeres que para los hombres. Según la Ley Jones, “los votantes serán ciudadanos de los Estados Unidos de veintiún años o más y tendrán las calificacio- nes adicionales que puedan ser prescritas por la Legislatura de Puerto Rico” (Organic Act of 1917; la traducción es mía; véase también Barceló Miller 1997:159). Las leyes de Puerto Rico habían conferido el voto sólo a los hombres adultos. Aunque las mujeres de los Estados Unidos adquirieron el derecho al voto en 1920, no fue hasta 1929 que lo lograron las puertorriqueñas. En respuesta a la controversia generada por un grupo de sufragistas puertorriqueñas que en 1928 solicitaron al Congreso de los Estados Unidos que extendiera el derecho al voto a las puertorriqueñas, el Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington alegó que este era un asunto local ( “a question of a local nature” ) y que “el Congreso no debería legislar sobre asuntos locales puertorrique- ños” (Jiménez-Muñoz 1997:160-161; la traducción es mía). Al igual que en las luchas sufragistas, los reclamos feministas por los derechos reproductivos hicieron patente que el debate no representaba una confrontación entre dos entidades homogéneas: Estados Unidos y Puerto Rico. Lo que quedó al descubierto fue la falta de intereses compartidos en la comunidad imaginada puertorriqueña, y los principios patriarcales bajo los cuales estaba construida la ciudadanía. En ambas circunstancias, la posición nacionalista representaba como una manifestación de colonia-

el i z a b e t h C r e s p o K e b l e r la esterilización demostraron que las afirmaciones de la mujer de sus derechos como ciudadanas estaban encontradas con las visiones nacionalistas. Para documentar este argumento, examino dos críticas a la política de la esterilización de las mujeres puer- torriqueñas. El primer punto de vista se presenta por medio de La operación , un documental de gran importancia por su enérgica e impresionante denuncia de la política de esterilización como ge- nocidio (García 1982). La película ha tenido amplia distribución y probablemente la ha visto la mayoría de las personas interesadas en las luchas feministas y anticolonialistas en Puerto Rico. Desde el punto de vista de este trabajo, la postura presentada en el docu- mental tiene especial interés porque contiene elementos tanto de perspectivas nacionalistas como feministas. Presenta los efectos de la esterilización literalmente desde los cuerpos de las mujeres, pero está contenida dentro de un discurso nacionalista. La segunda crítica a la política de esterilización que discuto aquí es la elaborada por la organización feminista MIA. Aunque no es de conocimiento general, seis años antes de que se diera a la luz pública La operación , MIA investigó la historia de la po- lítica de esterilización y presentó un documento ante el Tribunal Internacional de Crímenes contra la Mujer en Bruselas (MIA 1976). Motivó esta investigación la campaña de cero crecimiento poblacional que el gobierno de Puerto Rico difundió a mediados de los años setenta, encabezada por el Secretario del Departamento de Salud, Antonio R. Silva. El nuevo programa de esterilización formó parte de los esfuerzos por reducir la tasa de natalidad en la Isla. MIA señaló que esta campaña era similar a la realizada en los años cincuenta. Por esta razón, las integrantes de la organización sintieron la necesidad de tomar acción al respecto. Entre 1950 y 1965, se esterilizó en Puerto Rico a un gran número de mujeres. La esterilización comenzó a principios de la década de los treinta y, para finales de la década de los cuarenta, se había esterilizado al siete por ciento de las mujeres en edad repro- ductiva. Para 1954, esta cifra escaló al 16 por ciento y para 1968 ya había aumentado dramáticamente al 36 por ciento (Vázquez Calzada 1988:165-166). Los discursos anticoloniales denuncia- ron que ésta era la tasa más alta de esterilización en el mundo, el resultado de una conspiración del gobierno de los Estados Uni- dos y las corporaciones norteamericanas, dirigida en contra del pueblo de Puerto Rico para mantener su hegemonía económica,

C iudadanía y naCión : debates sobre los dereChos reproduCtivos en puerto riCo política y militar en América Latina y el Caribe. La esterilización rebasó los límites nacionales debido al alcance internacional de la política, respaldada por los países industrializados por medio de organizaciones como la Agencia para el Desarrollo Internacional, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y Planned Parenthood International. Las políticas de control poblacional se denunciaron en foros nacionales e internacionales como genoci- dio. Se planteó que las mujeres recibían información incorrecta sobre la esterilización y su irreversibilidad. En Puerto Rico, como en otras partes del Tercer Mundo, la política de esterilización vino acompañada de la experimentación con píldoras anticonceptivas, en las que se usaron dosis de hormonas hasta un 20 por ciento mayores que las que se usan hoy en día.

La operación

La esterilización femenina llegó a ser tan común en Puerto Rico que se conocía simplemente como “la operación”. Es a este hecho al que alude el título del documental que presenta tan aguda crítica de esta política (García 1982). La operación es ante todo una denuncia del genocidio y, aunque los efectos de éste en las mujeres son el eje del documental, su punto de vista es patriarcal en puntos fundamentales. La película presenta una política eje- cutada en mujeres cuya capacidad reproductora representa a la nación y sus posibilidades de sobrevivir. El señalamiento inicial del documental lo comunican al es- pectador las palabras de una mujer: Tengo una hermana que se llama Felícita que está operada, tengo una hermana que se llama Antonia que está operada, tengo otra hermana que se llama Francisca que está operada, y todas son esterilizadas para no tener babies. Unas por causa y otras por no, pero toditas están operadas. Y ahora pues también las hijas... Así que se acabará la familia (García 1982). Inmediatamente nos enteramos de que la familia de esta mujer no es la única que desaparecerá. Su árbol genealógico es sólo un ejem- La esterilización femenina llegó a ser tan común en Puerto Rico que se conocía simplemente como “la operación”.

C iudadanía y naCión : debates sobre los dereChos reproduCtivos en puerto riCo anticonceptivos, la cineasta utiliza las declaraciones de mujeres sometidas a estos procedimientos para mostrar que la desinfor- mación funcionó como coerción. En palabras de una de las mu- jeres entrevistadas, “No fui obligada, déjame decirte que no fui obligada. Yo fui por mi propia voluntad, pero si yo hubiera estado orientada, si alguien... me hubiera dicho: ‘mira, hay otra forma de evitar tener niños’...” (García 1982). El documental pasa entonces a presentar mujeres de todas las edades hablando de cómo se les mutilaron sus cuerpos y de la tristeza que muchas sintieron al saber que ya no podrían tener más hijos. A muchas se les dijo que el procedimiento consistía en la ligadura de sus trompas de falopio y que era reversible, es decir, que se podía deshacer la ligadura de trompas. Una y otra vez la cineasta expone al espectador a la imagen de una operación que tiene lugar ante sus ojos. Un escalpelo abre el vientre de una mujer y la sangre brota de su herida. Luego se sacan las trompas de falopio, que son atadas y cortadas más arriba del nudo. La sangre y la herida abierta simbolizan un acto de carnicería. Cada toma de esta imagen es una enérgica denuncia de la desinformación presentada en el documental. La operación utiliza la voz de una anciana y vivaz mujer negra para presentar lo que, desde el punto de vista del documental, parece ser epítome de la ignorancia y la manipulación: Yo me enteré porque vi a unas mujeres que pasaban con male- tas. Yo venía al hospital todos los días a ponerme inyecciones. Entonces pregunté qué hacían esas mujeres con maletas, que si iban a dar a luz. Me decían que no era dar a luz, que era a operarse. Entonces me dirigí al cuarto donde ellas iban a operarse, que también me botaron de allí, me sacaron para que no fuera novelera. Pero averigüé bien y yo dije: “y a mí, ¿me pueden operar?”. La enfermera me dijo: “bueno, puedes, si hablas con el alcalde. Vete, vete enseguida y habla con él”. Y yo dije: “pues espérate”. Cuando salí a las diez de allí [fui] a hablar con el alcalde. Hablé como viernes, pasó sábado y domingo, el lunes me mandaron a ir, y martes fue la operación (García 1982). La película construye una narrativa que sugiere que esta mujer, al igual que las otras que hablan allí, se sometieron a la opera- ción porque se les había dado información incorrecta y porque su ignorancia permitió que las autoridades de salud pública las manipularan. Pero, ¿qué otras posibles narrativas pueden explicar las historias que presentan estas mujeres? ¿Expresan ignorancia o

el i z a b e t h C r e s p o K e b l e r quizás interés y, finalmente, la voluntad de esterilizarse? ¿Fueron las mujeres víctimas pasivas de la ignorancia, como se presentan en esta película, o buscaban alternativas a la maternidad? La estrategia universalizante presentada en la película elabora una narrativa, la del sujeto colonizado, la mujer puertorriqueña víctima de una estrategia imperial, cuya subjetividad presenta como unidimensio- nal. Esta no capta la complejidad de la decisión de esterilizarse y la variedad de experiencias individuales y colectivas. De manera similar, se presenta a las mujeres que van a las áreas rurales a ofrecer métodos anticonceptivos como meros instrumentos de la estrategia imperialista. Sin duda, es importante y necesario discutir el asunto de la coerción, aunque no sea la única experiencia, en el contexto de la evidencia que indica que menores de edad, mujeres pobres, mujeres de muchas minorías raciales y participantes de los programas de asistencia social han sido y siguen siendo esterilizadas sin las expli- caciones apropiadas y sin períodos de espera, y bajo amenazas de que perderán sus beneficios de asistencia social si no se someten a la esterilización (Rodríguez Trías 1978). Es importante además que se discuta el problema de la coerción en el contexto de su uso como estrategia para el desarrollo económico de Puerto Rico, presentada en La operación , y que favoreció la acumulación de riquezas para unos pocos, mientras promovió el control de natalidad y la migración como soluciones a la pobreza de muchos. ¿Qué otras narrativas se pueden construir para explicar las experiencias de las mujeres puertorriqueñas con la esterilización? ¿Es posible que la maternidad no fuera siempre una experiencia feliz para algunas mujeres y que buscaran estrategias para evitar, controlar o reducir las posibilidades de ésta? En 1940, cuando la tasa de esterilización era casi de cero, la tasa total de fecundidad era de seis niños por cada mujer (Vázquez Calzada y Morales del Valle 1982:78). Parece que el gran número de niños que una mujer podía anticipar, sin contar con anticonceptivos, y el papel cada vez mayor de la mujer como proveedora, puede haber determinado el deseo de las mujeres de limitar su capacidad reproductora. Un hecho de interés que viene a colación es que, a pesar de que la película cuenta con opiniones expertas que construyen la narrativa del genocidio, ésta no toma en cuenta otras opiniones que ofrecen evidencia convincente para llegar a perspectivas mucho más complejas sobre la esterilización. Los datos más completos

el i z a b e t h C r e s p o K e b l e r edad más joven que en cualquier otro país del mundo. A mediados de los años sesenta, la mediana de edad al momento de la esteri- lización era de sólo 26 y, en 1976, era de 28 (Vázquez Calzada y Morales del Valle 1982:72). Estos datos pueden interpretarse de modo que sugieran coerción y tomarse como prueba de que se practicaban esterilizaciones arbitrariamente. Pero al mirarlos con mayor detenimiento, también se nota que el promedio de niños(as) nacidos(as) a mujeres jóvenes casadas hacía relativa- mente poco tiempo, era considerablemente mayor en el caso de mujeres esterilizadas que en el de las no esterilizadas (Vázquez Calzada y Morales del Valle 1982:73; Warren et al. 1986:360). Por lo tanto, incluso entre las mujeres más jóvenes, el tener un gran número de hijos(as) fue al parecer un factor para optar por la esterilización. El estudio realizado por Hatt en 1947-1948 también indicó que las mujeres recurrían a la esterilización sólo después de haber tenido un gran número de hijos(as) (citado por Ramírez de Arellano y Seipp 1983:138). Además, hay que considerar las grandes limitaciones de los métodos anticonceptivos al evaluar la esterilización. Los datos de la encuesta de 1976 sugieren que muchas mujeres que no consiguieron controlar el número de hijos(as) por otros métodos, recurrieron a la esterilización (Vázquez Calzada y Morales del Valle 1982:73). En otras palabras, antes de optar por un método irreversible como la esterilización, muchas mujeres habían pro- bado otros métodos cuyo efecto anticonceptivo era temporal. El estudio arrojó que el promedio de niños(as) nacidos(as) era con- siderablemente más alto entre las mujeres esterilizadas que entre las no esterilizadas, no sólo en la población total, sino también entre las que habían usado anticonceptivos antes de recurrir a la esterilización. Este hallazgo sugiere que muchas mujeres habían intentado valerse de otros métodos antes de esterilizarse, y que la ineficacia de estos métodos pudo ser motivo de que escogieran un método anticonceptivo permanente. Así ocurrió especialmente entre mujeres jóvenes y entre aquellas que llevaban poco tiempo casadas. Las mujeres entre 20 y 29 años que se esterilizaron des- pués de haber usado otros anticonceptivos tenían un promedio de tres hijos(as), mientras que las mujeres de estas edades que habían usado otros anticonceptivos y no se habían esterilizado tenían un promedio de 1.5 hijos(as). Las mujeres que llevaban casadas menos de diez años y habían usado otros anticonceptivos antes de

C iudadanía y naCión : debates sobre los dereChos reproduCtivos en puerto riCo esterilizarse tenían un promedio de tres hijos(as), comparado con un promedio de 1.75 hijos(as) entre las que habían usado otros anticonceptivos y habían decidido no esterilizarse. Estos datos sugieren que muchas mujeres buscaron activamente opciones para controlar el número de hijos(as). A la vez, sugieren que no estaban satisfechas con los anticonceptivos que habían usado antes de tomar la decisión de esterilizarse. Un análisis de los datos de 1982 subraya que los métodos anticonceptivos resultaron inadecuados para muchas mujeres (Warren et al. 1986). Este estudio reveló insatisfacción con los métodos anticonceptivos considerados altamente efectivos como la píldora, las inyecciones y los dispositivos intrauterinos; además de que éstos pueden poner en riesgo la vida de las mujeres, según reveló la experiencia del Dalcon Shield. Las mujeres que no que- rían tener más hijos(as) indicaron que preferían esterilizarse o no usar método anticonceptivo alguno, antes que usar estos métodos (Warren et al. 1986:358). En este contexto, muchas mujeres pue- den haber visto la esterilización como el método anticonceptivo más efectivo, accesible y relativamente seguro. Otros datos que intentan medir la satisfacción de las mujeres con la esterilización también sugieren que las mujeres se esteri- lizaron por elección y no solamente porque fueron víctimas de la desinformación. Una encuesta realizada en 1968 indicó que una alta proporción (64 por ciento) de las mujeres esterilizadas estaba satisfecha con su decisión. Para evaluar adecuadamente este tema tan complejo, debe tomarse en cuenta tanto el grado de satisfacción como la insatisfacción del 26 por ciento de las mujeres, que indicaron que no estaban contentas con la esterili- zación porque querían tener más hijos(as), y el 10 por ciento, que dijeron no estar satisfechas porque la operación afectó su salud o sus relaciones maritales, o porque motivó conflictos religiosos. Por su parte, el 83 por ciento de los hombres estaba satisfecho con la esterilización de sus esposas (Vázquez Calzada 1973:32). Este último dato requiere un análisis más amplio de la cultura machista, incluyendo los motivos por los cuales más mujeres que hombres se esterilizan y el porqué de la gran diferencia (de casi 20 puntos porcentuales) entre la satisfacción expresada por los hombres y por las mujeres. La operación toma una innegable distancia de algunas denun- cias de genocidio planteadas desde una perspectiva nacionalista.

C iudadanía y naCión : debates sobre los dereChos reproduCtivos en puerto riCo Los datos de las encuestas presentados anteriormente respal- dan la idea de que muchas mujeres buscaban activamente opciones para controlar su fecundidad y tener menos hijos(as). A la vez, sugieren también que tenían pocas opciones seguras y efectivas. Los efectos políticos de este acercamiento consisten en plantear la posibilidad de acción política por parte de las mujeres para exigir la disponibilidad y el acceso a más opciones seguras para el control de la reproducción. Esta forma de ver las cosas con- templa además la capacidad de las mujeres de tomar acción para decidir no tener hijos(as) y un programa político para respaldar su decisión. Apunta a transformaciones de las ideas tradicionales sobre los roles reproductivos. En contraste, el análisis presentado en La operación mantiene la discusión dentro de un paradigma que sustenta el rol tradicional de las mujeres como madres. Es significativo que los mismos argumentos nacionalistas y antiimperialistas contra la esterilización, adoptados por las femi- nistas nacionalistas y presentados en La operación, los utilizan hoy los activistas en contra del aborto para limitar los derechos reproductivos de las mujeres. Por ejemplo, la Organización Mun- dial de la Familia argumenta que los programas de control de la natalidad y el derecho al aborto son políticas genocidas impuestas a los países del Tercer Mundo por las naciones ricas del mundo y las compañías farmacéuticas que sacan ganancias extraordina- rias a costa de la salud y el bienestar de las mujeres. En Puerto Rico, el Padre Patrick Welch,^3 activista antiaborto, denunció la experimentación de anticonceptivos con mujeres puertorriqueñas y alegó que Roe v. Wade fue una decisión impuesta por siete jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, no elegidos por los puertorriqueños y puertorriqueñas. Asimismo, argumentó que la retórica de la sobrepoblación y los esfuerzos por controlar la capacidad reproductora de las mujeres puertorriqueñas eran ejemplos de racismo y genocidio (Colón et al. 1999:126). Las convergencias de las retóricas antiaborto, antiimperialista y feminista no son sorprendentes. Dramatizan los efectos políticos del pensamiento nacionalista que tuvieron una presencia promi- nente en los discursos feministas en los setenta y aún hoy en día. Subrayan la necesidad de crear nuevos paradigmas, una tarea que las feministas han abordado desde perspectivas variadas (Ramí- rez de Arellano y Seipp 1983; López 1984; Ostolaza Bey 1989; Figueroa Sarriera et al. 1994; López 1998; Lugo Ortiz 1999).

el i z a b e t h C r e s p o K e b l e r Más recientemente, Alice Colón y sus colegas han propuesto una defensa crítica de la nacionalidad puertorriqueña que reconozca las luchas de las mujeres y otros grupos subordinados y que incorpore patrones culturales más democráticos. También han señalado la necesidad de desmontar los discursos antiaborto que ellas han denominado pseudodemocráticos (Colón et al. 1999:85, 126, 209). A pesar de que esta posición las distancia de la perspectiva de La operación , se mantienen dentro del nacionalismo, el cual reproduce la otredad a múltiples niveles de la estructura social. La convergencia de discursos feministas y antifeministas evidencia las dificultades de la aplicación de un pensamiento articulado por medio de categorías binarias tales como Primer Mundo y Tercer Mundo, metrópoli y colonia, ricos y pobres, mujeres y hombres, para entender una realidad más compleja y matizada, con una mayor variedad de actores y subjetividades que aquellas contempladas en este pensamiento. Concuerdo con la invitación de Mary Poovey (1992) a examinar los supuestos comunes de los discursos feministas y antifeministas. Ella ha señalado que el discurso de los derechos, la intimidad y la opción de decidir, utilizado por quienes defienden el aborto, puede ser apropiado por los activistas antiaborto porque ambos grupos comparten una serie de supuestos metafísicos, cuya premisa es que todo sujeto tiene una sustancia o centro que precede a los códigos sociales y lingüísticos. La necesidad de desmantelar los supuestos feministas sobre la categoría mujer es, así, planteada en los debates sobre los derechos reproductivos.

Mujer Intégrate Ahora

Aunque la película La operación es probablemente la crítica más conocida de las políticas poblacionales, como se mencionó anteriormente, no es la única. La organización feminista Mujer Intégrate Ahora (MIA) articuló otra crítica años antes. El análisis de MIA consideraba la esterilización como una política colonial y patriarcal. Presentado en 1976 ante el Tribunal Internacional de Crímenes contra la Mujer, el análisis de MIA era distinto de otras perspectivas feministas y también de las que dominaron las organizaciones nacionalistas y de izquierdas. Si los marcos de pensamiento nacionalista identificaban a la nación puertorri- queña como víctima de genocidio, MIA analizó los efectos de las