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Análisis ellas solas: un mundo sin hombres tras la guerra, Summaries of History

En el siguiente resumen se presenta un análisis por capítulos del libro Ellas solas, en el que se abordan los eventos ocurridos durante la Primera Guerra Mundial y el papel de la 'mujer del excedente'.

Typology: Summaries

2022/2023

Available from 07/06/2025

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Ellas solas: un mundo sin hombres tras la guerra
En todos los países de Europa, la Gran Guerra dejó millones de huecos en las familias, en las
fábricas y oficinas, en las universidades y en las vidas de las novias y recién casadas. Dos millones
de «solteras de guerra», jóvenes educadas con la sola meta del matrimonio, se encontraron ante un
mundo que no sabía qué hacer con ellas. Y sobrevivieron. Trabajaron. Estudiaron. Empezaron a
reunirse, a asociarse, a entrar solas o en grupo en los cafés. Y, sin querer hacer política ni historia,
abrieron un camino que ya nunca dejó de ensancharse. A través de las cartas, los diarios, los
testimonios y las biografías de cientos de mujeres, Nicholson ha escrito un homenaje a la cara
femenina de la «generación perdida», unas mujeres a las que cambió la guerra y que cambiaron la
sociedad.
El terrible costo humano de la Primera Guerra Mundial se tradujo en la muerte de setecientos
cincuenta mil soldados británicos en el frente occidental y otras contiendas. La magnitud de esta
pérdida masculina generó que, en la década de 1920, surgiera el concepto de las "mujeres del
excedente," cuyo número se cifró en un millón setecientos cincuenta mil en el censo de 1921. Este
apelativo, como se demostrará, desvalorizó la figura femenina, obligándola a confrontar un
sentimiento de marginación social.
Objetivo de investigación del texto: Los siguientes capítulos trazan la trayectoria emocional de la
mujer soltera, desde su difícil situación como mujer del excedente hasta las dos décadas siguientes,
a través de su propia experiencia y de la necesidad de enfrentarse sola a la vida. En ellos, se indaga
cómo sobrevivían económica, emocional y sexualmente. La guerra les cambió la vida y ellas
ayudaron a transformar la sociedad (sobre todo en el acceso al voto y al trabajo).
PRIMER CAPÍTULO ¿ADÓNDE SE HAN IDO LOS CHICOS?: (Este capítulo explora
las experiencias amorosas antes y después de la guerra, donde la muerte se erige como el principal
factor de ruptura de las relaciones.)
Historia Philip y May
Philip y May llevaban cinco años de noviazgo cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Como
buen cuáquero, Philip creía firmemente en el quinto mandamiento: «No matarás». A pesar de
declararse objetar fue llevado a prisión, donde estudió primeros auxilios y el cuidado de los
heridos. May esperaba ansiosamente su retorno. Atesoraba las escuetas cartas que él podía
enviarle, incluso en ocasiones meras tarjetas impresas con la casilla de «Estoy bien» marcada.
Entonces todo se derrumbó; llegó una carta del Ministerio de Guerra en la que decían que Philip
había muerto en el frente. El destino fue cruel para muchas mujeres durante los desoladores años de
la guerra. Sin embargo, su sufrimiento no se apaciguaba por el hecho de ser compartido.
Historia Gertrude
La guerra seguía cobrándose su siniestro peaje de manera inexorable. El ángel exterminador
sobrevolaba. Entre julio y noviembre de 1916, los 420.000 soldados británicos muertos en
condiciones espantosas pondrían a prueba la determinación del país: sólo en el primer día de
combate hubo 20.000 muertos. Ninguna familia del país salió indemne, y tampoco la de
Gertrude. Dos de sus primos murieron, ambos hijos únicos, y Gertrude se sumó a las multitudes
sollozantes que abarrotaban las iglesias en aquel tiempo. (Gertrude estaba relacionado con
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Ellas solas: un mundo sin hombres tras la guerra En todos los países de Europa, la Gran Guerra dejó millones de huecos en las familias, en las fábricas y oficinas, en las universidades y en las vidas de las novias y recién casadas. Dos millones de «solteras de guerra», jóvenes educadas con la sola meta del matrimonio, se encontraron ante un mundo que no sabía qué hacer con ellas. Y sobrevivieron. Trabajaron. Estudiaron. Empezaron a reunirse, a asociarse, a entrar solas o en grupo en los cafés. Y, sin querer hacer política ni historia, abrieron un camino que ya nunca dejó de ensancharse. A través de las cartas, los diarios, los testimonios y las biografías de cientos de mujeres, Nicholson ha escrito un homenaje a la cara femenina de la «generación perdida», unas mujeres a las que cambió la guerra y que cambiaron la sociedad. El terrible costo humano de la Primera Guerra Mundial se tradujo en la muerte de setecientos cincuenta mil soldados británicos en el frente occidental y otras contiendas. La magnitud de esta pérdida masculina generó que, en la década de 1920, surgiera el concepto de las "mujeres del excedente," cuyo número se cifró en un millón setecientos cincuenta mil en el censo de 1921. Este apelativo, como se demostrará, desvalorizó la figura femenina, obligándola a confrontar un sentimiento de marginación social. Objetivo de investigación del texto : Los siguientes capítulos trazan la trayectoria emocional de la mujer soltera, desde su difícil situación como mujer del excedente hasta las dos décadas siguientes, a través de su propia experiencia y de la necesidad de enfrentarse sola a la vida. En ellos, se indaga cómo sobrevivían económica, emocional y sexualmente. La guerra les cambió la vida y ellas ayudaron a transformar la sociedad (sobre todo en el acceso al voto y al trabajo).

PRIMER CAPÍTULO ¿ADÓNDE SE HAN IDO LOS CHICOS?: (Este capítulo explora

las experiencias amorosas antes y después de la guerra, donde la muerte se erige como el principal factor de ruptura de las relaciones.)

● Historia Philip y May

Philip y May llevaban cinco años de noviazgo cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Como buen cuáquero, Philip creía firmemente en el quinto mandamiento: «No matarás». A pesar de declararse objetar fue llevado a prisión, donde estudió primeros auxilios y el cuidado de los heridos. May esperaba ansiosamente su retorno. Atesoraba las escuetas cartas que él podía enviarle, incluso en ocasiones meras tarjetas impresas con la casilla de «Estoy bien» marcada. Entonces todo se derrumbó; llegó una carta del Ministerio de Guerra en la que decían que Philip había muerto en el frente. El destino fue cruel para muchas mujeres durante los desoladores años de la guerra. Sin embargo, su sufrimiento no se apaciguaba por el hecho de ser compartido.

● Historia Gertrude

La guerra seguía cobrándose su siniestro peaje de manera inexorable. El ángel exterminador sobrevolaba. Entre julio y noviembre de 1916, los 420.000 soldados británicos muertos en condiciones espantosas pondrían a prueba la determinación del país: sólo en el primer día de combate hubo 20.000 muertos. Ninguna familia del país salió indemne , y tampoco la de Gertrude. Dos de sus primos murieron, ambos hijos únicos, y Gertrude se sumó a las multitudes sollozantes que abarrotaban las iglesias en aquel tiempo. (Gertrude estaba relacionado con

Carylon, donde trás un tiempo en las trincheras lo asesinaron). Pasaron veintitrés días de suspense agónico hasta que llegaron noticias fiables sobre su terrible final. Carlyon y el oficial no llegaron a alejarse mucho del resto de la patrulla, cuando unos hombres de la tribu de los senussi, que los habían seguido, acabaron con ellos. Desnudaron y mutilaron salvajemente los cadáveres de aquellos infieles y los dejaron pudrirse sobre las rocas. Con él quedaron también enterradas todas las esperanzas y deseos secretos de Gertrude. Retomando la historia de Gertrude, la sociedad en la que creció dictaba el matrimonio como el destino natural de la mujer. No se concebía como un medio o una base para otros propósitos, sino como «la máxima aspiración en la vida de una mujer» , la razón misma de su existencia. Esta cita de la época reafirma la omnipresencia del ideal matrimonial: “Me pregunto para qué creen que están preparadas estas chicas, cuando ya se sabe de antemano: para el matrimonio. Tengo la certeza de que, para nueve de cada diez, a los diecinueve años el matrimonio es su única meta, a pesar de lo que lleguen a pensar más tarde” (p.27).

● Profundamente amados y tristemente añorados

La Primera Guerra Mundial diezmó la población masculina hasta tal punto que los hombres eran insuficientes para el número de mujeres. En este contexto, las mujeres inglesas, tradicionalmente estaban inclinadas a considerar a cualquier marido preferible a la soltería, veían cómo la guerra les arrebataba a sus futuros compañeros. Ya antes de 1914, Monica Ingram había advertido una realidad innegable: no había hombres para todas. Esta experiencia personal ilustra esta tragedia: “Conocí a Will el 9 de agosto de 1916 Nos prometimos el 27 de octubre de 1916… Murió en combate el 27 de marzo de 1917. Murió noblemente, cumpliendo con su deber. Lo enterraron en E Court St Mein, Francia. Profundamente amado y tristemente añorado” (p.32). La contundente pregunta que surgió entonces reflejaba la desolación: “«¿Cuál era el sentido de ganar la guerra […] si ninguno de los hombres que la ganaran iba a vivir? Los periódicos titularon sin cesar “¿Quién muere si Inglaterra sobrevive?”. Pero, después de todo, ¿qué era Inglaterra?»” (p.34).

● “Un mundo sin hombres” y subcapítulo “un excedente de dos millones”

Mientras la guerra consumía hombres en el frente, las mujeres inglesas, con determinación, tomaron las riendas para mantener el país en funcionamiento. "La conciencia de la injusticia social y el absurdo sufrimiento bélico la acercó a los círculos de estudiantes socialistas y agnósticos más brillantes. Sin embargo, paradójicamente, sus perspectivas de encontrar el amor se desvanecen". Tras el cese de las hostilidades, la prensa amplifica la angustiante realidad del excedente de chicas. Los relatos de estas mujeres, ahora consideradas de más, eran un crudo recordatorio de su precaria situación y valía propia (este fenómeno disminuye la confianza de las mujeres). "El incesante eco de titulares sobre el excedente femenino era una constante afrenta a mujeres como ella, quienes se sentían superfluas y despreciadas. Sin educación en muchos casos y sin derecho al voto antes de los treinta, además de enfrentar la exclusión de numerosos empleos [...] 'sois dos millones de más, dos millones de más. Y yo era una de ellas', lamentaba May Wedderburn Cannan, sintiéndose como "un desecho entre la basura" (p.43). Resulta irónico que la ausencia masiva de hombres impulsará la causa del sufragio femenino. "Ahora, seguramente, era cuestión de tiempo que se concretara la lucha de las sufragistas," aunque

dedicada a las pensiones para solteras. Este espíritu de ayuda y desafío se manifestó en la propuesta de formar un frente común: “Al mismo tiempo, si una mujer decide que es de «las que sobran», debería iniciar una profesión o un negocio sin miedo a que el matrimonio arruine sus planes. Ayudaría al mundo en otro ámbito. ¿Por qué no dejamos algunos de nuestros sueños de lado y formamos el Sindicato de Mujeres del Excedente? ¿Por qué se nos va a denostar? Cuantas más seamos, mejor y además podemos hacernos buena compañía”.

TERCER CAPÍTULO EN LA ESTANTERÍA:

● Maridos

Un millón de mujeres de sobra. 1920: la caza del marid o”, era el título del artículo publicado en el Daily Mail sobre la conferencia del doctor Murray Leslie en el Instituto de Higiene de Londres, en febrero de 1920. El doctor Leslie no veía ningún aspecto positivo en esta desproporción. Sólo sabía señalar los inconvenientes, como la inestabilidad social que podía suponer tanta insatisfacción femenina. Se decía despectivamente que “Una vez erosionados los pilares de la vida familiar y del matrimonio, la infidelidad se dispararía, al disponer los hombres de tantas mujeres sin compromiso” (p.91). Ante las escasas oportunidades de matrimonio, las mujeres encontraban refugio en la imaginación. La imaginería poética se convertía en un poderoso anhelo. A pesar de los desafíos inherentes al matrimonio, las solteras idealizaban la vida conyugal. Como señala un sentir común, «No hay una visión más idealizada y romántica del matrimonio que la que tiene una soltera…». La perspectiva cambiaba para las casadas, quienes enfrentaban numerosas imposiciones que limitaban su desarrollo personal fuera del ámbito doméstico. Así, las mujeres comenzaron a observar el matrimonio con desdén, percibiendo el aburrimiento, la miseria y el cansancio que a menudo conllevaba. Su aspiración las impulsaba a abandonar el hogar, no para contraer nupcias, sino para vivir en modestos cuartos, inmersas en una bohemia constante, dedicadas a escribir novelas y poesía, a debatir sobre temas trascendentales y a labrarse su propio sustento. Su lema era claro: independencia, igualdad, libertad y, por supuesto, el voto. En 1920, las conjeturas del doctor Leslie y las opiniones publicadas en el Daily Mail empezaban a quedarse obsoletas, al menos en los círculos más avanzados. Era evidente que la guerra había cambiado el rumbo de la historia. Los tiempos del chica consigue a chico habían pasado y ahora las mujeres del excedente debían apuntar a otro lado para sentirse realizadas. Aunque el Daily Mail se empeñara en seguir publicando las cartas de lectoras que querían casarse, la historia había invertido su curso para siempre.

● El hombre equivocado

La guerra dejó en las mujeres británicas la amarga sensación de haber perdido más que oportunidades matrimoniales: les arrebató al hombre idealizado. Incluso aquellas que lograron casarse vivieron con la convicción de que la contienda se había llevado a los mejores hombres de su generación. El concepto de "excedente" era una dolorosa realidad para las mujeres de la época, como refleja esta reflexión: «El excedente era una palabra amarga. La razón era incluso más siniestra: hombres muertos. Resultaba deprimente pensar que, al margen de la pareja, no teníamos ningún valor…». Ante la escasez de opciones, una mujer de la época se preguntaba con resignación: «¿Debería conformarse con una segunda opción o seguir esperando al príncipe azul? ¿Los buenos maridos crecen en los árboles? La respuesta es no».

“Tarde o temprano, estas mujeres se darían cuenta de que formaban parte de una crisis demográfica y de que la mayor parte de ellas no encontraría marido dentro del país. La guerra apenas había terminado cuando comenzaron a escucharse comentarios acerca de dónde iba a terminar el excedente de mujeres. Por el bien de la nación, resultaba evidente que era el momento de que el Imperio de ultramar entrará en escena y recogiera las sobras.”

CUARTO CAPITULO CHICAS TRABAJADORAS:

● La guerra, el trabajo y las esposas

A principios del siglo XX, menos del treinta por ciento de las mujeres tenía trabajo. Es importante saber lo extraño e indigerible que podía resultar a la gente ver a una mujer trabajando, a menos que fuera en un fregadero, una cocina, una lavandería, una guardería o en la escuela, ese callejón romántico y sin salida. La idea general es que la mujer ocupara un puesto de trabajo hasta que su marido volviera a ocuparlo de nuevo. Se ignoraba o compadecía a aquellas desgraciadas que nunca se casaron y pasaban la vida desempeñando trabajos infravalorados y en condiciones de explotación. Crítica a las mujeres que trabajaban : “Las mujeres como ellas eran anormales, unas degeneradas a las que nadie quería: «Una mujer amada no tiene necesidad de ambiciones. Se las deja a sus hermanas, a las que ha engañado el destino…» escribía una columnista (p.150) En 1918 y 1919, al regresar los chicos de verde a casa, el mercado se saturó de hombres que reclamaban sus trabajos de antes de la guerra. En otoño de 1919, había setecientas cincuenta mil mujeres realizando sus trabajos. Las conductoras de autobuses, las vendedoras de seguros, las chicas del campo y las electricistas debían volver al fregadero. Aquéllas que intentaban inútilmente quedarse en su puesto de trabajo tenían que escuchar insultos como «lapa», «sanguijuela» y «ladrona del pan ajeno». La opinión pública estaba amarrada al pasado.

● Palacios de comercio

Los empleados de oficina se alistaron en el ejército como voluntarios más que ningún otro sector profesional. Fueron, por tanto, los cajeros, los oficinistas y los contables lo que sufrieron un mayor número de bajas en las trincheras. Los departamentos de contratación los sustituyeron con mujeres para compensar las bajas en el frente. La taquigrafía era el último grito. Teclear grácilmente otorgaba un aire de feminidad y al mismo tiempo confería poder: una mujer en una oficina tenía más posibilidades de encontrar marido y, si lo conseguía, entonces dejaba el trabajo. Si el matrimonio era su meta primordial, quedaba descartado encontrar «un trabajo de categoría». Para las mujeres se convirtió en una necesidad tener viviendas más cercanas a sus zonas de trabajo. Los alojamientos para mujeres eran difíciles de encontrar, ya que se suponía que no debían vivir solas y, si lo hacían, el propietario sospechaba que se le estaba pagando con dinero de origen poco honorable. En 1930, ante el incremento evidente de solteras, la Federación Nacional de Mujeres Liberales instó al gobierno para que reconociera la especial necesidad de vivienda que tenían estas mujeres. Para miles de mujeres la vida consistía en sobrevivir, es decir, en superar el miedo, el odio, la pobreza, el hambre, el frío, el tedio y el acoso sexual. Pero, ¿qué más podía hacer la mujer del excedente?

● Una vida miserable

No resulta sorprendente que las solteras se buscarán a menudo unas a otras en busca de apego. Entonces, igual que ahora, la sensación de estar demonizada y excluida del mundo de las casadas hacía que las mujeres se emparejan para pagar los gastos de la casa o para tener compañía, comprensión y cercanía. En algunos casos, estas relaciones se acercaban a la definición que hacía Russell de un amor mutuo y feliz, pero incluso si no era así, resultaba lo mejor que se podía obtener de la vida.

● Compañía y consuelo

Vera y Winifred «se deleitaban de esos días en constante compañía, en los que no paraban y se sentían tan libres…» Era una amistad compleja y fructífera: ambas tenían ambiciones políticas y literarias, habían vivido los días oscuros de la guerra, amando y perdiendo, y ambas eran valientes e independientes feministas. Las mujeres saben que en la amistad entre ellas hay una dosis de complicidad y de cariño de una especie totalmente diferente al amor que siente una mujer por su marido. “Cada mujer tenía su propia contribución personal que hacer, estuviera casada o no”.

● Niños de otras mujeres

Muchas mujeres sin hijos encontraron trabajo como cuidadoras de niños. Con el vínculo que se establecía con los niños a su cuidado, estas mujeres experimentaban sensaciones muy parecidas a las emociones profundas de la maternidad. Una niñera podía ser una amiga, una compañera y una madre a la vez. Cuando la guerra dejaba su estela de amargura a su paso, estas mujeres firmes tenían siempre una palabra de consuelo o unos brazos mullidos en los que los niños podían refugiarse. Amaban con generosidad y compasión, y, con frecuencia, con más entrega que los padres a los que sustituían.

● Noches solitarias

El aire de la época vibraba con una tensión sexual, irónicamente, en un tiempo donde un número sin precedentes de mujeres se enfrentaba a un destino de celibato. Tras ser un tema silenciado y evitado, las dinámicas maritales emergieron como un foco de discusión aceptado, siempre y cuando permanecieran dentro de las fronteras del matrimonio. La mujer "excedente", sin embargo, quedaba fuera de este diálogo. En los estratos sociales del servicio, donde la proporción era asombrosamente desigual –cinco mujeres por cada hombre–, la realidad del excedente femenino era aún más cruda. Los hombres tenían el poder de elegir sin restricciones y, a menudo, lo ejercían despiadadamente.

● La sagrada condición de amar

Se idealizaba a las mujeres como seres inmaculados, pero simultáneamente se las objetivaba sexualmente. La soltería, en este contexto, se percibía como una transgresión en múltiples niveles. En una sociedad donde la frontera entre el lesbianismo y la simple amistad femenina parecía difuminarse, la compañía entre mujeres solteras, ante la escasez de maridos tras la guerra, se volvió común. Sin embargo, la persecución de Radclyffe Hall en 1929 por su novela lésbica El pozo de la soledad despertó la atención pública sobre las relaciones entre mujeres, tiñendo de una sospecha hostil la mirada hacia aquellas solteras que compartían asiento en misa.